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Irak: Cientos de miles de muertos exigen que no olvidemos esta mentira (documental)

Irak: Cientos de miles de muertos exigen que no olvidemos esta mentira (documental)
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Imagen superior: El Secretario de Estado norteamericano, Colin Powell muestra una pequeña probeta, en la sede de las Naciones Unidas, con la cual él quería demostrar al mundo que Sadam Hussein, había desarrollado y fabricado armas de destrucción masiva. 
La humanidad no puede olvidar esa horrible y criminal mentira, más aún en tiempos como los que vivimos, en que las mentiras se siguen repitiendo, llevándonos al borde del exterminio del género humano sobre la faz de la tierra.
La Redacción de piensaChile

17 de octubre de 2025

Pésima coreografía. Hay que ser un experto, tener mucha imaginación para interpretar las fotografías y grabaciones que compartió aquel día el secretario Powell en las Naciones Unidas.

Su discurso contuvo dos ideas básicas: Saddam miente y Saddam es amigo de Osama bin Laden.

Para tragarse el discurso de Powell había que tragarse también tres axiomas:

  1. La CIA es infalible.
  2. La CIA jamás ha manipulado o fabricado pruebas y
  3. Los equipos de inspectores de Naciones Unidas son poco menos que ingenuos e incompetentes.

Francia, Rusia, China, miembros con derecho de veto del Consejo de Seguridad reaccionaron de inmediato. Gracias por las pruebas, Mr. Powell, pero agregaron: «son sospechas poco creíbles». Para lanzar una guerra hay que basarse en hechos concluyentes, no en sospechas. Por tanto, si es necesario, hay que duplicar o triplicar el número de inspectores. Cualquier acción bélica tiene que pasar por el Consejo de Seguridad y no tiene sentido lanzar una guerra mientras no se hayan agotado las vías diplomáticas.

Los británicos, como siempre, más belicosos, afirmaron: «Saddam ha perdido su última oportunidad para desarmarse pacíficamente»

Sobre lo que dijo el general Collin Powell aquel día, hay que decir que no hay duda de que Saddam Hussein desarrollo y adquirió armas de destrucción masiva (ADM) en la década de los 80, cuando apoyado por EE.UU.  libraba una guerra contra Irán. Y esas armas de destrucción masiva las adquirió en países occidentales.

En ese entonces  Irak obtuvo precursores químicos, equipos y tecnología de múltiples países, principalmente de Europa Occidental y empresas de Alemania Occidental, así como de Francia, Reino Unido, Países Bajos y Estados Unidos . En ese entonces, las empresas privadas y esos gobiernos hicieron la vista gorda o facilitaron ventas bajo el argumento de que vendían materiales de «uso dual» (civil-militar).

La ayuda técnica vino de empresas alemanas como Karl Kolb GmbH y Pilot Plant las que proveyeron instalaciones para producción de gas nervioso. Países como Estados Unidos autorizaron exportaciones de materiales biológicos y químicos en los años previos a la guerra, pese a conocer el riesgo.

Balance final: Como quedó demostrado después de la guerra. Irak no poseía las armas de destrucción masiva que se alegaron como la principal justificación para la guerra. El episodio se recuerda como un catastrófico fracaso de inteligencia y un caso de estudio sobre cómo la información puede ser utilizada para justificar decisiones políticas preestablecidas. Las verdaderas razones de la guerra pueden seguir siendo objeto de intenso debate, pero la premisa central de las armas de destrucción masiva resultó ser absolutamente falsa.

En 1995, el profesor Siegwart-Horst Günther recogió algunas piezas de munición de uranio disparada por Estados Unidos en Irak y las envió a Berlín en una maleta diplomática. Para demostrar que se trataba de munición con uranio empobrecido, las hizo analizar en tres laboratorios reconocidos de Berlín (Hahn-Meitner-Institut, FU-Klinikum Berlin-Charlottenburg, Berliner Humboldt-Universität). Estos tres laboratorios independientes confirmaron la peligrosidad radiactiva de estas municiones. Cuando las autoridades se enteraron, lo detuvieron. El motivo que le dieron fue «posesión ilegal de armas y distribución de material radiactivo». La pena de prisión se conmutó posteriormente por una multa de 3000 marcos alemanes, cuyo pago él se negó a abonar. Como consecuencia, tuvo que volver a la cárcel y, tras una huelga de hambre y el pago de una fianza, fue puesto en libertad cinco semanas después.

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