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Monumentos nacionales

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Hoy domingo 21 de enero la prensa chilena ha dado a conocer la curiosa noticia de que parlamentarios de la UDI y RN han pedido al gobierno de la presidenta Michelle Bachelet declarar Monumento Nacional la casa de los Comandantes en Jefe del Ejército, que fuera ocupada por Pinochet entre 1973 y 1998. Es manifiesto que esta iniciativa tuvo como motivación directa el hecho de que el viernes pasado fue declarada Monumento Nacional la casa estatal de Tomás Moro No. 200,  que pudimos volver a ver en Santiago el 2005, por obra del exitoso documental de Patricio Guzmán sobre Allende. Esa casa fue adquirida por el gobierno de la época como residencia para los Presidentes de Chile y en su condición de tal, Allende vivió allí, junto a su familia, desde 1971, hasta el 11 de septiembre de 1973, día en que ella fue bombardeada por la fuerza aérea golpista, momentos antes de hacerlo contra el propio Palacio de La Moneda, siendo posteriormente saqueada, y robadas la casi totalidad de sus pertenencias familiares. Por lo tanto, lo que transforma en museo es la bombardeada casa de los Presidentes Constitucionales de Chile.

La petición derechista, que se inscribe dentro de una serie de iniciativas destinadas a preservar y perpetuar la "obra" y memoria histórica del dictador, luego de su fallecimiento, fue justificada por uno de sus patrocinadores, el viejo golpista y alto ex funcionario del gobierno dictatorial, Alberto Cardemil, mediante la siguiente especie de falaz apelación al sentido común: "En esta casa [la de los Comandantes en Jefe del Ejército] se despacharon y tomaron decisiones de extrema importancia para el país" [1].

Esta, por cierto, es una mala razón para declarar monumento nacional la casa fiscal que ocupara Pinochet por un cuarto de siglo, porque el hecho de que en un lugar se hayan adoptado decisiones de gran importancia no es una justificación, ni adecuada ni suficiente, para declararlo monumento nacional. Así por ejemplo, no cabe duda de que en el Bunker subterráneo de Hitler [2], en Berlín, se adoptaron, hasta abril de 1945, medidas que afectaron la vida de millones de seres humanos, y sin embargo a nadie se le ha ocurrido (con la excepción de los neonazis locales) declarar aquel espantoso lugar (tan bien representado en la película alemana "La caída", "Der Untergang", del director Oliver Hirschbiegel), como un monumento histórico del pueblo alemán. Por el contrario, se ha buscado premeditadamente borrar todo vestigio físico de su existencia.

Existen, eso sí, otras razones para preservar, de la destrucción y el olvido, un edificio o un lugar, allí donde, en el pasado, se tomaron decisiones, o se produjeron hechos, de gran importancia moral para un pueblo, un país, o la humanidad toda, y son aquellos que han impulsado a seres humanos concientes y sensibles a preservarlos y mantenerlos, para educación de las nuevas generaciones. Así por ejemplo, en Alemania es posible visitar lugares como los campos de exterminio nazis (Buchenwald, junto a Weimar, la ciudad de Goethe y Schiller); en Cracovia, Polonia, se puede visitar el conocido museo que muestra lo que fue Auschwitz-Birkenau. Transformar en museo el centro de torturas de Villa Grimaldi, en nuestro país, es lo menos que podíamos hacer para mostrar un destello del horror y la muerte que vivió nuestro país durante la dictadura de Pinochet. De lo que se trata en estos casos es de preservar estos lugares de horror, con el fin de  perpetuar la memoria de quienes fueron torturados o murieron allí, y al mismo tiempo de educar a las generaciones futuras para que estas pesadillas nunca más vuelvan a ser realidad. En tal espíritu deberíamos hacer todo lo que esté en nuestro poder  para preservar, por ejemplo, el edificio de Londres 38 (hoy Londres 40), y  varios otros centros de tortura y muerte regentados por miembros de los aparatos represivos del mismo régimen de aquel "ex Comandante en Jefe" cuya residencia fiscal los pinochetistas de hoy están tratando de que sea declarada monumento histórico.

En lo que constituye el colmo de la perversión derechista en sus esfuerzos por ocultar y tergiversar la verdadera realidad de la historia reciente de Chile, Iván Moreira, otro viejo lobo pinochetista con piel de oveja democrática, manifestó a la prensa su oposición a que se hubiera declarado monumento histórico la casa de Tomás Moro con la siguiente pregunta memorable: "¿cómo va a [poder] ser monumento histórico un lugar donde se gestó la destrucción de la democracia?" ¿Habremos leído mal? ¿De qué planeta viene descendiendo el señor Moreira? ¿Fue en Tomás Moro dónde se habría gestado la destrucción de la democracia chilena en 1973? ¿No fue acaso en aquella misma residencia fiscal de los Comandantes en Jefe, y en los cuarteles, en la Casa Blanca, en El Mercurio, en la Sede de Patria y Libertad, en los Colegios Profesionales, en los partidos derechistas y en la derecha democristiana, donde se gestó efectivamente el golpe que destruyó la vieja democracia chilena?

Los pinochetistas en duelo por la muerte del dictador podrán erigirle miles de estatuas; declarar monumentos nacionales cada una de las casas de las que el "ex comandante en jefe" se apropió por medio de recursos inmorales, ilícitos e ilegales; podrán ponerle su nombre a centenares de calles a lo largo del país; podrán incluso presionar a la Concertación para que la Carretera Austral lleve el nombre del dictador, etc. etc. Pero lo que nunca lograrán, por más empeño que le pongan, es cambiarle el signo moral a sus  acciones y a su régimen. Porque para todo aquél que no tenga un sentido ético completamente pervertido Pinochet representará  siempre los vicios de la traición, el crimen, la brutalidad fascista, la cobardía, la deshonestidad y el robo. Y esto es algo que ni la muerte, ni el tiempo, podrán jamás modificar.

Notas:
[1] Sería interesante saber cuales fueron esas “decisiones de extrema importancia para el país". ¿Cuántas muertes, cuanto destrucción, cuanto dolor, cuanta entrega, se decidió allí?
[2] El bunker de Hitler en Berlin fue dinamitado después de finalizada la guerra y en su entorno se construyó hace pocos años el Memorial al Holocausto y cerca del lugar en que se encontraba se reconstruyó la famosa Potsdamer Platz (la plaza de Potsdam) que alberga a los edificios de las principales grandes empresas alemanas, transformándose en uno de los principales centros de negocios y empresa de Europa.
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