Entrevista a Juan Pablo Cárdenas: La Concertación exterminó la prensa independiente
por Juan Pablo Cárdenas (Chile)
17 años atrás 19 min lectura
El director de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile, Premio Nacional de Periodismo 2005, ex director de la revista Análisis revela aspectos inéditos de la política de los gobiernos de la Concertación hacia los medios opositores a la dictadura de Augusto Pinochet y afirma que existe un pacto implícito con el duopolio de El Mercurio y La Tercera.
¿Qué factores llevaron a la desaparición de la revista Análisis y del conjunto de los medios escritos vinculados a la Concertación durante el proceso de transición?
– Se ha dicho con mucha insistencia que fue el mercado el que mató a estas publicaciones; y a pesar de que cada caso tiene sus diferencias, yo puedo dar cuenta de que el fin de Análisis no se debió al mercado sino que a una decisión política que se tomó durante el gobierno de Patricio Aylwin, concretamente en el Ministerio del Interior. En ese tiempo el gobierno inició el proceso de apoderarse de Análisis, que culminó con el engaño a varios de los directores de la revista, a quienes se le compraron sus acciones y eso le dio la posibilidad al subsecretario del Interior, Belisario Velasco, de nombrar nuevas autoridades en la revista, las que luego determinaron su cierre. Eso está debidamente acreditado por los registros de transacciones notariales que se hicieron con las personas que vendieron sus acciones; proceso que se hizo en el entendido que los nuevos accionistas iban a consolidar la revista y no a cerrarla.
– ¿Quiénes fueron esos nuevos accionistas?
– Luis Risopatrón, quien ofició como presidente del nuevo directorio; y el propio Belisario Velasco, quien adquirió más acciones dentro de las que ya tenía como miembro de la sociedad. Debo añadir que la operación fue ilegal, ya que una de las cláusulas que tenía el directorio de Análisis era que cualquier persona que quisiera retirarse y vender sus acciones debía ofrecerlas al conjunto de los accionistas antes que a terceros, cosa que no se hizo. Además, todo indica que la operación se efectuó con gastos reservados del gobierno, puesto que necesitó de fondos para comprar acciones; indemnizar a todos los periodistas por su despido; y cancelar el conjunto de compromisos económicos que la revista tenía pendiente a la hora de su cierre. Es muy raro que gente del gobierno, con recursos propios, compren publicaciones para al poco tiempo decidir su clausura, solventando esos gastos.
– ¿Cuánto duró esta nueva etapa?
-Yo calculo que pasaron unos siete u ocho meses desde mi salida y la clausura.
– ¿A qué se debió su salida?
– Simplemente porque cambió la mayoría del directorio. Incluso, en un acto desesperado, yo les ofrecí a los nuevos miembros del directorio -que asumieron por las acciones que adquirieron- que se retiraran, pagándoles lo que habían invertido; dejándonos a los periodistas como únicos propietarios de la publicación. Pero no quisieron. Luego me propusieron la extraña fórmula de que siguiera como director un año, poniendo mi nombre; pero que me fuera al país europeo que quisiera, manteniéndome el sueldo. Por cierto no la acepté. Entonces me ofrecieron una indemnización por años de servicio. A mí me correspondían doce meses, pero como había una ley que ponía un tope de ocho, exigí que me pagaran sólo esta cantidad. Luego, con una parte del equipo de la revista formamos otro medio que también tuvo muchas dificultades.
– ¿Su convicción es, entonces, que hubo una operación desde La Moneda?
– Sí, en el caso de Análisis hubo una operación política desde La Moneda. Conozco a los principales responsables. En la oficina de Belisario Velasco se hizo una reunión en que se convocó a Fernando Castillo Velasco, Patricio Hurtado y Oscar Saavedra para adquirir sus acciones a cambio de dos millones de pesos que se les dio a cada uno. Obviamente, en el entendido que se reforzaría la revista. En la operación también estuvo involucrado Carlos Bascuñán, yerno de Patricio Aylwin. Ellos fueron los operadores, pero cuando uno conversa con los directores de otros medios se da cuenta de que no fueron los únicos. En el caso de Página Abierta, por ejemplo, el operador fue Enrique Correa que compró las acciones. Yo siempre he planteado que hubo una política de los gobiernos de la Concertación de exterminio a los medios de comunicación contrarios a la dictadura.
