8 de marzo en las calles y un desafio para nuestra izquierda
por Enrique Villanueva M. (Chile)
5 años atrás 8 min lectura
“Por un mundo donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres”…
Rosa Luxemburgo
Memoria histórica, recordamos el 8 de marzo, pero sin olvidar el pasado, sin olvidar a las mujeres que por años han luchado por sus derechos, muchas de ellas que entregaron sus vidas combatiendo por los mismos objetivos que hoy se hacen actuales en este Chile que despertó. Es lo que encierra esta fecha, con el homenaje que se le rinde en todo el mundo, a las 129 mujeres que murieron en un incendio, Estados Unidos, el 25 de marzo de 1911, encerradas por los dueños de la empresa luego de que estas se declararan en huelga con permanencia en su lugar de trabajo[1].
Mas de cien años después, las reivindicaciones de la mujer siguen siendo para terminar con la discriminación y por la igualdad de derechos, en el espacio publico y privado. Por el trato laboral y por la igualdad de los salarios, en relación a los que perciben los hombres por las mismas actividades. Por su derecho a participar en las decisiones políticas y que tienen que ver con el futuro del país en igualdad de condiciones que los hombres. Por el reconocimiento y respeto por los derechos sexuales y reproductivos. Por el derecho a vivir una vida libre de violencia, por el hecho de ser mujer y por lo tanto expuestas a la violencia y el acoso.
En estos momentos, de profundos cambios que estamos viviendo, los derechos de la mujer son determinantes para alcanzar el Chile distinto inclusivo e igualitario que queremos construir, una lucha que se ha tropezado antes y ahora con la cultura y la actitud conservadora, de quienes de manera trasversal, se oponen y se resisten entender que el patriarcado y el machismo en todas sus formas es obsoleto. Poner termino a la desigualdad social, al abuso, incluye terminar con la discriminación odiosa que por años acompaña la vida de las mujeres, acosadas permanentemente por un modelo de sociedad que desde la educación origina el maltrato a la mujer, un sistema educativo que se caracteriza no solo por su carácter mercantil sino que, por su acentuado carácter clasista, sexista, autoritario, antidemocrático y excluyente.
Una realidad que en el mundo indígena impacta de manera mas radical, en el cual la mujer indígena es discriminada porque pertenece a un sector social de bajos ingresos, por ser indígenas y además por ser mujeres, situación que se agrava mas aun, por la violencia que sufre el pueblo mapuche en la actualidad. Impactado por la violencia que el Estado ejerce sobre ellos y ellas, a través del despojo, la desterritorialización, la violación, el robo, el engaño, el abuso que se expresa hoy, de manera cotidiana, con los continuos allanamientos a sus hogares, excusándose, la autoridad, en la “lucha antiterrorista” cuando en realidad las fuerzas policiales las ofician de guardianes de empresas forestales y de grandes terratenientes en el sur del país.
Enfrentar la realidad que vive la mujer en nuestro país por lo tanto, es un desafío para todos y en particular para nuestra izquierda, donde aun existe una postura de adhesión al feminismo sin una practica que demuestre aquello, por el contrario, son mas frecuentes el amparo y la protección a pares comprometidos con acoso sexual, agresiones físicas y psicológicas, presiones y toda expresión de barbarie machista en contra de las mujeres. Es en nuestra izquierda donde estos cambios deben ser una realidad, porque es la izquierda la que se define como tal porque quiere cambiar el modelo de sociedad en el que vivimos, que quiere sacudirse del neoliberalismo generador de desigualdades y abusos, lo que obliga a una condena sin justificaciones del maltratador y del abusador, condenándolo y denunciándolo, sea este quien sea e indiferente del cargo o lugar que ocupe.
Asumir este desafío significa también cambiar las formas de hacer política, reivindicando con esto la posición de la mujer en nuestras luchas y en nuestra sociedad. Lo que es una tarea primordial, de todos y de todas quienes pretendemos construir una sociedad más justa e igualitaria y, de paso, dignificar la práctica misma de hacer política.
Tenemos que reconocer que en esto nuestra izquierda ha sido conservadora, porque hemos construido la identidad política desde el “macho”, desde el patriarcado, una realidad que niega el rol de las mujeres como sujetas de transformación, excluyéndolas del proyecto político. Los cambios que requiere el país incluyen el cuestionamiento y la condena a cualquier sistema de opresión, maltrato, especialmente el machismo, estableciéndose nuevas formas de convivencia política en el que se redistribuya el poder: económico, cultural y sexual.
