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Historia - Memoria, Pueblos en lucha

4 de febrero de 1962: Segunda Declaración de La Habana

4 de febrero de 1962: Segunda Declaración de La Habana
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Hace 56 años, Fidel leía esta Declaración, que hoy es un documento histórico, pero, quizás más vigente que ayer. Allí se constataba que “… esa ola de estremecido rencor, de justicia reclamada, de derecho pisoteado que se empieza a levantar por entre las tierras de Latinoamérica, esa ola ya no parará más”. Esa ola pasó por el triunfo de la Unidad Popular en Chile, para luego ser combatida a sangre y fuego por las diversas dictaduras que azotaron el continente. Golpeada, pero no extinguida, esa ola siguió viva y sigue creciendo. Con Chávez volvió a levantarse y crecer hasta espantar al imperio, el que hoy, derrotado en Medio Oriente, perdido su supremacía militar y debilitado económicamente, se vuelve con furia hacia, lo que considera, su patio trasero y trata de someterlo, tanto como nunca antes, ya no con métodos velados y guantes de terciopelo. Esos métodos ya no sirven. Presiente su agonía y sabe que se juega “el todo o nada”. Un montón de gobiernos sirvientes, lacayos, traidores a los intereses de sus países, hacen de séquito y le abren camino a la bestia, para que extermine a aquellos que les recuerdan que sus días también llegaran a su fin, lo que les quita el sueño. Millones de venezolanos humildes, trabajadores, dignos, se preparan para defender sus sueños, sus esperanzas, pero no con las manos vacías, como vivimos el 11 de septiembre de 1973 en Chile. Venezuela, con sus victorias y derrotas, con sus virtudes y defectos, es hoy un nuevo Stalingrado. Su triunfo o su derrota, marcarán los rumbos de la historia de las próximas décadas de Nuestra América y de gran parte de la humanidad.  Como dice la Segunda Declaración de La Habana: “Ahora, en todo caso, los que mueran, morirán como los de Cuba, los de Playa Girón, morirán por su única, verdadera, irrenunciable independencia.

 

 

Párrafo final de la Segunda Declaración de La Habana

Pero la hora de su reivindicación, la hora que ella misma se ha elegido, la viene señalando, con precisión, ahora, también de un extremo a otro del continente. Ahora, esta masa anónima, esta América de color, sombría, taciturna, que canta en todo el Continente con una misma tristeza y desengaño, ahora esta masa es la que empieza a entrar definitivamente en su propia historia, la empieza a escribir con su sangre, la empieza a sufrir y a morir. Porque ahora, por los campos y las montañas de América, por las faldas de sus sierras, por sus llanuras y sus selvas, entre la soledad o en el tráfico de las ciudades o en las costas de los grandes océanos y ríos, se empieza a estremecer este mundo lleno de razones, con los puños calientes de deseos de morir por lo suyo, de conquistar sus derechos casi quinientos años burlados por unos y por otros. Ahora sí, la historia tendrá que contar con los pobres de América, con los explotados y vilipendiados de América Latina, que han decidido empezar a escribir ellos mismos, para siempre, su historia. Ya se les ve por los caminos un día y otro, a pie, en marchas sin término de cientos de kilómetros, para llegar hasta los «olimpos» gobernantes a recabar sus derechos. Ya se les ve, armados de piedras, de palos, de machetes, de un lado y otro, cada día, ocupando las tierras, fincando sus garfios en la tierra que les pertenece y defendiéndola con su vida; se les ve, llevando sus cartelones, sus banderas sus consignas; haciéndolas correr en el viento por entre las montañas o a lo largo de los llanos. Y esa ola de estremecido rencor, de justicia reclamada, de derecho pisoteado que se empieza a levantar por entre las tierras de Latinoamérica, esa ola ya no parará más. Esa ola irá creciendo cada día que pase. Porque esa ola la forman los más mayoritarios en todos los aspectos, los que acumulan con su trabajo las riquezas, crean los valores, hacen andar las ruedas de la historia y que ahora despiertan del largo sueño embrutecedor a que los sometieron.

Porque esta gran humanidad ha dicho: «¡Basta!» y ha echado a andar. Y su marcha de gigantes, ya no se detendrá hasta conquistar la verdadera independencia, por la que ya han muerto más de una vez inútilmente. Ahora, en todo caso, los que mueran, morirán como los de Cuba, los de Playa Girón, morirán por su única, verdadera, irrenunciable independencia.

Si  le interesa,aquí puede leer el texto completo de ese documento histórico:  Segunda Declaración de la Habana

O puede ver el registro en imágenes de la lectura que hace de él, el Comandante Fidel Castro:

 

 

 

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