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Novela «La Universidad de Pinochet»

Novela «La Universidad de Pinochet»
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Ansioso, Rafael Bobadilla espera el momento adecuado para detener la micro. Su mano derecha entra y sale del bolsillo de la sebosa chaqueta azul.

Hijo único, de padres separados, recuerda cuando su madre, Inés Celada, lo recriminaba porque su mano entraba y salía de su jardinera en los pasillos de la Estación Central.

A los seis años, Rafael vio cómo los gritos y golpes azotaban la psiquis y el cuerpo de su madre. Un fin de semana era porque las camisas no estaban bien planchadas, la semana siguiente porque la comida estaba tibia, o simplemente porque no quiso tener sexo; escenas que colmaron la paciencia del niño, que con un palo de escoba golpeó la cabeza de su padre, que quedó tumbado en el suelo toda la noche.

Rafael e Inés se fueron a la casa de un pariente. Sin quererlo, pasó de niño a compañero y borrador de adulto, sus rodillas apenas cubiertas por la jardinera de tela gris.

Mientras colaboraba con las labores de la casa, esperaba alegre la llegada del viernes. Si había buenas notas, podría leer el Mampato o el Condorito que un vecino coleccionaba. El domingo, luego de ir con Inés a la feria, podía, a eso de las seis de la tarde, leer a Julio Verne y su Arichipiélago del Fuego. El libro fue el regalo de navidad de su madre para que Rafael nunca dejara de soñar.

Suena la bocina de un taxi y la ciudad de Santiago lo despierta de aquella ventana al pasado.

Rafael vuelve a sentirse ansioso e inseguro. Sus dedos recorren los lápices grafito que pretende vender una vez que la micro pare.

Más de doce meses han pasado desde que Rafael Bobadilla viera romperse el sueño de escalar en su trabajo académico en la Universidad de Chile.

Bobadilla voltea para asegurarse de que el semáforo cambie a rojo. La micro no va repleta y puede, en el pasillo con olor a parafina, pasearse y detallar las bondades de los Faber Castell N°2 para responder pruebas, incluso la de Aptitud Académica, dibujar o usarlo de pinche para el pelo.

Sus ojos verdes pestañean mientras, poco a poco, la micro empieza a frenar. Está solo. El conductor abre la puerta, pero Bobadilla queda petrificado. Su cuerpo no responde y simplemente comienza a repasar los días y meses previos a su despido de la Universidad.

Enero de 1979 y Rafael Bobadilla recibe una carta. En el remitente y escrito con tinta azul, el nombre del rector de la Universidad de Chile, Eleodoro Risopatrón.

Rafael Bobadilla, excitado por la misiva, toma el abre cartas que heredó de su abuelo y comienza a despegar las hojas de su pasaje al futuro. El arco de sus cejas coloradas se encorva y su boca esboza una sonrisa.

Risopatrón lo citaba a una reunión urgente a las 08:30 de la mañana. Había sido seleccionado para el cargo de secretario personal del rector.

A la hora convenida y vestido de riguroso azul marino, Bobadilla, carta en mano, llega a la oficina de la rectoría.

“Buen día, señora Clara, el rector me espera”.

“Espere unos minutos, don Rafael. Ya le informaré al rector y al resto de la Comisión de su presencia”.

El grupo de ilustres era encabezado por Eleodoro Risopatrón; el pro rector y coronel en retiro, Segismundo Muñoz, y la Vicedecana de asuntos internos, Roxana Fernández- Mc Dell. Sobre la mesa, su currículum con algunas cartas de recomendaciones, su certificado de antecedentes y concentración de notas de su paso por la Universidad.

“Mire, Rafael, le voy a ser sincero. La decisión ya está tomada y sólo queremos escuchar de usted qué opina de los cambios que el gobierno está llevando adelante en materia educacional y, en especial, sobre la necesidad de abrir universidades privadas en regiones, así como en Santiago”.

La mano de Bobadilla empieza a salir y entrar del bolsillo derecho de su chaqueta azul.

Guarda silencio, sabe que al más mínimo comentario que se aleje de los lineamientos del régimen, lo dejan fuera del cargo y, con ello, de su futuro como profesor universitario.

Bobadilla carraspea y comienza a elaborar una respuesta coherente pese a no ser aún un buen orador.

“Emmm, bueno, al igual que en el resto de las estructuras de la sociedad, y me refiero en especial a la economía, nuestro país está viviendo un cambio radical sobre cómo enfrentar al mundo y las economías que se conocen. La apertura del mercado nacional y los beneficios que esto está trayendo a nuestro país, así como los subsidios estatales para que empresarios innoven en áreas como las pensiones, salud y servicios básicos; son el horizonte que deben seguir las universidades, al igual que los institutos profesionales, señor”.

Los integrantes de la comisión lo miran con algo de sorpresa y le piden que salga unos minutos del salón.

Rafael Bobadilla piensa que su argumentación en favor de los cambios estructurales que estaba llevando adelante la dictadura no alcanzaron la profundidad ni extensión que esperaba la comisión.

Además, Bobadilla pensaba en el sueldo, grado 8, unos ocho mil pesos, nada mal para alguien que llegó al cupo luego de varios sumarios a profesores culpables de instigar rebeliones al interior de la Universidad o de tener una destacada participación en el gobierno de la Unidad Popular.

Se abre la puerta del salón Domeyko y Bobadilla es invitado a pasar y sentarse para oír el veredicto de los académicos examinadores.

“Luego de analizar sus antecedentes académicos, familiares y de compromiso con el gobierno, esta comisión ha decidido nombrarlo secretario del rector. Lo felicito, Rafael, esperamos que esté a la altura de la confianza que hemos depositado en usted y que su desarrollo como secretario sea, en el mediano plazo, la manera de integrarse a la planta universitaria, que necesita de compatriotas como usted”, indicó Risopatrón.

Rafael Bobadilla, absorto con la noticia, se levanta de la silla y, tímidamente, extiende su mano a cada uno de los integrantes de la comisión. Es asignado para llevar la agenda de reuniones, revisar oficios –en especial sumarios a estudiantes y profesores– dado su prontuario como egresado de derecho.

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-El autor, Juan Guerra Aguilera (Santiago, 1968), es periodista de extensa trayectoria en el sector de edu- cación (2008-2018). Reporteó e investigó las movilizaciones estudiantiles desde 2011, así como las repercusiones de las reformas en educación, impulsadas en el segundo gobier- no de Michelle Bachelet (2014-2018).

 

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