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«La bestia», un cortometraje para la conciencia nacional

«La bestia», un cortometraje para la conciencia nacional
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27 de marzo de 2022
En estos días se presenta un documental chileno en Estados Unidos, «La Bestia», con serias posibilidades de ganar el máximo premio del Cine internacional, Los Oscares, tal como lo fue hace unos años con la historia del Oso, son esfuerzos que se hacen desde la cultura para aportar tal como lo han dicho sus autores, a que las violaciones a los DDHH y a la vida, que se cometieron en dictadura como políticas de terrorismo de Estado, no se repitan nunca más. «La Bestia» es entonces una expresión del arte y la cultura estrechamente ligadas con la sociedad y con una época en donde y en la cual han sido producidas, porque después de todo, una de las características del arte es la de estar unos pasos por delante del desarrollo del pensamiento y de la organización social.

Desde la óptica que se quiera mirar, «La Bestia» es un oportuno llamado a no olvidar y a no permitir que el negacionismo nuble la verdad, o que les facilite el camino a quienes han vivido escondidos en la impunidad sin responder por sus acciones, negando el pasado a su conveniencia, desde las esferas académicas, políticas y militares, lo que es también una expresión de odio, sobre todo hacia quienes fueron las víctimas de la dictadura y a sus familiares. Así entonces el sancionar o no el negacionismo es un debate oportuno, en particular para una nueva constitución, que es donde debe reflejarse su rechazo, como lo es en países europeos que sufrieron políticas de exterminio a personas, en los cuales el negar la existencia de los crímenes contra la humanidad cometidos, es un delito, lo que debe ser equivalente para la dictadura de Pinochet.

Por estas razones no cabe el argumento que algunos utilizan en el sentido de que una ley de este tipo violaría el derecho a la libertad de expresión, porque por años y justamente a través del abusivo ejercicio de la libertad de expresión, se afectó el derecho de otras personas de conocer la verdad de lo sucedido, de que la justicia actuara en contra de los criminales y de recibir una reparación por los horrores sufridos. El negacionismo por lo tanto, es un obstáculo para la sana convivencia de la sociedad e imposibilita todo basamento ético para el respeto de los derechos humanos fundamentales, que son la base del nuevo Chile que se pretende dibujar en la nueva constitución.

Pero más allá de la racionalidad del análisis de esta obra, la que aparece en medio de una época de sobreproducción de cosas, de imágenes, de pensamientos, de tecnologías, en la que pareciera que todo se ha dicho y todo se ha creado. En este contexto «La Bestia» cobra mayor valor porque a pesar de que, bajo la egida de este sistema neoliberal extremo en el que vivimos, en el cual incluso lo revolucionario es convertido en objeto de consumo, este cortometraje por su contenido tocó nuestra fibra y nos llamó a una reflexión profunda.

Cada imagen y cada detalle que muestra «La Bestia» son puntos comunes y de encuentro ineludibles con el pasado vivido, particularmente para quienes sufrimos, sufrieron y sobrevivieron a la tortura, nos hizo recordar no solo lo duro del maltrato físico, o psicológico, sino que, el ambiente de indefensión que una persona puede llegar a experimentar en situaciones como esa. El detalle de la radio, un aparato que intencionalmente se hacía sonar a todo volumen, para acallar los gritos de dolor que salían de los lugares de tortura, en donde el ambiente de soledad absoluta era el único compañero posible, en ese ambiente una bestia despiadada hacía con su  prisionero o prisionera lo que su horadada conciencia le permitía, todo eso bajo la aureola de estar actuando en bien de la democracia y de los valores de la sociedad libre y demases.

Las imágenes muestran a la  bestia en su hogar y luego caminando “hacia su lugar de trabajo”, al que llega a firmar un libro de asistencia para luego empezar a cumplir “con su pega”, que es  torturar y realizar las aberraciones sexuales que para la mente humana  hoy son inimaginables, pero que en ese contexto, de abuso de poder, todo era permitido y justificado para con sus prisioneras y prisioneros. Cometían brutalidades con la excusa “de  sacar información” o simplemente, para ejercer el poder ilimitado y ejemplarizador, para luego terminada su labor, tal como muestra la película, su víctima asesinada brutalmente, su cadáver, era sacado en el portamaletas o la cajuela de un vehículo para lanzarla al mar, enterrarla en un lugar desconocido y consumar su  desaparición.

