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Álvaro Uribe, el único presidente populista, derechista y paramilitar en las tierras de Bolívar

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Era evidente que álvaro Uribe, un “paisa” enjuto, que a veces usa un vocabulario típico de la zona de Medellín, ganara por más de un 62% la reelección presidencial del 28 de mayo de 2006. Estamos en la época del cesarismo latinoamericano y la reelección no sorprende a nadie: el Páez venezolano, Hugo Chávez, planifica quedarse en el poder hasta el 2030, Lula será, seguramente, reelegido y Morales hará lo mismo. Se sabía de antemano que los partidos políticos históricos de América Latina han sido escupidos por sus pueblos; así ocurrió con ADECO y COPEI, Venezuela, es decir, Internacional demócrata cristiana e internacional social-demócrata; lo mismo ocurre en Colombia: liberales y conservadores no valen un huevo; sólo parece salvarse el antiguo APRA peruano, con Alán García y los demócrata-cristianos y socialistas chilenos. Hasta cuándo durarán? Nadie lo sabe. Está claro que la corriente latinoamericana no es muy favorable a una larga existencia.

El alto porcentaje de Uribe Vélez a nadie puede extrañar; lo único nuevo en la eleccin colombiana es la buena votación del “viejito pascuero” Carlos Gaviria, del Polo Democrático de Izquierda. Los amarillos, sin ninguna tradición izquierdista democrática en Colombia, desplazaron a los históricos liberales, y los conservadores “pasaron piola” al apoyar a Uribe Vélez. Si uno repasa la historia colombiana sólo Jorge Eliécer Gaitán – y puede ser también Luis Carlos Galán y, exagerando, López Michelsen, son los únicos progresistas que han tenido alguna oportunidad de triunfar en las elecciones presidenciales, todos ellos asesinados por una oligarquía o por los narcotraficantes. López Michelsen era una especie sobrevivió gracias a que traicionó sus ideales progresistas, al igual que González Videla, en Chile.

¿Qué factores explican el triunfo de Uribe Vélez?
Es indudable que su política de Seguridad Democrática, algo así como la doctrina de Seguridad Nacional, en su versión más aceptable. Mi señora es colombiana, por consiguiente, de tiempo en tiempo, viajamos a ese amado país. La verdad es que yo adoro el Vallenato y sus historias de amor, sufrimiento, olor a guayaba y despechos, resumen mejor la vida que mis adorados filósofos helénicos. Cada vez que voy a Colombia le pregunto a mi cuñado Jaime, una persona adorable por su pesimismo y realismo,  hasta dónde ocupan el territorio los guerrilleros de las FARC, para poder visitar el precioso territorio de la sabana, en automóvil, sin correr riesgos. En el último año de gobierno de Pastrana Borrero apenas se podía salir a Soacha; la verdad es que en las últimas vacaciones, en este año, fuimos tranquilamente a Girardot y la zona cafetera sin arriesgar ni un pelo. Nos bañamos, felices, en las termas de Paipa y nos tostamos en la calurosa ciudad de Tocaima. Es que Uribe Vélez, según los mal pensados, asegura a los gamonales y latifundistas visitar, tranquilamente, sus tierras bendecidos por el Señor, donde los mangos, las guayabas y las papayas gigantes nos demuestran que la diosa tiene un vientre cálido y enormemente reproductivo; basta levantar la mano para gozar de estas exquisiteces del paraíso terrenal.

Un día, sin ninguna conciencia del peligro, pasamos por la pequeña ciudad de Viotá; según mis parientes, este era un territorio comunista, algo como la Icaria, de Cabet; nosotros como somos medio comunachos, estábamos felices  con haber descubierto el paraíso terrenal; la verdad es que nos impidieron bajarnos del auto para conversar con los sabios campesinos de la zona que, seguramente, no habían oído hablar del socialismo utópico, y lo pasaban pésimo, como siempre, producto de su miserable existencia.

La verdad es que los comunistas de Viotá hoy están en el cielo o en infierno, como usted lo prefiera, asesinados por los militares y paramilitares, después de haber sido salvajemente torturados; incluso, un general del ejército, “héroe” de Viotá,  fue exonerado por álvaro Uribe, con el pretexto de mejorar su imagen ante la mirada internacional, respecto a los derechos humanos, (algo así como el “saneamiento” que ha hecho Bush en el infierno de Guantánamo).

No cabe duda de que álvaro Uribe simpatiza con los paramilitares, todo el mundo lo sabe, pero tiene que hacer la parada de desarmar a ese grupo fascista.  Yo, siempre desconfiado de los países muy católicos, como decía mi amado Pío Baroja, donde hay muchas iglesias y vírgenes – como en Chiquinquirá, ciudad al norte de Bogotá, de hoteles miserables y de beatos golpeándose el pecho después de una noche de juerga – es seguro que la maldad y el crimen reina.

