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Una mancha agreste

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Domingo, 29 de julio de 2018

Una mancha agreste

Una mancha agreste en el recuerdo,

aparece de vez en cuando.

Nubla mi sentimiento,

nubla  mis quereres,

nubla mis verdades

e idiotiza mi razón.

Es cruel el recuerdo,

pero es más cruel la esperanza,

aquella que siempre estuvo;

es cruel porque me abandona,

y es más cruel que todo,

porque al abandonarme

me deja sola,

y la soledad, como sabes, hermana,

como siempre, me ha matado.

Vuelve a hacerlo, silenciosa,

sola, una y otra vez,

reiteradamente,

con las mismas armas,

de la misma forma,

traicionera, artera,

sin siquiera dejar

que me dé cuenta

de cómo me absorbe,

cómo se inserta en  mi tiempo,

que era tu tiempo,

cómo  absorbe mi espacio,

que era tu espacio,

el que me habías construido,

el que te había hecho;

y pierdo la ruta,

se me nubla el destino,

me olvido de lo querido,

del  mar inmenso y profundo,

el que tanto añoro,

el que admiro y temo,

por su azul eterno,

por su braveza imponente,

por su ímpetu salvaje;

mi mar

se  vuelve fangoso,

barroso, maloliente,

cementerio de vida,

y pierde su azul y su fuerza,

y se me pierde,

y no encuentro su horizonte,

con su  cielo cercano y celeste,

el que me protegía,

el que besaba mi mar fuerte e inmenso;

se me alejan y  oscurecen ambos;

y ya no danzan en ese cielo

las nubes caprichosas,

y ese cielo

 se queda sin estrellas,

no se ven ni nubes ni estrellas;

queda el cielo vacío,

y ese mar mío, queda sin sus olas,

sin su azul profundo,

y son  sólo una mancha oscura,

una sola mancha oscura,

que envuelve todo,

y es el vacío,

y ese vacío,

y esa mancha,

me llega al corazón,

y me duele, como si fuera

la piel suave y blanca

de mi amado,

lacerada

por mi propia navaja,

y me asfixio,

y me hundo

en un fango

de cadáveres y estiércol,

y me doy cuenta

que son mis propios cadáveres,

los que maté mil veces,

y los que quise matar

y no pude,

y es mi propia mierda,

la que vomité,

la que sudé,

la que sangré,

y con la fuerza

de una fiera herida

y agónica,

quiero dar

el último zarpazo,

el final,

y llevarme en mi partida,

al mundo herido,

herido mortalmente,

para que mi muerte

sea la heroica,

la que esperé siempre,

la de mi niñez rebelde,

la de mi adolescencia combativa,

la de mi juventud comprometida,

y siento que no me resulta,

y nuevamente sucumbo,

como antes,

como las otras veces,

y me siento atrapada en el lodo,

y me avergüenzo,

y sufro con mi vergüenza,

y siento que la vergüenza

ahora es la que me mata.

y  también me siento traidora,

y como la traición

también me ha matado,

ahora me siento asesina,

perdedora

de las confianzas sembradas,

y siento haber perdido dignidad,

y siento haber perdido  historia,

y siento haber perdido  humanidad,

y me pierdo yo,

y te pierdo a ti,

que eres

lo que más quiero,

y debo seguir viviendo,

sumida, falsa,

como fiera herida,

dando zarpazos al mundo,

añorando que el cielo

con su danza de nubes

bese eternamente el mar

azul, profundo y  bravío,

ese mar mío.

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