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La indignidad de Colonia Dignidad

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Antecedente

Si la memoria no nos traiciona fue a mediados de la década de 1960,cuando supimos que algo no funcionaba bien en la “Colonia Dignidad, situada en la zona rural a cercana  distancia de la ciudad de Parral, la cuna nerudiana, a unos  trescientos cincuenta kilómetros al sur de Santiago, la cual era habitada por un grupo de familias alemanas que se habían instalado en 1961, teniendo como líder a Paul Schaefer  Schneider, de quien al parecer ni el gobierno de Chile, ni la comunidad nacional tenían conocimiento de su pasado delictual en Alemania.

Por esos años, hubo un reportaje  de la periodista Erika Vexler en la Revista “Ercilla”, que permitió el inicio de un “destape de olla” en torno a lo que realmente acontecía dentro de ese conjunto de germanos, que a los ojos de los vecinos  aparentaban  un estilo de vida de paz y de sosiego, dedicados a actividades agrícolas y dispuestos a prestar servicios médicos y asistenciales, a través de una clínica  que habían construido para atender igualmente  a ese sector más marginal del campo chileno de los aledaños.

Creemos, que toda la comunidad chilena fue impactada por una historia extraña y terrible que reveló a la destacada periodista, un joven colono que había escapado de las instalaciones  de lo que en la práctica  para los alemanes era un verdadero centro de reclusión, subordinados todos ante un siniestro individuo como Paul Schaefer, indudablemente con trastornos síquicos, quien en tierra lejanas a su patria de origen, pretendía mantener  vivas las ideas fascistas hitlerianas, utilizando este enclave , donde parecía que el control de la nación que los cobijaba era prácticamente nulo y en el cual  empezaba a configurarse un mundo tenebroso, ajeno a las libertades plenas que en aquella época predominaban en la república chilena que los albergaba.

Posteriormente, en los inicios de 1970, tuvimos un testimonio de un colega que por motivos profesionales había viajado desde Los Angeles, ciudad donde residíamos, hacia esa  zona y había conocido la mentada  Colonia, relatando a su regreso, que  a pesar de la actitud extraña, introvertida e indiferente de los colonos , ratificaba la labor que cumplían  tanto en la agricultura como en el aporte  asistencial, especialmente médico,  que otorgaban a los pobladores chilenos  de escasos recursos económicos. Hizo alusión  aun centro hospitalario, que funcionaba, muy bien dotado a disposición de todos, con lo cual proyectaban hacia el exterior una imagen solidaria y de ayuda al prójimo.

Maleficio

Antes de que se produjera el atentado contra la República, el 11 de septiembre de 1973, continuaban produciéndose los escapes de colonos y  atentados perpetrados en contra de los residentes, especialmente jóvenes por los que  se descubriría tiempo después,  cómo el depravado Schaefer  hacía de las suyas con esos adolescentes  a quienes había  separado   a temprana  edad de sus  progenitores , manteniéndolos bajo un control directo y así dar rienda  suelta a sus bajos instintos en el momento que lo deseara.

No obstante lo anterior, Schaefer dejó de ser noticia pública  como enajenado mental y aberrado sexual cuando las fuerzas castrenses comandadas por  Pinochet y su esbirros de la DINA, Manuel Contreras, Pedro Espinoza y Osvaldo Romo  decidieron privilegiar  como representantes de las “Fuerzas del Mal” a la Colonia Dignidad y a su malsano Director,  convirtiéndola en un centro de reclusión, torturas y muertes de innumerables compatriotas, que lucharon contra la Dictadura.

Como  en aquella época en Chile  la prensa estaba controlada por el poder militar  y sus adláteres, los dueños de los principales medios de comunicación  que circulaban y se difundían en esa época coercitiva -muchos de los cuales continúan vigentes  en la actualidad con “sus caras muy bien lavadas”-  para cubrir la ignominia de ese tiempo aciago que proyectaban a Schaefer  como “una persona decente” y “no político”, que sólo se dedicaba a vivir en paz con una comunidad en el desarrollo de actividades agrícolas y de apoyo asistencial a la región. En otras palabras, a este alemán lo pintaban  como los que en el siglo XIX colonizaron dos regiones en el sur de Chile, sobre todo en la época del presidente Manuel Montt, cuando éste fue convencido por su amigo, el pensador argentino exiliado, Domingo Faustino Sarmiento, que los europeos, especialmente teutones, eran más inteligentes que los mapuches y etnias similares, a los cuales había que expropiarles sus tierras, tal como ocurrió con la llamada “Guerra de la Pacificación”, la cual  debió calificarse más bien  como de Exterminio, comandada por Cornelio Saavedra y otros militares que venían retornando, victoriosos, del primer enfrentamiento  ante el Perú.

