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La ley natural

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En los comentarios, que hacen los visitantes de este blog, con
frecuencia se recurre a la "ley natural". Como es un asunto al que
algunos le conceden notable importancia, me ha parecido que puede ayudar
a los lectores aclarar algunas cuestiones relativas a esa ley.
Lo más elemental: en todos los manuales de filosofía y de ética (los que
hablan de este tema), lo primero que se explica es que no es lo mismo
la ley "natural" que la ley "positiva".

La ley "natural" (si es que existe) es la que está inscrita en la
naturaleza del ser humano, de forma que todo ser humano, por el solo
hecho de serlo, por eso lleva en sí la ley "natural", como lleva en sí
todo lo que es "natural" al ser humano, por ejemplo, respirar, tener
hambre, sufrir, morir… La ley "positiva" es la que brota, no de la
"naturaleza" humana, sino de una "autoridad" (religiosa, civil,
militar…). Si la autoridad es religiosa, en ese caso, la ley ya no se
percibe por la "naturaleza", sino por la "fe" (por la "creencia").

El acto religioso no es nunca (ni puede serlo) una "necesidad natural",
sino que es siempre una "creencia libre". Si deja de ser libre, deja de
ser meritorio y, por tanto, deja de ser religioso. Por tanto, no se
puede decir que los "diez mandamientos" pertenecen a la ley natural. Los
diez mandamientos pertenecen a la Ley de Moisés. Y así los han vivido
siempre los israelitas. Y no vale decir que fue Dios el que le dictó esa
ley a Moisés. Aparte de que eso necesita sus debidas matizaciones, los
que creen que esos mandamientos se los dictó Dios a Moisés, creen eso
por un "acto de fe", no por una "necesidad de la naturaleza", que (por
definición) es la misma para todos, lo mismo para los israelitas
creyentes que para los habitantres de Australia o de la Patagonia.

No entro aquí a explicar las muchas y complicadas explicaciones que se
le han dado a la llamada "ley natural", desde Aristóteles, pasando por
santo Tomás de Aquino, hasta los incontables comentarios que se han
escrito sobre el concilio Vaticano II y sobra la encíclica Humanae
Vitae, de Pablo VI. Lo que quiero dejar claro es que la idea misma de
"Ley Natural" entraña, como supuesto previo, que existe una naturaleza
común y esencial, que es igual en todos los seres humanos,
independientemente de las condiciones históricas y culturales. Lo cual
es evidente cuando se trata de cosas tan "naturales" como son, por
ejemplo, las necesidades biológicas básicas. Pero, ¿se puede afirmar lo
mismo de las exigencias de la moral católica, cuando se refiere, por
ejemplo, al matrimonio monógamo e indisoluble y siempre abierto a la
vida, a la prohibición tajante del aborto en todos sus supuestos, a la
maldad de la masturbación o cualquier posible unión homosexual?
Como respuesta a esta pregunta, planteo la siguiente reflexión. Tanto en
antropología, como en paleontología o biología, se da por demostrado
que la existencia de la especie humana, que "alcanzó el tipo de
inteligencia necesario para establecer una civilización", existe desde
hace cien mil años (E. Mayr, en Bioastronomy News, 7, nº 3, 1995). De
estos cien mil años, sólo conocemos por la historia unos cinco mil. Es
decir, los seres humanos han vivido en este mundo seguramente 95.000
años sin que sepamos casi nada de cómo vivían y menos aún de las ideas
morales que tuvieran o pudieran tener aquellos lejanos y desconocidos
antepasados nuestros.

Pues bien, si efectivamente existe la llamada "ley natural", y esa ley
incluye todo lo que enseñan algunos libros de moral y no pocos
catecismos, entonces hay que suponer que toda la gente, que ha habido en
el planeta Tierra desde hace cien mil años, veían y pensaban que eran
cosas malas y perversas la fornicación fuera del matrimonio, el
matrimonio que no se restringía a la unión entre un hombre y una mujer,
como compromiso indisoluble y abierto siempre a la vida, además pensaban
que la masturbación era una cosa antinatural, al igual que las
relaciones homosexuales, por no aludir a prohibiciones más sutiles de la
moral católica como los malos pensamientos, las malas miradas y los
malos deseos.

Si es que tomamos en serio la existencia de la ley natural, vamos a
tomar en serio también sus exigencias y sus consecuencias. Pero, ¿se
puede tomar realmente en serio que los hombres y las mujeres de hace
50.000 o 70.000 años, cuando copulaban o se apareaban, para procrear o
simplemente para satisfacer un instinto natural, tenían en sus cabezas
todo lo que dicen algunos moralistas católicos que es obligatorio "por
ley natural"?

"Natural" es comer o dormir. Por eso comían y dormían las gentes de hace
miles de años. Como ahora lo hacen los individuos de tribus amazónicas o
africanas; y lo hacemos en Europa y Asia. Pero, ¿es imaginable que
suceda lo mismo cuando nos ponemos a hablar de las propuestas éticas de
Sófocles o Aristóteles, de Cicerón y Lactancio, de Tomás de Aquino y F.
Suárez, de los manuales de Arregui y Zalba, de los catecismos de antes
del Concilio, durante el Concilio y después del Concilio?

Yo aconsejaría simplemente que, cuando hablamos de temas que tienen una
larga y complicada historia, por lo menos nos informemos debidamente
antes de hablar.
viernes 23 de julio de 2010

*Fuente: http://josemariacastillo.blogspot.com/

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