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Argentina: Cierre de la Marcha de los Chicos del Pueblo

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La plaza de la victoria del piberio argentino
(APE).- El pueblo no se quería ir del centro de la conciencia argentina, de la Plaza de Mayo. Miles y miles, con miradas emocionadas y sonrisas conmovidas, banderas multicolores y representativas de los pueblos de la Patria Grande, abrazaron la última caravana, la llegada al corazón palpitante de la historia, frente al Cabildo y con la Rosada a las espaldas. Todo un símbolo: los habitantes de la Casa Rosada, de la presidencia de la Nación, le dieron las espaldas a las pibas y pibes que recorrieron cuatro mil seiscientos kilómetros desde Misiones a Capital Federal.

Primero llegaron las chicas y chicos de la Escuela Especial 515 de La Matanza con un cartel que exhibieron durante toda la tarde: "Somos chicos no tontos. Por eso podemos". Una leyenda que bien podía sintetizar la respuesta de millones de argentinos que durante mucho tiempo parecen ser tomados por tontos por clases gobernantes que quieren hacer creer que el país es para unos pocos. También estuvieron centros comunitarios de Trelew, provincia de Chubut, y las Madres Cuidadoras de Gualeguaychú. Abuelas de El Tigre y Miramar y militantes sociales de Tucumán, Mendoza, Formosa, Santa Fe, Chaco, Corrientes, Luján, La Plata y decenas de puntos diferentes de la extensa geografía nacional.

Cuando el grueso de las columnas aparecieron por la Avenida de Mayo, el Cabildo disparó sus palomas al aire, junto a los globos amarillos y violetas, en una especie de sonrisa lejana, un despertar de otros tiempos al son de las aves y fuegos artificiales que le daban la bienvenida a los Chicos del Pueblo. "El hambre es un crimen" y "ni un pibe menos" se hicieron banderas parlantes en los que poblaron el mitológico espacio de la Plaza de Mayo.

El vientre del lugar fue rodeado de una docena de caritas hechas de cartón y colores que presentaron deseos que, en definitiva, eran los mandatos que las pibas y pibes marchantes supieron escuchar durante el viaje iniciado el lunes 7 de mayo desde Puerto Iguazú.

Estaban las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, la hermana Martha Pelloni, el actor Gastón Pauls y decenas de organizaciones populares como la CTA, la CCC y el MTL, entre tantas otras.

El escenario fue sumergido en una marea colorida y ruidosa, bajo las chicas y chicos que no pararon de corear sus melodías rebeldes y tiernas.

"La primavera será para cualquiera y pobre del que quiera robarnos la ilusión", se escuchó una y otra vez, como también: "Fuerza, fuerza, fuerza, carajo, el pueblo no se rinde…".

Era una tarde especial. Un clima diferente. La trama del universo podía sentirse en esos momentos. Fue cuando Alberto Morlachetti, coordinador nacional del Movimiento, militante poeta, comenzó a hablar.

-El sistema quiso invisibilizar la marcha… Pero no lo logró porque pasa igual que con los árboles. Crecen desde abajo, crecen desde el pie… Gracias por el sol, Carlitos Cajade -afirmó Alberto al mismo tiempo que hacía mención a las cifras del oprobio, aquellas que sostienen que dos terceras partes de los chicos son pobres en la Argentina del pan, la carne y el trigo.

"Este es un gobierno productor de soledades y hambres eternos", denunció Alberto. "La imaginación ingobernable del capitalismo en serio termina con la extinción de la vida. Es un sistema que favorece a las grandes empresas y le quita pibes a los potreros", apuntó con certeza, lucidez y poesía.

"Este es un gobierno que viola los derechos humanos porque no permite el derecho a la vida de todos los chicos… Aquí hay educadores guías germinales…

“Los niños no marchan porque están felices, marchan por la felicidad. Son como los pájaros que no cantan porque amaneció, cantan para que amanezca", agregó Alberto Morlachetti, uno de los iniciadores del Movimiento Nacional de los Chicos del Pueblo hace veinte años atrás.

Hubo panes multiplicados gracias a la voluntad heroica de los pibes y curas del pueblo: el Padre Juan Olivera de Moreno y el Padre Carlos Saracini de la Parroquia Santa Cruz bendijeron las trenzas de pan, y el himno fue cantado de cara al Cabildo agitando los buenos fantasmas de Moreno, Castelli y Belgrano y fiesta de abrazos entre los chiquitos que volvían después de semejante marcha.

Y la gente que no se quería ir, que quería más, que quería seguir agradeciendo a los pibes marchantes.

Fue cuando hubo un cambio en las palabras y esa misma plaza, la de la revolución inconclusa, la de las Madres, de los trabajadores, volvió a ser, aunque sea por un rato, la Plaza de la Victoria de los Chicos del Pueblo.

La victoria que supone pelear por un presente para todos porque, gracias a estas chicas y chicos, ya sabemos que con ternura venceremos.

El Cabildo, la Plaza de Mayo y la Rosada que le dio la espalda a los chicos fueron testigos de una epopeya del tercer milenio.

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