– Por tanto, el cierre de Análisis no fue producto del mercado…
– Claro que no, porque la revista estaba además en una muy buena situación. Por supuesto que habíamos empezado a tener dificultades, pero al término del gobierno de Pinochet estábamos en azul, como dicen los contadores. Después comenzamos a acumular algunas deudas con la esperanza de que íbamos a tener publicidad estatal, que se nos negó desde el comienzo; y con la expectativa de que íbamos a tener publicidad de empresas como una forma de apoyar a las revistas, lo que tampoco se concretó. Por esto fuimos acumulando un déficit, pero que no era preocupante.
– ¿Por qué razón cree usted que no recibieron ese avisaje?
– Pinochet había dejado comprometidos tres años de publicidad estatal con El Mercurio y La Tercera, y había dispuesto los futuros recursos de la administración de Aylwin para publicidad. Pero el gobierno podría haber desconocido esos acuerdos. Finalmente, se respetaron esos convenios con lo que a mi juicio se estableció también, desde entonces, una alianza estratégica entre esos medios-principalmente El Mercurio- y los gobiernos de la Concertación. alianza que se extiende hasta el día del hoy: oposición discreta a cambio de publicidad estatal e impunidad.
– ¿Cómo fue el caso de las platas holandesas?
– Nosotros hicimos muchas gestiones para mantener viva a la revista. La más emblemática fue una que no emprendimos nosotros sino el propio gobierno de Holanda, a través de la ministra que vino a representar a su gobierno en el traspaso del mando. Ella se reunió con el directorio de las revistas Hoy, Apsi y Análisis, y de los diarios Fortín Mapocho y La Época, para ofrecernos una ayuda por última vez, aunque muy cuantiosa, para que estas revistas y diarios pudieran consolidarse durante la transición, que ellos preveían difícil. Se nos informó que esta ayuda iba a concretarse a través de un informe que iba a redactar un consultor enviado por el gobierno holandés para analizar la situación de cada uno de los medios. Este consultor efectivamente llegó a las dos semanas, trabajó un poquito más de un mes y se formó una convicción de las necesidades reales.
– ¿Qué concluyó respecto de Análisis?
– En lo que toca aAnálisis, el mismo consultor me preguntó qué monto se necesitaba para consolidar la revista en los primeros cuatro años de la transición. Yo le di una cifra de 250 mil dólares, que estimaba para salir del atolladero en los años que venían. El me dijo, entonces, que estaba en condiciones de darnos mucho más dinero. Concretamente nos ofreció 500 mil dólares, los que acepté. A los pocos días el embajador de Holanda me llama para decirme que está en condiciones de girarnos el cheque de esta ayuda, pero me dice que debía resolver el problema que le planteaba el gobierno chileno en el sentido de sostener que cualquier ayuda a los medios de comunicación de este país sería visto como una injerencia indebida en los asuntos internos de Chile, un país democrático. El me dijo que habían acudido a los directores de las tres revistas, y con los directores de los diarios habían actuado en forma independiente. Entonces, los tres directores fuimos a hablar con Enrique Correa, en ese entonces ministro secretario general de Gobierno. El dijo que esto se trataba de un mal entendido y que se resolvía con una llamada telefónica de él mismo. Pero esa llamada nunca la realizó, nadie la realizó desde el gobierno y el embajador se aburrió de esperar hasta que nos notificó que ellos tenían interés de apoyar a los medios, pero también tenían interés de tener buenas relaciones con el gobierno.
– ¿El gobierno planteó claramente que esta era una injerencia indebida que iba a entorpecer las relaciones con Holanda?
– Así es. Eso fue lo que me dijo el embajador holandés. Y esto fue ratificado, además, en un curioso encuentro que tuve en una recepción en la embajada de Noruega, en que el embajador noruego que había ya estado en Chile y que lo volvieron a nombrar por la contribución que había hecho a la lucha democrática, públicamente me convocó ahí delante de todos los comensales del evento diplomático y le enrostra a una persona, Felipe Tomic, diciéndome: «mire, director, yo quiero decirle en presencia de toda esta gente que este señor que está aquí formó parte de una comisión que ha viajado por todos los países europeos haciéndole ver a cada uno de los países que cualquier ayuda a los medios de comunicación y a las ONG iba a ser considerado como una injerencia indebida en los asuntos internos de Chile». Parece que se trató de un mal entendido, ya que no fue Tomic quien había estado en la comisión. Sí se pudo establecer que Sergio Molina estuvo en esa comisión que viajó. Yo doy fe que esa comisión existió, y las consecuencias de sus acciones están a la vista. La razón era que al existir un gobierno democrático eran las instituciones del Estado las que debían recibir la ayuda internacional directamente.
