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Salvador Allende nació hace 98 años, un 26 de junio de 1908

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Cada año, al celebrarse aquí en Canadá, el día 11 de noviembre, lo que en inglés se denomina "Remembrance Day", (literalmente, "Día de la Recordación"), puede verse desfilar orgullosamente con sus características chaquetas azules, cubiertas en el pecho de decenas de medallas multicolores, a los antiguos combatientes de la segunda guerra mundial, y otras guerras, en las que este país se ha visto involucrado desde 1914. Y cada vez que los veo me conmueven hasta el fondo del alma las lágrimas de pesar y dolor derramadas por estos viejos soldados canadienses, al recordar a sus camaradas muertos en lejanas batallas. Lejanas tanto en el  tiempo como en el espacio, porque casi todos ellos perdieron violentamente la vida, cuando eran apenas unos adolescentes, en Flanders, en Normandía, en Holanda, en Italia, o en Africa. Es manifiesto que para estos curtidos y heroicos hombres el pasado sigue vivo y presente, y basta un estímulo de una música marcial para que los sentimientos y recuerdos dormidos, a veces por más de ocho décadas, vuelvan a irrumpir en sus conciencias casi con la misma fuerza original de aquellas terribles experiencias que los suscitaron.

Inevitablemente, presenciar estos actos recordatorios siempre me hace pensar en la historia reciente de Chile, en la actitud "oficial" ante el período de la Unidad Popular, ante el legado y la figura de Allende, tan bien expresada en la última campaña presidencial.  Porque es manifiesto que a pesar de muchos años de "olvido programado", de la invocación constante a "dejar atrás el pasado" y a "dar vuelta la página", por cierto, de uno de los capítulos más brillantes pero también más sombríos de la historia de nuestro país; por debajo de la superficie aparente de los hechos y las mundanas preocupaciones colectivas actuales, puede percibirse la presencia velada o simioculta de las tareas, los logros y el legado de la época de Allende, quien, curiosamente, no ha dejado de estar presente, de un modo u otro, en ninguna de las jornadas y conflictos políticos más importantes de los últimos 33 años.

En ese sentido se confirma aquí, también, que el pasado no está muerto, ni olvidado, como quieren algunos, sino por el contrario vivo y presente.


La fecha de hoy se encargará de traer una vez más a la conciencia pública la figura señera del Presidente Allende, pues hoy se cumplen 98 años de su nacimiento. Es significativo que incluso a los que vivimos lo mejor de nuestra juventud bajo el gobierno de la Unidad Popular, nos parezca casi increíble que estemos a apenas dos años de que se cumpla al centenario del natalicio de Allende. Por cierto, ya se cumplieron los cien años del nacimiento de Pablo Neruda, quien era 4 años mayor que el Presidente, y por lo tanto ahora debe tocarle su turno a éste; por una cuestión de simple aritmética. Pero nuestra actual percepción de casi un siglo de historia nacional, y de vidas y luchas de varias generaciones, no se ajusta tan fácilmente a los simples cálculos numéricos. Quizás sea más fácil captar todo lo que este largo tiempo significó verdaderamente, tanto en la vida de Allende como en la de su pueblo, si dividimos esos 100 años en porciones más concretas y manejables, y las ponemos en orden histórico inverso.

Así, constatamos que han trascurrido 33 años desde que Allende muriera en La Moneda, a los 65 años de edad; 36 años desde que fuera elegido Presidente; 42 años desde su tercer intento presidencial; 48 desde su segunda campaña presidencial; 54 desde su primera campaña, lanzada cuando Allende tenía 44 años de edad; 68 años desde que triunfara el Frente Popular con Pedro Aguirre Cerda, cuyo Ministro de Salud como todo el mundo sabe fue Salvador Allende, quien tenía entonces sólo 30 años de edad; han pasado 73 años desde que se fundara el Partido Socialista y Allende se titulara de Médico a los 25 años; y 74 desde que se declarara la República Socialista que sobrevivió 12 días.       
Noventa y ocho años parecen mucho tiempo para la limitada duración de nuestras vidas, pero para mi generación Allende fue, indudablemente, un contemporáneo y, curiosamente, en más de algún sentido lo sigue siendo. No sólo porque tuvimos la fortuna de vivir bajo su gobierno, y de participar activamente por lo menos en 3 de sus campañas presidenciales, sino porque crecimos, estudiamos y trabajamos en un Chile que sin Allende hubiera tenido una fisonomía considerablemente distinta. Pero Allende ocupa un espacio tan amplio en nuestra historia reciente que incluso la generación anterior a la nuestra ya fue afectada por su obra de ministro y

