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El triunfo del Anulo y el interés en silenciarlo

El triunfo del Anulo y el interés en silenciarlo
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13 de mayo de 2023

El Anulo dijo aquello que todo el mundo entiende claramente: que este proceso constituciónal es un negocio sucio del cual obtienen ganancia los mismos de siempre (¡ah! Cómo subieron las acciones de empresas chilenas el lunes siguiente a las elecciones!) que tiene por objeto darnos unos nuevos 30 años que serán lo mismo pero con una nueva derecha que reemplace a la anterior y una nueva Concertación que reemplace a la que está muriendo, no tan lentamente como ellos quisieran.

Los resultados de las elecciones son una estadística y un juego de discursos útiles a las necesidades políticas de quienes las emiten.

Los análisis políticos post electorales no son gratuitos, forman parte de esa misma discursividad utilitaria y esta última estadística que fueron las elecciones para designar consejeros y consejeras al Consejo Constitucional 2023 (CC2023) es una muestra reiterativa de ello.

Las elecciones al CC2023 forman parte nuclear de la estrategia diseñada desde noviembre de 2019 para encausar, cooptar, dirigir y, finalmente, hacer morir el ciclo revolucionario que tuvo su destape en octubre de 2019.

Esa estrategia tiene un principio rector que es el mantenimiento de la institucionalidad, lo que explica los malabares que se hicieron en la cúpula política chilena para sostener el gobierno de Piñera II hasta que concluyera su mandato formal.

Explica también que se sostenga al Director General de Carabineros que encabezó la letal represión a la revuelta social iniciada en octubre de 2019.

Otros aspectos de esa estrategia residían en intercambiar la Constitución de Pinochet por la electorización del proceso revolucionario, lo que facilitaría su institucionalización y el mantenimiento del calendario electoral institucional para reforzar el encausamiento de las fuerzas y energías revolucionarias y disiparlas en el desgaste del discurso electoral.

Un resultado posible era tener que aceptar una Constitución surgida de un aparato (la convención constituyente de 2021-22) demasiado teñido del asambleísmo (pese a no llamarse Asamblea Constituyente), del antiautoritarismo y del antipartidismo de la revuelta de octubre, en definitiva una constituyente demasiado influida, desde las rebeldías feministas, anarquistas, ecologistas e indigenistas entre otras.

Por ello es que una mejor opción para esa estrategia era la derrota de una propuesta constitucional demasiado temeraria todavía para el Poder en el territorio estatal chileno, pese a la timidez que demostraba el texto respecto a los aspectos centrales del modelo económico, social, ecológico y territorial chileno.

El gobierno de Boric, surgido de los votos de quienes apuntalaban el proceso revolucionario (los votos del “noviembrismo” no alcanzaban) ejerció una política prescindente y derrotista para la propuesta constitucional de 2022, efectivizada por:

a) la dirección dada al bloque de gobierno en la campaña por el Apruebo

b) en volver obligatorio un voto que, en cuanto a su alcance, ya era universal respecto a la ciudadanía chilena, lo que implicaba traer al ruedo electoral una incertidumbre conveniente a la opción “rechazo” dirigida ya por la nueva derecha chilena.

La derrota de la constitución sería la derrota del sector revolucionario, en realidad el único temor de la clase pudiente en Chile. Ese sector revolucionario, que había colocado a Boric en el gobierno en un voto contra el derechista Kast, se había asociado críticamente a la propuesta constitucional, aunque en lo simbólico político esa asociación era estrecha.

La segunda parte de la estrategia entonces fue administrar la derrota de la propuesta constitucional, distanciándola del gobierno y plantear un nuevo proceso constituyente a la medida de un congreso chileno aun anclado en los “30 años”.

Así surgió un proceso constituyente senatorial, curado por una instancia diseñadora (el comité de expertos) y moderado por una instancia de certificación (el Comité Técnico de Admisibilidad), apenas conservando el criterio de paridad del proceso anterior.

Se borró toda influencia del proceso revolucionario en la institucionalidad constituyente, reemplazándola por una institucionalidad conservadora.

La tarea de sepultar el proceso revolucionario no concluyó con la derrota del “apruebo” en el plebiscito de salida 2022.

El sector revolucionario había dejado en claro que se hacía parte del apruebo de malas ganas, dado el cariz mediocre, tímido y sistémico del texto constitucional propuesto.

Otro sector, más anarquista que otra cosa, se decantó por llamar a anular en un escenario de obligatoriedad del voto, obligatoriedad reforzada por una fuerte penalidad económica. Había pues que ir a un tercer momento de la estrategia de control (hasta la desaparición) del proceso revolucionario.

Este tercer momento pasa por volver invisible la posición revolucionaria respecto al nuevo proceso constitucional y en articular, por parte del gobierno Boric, un gran arco institucionalista que se diferencie de los extremos: la derecha de Kast por un lado y la rebeldía de octubre por otro.

Kast resulta muy conveniente entonces pues es posible presentarlo como un extremista de derecha respecto al cual los “30 años” pueden y deben agruparse con el gobierno Boric para defender una institucionalidad demócrata, capitalista y liberal como en los “30 años” pero sin la constitución de Pinochet.

Por ello es el gobierno Boric ha asumido el resultado electoral como una derrota, pese a no serlo (al menos no para el gobierno) y reconocer el triunfo apabullante de la derecha de la derecha (que no fue apabullante).

