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Hernández y Fernández, informantes de don Belisario

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Hernández y Fernández son personajes de Tintín y pertenecen a la imaginación del belga Hergé; son agentes secretos, casi mellizos y visten de la misma manera que los empleados públicos socialistas: un terno azul, la barba hirsuta y gafas compradas en el mercado Bío Bío, algo así como la tenida de Lenin Guardia; son ingenuos y guardan una lealtad, a toda prueba, a su jefe. Nada tienen que ver con los sofisticados espías del general Tipioca Mamo Contreras ni, mucho menos, con su actual enemigo, el dictador general Alcázar, quien sólo teme a su esposa Peggi Lucía, que lo reta cada vez que mete la pata.

Hernández y Fernández eran anti pinochetistas y, obligados por la cesantía, escribían sendos informes sobre seguridad ciudadana, para algunas de las tantas ONGs existentes durante la dictadura. Afortunadamente, lograron pega en la “Oficina”, donde pudieron investigar las actividades de grupos de extrema izquierda, anteriormente sus compañeros de viaje. Como buenos concertacionistas, les aterra la cesantía, por esta razón eligieron seguir a sus destronados jefes, que ahora ocupaban cargos en empresas privadas y en AFPs; sólo había que saber si la famosa Comisión Marcel iba a terminar con estas instituciones de caridad. Cuando Tornasol Weber leyó el Informe de Hernández y Fernández, sólo pudo esbozar una sonrisa: ¿Cómo se les puede pasar por la mente que el Gobierno va a restar un ápice  a las rentabilidades de tan beneméritas instituciones?.

Apenas llegó don Belisario al ministerio del Interior, Hernández y Fernández fueron los primeros contratados como informadores. “Había que anticiparse a los conflictos”, decía  cantando su aria predilecta Bianca Fiore Bachelet. La primera tarea para Fernández consistía en infiltrarse en el grupo de estudiantes, que pasan día y noche marihuaneándose y atracando. La verdad, es que no era necesario gastar una luca en el desplazamiento de nuestra gente, pues el programa de Macarena Pizarro, “En la mira”, mostró todo, con lujo de detalles. El informe ejecutivo de Fernández era de lo más ridículo: aconsejo a don Beli anticiparse a una posible nueva rebelión de los “pingüinos”, y de los más grandotes, los universitarios, que cuando salgan de la “volada” o de la “mona”, capten que los profesores se dedican solo a repetir materias obsoletas, sin una pizca de indagación personal.


Hernández
fue enviado a visitar las “casas letrinas”; el muy ingenuo se atrevió a decir que, en tan poco espacio, sólo se puede hacer el amor a la paraguaya y la caterva de hijos ven el playboy sin pagar la televisión por cable; a Fernández lo enviaron a la calle Ahumada, sin documentos ni dinero, para estudiar la delincuencia y el comercio callejero; nuestro investigador pudo comprobar que los cacos son más rápidos que velocistas de los cien metros planos. Incluso, parece que le robaron el papel confort que llevaba el profesor Tornasol, en su juvenil mochila. Es que los baños de La Moneda están desprovistos de tan útil adminículo debido a la avaricia del colegial Velasco. Para qué decir que el informe entregado fue a parar al basurero de la historia.

El Comité político está muy desconforme con el trabajo de nuestros agentes informantes: Tornasol Lagos propone echarlos de inmediato; Harpo Marx Veloso, como buena dama, está dispuesta a darles una nueva oportunidad; no falta el funcionario que propone reciclarlos en la empresa privada, por ejemplo, reemplazar al inspector Vallejo en los programas de Kike Morandé, o escribir los guiones del genial Guillermo Muñoz, “Enigma”, u ocupar el puesto del coronel Valdivia, en la municipalidad de Vitacura. “Por qué no les concedemos un tiempo prudencial de prueba”, exclama don Belisario, que no quiere prescindir, por ningún motivo, de sus agentes. Enviemos a Hernández a Temuco, para que nos informe sobre la situación de los mapuches, que no están muy contentos con las dulces palabras de Bianca Fiore Michelle y exigen, con razón, un poco de justicia después de tantos tiempo de explotación, por parte de los huincas y no vaya a ser que se repita el desastre de Curalagua. Es que Hernández se entusiasmó con las hazañas de Caupolicán, Colo Colo, Guacolda, y tantos otros personajes del poema La Araucana. Su informe, favorable a los mapuches, ni siquiera fue leído.


Fernández
se acordó de su etapa de investigador empresarial y pidió viajar a Mendoza para comprobar si son verdad las aseveraciones de la ministra de Turismo de esa Provincia, en el sentido de que se cobre igual precio de la bencina a los chilenos y argentinos, en el casco de esa bella ciudad. Bastaría preguntarle a los camioneros y turistas y así nos evitaríamos el inútil gasto de los jugosos viáticos fiscales.

La verdad, querida Bianca Fiore Bachelet, que a veces basta realizar un Consejo de Ministros, frente a la pantalla de televisión – que es gratuita – para diagnosticar y prever los conflictos que, seguramente, vendrán. A nuestros agentes informantes, Fernández y Hernández, mandémoslos al otro mundo en compañía de su reaccionario y racista creador, Hergé.
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