Así en ese recorrido que hace todos los días la bestia en el cortometraje, la rutina entre su casa y su lugar de trabajo, que es un centro de tortura, en la vida real, en lo vivido, transcurrían horas, días, semanas y meses que para quienes estaban en los sótanos de una  casa, de la Academia de Guerra de la Fach, en las bodegas de un buque de  la armada o en un cuartel del ejército o de la DINA y la CNI, eran interminables. El único límite era simplemente la imaginación y la incertidumbre, acolchonadas en el acostumbrase a resistir sin pensar en el mañana, que en ese momento no existía, solo la espera, para bien o para mal, que todo en algún momento debía terminar.

Era una época en la cual se justificó  lo repulsivo de la tortura y el asesinato, una época en la cual existieron muchas bestias, que no son el fruto de la imaginación, por el contrario, fueron actores de una historia real, en la que militares y carabineros en su mayoría, ultrajaron y le hicieron un daño irreparable a millones de personas, entre ellas, a miles de mujeres, torturadas y atacadas sexualmente por sus captores, dejando una macabra huella del poder patriarcal. Por eso el documental nos identifica a muchos y a muchas, primero, porque es un arte comprometido a contar la verdad, que desenmascara en los pocos minutos que dura el cortometraje el ejercicio del abuso del poder, sin límites ni controles, nos muestra el sometimiento y a la indefensión al que se exponía a las víctimas, a cualquier chileno y chilena que caía en manos de esos seres abominables y depredadores.

No olvidar ni permitir la impunidad, aunque esto se ha repetido muchas veces, es otro de los mensajes de «La Bestia», nos dice que si olvidamos nuestra historia no tendremos un futuro posible y estamos condenados a vivir la repetición de ese pasado odioso, como ya sucedió en octubre del 2019, por ello la Bestia es un cortometraje que llama a la reflexión sobre el anhelado “nunca más”. Lo que significa que nunca más aparezcan estas bestias que justificadas y amparadas desde el poder destruyen vidas, asesinan, torturan y cometen aberraciones  para luego vivir en impunidad, como aun sucede en Chile, habitando en una burbuja que les señala como los héroes “que salvaron a la patria del comunismo” y todas esa patrañas inaceptables por la inteligencia humana.

Ciertamente que recordar, escribir o hablar de estos temas no es algo que uno quisiera hacer, tampoco es fácil, pero son necesarios de traer al debate público, porque durante estos más de treinta años de gobierno democráticos, ninguno de ellos abordo el tema en profundidad, por lo que  en las FFAA y Carabineros, se continua formando a los Oficiales y suboficiales para la persecución del enemigo de Chile, el enemigo interno. El cortometraje lo dice sin decirlo, que la tortura requiere de un torturador, una mujer en este caso, responsable de planear y de causar dolor a otros, en todos estos años se pensó que ya no seriamos testigos de estas aberraciones sin embargo en el 2019 reflotaron todas estas prácticas, fueron decenas los jóvenes torturados, bajo la excusa de perseguir terroristas.

Jóvenes desnudadas y agredidas sexualmente en comisarías de carabineros en el 2019 nos mostraron que la tortura y el hacer daño a otros y otras como sucedió con quienes les quitaron sus ojos por disparos de perdigones policiales, es una práctica que no está erradicada, lo que valida el constante reclamo a reformar las policías y las FFAA. Lo que nos muestra el cortometraje «La Bestia» es que los torturadores y las torturadoras existen, que no son «sádicos ni asesinos por naturaleza», tal como lo escribió Hannah Arendt en su libro Eichmann en Jerusalén, son personas formadas para realizar estos actos cobardes, son adoctrinados y al final excusados, bajo la idea de que cumplían servilmente órdenes superiores.

Finalmente, bien por la película «La Bestia», que gane el Oscar, pero si no lo hace, ya fue un aporte a la historia de la vida social y política nacional, la que también nos recuerda la entrega sin límites de hombres y mujeres que se atrevieron a luchar en contra de este tipo de bestias asesinas, para quienes empoderados por el terrorismo de estado no existe la ley. Son muchas la victimas que murieron en cámaras de torturas en todo el pais, verdaderos  héroes y heroínas anónimos pero también, fueron muchos y muchas los y las que escribieron en páginas muy hermosas, en el libro de la conciencia colectiva, la resistencia a la dictadura, la que por su validez, están grabada en las conciencias de los seres consecuentes que habitan Chile, un pais dolido por golpes criminales y por hordas de personajes perversos que actuaron y actúan amparados en la Seguridad Nacional.

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