Quienes dicen que recuperar la Memoria Histórica es reabrir heridas tienen complejo de culpabilidad
por enCiezaDigital.com
17 años atrás 15 min lectura
Mi implicación personal parte del año 2000 con motivo de la primera fosa investiga con metodología actualizada, esto es con un equipo multidisciplinar en Priaranza del Bierzo en León. En aquella ocasión quedamos impresionados al saber la historia concreta de los fusilados ya que eran trece civiles completamente ajenos a los acontecimientos de la Guerra Civil española. Eran republicanos que fueron asesinados al comienzo de la guerra sin control judicial alguno. Además, durante la exhumación, nos visitó una persona que fue quien los había enterrado. De este modo, la historia era concreta y próxima y los esqueletos tenían una identidad que nos resultaba tan familiar que parecía que todo aquello era un aparte de nuestra propia historia. Así, todos los miembros del equipo de investigación, quedamos comprometidos a seguir ayudando a las familias que nos lo pidieran. Luego han sido numerosos los lugares en donde hemos intervenido y los ejemplos son todos igualmente impresionantes. Este año exhumamos una fosa tras recibir una carta anónima de una de las personas que intervino en el piquete de fusilamiento. En su escrito dice que aquello fue muy injusto y que hay que hacer algo por reconocerlo públicamente ante las familias. Y así lo hicimos con la implicación de las autoridades en Ciudad Real.
Para un médico forense eso forma parte de la rutina. No así para otros miembros del equipo que en ocasiones no pueden contener las lágrimas cuando los familiares nos relatan, a pie de fosa, sus trágicas historias en las que el olvido impuesto por la dictadura franquista supone una doble victimación. Cada asunto en los que hemos intervenido daría para un guión cinematográfico o una novela. De este modo todos hemos aprendido que el sufrimiento lo padecieron los vivos cuyas vidas fueron condicionadas por esos asesinatos. Salir adelante sin el reconocimiento público y social con un drama vivido en la intimidad, es una crueldad que los políticos actuales pueden enmendar si desde su legitimidad democrática impulsan actos de recuerdo y homenaje a las víctimas provocadas precisamente por quienes rompieron la legalidad constitucional de la II República. Para nosotros, desde una posición técnica, es una gran satisfacción poder ayudar a estas familias y contribuir a generar información. Tras la información vendrá el reconocimiento. En toda la legislación al respecto se señalan tres pasos: verdad, justicia y reparación.
Hasta el presente se han exhumados, por diferentes equipos y de este modo, unas 500 personas. El número de fosas supera las 50 y en la mayoría los cuerpos han quedado identificados. Esta tarea no es complicada si en la fosa hay un número reducido de enterramientos, 2, 3 o 7 o 8. Pero es realmente imposible si hablamos de 50 o 60 o más. Muchas veces es así ya que no se sabe con seguridad la identidad de las personas que se encuentran en esas fosas tan grandes. Es verdad que hay familias que nos han dicho que todos los que se encuentran en una determinada fosa “son su padre” en el sentido de que todos compartieron la misma suerte. Si como ocurre en muchos casos, los cuerpos se sacan de una fosa olvidada en un lugar recóndito del monte, y se trasladan a un lugar público todos juntos, la absoluta identificación individual no tiene tanta importancia. Ahora bien si cada familia quiere su cuerpo concreto, el trabajo de laboratorio es más complejo y se requieren pruebas de ADN para garantizar la identificación. En cualquier caso, todo es muy simbólico. Este verano hemos investigado una fosa que ha sido destruida completamente al colocar un poste eléctrico sobre ella y desconocer de su existencia. Los restos recuperados son esquirlas de hueso cuyo estado de conservación impide cualquier análisis.
