“Lo que nos constituye como humanos es descubrir cómo el otro es un genuino otro”
por Ennio Vivaldi Véjar (Chile)
10 años atrás 16 min lectura
Discurso del nuevo Rector de la U. de Chile 2014-2018, Ennio Vivaldi Véjar
En la solemne ceremonia de cambio de mando, acto republicano presidida por la Presidenta de la República y Patrona de la U. de Chile, Michelle Bachelet, el nuevo Rector de esta Casa de Estudios, Ennio Vivaldi Véjar entregó su primer mensaje a la comunidad universitaria y al país. Revise a continuación su discurso completo.
La Universidad de Chile es una institución y es una comunidad. Es excepcional en generar un marcado sentido de pertenencia, tanto de que pertenecemos a ella, como de que ella nos pertenece. Muchos sentimos que nuestras vidas están indisolublemente ligadas a ella. Nuestra Universidad comienza a configurarse para algunos desde que se opta por postular a estudiar en ella. Para los estudiantes de provincia, que para ingresar debimos dejar nuestra casa y nuestra ciudad natal, la configuración anticipatoria carece incluso de la materialidad de ver cotidianamente desde la ventanilla de un autobús, este edificio que la identifica y que ocupa toda una cuadra de la Alameda. Pertenezco a las generaciones que muy mayoritariamente provenían de un liceo, en mi caso el Liceo 1 de Concepción Enrique Molina Garmendia. Desde que uno ingresa como estudiante a esta universidad, como es el caso de los alumnos aquí presentes, va poco a poco escuchando discursos felizmente monocordes con citas de Bello, con datos de Domeyko, Lastarria o Amanda Labarca. Se ingresa a una carrera y la historia de Universidad de Chile suele ser parte de los estudios mismos. A mi generación le correspondería ser estudiantes durante la Reforma Universitaria y en un momento de expectativas más amplias de nuevos proyectos de sociedad que habrían de crear formas inéditas de felicidad, adhesión y lealtad. Vivimos después la pérdida de compañeros como Carlos Lorca y Jorge Klein, de profesores como Enrique Paris. Un dolor que está siempre presente y cuya memoria nos mueve permanentemente a proteger a los jóvenes. Vivimos la intervención de la Universidad, momento en el cual quizás se nos hizo más evidente cuánto la queríamos y cuánto la necesitábamos. Se nos cercenaron las sedes y se nos quitó el Instituto Pedagógico, pero no se nos cambió el nombre: Universidad de Chile. Aquí trabajamos día a día con nuestros co-investigadores, aprendimos de las generaciones anteriores y compartimos con los nuevos contingentes de estudiantes. Por muy cotidiana que para nosotros haya llegado a ser esta Casa Central, la idea Universidad de Chile sigue casi tan inasible y desbordante, como cuando postulamos a estudiar en ella. Esa ambigüedad, sin embargo, parece paradójicamente incentivar afirmaciones categóricas, de certezas de cada cual acerca de la naturaleza y de nuestro vínculo con la Universidad de Chile: sentir que nuestras vidas están indisolublemente ligadas a ella.
Me corresponde hoy asumir la Rectoría de la Universidad de Chile. Me conmueve la presencia espiritual en esta casa de quienes a través de la historia han ocupado este cargo. Agradezco a los Rectores que me antecedieron con quienes sostuve una valiosa interacción personal, los Rectores Víctor Pérez, Luis Riveros y Jaime Lavados.
Me acompañarán en la Prorrectoría el Profesor Sergio Jara; en la Vicerrectoría de Asuntos Académicos, la Profesora Rosa Devés; en la Vicerrectoría de Asuntos Económicos y Gestión Institucional, el Profesor Enrique Manzur; en la Vicerrectoria de Investigación e Innovación, el Profesor Flavio Salazar; en la Vicerrectoria de Extensión y Comunicaciones, la Profesora Faride Zerán y en la nueva Vicerrectoría de Asuntos Estudiantiles, el Profesor Juan Cortés.
