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El lobo feroz, Gutemberg, se comió a la Caperucita Roja Michelle

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Están de moda las relaciones eróticas entre los personajes de Disney: dicen que la Pata Daisy anda arrancando de la lascivia de Donald. Caperucita Roja Bachellet estaba muy entusiasmada con el milico Hugo Rafael Chávez, aun cuando era un poco roto el Llanero, tenía gestos que embelesaban a nuestra Dama, pues en cada encuentro la besuqueaba, la toqueteaba y le regalaba pomadas elaboradas a base de petróleo, muy buenas para el cutis; además, ambos tórtolos admiraban a Salvador Allende y eran un poco rogelios.

El Lobo Feroz no podía soportar esta inclinación amorosa por Hugo Rafael a nuestra Presidenta. Gutemberg tenía sus motivos para odiar al Llanero de Barinas, pues fue el culpable del derrumbe del partido COPEI, (Democracia Cristiana venezolana) cuyo líder, Rafael Caldera era tan importante como Eduardo Frei Montalva. Martínez amenazó a Caperucita con “un antes y un después” si votaba por Venezuela. Michelle Bachelet que, hoy por hoy, es una prisionera de la Democracia Cristiana, no tenía otra salida que dejarse comer por el lobo, disfrazado de Abuelita Chol y adoptar la más anodina de las decisiones: abstenerse. No puede extrañarme tan torpe opción, pues Chile nunca ha tenida política latinoamericana y la Cancillería es más inútil que la continencia periódica para evitar la natalidad.

La oposición está feliz: con razón el Cristo de Palo, Pablo Longueira, propone defenetrar al fome de Alejandro Foxley y colocar al Lobo Feroz del Gutemberg Martínez en el Ministerio de Relaciones Exteriores. El único que entiende la genialidad de las dudas de la Presidenta, que se prolongan hasta el último minuto para resolver cualquier problema, es el embajador Heraldo Muñoz que, trasnochado de tanto repetir la estúpida abstención, sostiene que la Presidenta fue la única capaz de prever la bochornosa situación de América Latina, que ya lleva diez votaciones sin poder resolver su representante que, por lo demás, no tiene mayor importancia, pues carece de veto – sólo puede perorar sin decidir- por lo demás, Estados Unidos se limpia el trasero con la ONU. Me pregunto qué hubiera pasado si el mariscal Sucre, dominado por las dudas, se hubiera abstenido de enfrentar a los españoles en la batalla de Ayacucho. A lo mejor, el método hamletsco de Michelle es el mejor camino para la unidad de América Latina. ¡Señor, dame tu fortaleza!
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