Entre esas cifras se mezcla el número de fusilados-desaparecidos y los que realmente pueden quedar sin recuperar hasta la fecha. Es decir, los fusilados fueron hasta unos 90.000, pero otra cosa es que sean los que quedan enterrados en fosas y que además sean viables y que además sean los que quieren ser exhumados por las familias. Yo tengo mi propio cálculo que es el siguiente: en realidad se van a poder exhumar el 10 al 15% de los totales. Esto obedece a muchas razones y entre ellas, que muchos de los fusilados fueron enterrados en cementerios en los que las reutilizaciones posteriores no han permitido su conservación hasta nuestros días. En una ocasión, al preguntar a una familia por las razones que alegaba para pedir la exhumación dijo lo siguiente: “Aunque solo sea por no dejar el cuerpo en el lugar en donde fue abandonado por sus asesinos, pedimos la exhumación. Luego ya veremos lo que queremos hacer con los restos. Es nuestro derecho”. La respuesta, en cualquier caso, es competencia de los profesores de historia contemporánea. No tengo duda de que durante los próximos años se van a realizar muchas investigaciones en este sentido que van a tratar sobre la “historia menor” de la Guerra Civil. Los grandes trazos de aquella guerra ya son suficientemente conocidos.
En efecto, las fuentes orales son fundamentales para la buena consecución de estas investigaciones. Y el problema con ello es que estamos ante la última oportunidad de recoger testimonios de los verdaderazos protagonistas de esta historia. Así, por ejemplo, de todas las exhumaciones en las que hemos intervenido, hemos conocido a una sola mujer que era viuda de uno de los asesinados. A pesar de su edad, sus palabras al pie de la fosa durante la exhumación fueron de una fuerza tremenda. En silencio absoluto y la emoción en todos los asistentes. Por ello, los testimonios de los represaliados durante la guerra y la dictadura posterior son una parte importante de la Memoria Histórica. Tengo un amigo médico que hace un mes me llamó llorando ya que su madre en grave estado de salud le dijo que mirara en un armario de casa y buscara unas cartas. Su sorpresa fue enorme a descubrir que eran unas cartas de su abuelo enviadas desde la cárcel de Vitoria unos días antes de su fusilamiento y desaparición. Su nieto, es decir, mi amigo, ignoraba completamente que su abuelo hubiera muerto de ese modo. Esta situación se explica si tenemos en cuenta que tras la guerra hubo una dictadura y todos nuestros padres no quisieron contarnos sus tragedias con el fin de “protegernos”. ¿Protegernos de qué? Del franquismo.
Quienes me conocen no se sorprende de que yo participe en estas tareas. La línea principal de mis investigaciones la he dedicado al estudio de restos humanos de infinidad de procedencias, prehistóricos, históricos, actuales,… Si como hace unos años estudiamos los muertos de la Guerra de la Independencia en España de principios del siglo XIX, en el contexto de las guerras napoleónicas, ¿por qué no vamos a estudiar los ejemplos de la Guarra Civil de mediados del siglo XX? ¿Qué lo impide?. Es nuestra propia historia a la que miramos con un sentido crítico y legítimo desde una situación democrática y desde el siglo XXI. En cualquier caso, nosotros no debemos ser los protagonistas de esta historia. Los protagonistas son las víctimas y toda aquella generación a la que representan.
Les comprendo. Yo creo que tienen problema. No lo saben, pero tienen un problema que es su problema. Los demás no lo tenemos. Y en cualquier caso, todos compartimos en complejo de culpabilidad al tratar sobre “los olvidados” de la guerra. Lo que he dicho alguna vez “las víctimas olvidadas”. Este complejo es individual y colectivo. Lo tienen las personas, los partidos políticos, la sociedad española en general, … Quienes dicen que se reabren las heridas no saben de lo que hablan. En realidad ocurre exactamente lo contrario y en cualquier caso, no escondemos que se trata de una crítica a nuestra propia historia. Y con ello podemos lanzar un mensaje pedagógico: no a las guerras, a ninguna guerra. En todas ellas se vulneran derechos fundamentales se vulneran derechos humanos, se producen injustitas constantes. No queremos las guerras. Reflexionar sobre “nuestra guerra” no es inoportuno cuando vemos las que existen en otros lugares del mundo.
