La rebelión estudiantil y popular que se desarrolla en estos momentos en Chile genera gran impacto, no sólo para nuestros hermanos trasandinos, sino para el conjunto de la geopolítica continental. Es que este enorme movimiento representa un golpe contundente para ese modelo que orgullosamente exhibían (y aspiraban emular) las derechas liberales sudamericanas.
Con la ayuda de los think tanks norteamericanos y los medios de comunicación hegemónicos, nos mostraron orden y armonía, cuando en realidad había represión y ocultamiento mediático; nos mostraron crecimiento y desarrollo, cuando había grandes ganancias solo para los empresarios. Se trabajó prolijamente para obviar algunos detalles del milagro chileno, como la gigantesca brecha que separa a los ricos de los pobres y lo ubica como uno de los países más desiguales del continente. Tampoco se le dio gran difusión a la privatización de la salud y la educación, sustentada en la vigencia de las leyes de Pinochet. Ni que hablar de la impunidad que todavía disfrutan los responsables militares y civiles de la última dictadura militar. En Argentina fueron Macri, Duhalde, Alfonsín y De Narváez los principales defensores de este modelo ejemplar.
Tuve la oportunidad de estar en Santiago durante el paro general convocado por la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) los días 24 y 25 de agosto. Se estima que en la marcha del 25 participaron unas 400.000 personas, solo en la capital chilena. La movilización en sí misma era apabullante, infinita. La gente acompañaba desde los balcones de los edificios con las cacerolas, los peatones aplaudían y se sumaban a las columnas que recorrían todo el centro de la ciudad, las bocinas de los autos al ritmo de los manifestantes son muestras del apoyo generalizado a los reclamos de los estudiantes y los trabajadores.
Con el recuerdo cercano de la revolución pingüina de 2006, el movimiento estudiantil está en un momento extraordinario de organización, politización y creatividad. Sin exagerar ni un poco, puedo asegurar que en Chile soplan vientos de cambio. Si los números y los noticieros todavía no los convencieron, hago un último intento con una breve anécdota de mi viaje a Santiago: terminada la marcha del 25, ya entrada la noche, fuimos con compañeros de distintas federaciones y centros de estudiantes a cenar a un bar. En el grupo se encontraba Camila Vallejo (presidenta de la FECH, Federación de Estudiantes de Chile), que se convirtió en los hechos en vocera del movimiento. Después de unos minutos se acercan tres mozos del bar con bandejas de comida y bebidas. Eran jóvenes trabajadores de entre 25 y 35 años. El más joven de los tres la miró a Camila y le dijo “esto va de regalo para ustedes. Por favor, no aflojen. Chile necesita cambiar”. Camila prácticamente no pudo andar por la calle en estos días por las manifestaciones masivas (y tumultuosas) de apoyo y cariño que recibe de la gente.
Aquel fue un momento pequeño pero emocionante. Ese joven trabajador hablaba en nombre de muchos otros, que sienten que este movimiento está llamado a cambiar la historia de Chile.
Esa misma noche el gobierno de Piñera mandó a reprimir todos los cacerolazos y cortes de calle de la ciudad. Así, los carabineros asesinaron a Manuel Gutiérrez, un joven de 16 años de un barrio humilde de Santiago. La justicia por Manuel se suma a una serie de reivindicaciones que hace rato trascendieron lo estudiantil. En la conferencia de prensa en la sede central de la CUT, a la cual fui invitado por la FECH, Camila y otros referentes hablaron del fin del lucro en la educación, de la reforma del sistema de salud, de la recuperación de los recursos naturales y el cuidado del medio ambiente, de una reforma tributaria para que los que más tienen sean los que más impuestos paguen y de una asamblea constituyente que siente las bases para profundizar la democracia y construir un país más justo, más libre y más solidario. Este es el programa de transformaciones radicales del movimiento. En las calles, estudiantes, trabajadores y “pobladores” (así llaman a la gente que vive en los barrios humildes) construyen la fuerza social necesaria para encarnar ese programa. Este bloque estudiantil, trabajador y popular está cambiando Chile.
Esperemos que en un tiempo seamos nosotros, los que compartimos sueños de emancipación para nuestra Patria Grande, los que hablemos de un nuevo modelo chileno, integrado y en consonancia con los procesos de cambio más avanzados de nuestro continente.
– Presidente de la Federación Universitaria de Buenos Aires.
*Fuente: Página12
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