Un propósito fundamental que nos anima es trabajar con la máxima coordinación y sinergia con nuestras estructuras institucionales: Consejo Universitario, Senado Universitario y Consejo de Evaluación, así como las estructuras representativas del movimiento estudiantil y de los estamentos académico y funcionario.
Cito a Eugenio González al asumir la Rectoría en 1963: «Otro deber, altamente significativo, que compete a la Universidad, es el de tomar como suyos los problemas de nuestro pueblo y proponer soluciones trascendentes. La Universidad es una institución nacional, es un órgano del estado. Por lo mismo, debe estar al margen de la política partidista, de las disensiones ideológicas y confesionales; pero por su condición de entidad moral, no puede estar al margen de los imperativos de la justicia que impulsan el progreso social».
Este afán permanente de la Universidad, puede encontrar contextos más o menos receptivos según circunstancias históricas. La propuesta fundamental de nuestra postulación a la Rectoría fue hacer posible el recuentro de la Universidad con la tarea que la define desde su origen: construir y proyectar el espacio público de Chile. Lo creíamos factible porque veíamos un nuevo entorno, más reflexivo, mejor dispuesto a una evaluación crítica del presente, más convencido de que todos podemos y debemos asumir un rol en la toma de decisiones relevantes para nuestras vidas. A este entorno contribuían los debates suscitados por el movimiento estudiantil de 2011; la reciente instalación con importante respaldo popular de un gobierno que expresa la convicción de promover cambios significativos; y el reforzamiento en todos los partidos del espectro político y sectores de opinión de un genuino interés por los problemas del sector público y de la desigualdad social.
Hoy y siempre, esta Universidad cuyos académicos saben que su principal riqueza la constituye la coexistencia con quienes piensan diferente, debe llevar a los extramuros el pluralismo que la enorgullece. Si hay todavía en Chile un lugar en que jóvenes de muy distinto origen, ideología o cosmovisión puedan conocerse, ese lugar es la fiesta mechona de la Universidad de Chile.
Queremos hoy participar en grandes proyectos de trascendencia nacional y acrecentar diálogos entre la universidad y el gobierno, el congreso nacional, diversas cosmovisiones y actores relevantes. Pensamos instalar una estructura en nuestro gobierno universitario que facilite interfaces con comisiones de la cámara y el senado, ministerios, grupos de estudio y otras estructuras sociales.
En educación queremos contribuir a la formación de pedagogos, labor que hemos mantenido gracias a la resiliencia heroica de nuestro Departamento de Estudios Pedagógicos; queremos contribuir a la reconstrucción de la educación pública en todos sus niveles desde el marco curricular hasta los contenidos y valores que articulan la nación: ciudadanía, democracia, convivencia, confianza, cohesión; y queremos profundizar la investigación en educación. Nos interesa contribuir a programa de acceso efectivo, incluyendo las vías de ingreso a la universidad. Un curso no es un conjunto de estudiantes individuales, es una estructura de enriquecimiento recíproco. Es muy importante quiénes son, de donde provienen y cómo interactúan los jóvenes, pues es en esa interacción donde aprendemos a crear conocimiento, resolver problemas, aprender de los pares y generar liderazgo. Por otra parte, una buena educación pública de calidad es la única garantía de que la educación privada deba ofrecer distintivos que la justifiquen. La percepción de que sólo pagando se puede alcanzar una educación que posibilite el ingreso a las mejores universidades puede resultar en que Chile ofrezca al mundo un concepto inédito: «la educación privada obligatoria».
En salud nos interesa institucionalizar un gran programa de formación de especialistas en el contexto de una política de estado, como ocurre en todo el mundo. Hago notar, de paso, que no podría existir en Chile el sector privado de salud si no fuera por los especialistas que en su gran mayoría han sido formados por la Universidad de Chile. Otra labor que nos interesa en este ámbito es utilizar la telemedicina para mejorar la atención médica en lugares apartados y apoyar el carácter formativo de los profesionales recién graduados para incentivar su opción por esos lugares.