Tuvo que desaparecer el periodo oscuro dictatorial, para que la población chilena se enterara que la Colonia Dignidad se había convertido en un centro de horrores y padecimientos para muchos de nuestros hermanos que transitaron por esos infiernos, todo lo cual lo supimos los centenares de presos políticos que pasamos por las cárceles y campos especiales, creados para estos efectos por la Dictadura. Personalmente, recibimos tal información  en el año 1975, mientras permanecíamos detenidos en el centro de reclusión de “Tres Alamos”, de un joven, de unos veintitrés años de edad, aproximadamente, el que “amaneció” un día en el recinto, quien nos relató que procedía de la Colonia Dignidad. El había sido detenido en la ciudad de Talca y posteriormente trasladado a los predios de Schaefer, donde fue recluido, torturado y luego trasladado a Santiago. Así fue como nos enteramos antes de iniciar la ruta del exilio, en plena dictadura, que el mal estaba presente en esa mal llamada  Colonia Dignidad, lo que evidentemente ratificaba ciertos  rumores que circulaban por los campos de prisioneros: Todo aquello que hoy ha salido a la luz y que por supuesto conmueve a los chilenos formados dentro de los valores libertarios, legados por nuestros antepasados, lo cual nos permitió acabar con una pesadilla, que  debe sólo formar parte de un recuerdo infausto y que nunca más deberá repetirse para felicidad de las futuras generaciones.

Redención
Tal capítulo horrendo, protagonizado por Paul Schaefer se está cerrando: Arribada la República con el presidente Patricio Aylwin Azócar, se iniciaron las diligencias  para penetrar en ese oscuro submundo, resguardado por los llamados “poderes fácticos” hasta que después de 16 años  de gobiernos en libertad, un juez, de aquéllos que engrandecen al Poder Judicial chileno, el cual estuvo sometido al arbitrio de Pinochet por casi 17 años, hoy con estos accionares limpian su imagen. Así ha ocurrido con el magistrado Jorge Zepeda,     quien en un escrito de veintiséis páginas  refiere toda la historia -ahora oficial- de seres que padecieron los vejámenes de Schaefer, el enajenado, el cual al igual que a otro nunca se le pudo condenar con cárcel o tal vez con la pena máxima, porque hoy son seres decrépitos que “hasta un niño de cinco años los podría orinar”,como lo manifestó ,un ex-preso político chileno radicado en Europa y con el cual dialogamos en una “cola” en la Oficina de Exonerados en Santiago, habiéndose convertidos en sombras de lo que fueron, que aún respiran, pero a los cuales la le
y sólo los hace pagar con reclusión en casa o en el país, donde aún se niegan a morir.

El otrora poderoso hombre fuerte de la Colonia Dignidad, quien llegó a construir una fortaleza bélica con armas de alto poder de fuego, bajo la protección del poder militar, hoy se encuentra inválido, recluido en una silla de ruedas. Por supuesto, que fue sentenciado por sus abominables actos, lo mismo que  dos de los tres, “cochinitos”: Manuel Contreras y Pedro Espinoza los cuales indudablemente contaron con el apoyo para el “trabajo sucio”  del desequilibrado Osvaldo Romo. Tales individuos, especialmente los dos primeros entran y salen de los centros carcelarios tipo resort, como “Pedro por su casa”, por cuanto  han sido procesados una y otra vez, con sentencias breves incongruentemente con las acciones terroríficas que planificaron y ejecutaron en contra de tantos civiles indefensos

Epílogo
Creemos que en su sueño eterno el padre Silvano de la congregación Scalabrini, a quien conocimos en el exilio en la década de 1980 por intermedio de Angel Araya, sacerdote chileno, el cual posteriormente retornaría a su Norte Chico para irse a descansar definitivamente a Vicuña, la cuna mistraliana. De inmediato, Silvano  asumió en seguida con creces el legado de esta grey chilena de exiliados, en una época en que sólo un aspecto nos separaba: Silvano era fanático del Milan, en tanto nosotros admirábamos al Nápoles, conducido por el en ese entonces magistral “Pelusa” Maradona .La congregación, posteriormente decidió  trasladarlo a Italia, pero él rehusó y pasó al cuerpo diocesano.

Designado párroco de una localidad cercana, al poco tiempo,  falleció en un accidente del tránsito, aquí en tierra venezolana. Nos imaginamos que se sentirá más tranquilo, donde se encuentre, al saber que el mal ha desaparecido de Colonia Dignidad, sitio al cual él arribara, recién consagrado, como guía espiritual de un grupo de familias italianas, quienes en los inicios  de la década de 1950 se instalaron por primera vez en ese predio  en calidad de  colonos. Sin embargo, el tránsito fue fugaz, tal vez por su origen citadino y no rural, por cuanto al poco tiempo empezaron a emigrar a distintas ciudades del país, hasta que al final Silvano tuvo que trasladarse a cumplir su misión a Santiago por decisión de su propia congregación. De ahí, proseguiría  por años en su periplo misionero por América hasta el final de sus días. Tal vez, Silvano tiene el mérito, de haber bendecido por primera vez esas tierras chilenas en nombre de Dios, el cual desaparecería por más de 40 años, para retornar triunfante, hoy, al ser dominadas tales fuerzas malignas surgidas en épocas oscuras y que tanto daño le hicieron no sólo a la buena gente de Parral y sus contornos, sino que a toda una nación que desde los albores republicanos fue forjadora de libertades y de respeto a la persona humana.

El autor es escritor chileno, radicado en Venezuela, desde 1976.
1134vill@cantv.net
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