Lo que hemos visto en estos cinco meses de rebelión social así lo demuestra, como nunca antes se ha reactivado la convivencia política y social, en las marchas y manifestaciones han confluido feministas de todos los tiempos, jóvenes y no tan jóvenes, generaciones distintas, con militantes y no militantes, pero todos y todas, rechazando el conservadurismo político y el oportunismo que en 30 años prácticamente ha hecho desaparecer la presencia de una izquierda orgánica anti neoliberal y revolucionaria.
Es una realidad potente, que permite o debe hacerlo, empezar a recomponer nuestra izquierda, porque desde la izquierda es que históricamente se ha luchado en contra de la explotación y la discriminación, pero, iniciando esta tarea, desde nuestra historia y principios, la izquierda de Salvador Allende, de Miguel Enríquez, de Raúl Pellegrin, de Lumi Videla, Cecilia Magni, de Gladys Marín, abordando juntos el proceso real de despatriarcalización, que implique asumiendo como propios, como parte de la identidad política de la izquierda, el feminismo y sus principios revolucionarios, sacudiéndose de prejuicios, los que particularmente nos alejan de las luchas por la libertad de las mujeres y la comunidad TLGB.
Así entonces, tenemos un desafío por delante, que es compartido, transformarnos en una izquierda que apueste por la renovación generacional y que cree mecanismos de equidad que permitan que las mujeres y jóvenes participen de manera igualitaria en los espacios de representación y decisión. Esto incluye e implica, hacer de nuestra izquierda una fuerza feminista, extirpando la misoginia, el acoso y la homofobia de nuestros propios espacios,
Pero no hay cambios sociales ni políticos sin luchar, porque los derechos hay que exigirlos, como lo están haciendo millones de compatriotas en las calles desde el 18 de octubre pasado. Venciendo la resistencia del poder, el que hoy se manifiesta en un gobierno ineficaz, represivo que criminaliza todas estas expresiones de democracia, que es la justa lucha por los derechos.
Son mas de dos mil las chilenas y chilenos que están en prisión preventiva desde que inicio la rebelión social, de los cuales una parte importante son menores de edad y jóvenes sin antecedentes penales. Tal como sucedió en las multitudinarias marchas de hoy 8 de marzo, la denuncia a este atropello a los derechos humanos estuvo presente en el reclamo y en las miles de pancartas que reclamaban libertad para las presas políticas de la revuelta social.
Este gobierno criminal, tarde o temprano, tendrá que sumir la responsabilidad que le han señalado organizaciones internacionales sobre la sistemática violación a los derechos humanos. Porque tal cual lo fue ayer, hoy tampoco habrá perdón ni olvido, sino que, justicia.
Las presas políticas y los presos políticos de hoy, son las luchadoras y los luchadores sociales que se atrevieron a enfrentar al poder abusador y explotador que actúa y actuará siempre en contra de quienes les desafían. Hoy estamos frente a un gobierno que no tiene apoyo ciudadano, que solo se mantiene por la fuerza de la represión, con el apoyo de las elites políticas que administraron el modelo dictatorial por 30 años, y por el apoyo de los grandes poderes empresariales.
Hace treinta años atrás la dictadura utilizó el terrorismo de estado para reprimir y asesinar a miles de compatriotas, hombres y mujeres, quienes lucharon por un país distinto, inclusivo y mas igualitario. Este 8 de marzo son miles las mujeres las que salieron a reclamar por sus derechos, uniéndose en la memoria histórica a las luchadoras y luchadores del pasado, en un encuentro valioso que fortalece el pasado común y nuestra historia.
A seguir avanzando, todos estos esfuerzos tendrán un gran primer logro, aprobando el próximo plebiscito para iniciar los cambios que queremos en nuestro país, con una nueva Constitución, para avanzar en las transformaciones al sistema económico, terminando con la grosera concentración del poder en unas pocas manos, que es la razón del subdesarrollo y desigualdad en la que vivimos.
El plebiscito y el cambio de la Constitución son el inicio, es la puerta al cambio para lograr un país mas justo e igualitario, es el camino inicial para construir un proyecto de nación propio y un sistema económico alejado de la visión neoliberal, lo que será posible con la herramienta que hoy tenemos y que estamos fortaleciendo, la movilización social, con el pueblo en las calles exigiendo cada uno de nuestros derechos, que es el camino iniciado por los jóvenes estudiantes el 18 de octubre pasado y que pusieron a chile en rebeldía social.
Nota:
[1] incendio en la fábrica Triangle Shirtwaist en New York, el 25 de marzo de 1911, que causó la muerte de 146 trabajadoras, la mayoría de ellas jóvenes inmigrantes. El motivo de la huelga, fue la reducción de la jornada laboral a 10 horas, un salario igual al que percibían los hombres que hacían las mismas actividades y las malas condiciones de trabajo que padecían.
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