Son múltiples los temas atingente al sector público donde podemos y queremos tener presencia institucional: sustentabilidad, agua, catástrofes, vivienda y espacio público, energía, redes fotónicas, políticas de género y los temas jurídicos como reforma procesal civil y la nueva constitución.
La pregunta que parecería colegirse ahora es acerca de cómo generar proyectos y optar a recursos para implementar estas u otras propuestas, es decir, cómo llegar a ministerios y comisiones del congreso. Muy sinceramente, no creo que sea esa la pregunta fundamental. Pienso que la primera pregunta es otra: dado que nuestra Universidad es parte del Estado de Chile ¿Qué quiere hacer Chile con esta Universidad que le pertenece? ¿Para qué la quiere?
Por ejemplo: ¿Quiere que los jóvenes chilenos puedan estudiar gratis en ella o quiere que la Universidad se financie en parte importante con el dinero que paguen sus estudiantes? La gratuidad de la educación superior marca la diferencia entre un joven que tiene una deuda pecuniaria con un banco y un joven que tiene una deuda emocional con un país. Cuando en la prensa leemos una noticia sobre el poco interés de egresados chilenos por llenar cupos en consultorios públicos y otra sobre el costo de los aranceles universitarios ¿no estarán las dos noticias de algún modo relacionadas? Es tal la importancia que esta Rectoría otorgará a la formación de una conciencia social en los estudiantes, que vamos a presentar al Consejo y Senado Universitario un proyecto de congelamiento de aranceles a partir del 2015, financiado con fondos centrales, como un gesto unilateral de compromiso con la gratuidad de la educación universitaria.
¿Qué quiere hacer Chile con esta Universidad que le pertenece? ¿Quiere que sus académicos talentosos deban vender servicios como principal forma de financiamiento o quiere invitarlos a participar en proyectos de trascendencia nacional? La necesidad de autofinanciamiento ha sido nefasta para el espíritu de la Universidad. Dicho sea de paso, increíblemente se nos suele acusar de vender servicios. Eso significa ni más ni menos acusarnos de sobrevivir, de que en vez de morir o desnaturalizarnos, hayamos optado por y hayamos logrado subsistir. El autofinanciamiento desvirtúa nuestro quehacer y, en la medida en que cada cual ha de solucionar sus problemas presupuestarios, nos transforma en un archipiélago ni siquiera de Facultades, sino más bien de centros de costo, donde fractal mente cada Facultad es un archipiélago de Departamentos. El autofinanciamiento no sólo genera desigualdades, ya que obviamente a las unidades más ligadas a procesos productivos les es más fácil obtener recursos, sino también, y peor aún, desincentiva la colaboración entre áreas temáticas. A propósito, si bien es concebible proponer formas de redistribución presupuestaria, pienso que es mucho más importante fomentar, mediante grandes proyectos de trascendencia nacional, la participación colaborativa de académicos de las unidades con más experiencia en generar proyectos con las áreas menos favorecidas. En cualquier caso, a propósito de la desigualdad, quiero anunciar otra medida económica que enviaremos a discusión sobre tres cuestiones para ser implementadas a partir de 2015: política explícita de fijación de sueldos para los niveles directivos superiores; medidas para comenzar a revertir las desigualdades por factor género y medidas para comenzar a revertir las desigualdades entre académicos de distintas Facultades.
¿Qué quiere hacer Chile con esta Universidad que le pertenece? ¿Quiere que desarrolle las artes para contribuir a una construcción de nuestro tiempo? ¿Quiere una Universidad que asuma que basta el alto propósito de ser un país con inteligencia autónoma para incentivar el cultivo de las artes, las humanidades, las ciencias básicas y las ciencias sociales? ¿Quiere una Universidad que valore el estudio de nuestra cultura y patrimonio nacional? ¿Que tenga una política de relaciones internacionales que nos otorgue un protagonismo en el mundo?
