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Los pequeños miedos de la derecha

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La derecha política es muy hábil para explotar el miedo de los ciudadanos y, no pocas veces, el terror se torna contra ellos mismos, como lo demuestra la última encuesta del CEP, (Centro de Estudios Públicos). La delincuencia siempre ha sido el tema predilecto de este sector político: al parecer, su sueño sería tener a todos los pobres en galeras. En la campaña presidencial se discutía si era “tercera, segunda o primera, la vencida”, incluso, Michelle pisó el palito; como hay muchos tontos que enganchan con ese tema y se sienten, paranoicamente, perseguidos, debiera haber dado buenos resultados para la derecha, sin embargo, afortunadamente, hubo gente que destapó la olla de la inhumana miseria carcelaria, del dominio de la droga en las poblaciones, que la pobreza y el delito están relacionados como marido y mujer, que nada se avanza con “tolerancia cero” si no se termina con la horrorosa e inmoral distribución del ingreso y con monstruosa desigualdad en la educación. Así, los derechistas quedaron ante la opinión pública como superficiales, incluso perseguidores de los más desposeídos y sólo fueron secundados por señoras neuróticas, que tomaban clases de tiro y estaban dispuestas a disparar a cualquiera que se acercase a sus amplios y cuidados jardines.

Había que inventar otro tema, tan popular como el anterior: el nacionalismo chauvinista; la situación les era favorable – el ex ministro Jorge Rodríguez Grossi había tenido una crisis energética parecida a la actual: en esa época se prometía traer gas licuado de Indonesia, como si fuera tan barato, y diversificar nuestra matriz energética – de nuevo, nos encontramos con la misma crisis: otra vez se promete usar energía nuclear, eólica y bioenergética que, cada día más, se parece al “cuento del tío”, del programa televisivo de Carlos Pinto. La derecha aprovecha esta coyuntura para poco menos que acusar a Argentina, ante los organismos económicos internacionales, exigir al gobierno que golpee la mesa, que llame al embajador ante Argentina, que la presidenta le muestre la lengua a Kirchner y, cuando en el diálogo entre los dos presidentes se logra el precio cercano a los cuatro dólares, aún no están contentos; se descubre, posteriormente, que las abusivas empresas chilenas cobran 21 dólares, más de cuatro veces el precio pactado con Argentina: Sobre este abuso de la empresa privada, la derecha guarda silencio. Lo único que quieren es botarse a gallito con quienes pueden cortarnos, con toda facilidad, el gas, del cual son dueños de vender o no vender.

Posteriormente, buscaron otro filón: el de la defensa del territorio nacional frente a la justa reivindicación marítima boliviana. Es el viejo y ajado nacionalismo de siempre. Como los derechistas odian a Hugo Chávez, quieren exigir a Michelle que vote por candidato de Estados Unidos, Guatemala, el país del genocida canuto, Efraín Ríos Montt; con ese país tenemos muy pocas relaciones económicas, políticas, históricas y culturales. Por demás, Venezuela ha sido siempre un país amigo de Chile, que acogió a los exiliados chilenos en un momento aciago de nuestra historia; al menos sería exigible que personas como Sergio Bitar, Enrique Silva Cima, y otros, tuvieran ese mismo gesto de solidaridad con la candidatura de Venezuela al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. No puedo menos que sentirme identificado con el gesto del embajador Claudio Huepe, que se atrevió a saltarse el rígido protocolo del Ministerio de Relaciones Exteriores para apoyar la candidatura de ese país, y que le valió un reto de Mamá Michelle. Además, Hugo Chávez nos apoyó en la candidatura para la Secretaría General de la OEA.

Como la tontería es infinita, la televisión, la radio y la Prensa, medios en su mayoría de derecha se han dedicado, faranduleramente, a atacar y ridiculizar a Hugo Chávez por ser cariñoso y fotografiarse tocándole el hombro a nuestra bella presidenta. Chávez es llanero, bastante franco, poco protocolar y siempre muy cariñoso, atributos propios de la mentalidad caribeña; que sea un poco “califa” no tiene nada de malo, en la historia chilena los tenemos por docenas, pero mucho más hipocritones. Es que nuestra casta es esa aristocracia pechoña y mala, que describía Diego Portales: tiene un doble estándar que da gusto, pues en la mañana van a misa, en la tarde con la amante y los domingos con los niños. A propósito de pechoños, parece que Chol Alvear olvida que su partido tuvo relaciones directas con el COPEI, (democracia Cristiana Venezolana), cuyo líder. Rafael Caldera, íntimo amigo de Eduardo Frei Montalva, abandonó ese partido por corrupto, aliándose con el MAS, de Teodoro Petkoff, en un gobierno que, posteriormente, entregó el poder a Hugo Rafael Chávez Frías. Acaso olvida Soledad Alvear que el gobierno chileno apoyó el golpe militar dirigido por el patrón de patrones, Pedro Carmona, imitando así a Estados Unidos.

Creo que la demora de la reina Michelle en pronunciarse por uno de los dos candidatos al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas es bastante inútil y desgastante, pues es evidente que por el apoyo ya prometido de Brasil y otros países de América Latina, nuestro voto no puede sino pertenecer a Venezuela, salvo que queramos convertirnos en yanaconas de Estados Unidos.
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