El ejemplo de Chile se parece al español en la sorprendente coincidencia de la maquinaria represiva a partir de primer minuto de la sublevación militar (en España) y del golpe de estado militar (en Chile). Te impresiona saber que al día siguiente del golpe de estado de Pinochet en 1973 en Chile, todas las unidades militares tenían ya el mismo sistema de tortura eléctrica con sus correspondientes aparatos para llevarla a cabo. En cualquier caso, la diferencia es que en España la dictadura posterior representó el tiempo de toda una generación. Es decir, hay personas que vivieron su vida entera en un régimen dictatorial. La otra diferencia que veo es que el derecho internacional humanitario dimana de las resoluciones de Naciones Unidas a partir de 1946 y es sorprendente que en un país como Chile con una cultura democrática y una formalidad de sus instituciones públicas, se produzca una involución tan grande en un instante. Un instante en el que se pierden todos los derechos que la sociedad ha logrado alcanzar a lo largo de una larga historia.
Formo parte de una Comisión de Expertos que ha puesto en marcha la Comisión de Derechos Humanos del Gobierno de Chile con el fin de valorar lo realizado hasta la fecha y orientar el futuro de las investigaciones de los detenidos-desaparecidos de la Dictadura de Pinochet. Todo ello teniendo en cuenta que se ha suscitado un problema con algunos errores de identificación de los cuerpos que fueron autopsiados en 1973 para ser enterrados ilegalmente y sin que lo supieran sus familias. Cuando en 1991 se procedió a la recuperación de los esqueletos y a identificarlos, se cometieron errores y el servicio Médico Legal entró en crisis. Las autoridades judiciales quieren tener una opinión experta y para ello estamos revisando toda la información que se ha generado que es inmensa y una oportunidad para ver de cerca los horrores de las dictaduras militares que afectaron a otros tantos países latinoamericanos en aquellos años. Nuestra opinión va atener una trascendencia jurídica y para ello hemos sido autorizados a consultar todas las fuentes originales entre las que hay documentos, fotografías, videos, etc.
Es una mezcla entre el alivio y la tristeza. Al liberarse la angustia de la incertidumbre, se produce un alivio. Pero la tristeza viene unida ya que es la confirmación absoluta de aquello que se sabía con más o menos seguridad. Un desaparecido siempre ronda la mente de sus allegados (qué habría ocurrido, cómo sería su final, …). Un muerte exige un duelo que puede durar un tiempo, pero estamos preparados para ello. La vida nos prepara para superar el duelo de un fallecido, pero no el de un desaparecido…
En esta profesión debemos imparciales pero no neutrales. Y esto en realidad sirve para todas las profesiones. No podemos ser neutrales ante el sufrimiento o las injusticias. Sentimentalmente te afectan los casos de las personas vivas que sufre cuando son objeto de alguna injusticia. Sobre todo si tienes la cualidad de la empatía. La empatía te hace comprensible un conflicto ya que te puedes poner en el papel del “otro”. Eso no sirve para justificar las cosas, sino para comprenderlas. Buena parte de los conflictos que no se resuelven se debe a que sencillamente no se comprenden “sus razones”. Al final te quedas con la frase de Ortega que decía “lo que sabemos entre todos no lo sabe nadie”. En el fondo eso también significa que todos tenemos algo de razón. Lo que me impacta de todo esto es la visión de castigo que tenemos por circunstancias culturales y religiosas. El castigo como método en las relaciones humanas. Castigamos “al otro” con suma frecuencia y en pequeños detalles de nuestra vida diaria.
Las instituciones tienen la obligación moral y jurídica de apoyar a las familias en cuanto que son víctimas de aquellas injusticias. Para ello pueden promover muchas iniciativas. Y entre ellas hay alguna que pasa por la vertiente económica. Pero no es lo más importante. Antes que hablar de dinero, es necesario plantear propuestas serias de profundización de valores democráticos en recuerdo y homenaje de aquellas víctimas. Y esto se puede hacer desde cualquier nivel de las instituciones. Vivimos en un país en el que es sencillo echar las culpas de todo al Gobierno, pero yo me pregunto que es lo que hacen sobre el particular los concejales concretos en todos y cada uno de los ayuntamientos… Por otra parte la gente se pone muy nerviosa con el dinero y no van a faltar otras que hagan una crítica diciendo que todo esto es un negocio…
Sabiendo que todos vivimos bajo el mismo cielo, pero no todos tenemos el mismo horizonte, hacer lo posible para que ese horizonte sea el mismo para todos los seres humanos.
Fuente: Rebelion.org
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