En otro orden de cosas, la Universidad de Chile debe ofrecer opiniones frente a los problemas nacionales de su directa competencia, tales como la investigación científica y el sistema universitario. Nos interesa que el país promueva la investigación en ciencias sociales y humanidades así como la investigación tecnológica y biomédica trasnacional. En cuanto a la organización de las universidades, en la medida en que creemos en un sistema universitario, no en un mercado universitario, somos solidarios, y nuestra historia así lo demuestra, con todas las demás universidades. Es tan consustancial a la vida académica la colaboración recíproca, expresada, por ejemplo, en la complementariedad de técnicas entre laboratorios, en los seminarios para intercambio de ideas, en los proyectos conjuntos, que sería un despropósito que esa disposición no se viera reflejada en la interacción institucional. Pensamos además que tiene que haber un subsistema de universidades públicas del cual nosotros debemos ser parte muy activa y comprometida. Con estas universidades compartimos desde su origen el mismo acervo genético y, por lo tanto, las mismas funciones y destinos.
Otro gran objetivo que nos proponemos es la búsqueda de mecanismos de encuentro entre las autoridades del país, las autoridades universitarias y el movimiento estudiantil. Existe una energía potencial enorme en la creatividad y compromiso de los jóvenes. Es la responsabilidad de todos que ella se canalice constructivamente y no se disipe inútil o, aún peor, destructivamente. Esperamos tener éxito en esta materia, que es central para la buena marcha de la universidad y de la sociedad. Quizás un grafiti que leí nos ayude a aproximarnos a los jóvenes. Decía: «¡Basta de hechos, queremos promesas!»
Nos preocupa la situación del debate público en Chile. Creemos que nuestra Universidad puede y debe contribuir a promover ese debate en extensión y en profundidad. Además de nuestra excelente radio, la Universidad debe contar con un canal de televisión y fortalecer otros medios de prensa y editoriales.
Un gran debate que requiere ser explicitado, y que subyace a tanta discusión política circundante, es el de los valores que la sociedad chilena hoy sustenta.
Para abordar este tema, quisiera referirme coloquialmente una experiencia vivida en los años ochenta, cuando algunos académicos formamos un grupo para estudiar la socio biología, una propuesta que era entonces objeto de debate en todo el mundo científico excepto Chile. Hicimos una presentación, inédita, y osada por su implicancia política, en la reunión anual de la Sociedad de Biología de Chile de 1986. A partir del tema del determinismo biológico quisimos contrastar, con sendas citas, las dos cosmovisiones en pugna. La que percibíamos como el nuevo sistema de valores que se imponía en Chile, y la de aquellos valores del Chile republicano que habíamos conocido. La primera enfatizaba la competencia y la naturalidad de la exclusión. La otra, la solidaridad, la acción colectiva y la inclusión. La primera cita era de John D. Rockefeller: «El crecimiento de una gran empresa es simplemente la supervivencia del más apto… es simplemente la realización de una ley de la naturaleza y una ley de Dios». La otra cita proviene de un libro de Ítalo Calvino, «La Jornada de un Escrutador», cuyo protagonista es un intelectual comunista y se sitúa el día de un plebiscito ocurrido en 1954. Su tarea es ser apoderado de mesa de votación en el Cottolengo, institución de la Iglesia Católica que ampara a personas con déficit intelectual. (Hay un pasaje en que Calvino se refiere a la humildad de los materiales electorales: » La democracia se presentaba a los ciudadanos bajo esta apariencia humilde, gris y desnuda… una revancha sobre los fascistas que habían creído poder despreciar a la democracia precisamente por esta sordidez externa, por esta humilde contabilidad, y habían mordido el polvo, mientras la democracia, con su desnudo ceremonial de pedazos de papel doblado como telegramas, de lápices confiados a manos callosas o inseguras, seguía su camino»). El objetivo del protagonista era impedir que condujeran a votar por un partido afín a personas sin discernimiento. Pero pronto, en medio del Cottolengo, se haría inevitable la pregunta ¿dónde uno establece la línea que separa a quienes tienen y quienes no tienen derecho a voto? Dicho sea de paso, en ese 1986 cuando hacíamos esta presentación a la Sociedad de Biología, todos los chilenos, independientemente de nuestra capacidad intelectual, estábamos por debajo de esa línea. Y la siguiente pregunta inevitable: ¿qué significa ser humano? El Escrutador encuentra la respuesta en una sala del Cottolengo reflexionando mientras mira a un padre que concurre a la visita dominical, se sienta al lado de su hijo interno, y comparte con él unas nueces que le ha traído. La conclusión del personaje de Calvino: «Lo humano llega hasta donde llega el amor. No tiene otros límites fuera de los que nosotros le ponemos». Esta conclusión nos parecía que podía responder a la frase de Rockefeller.
