La meta de Israel en el Líbano, era acabar con Hezbolá, para lo cual trazó una estrategia que pudo ser genial, mas esta fracasando y puede terminar en un Waterloo.
A partir del dominio del aire, el ejército sionista convirtió al Líbano en un polígono de tiro para sus aviones. Operando contra blancos al alcance de la mano y con la seguridad de que nunca encontrarían enemigos en el aire, ni recibirían fuego desde tierra, los aparatos norteamericanos tripulados por ases israelíes, cargaron el mínimo de combustible y el máximo de bombas.
Con la seguridad que aporta una minuciosa exploración, los datos de los servicios de inteligencia propios y de sus aliados norteamericanos, el mando aéreo israelí seleccionó los blancos mientras que, sin nada de que preocuparse, los pilotos los batían mediante ataques de alta precisión a velocidades y alturas idóneas.
No hay error posible. La aviación de Israel dispara sobre blancos escogidos, con los tipos de bombas, cohetes y municiones apropiados y en el momento preciso. En el Líbano está ocurriendo exactamente lo que el sionismo quiere que ocurra.
La estrategia aplicada por Israel en el Líbano se apoyó casi exclusivamente en el empleo de la fuerza aérea para, por medio de la destrucción de las vías de comunicación, impedir el movimiento de las rampas móviles de Hezbolá y con la destrucción de la infraestructura de supervivencia, hacer imposible la vida, obligando al éxodo de la población.
Un mes después, la táctica calculada por eficaces computadoras, dibujada en mapas operativos, ensayada en maquetas y simuladores, se fue al cuerno. No sirvió. Ocurrió lo que más temen los oficiales de los estados mayores: hubo que improvisar.
El tipo de acciones combativas aplicado por Israel, lejos de revivir los esplendorosos instantes de la Guerra de los Seis Días o del Yon Kipur, condujo a la masacre de la población civil, mientras no existen pruebas de que la capacidad combativa de Hezbolá haya sido quebrantada. Por añadidura, ni un solo día los cohetes han dejado de caer sobre la población judía. La agresión al Líbano le ha costado más vidas a Israel que la liberación de Kuwait a Bush padre.
Los militares consideran virtualmente ganada una contienda cuando logran imponer su voluntad al enemigo, dictan las condiciones de la lucha, escogen el teatro de operaciones y se apoderan de la iniciativa estratégica.
Ese puede ser el escenario. Para Israel entrar en el Líbano con una agrupación de tropas terrestres, avanzar 30 kilómetros y pasar a la defensa, no es una victoria, sino un revés que puede ser el principio de una hecatombe.
Una situación así permitirá a los combatientes de Hezbolá operar en los flancos y la retaguardia de las tropas sionistas, hostigar sus líneas de abastecimiento y dedicarse a la caza mayor, esta vez sin atacar a los civiles en Israel ni ser estorbados por la aviación.
En una lucha de liberación nacional, Hezbolá pudiera transformarse en un autentico ejercito nacional, beneficiarse con la solidaridad internacional, cambiar la actitud de algunos países árabes y armarse como es debido. Es probable que en la región haya estados que sin estar dispuestos a combatir a Israel, ayudarían a quien lo haga.
Matar y asesinar impunemente a la población civil y amontonar cadáveres de criaturas indefensas, nunca condujo a la victoria, sino todo lo contrario. Israel puede haber caído en una trampa. Tal vez no le ocurra lo que a los nazis en Stalingrado, aunque tampoco se reeditaran los desfiles por el Sinaí.
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