Uribe es el único “amigo verdadero” de Bush  en América del Sur; los dos hablan el mismo leguaje: el integrismo cristiano y, sobre todo, el exterminio cruzado de musulmanes y comunachos rebeldes ante la majestad de la divinidad; “a Dios rogando y con el mazo dando”. Como la Bolsa de Comercio no es muy distinta al cristianismo, la colombiana hace muchos más milagros que Jesucristo: hace tres años que paga más de 100% del capital invertido – no me explico por qué Daniel López no invirtió en tan rentable negocio – los bonos colombianos, en pesos, rinden mucho más que los cafetales; poco importa que por culpa de las dudas inflacionistas del papa del FED, (Banco Central de Estados Unidos), la bolsa colombiana haya bajado un 20%, en sólo quince días, pero de todas maneras, nuestros queridos “rolos” ricos siguen ganado. A quién no le va a gustar Uribe si, por ejemplo,  los terratenientes, que han podido retomar sus tierras después de la barrida a la guerrilla, siguen ganado millones de dólares; qué importa que algunos arroceros vayan a perder millones a causa del TLC o, como recientemente, los cafeteros perdieron su producción reemplazándola por yuca y pasto. Eso les pasa por “pendejos”, como dicen simpáticamente los colombianos; ahora el café está muy bien, como todas las comodities. Pero los bancos y bavaria ganan millones de dólares, como buenos hijos del Señor.

Es cierto que una clase media, mucho mejor tratada que en Chile, está muy contenta: pueden viajar de la “Seca a la Meca” incluso, pasar ricas temporadas en la paradisíaca isla de San Andrés o en el hotel Irotama, de Santa Marta, donde reposan los restos de nuestro admirado Simón Bolívar. Es que por ahí no pasó el espíritu demoníaco de Pinochet, que aniquiló la previsión solidaria; los profes de Básica pueden viajar por Colombia sin estrecheces económicas y los jubilados disfrutar de su aporte a la patria. Claro que la estupidez neoliberal es mucho más peligrosa que la pandemia de la gripe aviar, y ya los colombianos están aplicando el mismo sistema de AFP, aplicado en Chile.

El estilo Uribe es muy distinto que el clásico de la oligarquía colombiana de los López y de los Santos: es un populismo muy hábil, que se basa en la verdad comunicativa; se trata de visitar municipios, exonerar a uno, dos o tres inútiles y corruptos funcionarios, (civiles, militares o policías), toda esta parafernalia ante las cámaras de televisión y la mirada atenta de una sufrida y aterrada capa media y sectores populares, que están felices de tener, por fin, un líder que, esmirriado y todo, se pone los pantalones. Qué distinto al débil Andrés Pastrana o al pillín de Samper, incapaces de responder con fuerza a las FARC. Qué importa que Uribe lance algunos modismos típicos “paisas”, que escandalizan a los bien hablados “cachacos”; lo que vale es la fuerza del exterminio, que hace las veces de Armonyl a este desesperado pueblo.

¿Qué se puede esperar de estos siguientes cuatro años de Uribe Vélez?
Para los pobres del barrio Bolívar, en Bogotá, sólo la aplicación de la frase del Infierno, de Dante, “abandonad toda esperanza”, un poco, sí, de pan y circo televisivo. Para las capas medias sólo aguardar que siga la bonanza económica, producto del alto precio de las comodities y del dinero fresco que, según los pesimistas de la economía, más temprano que tarde van a desaparecer, y de ahí, la crisis y el rechinar de dientes.

En el plano latinoamericano, Uribe seguirá siendo el único “amigo  sincero y leal de Bush”; a lo mejor, los colombianos irán a la guerra contra Irán, pero hasta ahora, Uribe no es tan tonto para enfrentarse a Chávez y, seguramente a un gobierno de izquierda en Ecuador, pero seguirá solitario en el mundo bolivariano; incluso, Bolivia, la hija amada del Libertador, ya ha emprendido el camino de separarse de la brutalidad integrista del borrachín de Bush. Nada de la grandeza de Bolívar, todo de la mediocridad de oficinista de Francisco de Paula Santander.

Quizás lo único esperanzador es la buena votación de papá Noel, el académico Carlos Gaviria, pero aún la izquierda política tiene mucho camino por recorrer. Coincidiendo con Hegel, no es misión del historiador el prever el porvenir, dejo hasta aquí mis escritos con un desesperanzador final. Jamás diría aquella estupidez que “cada pueblo tiene el gobierno que se merece”: Colombia es un país maravilloso, de gente alegre, sana y soñadora, que sabe cantar y gozar como reyes, que tiene dos Océanos y que merece el mejor de los porvenires, que, por cierto, no es el populismo de derecha.
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