Irán, Arabia Saudita, Medio Oriente: una región tremendamente explosiva
por Yann Cézard (Viento Sur)
7 años atrás 17 min lectura
Se habla mucho de una especie de «guerra fría» entre Irán y Arabia Saudita. ¿Cómo se manifiesta en concreto?
Si se entiende por guerra fría un antagonismo agudo, en el que Arabia Saudita e Irán están en competencia político militar y se hacen la guerra por países terceros sin entrar en guerra directamente uno contra otro, tal es el caso.
Desde su advenimiento, el régimen iraní surgido de la «revolución islámica» de 1979, ha estado en hostilidad permanente con el reino saudita. Son regímenes antitéticos en el plano político, representantes los dos del integrismo islámico. El reino saudita está ligado a los Estados Unidos, mientras que la República Islámica de Irán nació del derrocamiento de una monarquía y es ferozmente antiamericano. Lo que hace que esta guerra fría se haya recalentado desde hace algún tiempo, es que la invasión de Irak realizado por los Estados Unidos en 2003, abrió una caja de Pandora; dio a Irán la posibilidad de extender, y luego de consolidar su influencia en Irak, y por tanto de poner el pie directamente en un país árabe limítrofe del reino saudita.
Hasta entonces Irán tenía por principal auxiliar en la región al Hezbolá libanés, pero esto seguía siendo una preocupación relativamente limitada para los saudíes. Por el contrario, la expansión de la influencia iraní en Irak se ha convertido para ellos en una fuente de gran inquietud, que no ha dejado desde entonces de reforzarse, en particular con el nuevo impulso de la influencia iraní con ocasión de lo que se ha llamado la «primavera árabe».
Irán se aprovecha de la desestabilización del Medio Oriente árabe: en primer lugar la aportada por la invasión estadounidense de Irak luego la causada por la «primavera árabe» algunos años más tarde. Después de Irak, Irán ha intervenido en Siria a partir de 2013, por medio de auxiliares regionales pero también con personal iraní sobre el terreno. Luego vino Yemen, donde los hutis están apoyados por Teherán, aunque el papel militar iraní siga siendo limitado en ese país en comparación con Irak y Siria.
No faltan comentaristas en occidente que expliquen que tenemos aquí un nuevo episodio del antagonismo secular de chiítas y sunitas. ¿Qué piensas de este «análisis»?
Es una explicación típicamente «orientalista» en el sentido peyorativo del término, que lleva a una lógica que remite siempre todo a culturas supuestamente perennes. Esto no se sostiene: el pretendido conflicto entre sunitas y chiítas no era un aspecto mayor de la política regional hasta la invasión de Irak y la guerra civil que siguió en 2006 y que tomó un giro confesional oponiendo a sunitas y chiítas en ese país.
Es un hecho, sin embargo, que desde la «revolución islámica» en Irán, Arabia Saudita -cuya ideología oficial es ferozmente antichiíta- ha utilizado la carta confesional para aislar a la revolución iraní, explicando que el jomeinismo era un avatar del chiísmo contradictorio con el sunismo. Los dirigentes de la República Islámica, por su parte han utilizado su liderazgo religioso chiíta para extender su influencia en el mundo árabe. En particular, han intervenido en Líbano para la fundación, el armamento y la financiación de Hezbolá, pero como regla general su política oficial declarada es más panislámica que chiíta.
Han intentado convocar al islam en general, y han tejido lazos bastante fuertes con los Hermanos Musulmanes, que son sunitas, pero tan integristas como ellos. Se vanagloriaban en particular de apoyar a Hamás, la rama palestina de los Hermanos Musulmanes, en una especie de binomio con Hezbolá. Había pues en todo esto una política panislámica de Irán que molestaba a los sauditas y provocaba entre ellos una puja para ver quien era más islamista…
Lo que ha ocurrido, sin embargo, desde la invasión de Irak y sobre todo desde la guerra civil en ese país, es que se ha visto una escalada en el confesionalismo iraní, que se ha hecho cada vez más determinante. Teherán ha extendido su influencia en Irak utilizando la carta confesional, convertida entonces en una carta mayor en su planteamiento. Esto ha contribuido mucho a envenenar las cosas con los sauditas que, por supuesto, no han dejado de difundir su ideología violentamente confesional.
