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La trascendencia de Salvador Allende

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A 32  años de distancia de la inmolación del Presidente Constitucional de la República de Chile, Salvador Allende Gossens, ocurrida el 11 de septiembre de 1973, cuando decide ofrendar su vida terrena en aras de sus ideales sociales y políticos en  la defensa del pueblo democrático chileno, ante la bárbara insurrección de las fuerzas armadas que asaltan al poder constituido y rompen con una tradición republicana de 150 años, es indudable que la figura del gobernante chileno por esta acción sublime de dar testimonio de entrega profunda por una causa por la cual luchó toda su existencia, enfrentando a la muerte, sin temores, le ha permitido ascender a niveles de trascendencia mayor, donde se sitúan sólo algunos contados personajes de la humanidad
Quisiéramos establecer los niveles del ser, que el hombre puede alcanzar desde que se asoma a la vida. Para ello, recordamos los planteamientos del pensador y filósofo español del S. XX, Miguel de Unamuno, cuando señala que el hombre, aquel concreto de “carne y hueso”, surge en lo que él denomina “intrahistoria”, que corresponde al colectivo de la humanidad. No obstante, de este conjunto humano emergen personas que van a convertirse en seres históricos por el testimonio de vida que den a lo largo de la existencia humana. Aquí, figuran los grandes líderes, gobernantes, héroes independentistas o de otra naturaleza, privilegiados de inteligencia, que destacan en diversos niveles del conocimiento, la creación, etc.  Estos serán quienes pervivan a través del tiempo y en el recuerdo de la memoria perennemente. En tanto, los seres “intrahistóricos” transitarán por el mundo -ahora lucubramos nosotros-  hasta el término de la meta existencial terrena y serán recordados por algún tiempo efímero: meses, años, y después desaparecerán en el olvido.

Reflexionando hoy sobre el Presidente Salvador Allende Gossens, mirando hacia atrás, consideramos que sobre ese nivel histórico que señala el maestro de Salamanca y que tanto nos ha impresionado desde nuestros estudios juveniles universitarios, visualizamos otra realidad superior y que es la  trascendente, donde ascienden no todos los personajes de naturaleza histórica. Es cuestión, por ejemplo, de examinar las galerías  de los gobernantes de las diversas naciones del mundo. No todos ellos han trascendido al nivel de universalidad. Y a estas alturas, alejados de los ideologismos dentro de lo contingente de aquellos años que nos contaminaron y nos distanciaron tanto hasta la década de 1970,  estimamos que Allende ha logrado ese nivel trascendente, tal como  lo determinaremos.

Desde una edad temprana, Salvador Allende, se empieza a perfilar como un ser histórico, quizás, impulsado por ese ancestro que hereda del S. XIX, a través de su padre y antepasados que se remontan hasta la época de la independencia y que demostraron un devenir relevante  en acciones militares, primero, y civiles posteriormente, de carácter social estas últimas, en un siglo donde la oligarquía campeó a través de todos los gobiernos de esa centuria.

Cuando examinamos la biografía de Allende, nos encontramos primero con sus responsabilidades en la Federación de Estudiantes Universitarios, entregado de lleno a la lucha política y social, lo cual  posteriormente se profundizará en una longeva  actividad parlamentaria y el paréntesis como Ministro de Estado, hasta culminar en la Presidencia de la República.

Todo lo anterior, configura a Salvador Allende como un ser histórico, lo cual bastaría para rememorarlo a nivel nacional y continental en tal condición. Sin embargo, ese acontecer dramático para la historia de Chile, acaecido el 11 de septiembre de 1973, lo eleva hacia ese sitial de trascendencia universal, que es otra realidad distinta a la que protagoniza el ser dentro del plano concreto y vital. Veamos, ahora cómo y cuándo se inicia tal incorporación de Salvador Allende en esta nueva dimensión, que está igualmente más allá de la muerte física del ente.

Analizando detenidamente los sucesos del fatídico 11 de septiembre de 1973, de los que  fuimos testigos como seres intrahistóricos que somos, existen dos situaciones protagonizadas por el Presidente  que revelan el inicio del tránsito a esa realidad superior.
La primera está constituida por su último discurso, que personalmente  escuchamos, muy angustiados, en la radio de un automóvil que nos conducía del Centro de Perfeccionamiento del Ministerio de Educación de Chile, situado en la pre-cordillera de Lo Barnechea, hasta nuestro domicilio en dirección hacia el centro de Santiago, desde donde apreciábamos, a los lejos, el vuelo rasante de los aviones de guerra que  amenazaban   a  La Moneda, y luego veíamos, a los convoyes militares que empezaban a desplazarse en sentido contrario rumbo a la zona alta de la ciudad-capital.. Ahí, a través del receptor de la radio del vehículo, captamos  por  la emisora “Magallanes”, el postrer discurso de Allende, el de despedida, ante sus conciudadanos y pueblo en general, horas antes de partir a la eternidad. Aquí, en esta expresión, que ahora la recorremos en un texto, descubrimos la primera instancia de trascendencia del presidente Allende, porque en esta situación-límite se siente tranquilo con la satisfacción del deber cumplido hasta donde él pudo. Alerta, sí, al pueblo de lo que  sobrevendrá y cómo algún día retornará   el hombre libre y se “abrirán de nuevo las alamedas de la libertad”.  Allende, a estas alturas, ha superado el miedo natural y  el temor inherente del ser hacia la muerte. Ya está conciente, que ése es su destino y no hay vuelta atrás. Y, con serenidad, va a su encuentro.