parlamentario, y lo conoció como un importante líder de la izquierda. Tanto es así que aún viven muchos de los que en 1938  votaron por el candidato del Frente Popular, e incluso defendieron su gobierno ante los intentos de golpe militar al año siguiente.

Tal como me lo confirmó recientemente mi padre en una conversación  telefónica, cuando me contara que en 1939, siendo él un joven de 18 años, al producirse el "Ariostazo", salió a la calle,  junto a varios miles de compatriotas que entonces se congregaron frente a La Moneda, con el fin de defender el gobierno de Pedro Aguirre Cerda. Esto ocurrió nada menos que hace 67 años, es decir, cuando Allende ya era un joven Ministro de Salud de sólo 31. Fue entonces y allí mismo en La Moneda donde éste vio al presidente radical defender con "serena dignidad" el mandato que el pueblo le había entregado; tal como él mismo lo haría, con casco y fusil ametralladora en mano, 34 años después.

Las tareas políticas que a la muerte de Allende quedaron pendientes son muchas, mientras otros de sus grandes logros fueron simplemente revertidos, como ocurrió con la nacionalización del cobre. Posteriormente al Golpe el pinochetismo, civil y uniformado, se abocaron a la maquiavélica tarea de "refundar" nuestro país sobre bases neoliberales, es decir, transformar la constitución, el estado, la economía y la sociedad chilena de modo que ya nunca más fuera posible un intento de transformación socialista como el que trató de implementar el presidente Allende bajo la Unidad Popular; al tiempo que saqueaban y desnacionalizaban el país. 

Hoy ya no están en el poder, y sin embargo gran parte de la obra  de la dictadura se mantiene intacta y vigente. Como es manifiesto, la Concertación no tiene ni el interés ni la voluntad política de desmantelar esta nefasta herencia, sólo quiere corregir sus excesos. Pero que nadie se engañe pensando que esta situación pueda mantenerse indefinidamente, porque las nuevas generaciones han dado ya sus primeras muestras de que no están dispuestas a dejarse engañar en este astuto juego de las elites políticas dominantes. Y al recordarlo, estas nuevas generaciones, no sólo invocan la figura y el ejemplo de Allende, sino que le rinden el más grande de los homenajes.         

Su nacimiento

Nuestro recordado presidente y destacado líder de la izquierda, vino a este mundo en Valparaíso un día 26 de junio de 1908,&nbs
p;durante lo que se conoce como el período de la República Parlamentaria. Fue el quinto hijo de los seis que tuvieron el abogado Salvador Allende Castro y doña Laura Gossens Uribe. Su abuelo, el médico Ramón Allende Padín (1845-1884), por el que  Allende sintió toda su vida una gran admiración, sólo comparable a la que tuvo hacia O’Higgins, Balmaceda y Aguirre Cerda, había sido el organizador de los Servicios Médicos del Ejercito chileno durante la Guerra del Pacífico. Sus hijos Ramón y Salvador Allende Castro participaron en la Guerra Civil de 1891, en la que se enfrentaron militarmente las fuerzas de Balmaceda y las del Congreso. Otros antepasados de Allende: los hermanos Gregorio y Ramón Allende Garcés, fueron miembros del Regimiento de los "Húsares de la Muerte", durante la guerra por la independencia de Chile  y Ramón incluso luchó junto a Simón Bolivar en varias batallas por la independencia venezolana, destacándose en las de Boyacá y Carabobo.         

Los primeros ocho años de su vida Allende los pasó en la ciudad de Tacna, que en ese entonces se encontraba bajo la jurisdicción chilena. 
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