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El iconoclastisista

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EL  ICONOCLASTISISTA

– “Viste… Quiero graduarme de icono”, me dijo el idiota.
Pero de icono de ahora, moderno y lindo. Con marca, insignia, powerpoint, modelo, marketing y derecho de propiedad, ves. Que un icono ahora tiene que hacerse respetar y recaudar… más lo de recaudar. Y la gente dirá: ahí va ese pedazo de icono… que tipazo es ese icono… mira que icono más elegante… ahí va el icono ese. Entonces trabajaré de icono y conferencista. Porque para eso sí que soy bueno. Daré charlas, seminarios, discursos, disertaciones. Se ha dicho, icono y alocusionador experto.
Pero se me tendrá que otorgar el grado de icono, porque eso de estudiar no es lo mío. Además, cuándo ha visto uno que un icono respetable se eduque. No, no, no, señor. Icono por antonomasia, eso seré yo. Y para tal excelencia discutirán las universidades sobre quién me concederá el ribete. Porque, olvídate, que si lo hacen carrera se inscribirá cada tipejo y capaz que ser icono sea normal y común y corriente y ordinario. Que eso si que no, porque o tenemos iconos distinguidos o nada.
Seré un icono de época. Con buen vestir, mejor pasar y excelentemente acompañado. Y no hablo de las minas, ¡no! Me refiero a los hombres y mujeres que me rodearán. Sí, rodeado, bien rodeado de gente bien, que me ayudará a desarrollar lo que es ser icono. Es decir asesoras, encargada de prensa, de sitio web, de imagen, maquilladora, relacionadora pública, peinadora, sastre y esas cosas mínimas. Porque no nos equivoquemos, ser un gran icono requerirá, además de talento, esfuerzos, sacrificios, compromiso y mil cosas más.
Ahora bien, ser un icono excelente es no un imposible, pero sí un acto de fidelidad con serlo que es más bien inalcanzable. Y lo peor, es que tal categorización depende de los juicios de la chusma… así de difícil es la vida de un icono de verdad.
Y nada de concursos de iconos o algo parecido. Pues un icono con clase sabe que esas son pelotudeces nacidas desde la sed de la competencia absurda. Premios Nóbel de icono, eso sí que sí, porque sería un reconocimiento preciso para dar cuenta de la relevancia y prestancia de los iconos. También se podrá salir en tv, radios y periódicos, pero jamás en los de corte magazinesco, porque sería rebajar la clase del icono y se tendría que asumir el costo social de ver de capa caída a algún icono, cuando un real icono jamás podrá estar así porque se asume una posición por encima de lo humano, de lo normal. Eso sí, es factible por la necesidad de difusión que tendríamos los más bien escasos y significantes iconos del mundo, que un icono se haga el tiempo y el espacio de atender a la prensa amiga para dar cuenta de sus conceptos, quehaceres, intereses, definiciones y proyectos. Porque se debe entender que un icono tiene todo eso y más encima se los van arreglando en el camino sus rodeadores y asesores.
Pero nada de juicios políticos, ni coyunturales, ni extracoyunturales. Que eso atentaría con el propósito magnánimo y amplio de ser iconos del planeta y no de grupos, que para esos son los iconosititos. Y verás que nos querrán, loco. Nos aplaudirán, vitorearán, siempre de pie porque un público de icono es como espectador de ópera, y de los que compran tickets de temporada, no de los que van el día barato del domingo y en la fila más lejana. Que linda vida la del icono. Abnegada, expuesta, criticada, pero de pleno regocijo para el icono militante de su iconoclastisidad. Seremos héroes secretos, de heroísmo y arrojo anónimo. Serán lindos tiempos, la verdad.
– ¿Que si no me titulan de icono? Fácil -me dice-, un balazo en la cabeza y punto. Aunque mal no me vendría un convenio de estereotipo ABC1. Y en una de esas resulta.

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