Ello le permite azuzar por un lado la discursividad triunfante de la intolerancia del sector Kast, que sirve para espantar a la vieja derecha de querer establecer alianzas con ese bloque y mirar con ojos favorables una alianza constitucional con un gobierno “derrotado” y dependiente, fácil de manejar.

El discurso de derrota de Boric es útil como política de las emociones para la derecha de Chile Vamos/Seguro en un llamado a realizar una alianza fáctica que redacte una constitución sin extremos y que se publique con la firma de Gabriel Boric, este mismo año.

En esa política de las emociones, la culpa de la derrota es un dardo que bien lanzado puede dar mucho rendimiento. Por un lado, no culpar a la ex Concertación (reducida a la DC, PPD y PR) ayuda a mantener en el Congreso los puentes tendidos con la derecha de los “30 años” para operativizar una alianza constituyente.

Por otro lado,

culpar al “Anulo” tiene la ventaja de conducir la frustración autoprovocada, provocar un conflicto desgastante para los sectores revolucionarios y romper los lazos que el “Apruebismo” siguen manteniendo con el “Anulo”.

La derrota (y su amenaza) es lo que mejor administra el gobierno institucionalista de Boric y con ella se permite atacar a quienes quieren más y no menos.

Las responsabilidades en que al bloque de gobierno no le hubiese ido mejor en estas elecciones está en la ex Concertación que optó por llevar lista propia. Eso es muy claro y evidente.

Pero enviar el dardo de culpa a ese sector no es conveniente puesto que no solo es también gobierno, sino que además no cumpliría la función útil de seguir disminuyendo la influencia de los sectores revolucionarios representados en el Anulo.

La política emocional es dirigir esa frustración (propia) hacia una conflictividad que perturbe y silencie al Anulo, de anular al Anulo se trata.

Los números son claros: los votos anulados, en blanco y la no participación superan con creces a todas las otras posiciones, habiendo aumentado cada una de esas posibilidades respecto al voto obligatorio anterior, tanto numérica como proporcionalmente, en específico

el crecimiento del voto anulado fue espectacular: de un 1, 54% en 2022 a un 16, 98%.

Esta vez más gente decidió no ir a votar, pese a los castigos estatales; más gente decidió no manifestar ninguna opinión y mucha más gente decidió anular el voto.

En conjunto casi 5 millones de personas negándose a ser parte de un proceso surgido desde arriba para beneficio de los de arriba.

Esta mayoría absoluta tuvo una voz muy sólida y clara. Una campaña sorprendentemente precisa en sus contenidos y cercana en su exposición. Una campaña ganadora, en definitiva.

Se aprovechó los conocimientos adquiridos en la campaña de Anulación de 2022, casi exclusivamente anarquista y se ampliaron: multiplicidad de voces y vocerías, ninguna direccionalidad central. Múltiples miradas al problema, representados en la posibilidad estadística que da el proceso: anular, no ir a votar, dejar en blanco.

Comprometidos con la estrategia de aniquilación política del proceso revolucionario eclosionado en octubre de 2019, los medios de prensa intentan silenciar este triunfo amparados en la condición estadística del anulo: es una posibilidad, no un nombre con apellido, no una candidatura a la que capturar como parte del relato institucionalista.

Por ello la respuesta ha sido silenciar de diversos modos este triunfo del Anulo, desde dejar de mencionarlo o considerarlo una anécdota estadística o insistentemente negarle unidad, coherencia y direccionalidad política, incluso por los analistas más alternativos.

Este proceso constitucional es un negocio sucio, del cual obtienen ganancia los mismos de siempre y  tiene por objeto darnos unos nuevos 30 años, que serán lo mismo, pero con una nueva derecha, que reemplace a la anterior y una nueva Concertación, que reemplace a la que está muriendo.

El Anulo dijo aquello que todo mundo entiende claramente: que este proceso constitucional es un negocio sucio del cual obtienen ganancia los mismos de siempre (¡ah! Cómo subieron las acciones de empresas chilenas el lunes siguiente a las elecciones!) que tiene por objeto darnos unos nuevos 30 años que serán lo mismo pero con una nueva derecha que reemplace a la anterior y una nueva Concertación que reemplace a la que está muriendo, no tan lentamente como ellos quisieran.

La capacidad política representada en el Anulo está en un verdadero compromiso con la situación económica, sociocultural y ecológica de las gentes y territorios que hacen a Chile, compromiso que se efectiviza en instancias de acción directa y comunitaria, de orgullo de clase e identidad, de solidaridad y afectividad, miles de experiencias organizativas que no han esperado nada del Estado para resolver lo que el Estado, Capital y patriarcado producen: un permanente saqueo legalizado mediante sus constituciones.

Que el Anulo se instale en el Rechazo para el plebiscito de salida 2023 es lógico y sin contradicción alguna. La constitución de Pinochet y la transición que cimentó ya están fenecidas. Cayeron en octubre de 2019 y aunque se mantengan en la máscara institucional, es justamente esa institucionalidad la que lucha por cambiar de máscara sin trauma y sin dar espacio al proceso revolucionario.

Por ello mismo es que el gobierno Boric no se sumará al rechazo fácilmente, tratará de salvar el proceso “fome” a todo trance.

-El autor, Pelao Carvallo, es escritor, poeta y comunicador chileno/paraguayo. Integrante de la Red Antimilitarista de América Latina y el Caribe (Ramalc).

*Fuente: ElDesconcierto

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El destino de un país

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