– Ha habido declaraciones suyas sobre esto desde hace varios años. ¿Nunca hubo alguna explicación de parte de las autoridades gubernamentales responsables?
– Yo me he cansado de decirlo, de plantearlo en conferencias, de escribirlo… de hecho en la edición especial de aniversario de los treinta años de la creación de Análisis, en diciembre pasado, aparecen algunos de esos nombres. He mencionado reiteradamente a las personas que estuvieron en el operativo, como ahora, y jamás he recibido un desmentido.
– Tampoco ha habido una preocupación de los medios de prensa respecto de este tema.
– Así es, y les puedo contar una anécdota muy interesante porque creo que es el momento de hacerlo. En una oportunidad tuve una curiosa invitación al gabinete del ministro de Obras Públicas del gobierno de Aylwin, Carlos Hurtado. En su oficina, donde se hizo un almuerzo con directores de medios de comunicación, me preguntaron qué pasó con Análisis. Yo ya estaba en la revista Los Tiempos. Conté ahí mi versión a grandes rasgos. Cuando nos íbamos, el director en ese entonces de La Segunda –hoy de El Mercurio– Cristián Zegers, me dijo: «Juan Pablo, ¿tú no vas a denunciar lo que acabas de decir? ¿estarías dispuesto a concederme una entrevista para La Segunda?». Le contesté que sí y le hice ver que era mejor hacer una investigación periodística previa sobre todo esto. Para esos efectos, yo podía dar los nombres y la notaría donde se realizaron las transacciones. Y que después de la investigación le daría la entrevista. Luego, Zegers designó a una periodista que tomó contacto conmigo, y que haría lo mismo con personeros de gobierno. A los dos o tres días, Zegers me llamó y me dijo que lamentablemente no podían hacer nada ya que «esto se filtró y tú sabes las vinculaciones que tenemos con las autoridades; te felicito por tener el coraje de denunciarlo, pero con mucha vergüenza te digo que no puedo hacer nada». Los medios y el Colegio de Periodistas renunciaron a denunciar estos hechos hasta el día de hoy.
– ¿Y las relaciones entre los directores y editores de los medios que estaban desapareciendo cómo se daba? ¿Se planteaba una lucha en conjunto o por separado?
– De hecho nos coordinamos para esto y para una acción que siguió y que también la puedo revelar… En nuestra desesperación, los directores de las tres revistas –Marcelo Rozas, Marcelo Contreras y yo– nos fuimos, ante la dilación del secretario general de Gobierno que nos prometía ayuda y avisaje estatal, a conversar con el ministro de Hacienda de Aylwin, Alejandro Foxley. A él le contamos todo lo que habíamos vivido con el bloqueo de las platas del gobierno holandés. Foxley se tomaba la cabeza a dos manos y decía que no podía entender una cosa así. El decía que ellos estaban ahí, entre otras cosas, por la lucha ejemplar de los periodistas. «Los veo muy estresados, los voy a ayudar», dijo. Llamó a Pablo Piñera a su oficina, quien era su subsecretario y hoy gerente del Banco Central, y después de cuchichearse, nos pregunta el monto de la ayuda del gobierno holandés. Yo le cuento que para el caso de Análisis eran 500 mil dólares. El nos pregunta sobre qué nos parecía que a las tres revistas les diera lo mismo. El habló de crear un mecanismo con Pablo Piñera para darnos ese dinero. Luego nos dijo: «ahora váyanse, tomen un trago a mi salud y que tengan un buen fin de semana (era viernes)». El martes nos convocó intempestivamente el secretario general de Gobierno, Enrique Correa, a los tres directores con los tres gerentes, para una reunión a puertas cerradas en su oficina. Como era con los gerentes nosotros pensamos ingenuamente que era para concretar los anuncios. Para nuestra perplejidad, en cambio, nos retó muchísimo, nos amenazó con las penas del infierno y nos advirtió que así no iba a haber un peso de ayuda a ninguno de los tres medios.
– ¿Cómo justificó aquello?
