Punta Peuco: Una cosa es pedir perdón, al dios en el cual se cree y otra es la confesión cabal y arrepentida ante un tribunal de justicia
por Germán F. Westphal (EE.UU.)
8 años atrás 4 min lectura
¿Dónde están los detenidos desaparecidos?
El absurdo debate relativo a los criminales recluidos en Punta Peuco que se ha instalado en el país confunde y enmaraña dos cuestiones de perogrullo diferentes: una es la confesión, el arrepentimiento y el perdón en nombre de una divinidad y otra es la confesión cabal y arrepentida ante un tribunal de justicia para contribuir al esclarecimiento de los crímenes cometidos, la que, habida consideraciones del tribunal, puede ameritar una atenuación de la pena aplicable al inculpado.
La una no tiene nada que ver con la otra pues ellas pertenecen a ámbitos completamente distintos —la primera al de la fé y la segunda al de la ley penal. Y así, como la ley penal no puede tener injerencia en las confesiones religiosas, las confesiones, arrepentimientos y perdones religiosos no pueden tener ninguna injerencia en la aplicación de la ley penal. De este modo, a través de la historia, son innumerables los criminales arrepentidos que, acompañados de un ministro de fe, han terminado en el patíbulo. La religión es independiente de la aplicación de la justicia y viceversa. Ambas deben ser respetadas en sus respectivos ámbitos, sin que la una deba inmiscuirse en la otra.
A través de la historia, son innumerables los criminales arrepentidos que, acompañados de un ministro de fe, han terminado en el patíbulo.
Además de lo anterior, hay un hecho en extremo importante que hay que tener en cuenta y al cual no se le ha prestado debida atención en el debate en cuestión. En efecto, aunque los crímenes son siempre de responsabilidad personal, los recluidos en Punta Peuco consumaron los suyos en calidad de agentes del Estado de la República de Chile, violando la protección que como tales le debían a la ciudadanía, usando para ello los recursos e infraestructuras de sus instituciones, a fin de colaborar con la represión que sometió al país por 17 años a través del terrorismo de Estado. Éste y no otro es el fondo del asunto.
Los reclusos en Punta Peuco no son ningunos criminales de menor cuantía, en nada homologables a los presos comunes, como algunos pretenden, sino que lisa y llanamente son terroristas de Estado —la categoría más execrable, deleznable, vil, infame y cobarde de todos los terrorismos, pues se ampara y cobija en el poder del aparato del Estado mismo.
Algunos de ellos habrían sido ahorcados en Nuremberg junto a sus superiores jerárquicos ya muertos que, como muertos de mierda, en las palabras de Mario Benedetti [1], bien muertos están.
Que esta última afirmación refleja bronca, no cabe ninguna duda —una bronca vastamente compartida por muchos, perfectamente legítima y justificada y en nada descalificable.
Con todo, lo importante no es la bronca, sino que la justicia que se ha aplicado por los tribunales independientes de la República de Chile —una justicia que debe ser respetada y prevalecer. Lo contrario sería convertirla en mofa, incluso para los tribunales mismos y todo el trabajo que éstos han tenido que realizar para establecer la verdad judicial, sin contar para nada con las confesiones ni el arrepentimiento de los inculpados, hoy presos rematados en Punta Peuco —los terroristas que asolaron al país por 17 años usando el aparato del Estado y los recursos de todos los chilenos, balas y corvos incluidos.
Nota:
[1] OBITUARIO CON HURRAS
[Mario Benedetti, Uruguay]
Vamos a festejarlo
Vengan todos
Los inocentes
Los damnificados
Los que gritan de noche
Los que sufren de día
Los que sufren el cuerpo
Los que alojan fantasmas
Los que pisan descalzos
Los que blasfeman y arden
Los pobres congelados
Los que quieren a alguien
Los que nunca se olvidan
vamos a festejarlo
vengan todos
el crápula se ha muerto
se acabó el alma negra
el ladrón
el cochino
se acabó para siempre
hurra
que vengan todos
vamos a festejarlo
a no decir
la muerte
siempre lo borra todo
todo lo purifica
cualquier día
la muerte
no borra nada
quedan
siempre las cicatrices
hurra
murió el cretino
vamos a festejarlo
a no llorar de vicio
que lloren sus iguales
y se traguen sus lágrimas
se acabó el monstruo prócer
se acabó para siempre
vamos a festejarlo
a no ponernos tibios
a no creer que éste
es un muerto cualquiera
vamos a festejarlo
a no volvernos flojos
a no olvidar que éste
es un muerto cualquiera
vamos a festejarlo
a no volvernos flojos
a no olvidar que éste
es un muerto de mierda.
Mario Benedetti
Más sobre el tema:
Entretelones de la impunidad: Operación Punta Peuco
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Publicado el 26 diciembre, 2016
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Después de la II Guerra Mundial, no sólo los criminales de uniforme de todo rango fueron ejecutados o condenados a prisión, sino que también muchos colaboracionistas fueron eliminados o sometidos al escarnio público por la población, la cual se tomó la justicia en manos propias, especialmente en Francia –rapándolos y paseándolos desnudos o semi-desnudos por las calles, incluidas las mujeres que por gusto o necesidad se entregaron a los soldados invasores.
En Chile, a los colaboracionistas de la dictadura de las FF.AA. de ocupación interna, no se les ha tocado, ni en sus personas ni en sus bienes malhabidos y el pueblo ofendido ha respetado el Estado de Derecho.
Así como algunos criminales en Punta Peuco deben dar gracias a las convenciones de DD.HH. por estar vivos, los colaboracionistas deben dar gracias a las debilidades de la clase política dominante, la cual literalmente han comprado con su dinero. Para preservar el estatus quo.
NO HAY PERDON NI OLVIDO, QUE DIGAN ADONDE ESTAN LOS DETENIDOS DESAPARECIDOS. SON ASESINOS LAS NACIONES UNIDAS DICE QUE LA DICTADURA EN CHILE COMETIERON CRIMENES DE LESA HUMANIDAD Y DEBEN SER CASTIGADOS. tODOS DEBEN ESTAR EN LA CARCEL. TODAVIA MUCHOS ESTAN LIBRES.