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Nuevo Gobierno: Aprensiones y esperanzas.

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LA SOBERANíA POPULAR se expresó categórica el 15 de enero cuando se eligió Presidente de la República. El deber de los partidos políticos se supone que es respetar ese mandato popular, en orden a dejar que Michelle Bachelet pueda decidir su equipo ministerial bajo su personal criterio.

Menuda tarea la de la señora Presidente, el tener que decidir en medio de sugerencias de nombres, listados que se hacen llegar, listados que se filtran, nominaciones que se cuestionan. Al interior de la coalición de gobierno y principalmente dentro de la DC, la lucha interna por las sillitas musicales ha sido durísima, trascendiendo a la prensa, con declaraciones virulentas que hablan de una soterrada pugna de máquinas de poder, de las cuales más vale la pena tomar distancia para no salir rasguñado.

Pero ¿qué es lo que está en juego tras las nominaciones? El gran temor del grupo transversal que ha circulado por el poder durante 16 años de que su puesto o cualquier otro de reemplazo, ya esté ocupado. Los candidatos a algo se alinean y desalinean según cómo sea la suerte de su padrino. Esto evidencia lo que se vio en la campaña, cuando el comando de segunda vuelta le negó protagonismo a Soledad Alvear y con ello dejó en posición más fuerte al colorín Adolfo Zaldívar y a su hermano Andrés, perdedor en las senatoriales, en pos ahora de un premio de consuelo que estire su presencia en el poder por otro gobierno. La pugna también es entre los cuarentones, la generación de los ochenta y los viejos tercios, setentones y ochentones – una verdadera gerontocracia de la política chilena- que vienen bregando con sus mismos equipos desde los sesenta o de antes.

Esta semana debería salir humo blanco. Es de esperar que en gran medida – la de lo posible- sean pocos los que se repitan el plato. Es de esperar que las relaciones exteriores se preserven como espacios de alto profesionalismo y que no sirvan las embajadas de premios de consuelo, ni para alejar del ruedo interno a potenciales competidores para la brega del bicentenario, el 2010.

Ojalá que en materia de nuevos rostros, se adviertan cambios, un tiraje a la chimenea. Seguramente los lugares disputados con mayor fuerza son los Ministerios políticos, la vocería de gobierno, la coordinación con los gobiernos regionales, el Ministerio del Interior.

Sin embargo, donde está la parte más fuerte del poder político es en el área económica. Es importante saber con qué modelo se gestionará el gasto público, si el aplicado hasta la fecha, en donde se ha privilegiado el mantener un superávit fiscal y usar los excedentes para prepagar deuda, o si llegará algún Ministro innovador que apueste a convertir al Estado con ese superávit a ser una locomotora adicional al sector privado para incorporar a las corrientes de modernidad a las pequeñas y medianas empresas. Es interesante saber cómo Michelle Bachelet logrará reposicionar al Ministerio de Obras Públicas para que se erradiquen situaciones cuestionables de su manejo anterior. La Vicepresidencia de Codelco debe ser también un renglón crítico, toda vez que es una empresa que se mantendrá en lo público pero debe ser gestionada con mayor fiscalización y transparencia.

Uno esperaría que, pasado el fragor de la campaña, nominados los equipos, la ciudadanía tuviera la capacidad de hacer llegar oficialmente sus requerimientos y que los mismos pudieran enriquecer o mejorar la puntería de la inversión social. Talvez sean ingenuas pretensiones ciudadanas, pero derivan de mensajes aún frescos en la retina que prometían canales de real participación, efectivos para orientar las políticas públicas.

El gran temor respecto al reparto de responsabilidades a personas proclives a tal o cual partido de la Concertación, sigue siendo el riesgo de que se manejen los temas sin una efectiva coordinación y que cada quien lea el plan de gobierno al trasluz de sus propios sesgos políticos partidarios. Para evitar ese riesgo y fortalecer su legítimo liderazgo presidencial, es necesario, de manera urgente, que Michelle Bachelet mantenga al pueblo movilizado y que, para ello, avance en democratizar la elección de consejeros regionales y que envíe al Parlamento la ley que crea el Defensor del Pueblo, el Ombudsman de Chile, que podrá elevar la voz fiscalizadora de la ciudadanía para evitar cualquier sombra de abuso, discriminación o corrupción que pretendiera darse en los actos públicos y en el accionar de los grandes poderes económicos.
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28 de enero de 2006
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