-Señalando que él se consideraba muy ofendido por el hecho de que nosotros le hubiéramos planteado esto al ministro de Hacienda y no hubiésemos esperado las buenas gestiones que él estaba haciendo para resolver el problema de los medios democráticos. Se refería a una gestión que hipotéticamente estaba haciendo con el gobierno de Italia y que iba a significar una ayuda mejor a la que ofrecía el gobierno holandés. Ahí entendimos que era un completo volador de luces. Esa fue la situación.
-¿Cómo se trabajó el tema de la publicidad estatal?
– Nosotros tratamos de agotar todas las instancias. Al margen de eso tuvimos decenas de reuniones con los jefes de servicio de las empresas del Estado para requerir publicidad directamente y no pasó nada. La única ayuda que recibimos fue un aviso de la Polla Chilena de Beneficiencia, gracias a Orlando Cantuarias que estaba a cargo en ese momento.
– Entonces, sería un mito esto de que “la mejor política de comunicación es la que no existe”. Habría existido, pero para destruir a medios como Análisis.
– Es clarísimo que sí existió. Aquella famosa frase de la no existencia de una política fue de Eugenio Tironi, a quien también le reclamamos ayuda cuando estaba en el gobierno. Una cosa es lo que el proclamaba… aunque él se manifestó dispuesto a hacer algo por los medios; pero seguramente se topó con una instrucción superior, con algún impedimento, como le sucedió a Foxley.
– Por tanto, no es que no existiese una política de comunicación; sino que se habría desarrollado una destinada a exterminar los medios que, se suponía, le eran afines a la Concertación.
-Yo creo que a estas alturas no se puede dudar de ello: hubo operativos, recursos y operadores orientados claramente en esa dirección. Cada uno de los medios fue desapareciendo en diversos momentos producto de esa política. Se mantuvo más tiempo la revista Apsi, que tenía vinculaciones con el Partido Socialista y que era estaba mucho más vinculada a las colectividades que formaban parte del gobierno. Ese no era el caso de Análisis, que era completamente autónoma… Pero ni siquiera Apsi pudo sobrevivir, ya que ¡la política fue inmisericorde con cualquiera que tuviera ciertos niveles de independencia y que se veía que pudiera constituir una amenaza! Aquí la evaluación fue brillante. Yo creo que cerebros como (Edgardo) Boeninger y Correa fueron los gestores de esta política. Debieron pensar «estos medios tarde o temprano nos van a comenzar a hacer oposición y más vale convenir alguna forma de acuerdo con los medios tradicionales, que están abrumados por sus culpas y deudas, que ayudar a estos medios». Incluso, creo que con El Mercurio se estableció una relación especial que se prolonga hasta hoy.
– ¿Qué tipo de relación cree que existe entre el gobierno y El Mercurio?
-Como periodista tengo la convicción de que El Mercurio tiene la información, datos y recursos para hacer pedazos a quienes hoy están en La Moneda y que pueden haber estado involucrados en diferentes actos de corrupción. Esto explicaría por qué, de repente, asoman indicios sobre noticias de corrupciones gubernamentales en las páginas de El Mercurio las que luego desaparecen o se les quita importancia. Y porqué los gobiernos de la Concertación han ido acentuando aún más su consideración especial a dicho diario. Es decir, un pacto implícito.
– Usted sufrió también el despido de la dirección del diario electrónico Primera Línea de La Nación.
Sí, cuando asumí en 2000 la dirección del diario electrónico Primera Línea, de la empresa dueña de La Nación, fui también víctima de una política del gobierno, porque desde el primer día en que se supo que los miembros del directorio del diario me designaron, empezó sobre ellos una presión enorme para que me echaran del cargo.
-¿Desde dónde venían las presiones y qué resultado tuvieron?
– A los dos meses, cuando el diario estaba desarrollado con una gran cantidad de visitantes y absolutamente consolidado, se me insistió en que renunciara, a lo que me negué. Entonces fui expulsado por el directorio, producto exclusivamente de instrucciones superiores, ya que tanto el directorio como la gerencia quisieron mantenerme en el cargo, dilatando lo más posible mi permanencia porque veían mi expulsión como un acto de gran injusticia y hasta de torpeza, dada la inversión que se había hecho. Antes de concretarse la expulsión, el directorio incluso me instó a que yo mismo hiciera gestiones para lograr revertir la situación. Hablé para esto con el ministro secretario general de Gobierno, Claudio Huepe, quien me señaló que actuaba bajo instrucciones superiores. Le envié, entonces, una carta al presidente Lagos, señalándole que estaba en sus manos evitar que se produjera esta expulsión injusta que, independientemente que fuera yo el afectado, significaba un grave atentado a la libertad de expresión. El presidente no hizo absolutamente nada.