En seguida, el Presidente Allende, ante el asedio militar y aéreo a La Moneda, que a cada instante se va intensificando, ordena a la Guardia Militar de Carabineros, que abandone el Palacio, junto a sus colaboradores, especialmente las mujeres para la preservación de  sus vidas. Es en ese momento, cuando se da una segunda situación que va a acentuar la decisión que ya ha tomado,  de carácter irreversible, cuando  uno de sus Ministros, compañero de Partido, en nombre  de su organización y tal vez con el fin de “salvar al Presidente”, se dirige hacia él y le manifiesta: “qué podemos hacer por Ud.” y el Presidente responde: “Ya es tarde” y le replica:”¿Y por qué no lo hicieron antes, cuándo debían?”. Retorna, junto al grupo que lo acompañó hasta el final. Viene, luego el desenlace, cualquiera que haya sido, suicidio o eliminación física por parte de los insurrectos; lo cierto, es que Allende estaba llamado a la trascendencia. Creemos, sinceramente, que en general la población chilena nunca se imaginó este final. Sus enemigos y adversarios políticos no creyeron lo expresado por Radio “Magallanes”. Menos, se imaginaron  este trágico final .Pensaron-como en cualquier acto insurreccional en los países de la región por esa época- que se rendiría y en un avión podría ponerse a salvo fácilmente en otra nación. Pero, Allende era de otra condición. Había nacido para morir físicamente, pero para pervivir en la historia por una eternidad.

De ahí, que cuando se anuncia por TV y aparecen unos individuos desconocidos para la comunidad nacional, que se arrogan la conducción del país y anuncian la muerte del Presidente Salvador Allende, provocan una conmoción en lo más íntimo del ser chileno, no sólo en sus seguidores, sino en los adversarios, formados por años en una instancia republicana. Nadie esperaba ese desenlace. Pero, esta noticia fatídica difundida por estos seres a los que podríamos nosotros denominar, “sub-intrahist
oria”, pusieron en alerta al ser intrahistórico de un futuro tenebroso que afectaría al país. No ocurrió así con los enemigos de Allende, que celebraron con jolgorio en el barrio alto la muerte del Presidente.

A estas alturas, debemos  tener plena claridad y no permanecer  en la “nevera o el refrigerador” de 1973. No olvidemos que los políticos, tenemos adversarios con los cuales discutimos y nos enfrentamos, de acuerdo con nuestras posiciones ideológicas, pero, ¡cuidado! No los confundamos con los “enemigos” del sistema republicano; sistema que está sustentado en la voluntad soberana del pueblo, que lo nutre  a través del sufragio y que nos representa, especialmente a través de parlamentarios y hombres de estado, quienes deben mantenerse siempre, privilegiando el diálogo con el adversario para encontrar consensos y sustentar siempre a la república.

En esta nueva dimensión trascendental, Allende continuará creciendo, desvinculado de la segunda, histórica. Ahora, forma parte de esa galería de figuras escasas del universo, que serán recordadas por siempre de los cuales tenemos algunos ejemplos: Jesucristo, en primer término, Sócrates, en tiempos pretéritos, Simón Bolívar, José Martí, José Miguel Carrera, quien se abrió la camisa ante el pelotón de fusileros en Mendoza y les indicó el lugar de su corazón para que dispararan certeramente, mirándolos a los ojos y sin vendas, Martin Luther King, Ernesto Guevara, Gandi y tantos otros que se nos escapan.

Poco a poco, han ido desapareciendo, por el tiempo transcurrido, los actores o testigos de este suceso histórico. Llegará el día, en que todos nos encontraremos descansando en el sueño eterno, y otras generaciones, como ya lo comprobamos en estos tiempos, jóvenes que nacieron mucho después de 1973, son los que marchan, organizan velatones, encienden fogatas y protestan en este día del aniversario trágico, porque consideran una injuria lo ejecutado por las fuerzas castrenses insurrectas en 1973, quienes aludiendo a valores de honestidad, que se decían “salvadores de la patria”, en la actualidad, algunos se ven decrépitos; orondos, otros,  disfrutando de la vida terrena y los menos pagando tales desmanes en cárceles confortables, descubriéndose en estos últimos meses que el conductor  de este periodo, que se inició con el asalto a la  Moneda y que preconizaba la honradez y la diafanidad en los asuntos públicos y económicos; hoy, la justicia chilena renovada y con más libertad en sus investigaciones y decisiones, ha descubierto que   mantenía cuentas secretas millonarias en el exterior, a su nombre y el de su familia, similares o mayores a las fortunas acumuladas por tanto depredador  de las repúblicas en el continente, que en diversas épocas de los siglos pasados , en nombre de “los más sagrados valores de sus patrias”, atentaron en contra de los gobiernos republicanos de sus naciones, elegidos por voluntad popular.

Ya pasadas tres décadas de tal luctuoso acontecer, apreciamos cómo la estatura de Salvador Allende ha crecido en el firmamento histórico y quienes lo despojaron del poder, pasando por encima de su cadáver; hoy, se van deteriorando por los años y por sus conciencias que les reclaman el infame proceder en contra de un ser republicano. Cualesquiera de estos meses, o de estos años, desaparecerán  físicamente y pronto no los recordarán ni sus familias, porque fueron seres protagonistas de acciones que estuvieron  más cerca del Mal que del Bien en este mundo concreto y fugaz.   

*Escritor chileno, radicado en Venezuela desde 1976.
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