Quiero mediante esta cita sugerir que la discusión incluso de los temas políticos más contingentes, tales como las reformas educacional o tributaria, requieren para su cabal sentido que los chilenos podamos conversar, en el contexto del respeto y de la democracia, acerca de los cimientos éticos sobre los cuales queremos construir nuestra sociedad. Como dice Humberto Maturana, el amor es el elemento constitutivo de lo humano. Lo que nos constituye como humanos es descubrir cómo el otro es un genuino otro. Justamente este descubrimiento es central al debate político del momento. La reforma tributaria y la reforma educacional son justamente caminos para, finalmente, comenzar a ver como genuinos otros a enormes segmentos de la sociedad chilena que han existido semi-ocultos. La Universidad de Chile debe auto convocarse para contribuir a las discusiones conceptuales que el mundo político y social del país requiera.
Agradezco el apoyo recibido en nuestra postulación a Rectoría. Agradezco a mi familia y a los universitarios que se integraron al comando de la candidatura. A funcionarios y estudiantes que nos trasmitieron inconmensurable alegría y afecto. ¿Cómo será esta Rectoría? ¿Por qué votó la comunidad académica como lo hizo? En una de las primeras clases a las que asistí en esta Universidad, Humberto Maturana decía que lo relevante en la percepción estaba en la estructura del observador más que en el objeto percibido. Quizás la analogía de Calvino entre votos y telegramas es más bien una metáfora. Quisiéramos pensar que la respuesta a qué ocurrirá en estos cuatro años no está tanto en una candidatura o un programa, sino está en las razones que cada uno tuvo para apoyarla. No quiero decir razones personales o individuales, más bien pienso en la ligazón íntima de cada uno con nuestra Universidad. No enfatizo el individualismo, sino la intimidad, quisiera dar a esa la palabra la fuerza poética conque García Lorca dijera:
«… la noche se puso íntima como una pequeña plaza»
Es desde ese sentido íntimo en que nos percibimos a nosotros mismos en nuestra vida académica que habrán de emerger formas de participación, de liderazgo, de cercanía entre autoridades y comunidades en la cotidianeidad del quehacer universitario. La emoción íntima del joven que siente la textura de su primera publicación o de la alumna en práctica de derecho que recibe un ramo de flores de parte de la familia a cuyo hijo defendió en la Corporación de Asistencia Judicial.
Neruda llegará a una cumbre literaria tras la búsqueda de lo denomina «la eterna veta insondable». A esa «eterna veta insondable» nos aproxima diciendo:
«lo que en el agua es patria transparente, campana
desde la nieve aislada hasta las olas sangrientas.»
A esa patria transparente está a su vez, indisolublemente ligada la Universidad de Chile
Muchas gracias.
Lunes 16 de junio de 2014
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