– ¿Eso confirmaría que se consolidó una política contraria a la libertad de expresión?
– Absolutamente. Y tampoco El Mercurio ha querido que se desarrollen medios electrónicos y ha tenido un largo litigio respecto a la publicidad estatal en medios electrónicos. Se ganó esa batalla en tribunales, pero a contrapelo de lo que quería El Mercurio.
– ¿El caso Clarín sería un elemento más de esa política?
– Claro, la oposición tenaz que ha hecho El Mercurio en contra de la devolución de los bienes de Clarín a su legítimo dueño, Víctor Pey, es un hecho. Y la acción de todos los gobiernos de la Concertación en esa dirección ha sido también muy fuerte. No hay duda que los intereses del duopolio (La Tercera – El Mercurio) se verían muy afectados si asomara una competencia. Los casos ilustrativos en esta materia ya son varios.
– Frente a todo esto ¿no ha habido reacción alguna de los dirigentes de la Concertación?
– Como periodista gasté mucha saliva con diversos políticos conversando del tema. Después de lo que aconteció en Análisis tuve una entrevista con Eduardo Frei, quien era presidente de la Democracia Cristiana, para exponerle cómo personas de su partido habían estado involucradas en esta operación. Frei me escuchó en silencio y dijo que lamentaba lo ocurrido. Después, como presidente de la República, me nombró agregado de prensa en México –un acto generoso– pero todo indica que nunca tomó en cuenta la gravedad de mi denuncia. En fin, hablé con mucha gente, incluyendo parlamentarios. Todos se encogían de hombros y decían que les parecía insólito… como hasta ahora.
– ¿Qué sabe sobre el fracaso de la instalación de diarios extranjeros en Chile?
– Por años hubo una iniciativa de la empresa francesa dueña de Le Monde de establecer un diario en Chile. Incluso entiendo que una persona estuvo instalada dos o tres años en Chile reuniéndose con autoridades de gobierno para hacer realidad aquello. Yo particularmente conozco la que hizo el diario El País, que llegó a una fórmula de acuerdo con La Nación, que fundamentalmente sería la editora. El País pondría la experiencia y el diseño; y los recursos se pondrían en conjunto con un grupo de empresarios chilenos representados por el rector de la Universidad de Chile, Luis Riveros. Fue en la oficina del rector, durante el gobierno de Lagos, en donde me enteré de que esta operación había sido muy exitosa. Para celebrar el acuerdo, me comentó que Lagos lo invitó, junto con dos representantes del diario El País a La Moneda. Durante el almuerzo, Francisco Vidal –entonces ministro secretario general de Gobierno– les señaló que el Presidente quería que se incorporara al acuerdo un representante de otros intereses. Esto irritó muchísimo a Jesús Polanco (dueño de Prisa, fallecido en 2007) y a Juan Luis Cebrián, director de El País, quien dijo que este acuerdo había costado muchísimo y que no se podían cambiar las reglas ahora, considerando que ellos siempre habían tenido la idea de crear un diario independiente, que no tuviera vínculos formales con el Gobierno, aunque ellos eran simpatizantes del proyecto de la Concertación. Allí abortó el proyecto.
– ¿Cuál es su conclusión respecto de estas iniciativas fallidas?
-.Lo que pasa, insisto, es que pesa un acuerdo implícito con El Mercurio. Los gobiernos de la Concertación nunca han estado en disposición de hacer algo que pueda romper este pacto de hecho que tienen con Agustín Edwards.
– ¿Y cómo describiría la consecuencia de estos cierres y proyectos abortados; y la existencia de una extrema concentración en la propiedad de los medios de comunicación?
-La consecuencia directa es que no ha habido, desde hace mucho tiempo, una prensa crítica que habría sido tremendamente necesaria para estimular la justicia y terminar con la impunidad; para profundizar los cambios democráticos que hasta hoy no se realizan; y, sobre todo, para frenar la corrupción.
Texto: Ximena Póo y Felipe Portales
Fecha de publicación: Miércoles 26 de marzo, 2008
Boletín Libertad de Expresión
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