Decir que hoy hay una dinámica confesional sobre el terreno, es algo indudable, pero explicar esta dinámica por el simple hecho de que hay sunitas y chiitas, no explica nada, es una tautología. Es un proceso político el que ha dado al conflicto este aspecto confesional. Por otra parte, se puede decir lo mismo de todas las supervivencias históricas como el confesionalismo o el tribalismo: no son elementos culturales eternos, sino elementos culturales que han sido mantenidos o recuperados, y utilizados para fines políticos….¿Porqué ya no hay guerras entre católicos y protestantes en Europa, a parte del conflicto de Irlanda del Norte, mientra que Europa ha conocido tales conflictos y de los más mortíferos en el pasado? Si este factor confesional juega en el presente tal papel en Medio Oriente, es por razones de historia política, y no por razones culturales o religiosas. La fuente del conflicto no reside en las diferencias religiosas, sino en conflictos de intereses muy profanos.
A propósito del expansionismo iraní señalado tanto por el gobierno de Arabia Saudita, el egipcio, como por los gobiernos occidentales.. ¿qué hay realmente? Se han producido esas ocasiones dadas a Irán para aumentar su influencia en Irak y en Siria, cierto, pero ¿cuáles son los límites de esta influencia, y en qué es realmente una amenaza acuciante para los intereses sauditas, israelíes o americanos?
Hay amenaza para los tres países que has citado, en la medida en que el Estado iraní despliega una política que les es completamente hostil. Pero querría subrayar también que el expansionismo del régimen iraní es al mismo tiempo una amenaza para las poblaciones de la región. Su explotación del factor confesional hace estallar a las sociedades de la región, lo que es extremadamente grave.
Esta política expansionista está conducida en particular por los Guardianes de la Revolución, que son un Estado dentro del Estado en Irán: controlan un sector muy importante de la economía del país y son el brazo armado del expansionismo del régimen por su naturaleza de fuerza militar-política. Son quienes intervienen en Irak, en Siria, en Líbano, donde encuadran a tropas seleccionadas sobre una base confesional. No se puede ser miembro de Hezbolá, por ejemplo, sin ser chiíta: es una organización confesional. Todo esto introduce divisiones extremadamente peligrosas en las sociedades concernidas.
Los sauditas no actúan mejor, no hay duda, pero en este caso la política de expansión ofensiva de Teherán contrasta con el conservadurismo saudita. No se ve a estos últimos construir tentáculos armados locales como hace Irán. Incluso en Siria, han financiado y apoyado grupos que no controlan por completo. El reino saudita es hiperconservador y teme esta desestabilización de la región ¡que a Irán no le asusta!
¿Quieres decir que la inestabilidad beneficia a Irán, no a Arabia saudita, que prefiere el statu quo?
Tomo Líbano como ejemplo: Arabia Saudita no ha incrementado su presencia y no busca poner en pie una versión sunita de Hezbolá, aunque este último tenga el monopolio de la fuerza en Líbano. El régimen saudita es ciertamente aún más reaccionario que el régimen iraní, en el plano social y cultural, pero éste es bastante más agresivo y expansionista. Juega un papel aún más peligroso en la confesionalización de los conflictos en la región.
Esto ha sido un antídoto esencial contra la ola revolucionaria de la «primavera árabe». Si no ha podido extenderse a Irak a pesar de las tentativas de movilización social, ha sido sobre todo a causa de la división confesional. Idem en el caso libanés. Si en Siria el régimen ha podido resistir la ola revolucionaria y contraatacar, es igualmente utilizando el factor confesional, pero también y ante todo gracias al apoyo de Irán por medio de milicias confesionales venidas de Irak, de Líbano y del propio Irán (en particular tropas constituidas por refugiados afganos en este último país, a menudo enroladas a la fuerza). Estas milicias juegan un papel crucial en el mantenimiento del régimen.
Pero ¿qué ocurre actualmente con el Estado iraquí? ¿Es exagerado describirle como un vasallo de Irán pero está profundamente ligado a este último a la vez que sigue siendo beneficiario de la ayuda americana?
Es paradójico, en efecto. Hay desde hace mucho una competencia combinada con una colaboración entre Estados Unidos e Irán en Irak. La invasión americana se hizo desde el comienzo con la complicidad de Irán, lo que hace que nacionalistas árabes sunitas como la gente del Baas, acusen regularmente a Irán de ser cómplice de los Estados Unidos, y se presenten como víctimas de un complot irano-americano. Es un hecho innegable que, cuando las tropas americanas invadieron Irak, llevaron con ellas el Consejo Supremo de la Revolución Islámica en Irak, supeditado a Irán, así como el partido Dawa, partido confesional chiíta ligado a Irán… ¡La ocupación les instaló incluso en el gobierno!.
Se puede discutir sobre en qué medida era estupidez por parte de la administración Bush, pero hubo indudablemente una parte de estupidez… El equipo Bush declaró incluso, un año después de la invasión, haber sido engañado por un aventurero, un tal Chalabi, que había sido su principal guía en su aventura iraquí, y al que acusaron luego de haber sido un doble agente a cuenta de Irán. El resultado, en cualquier caso, es que instalaron a Irán en el poder en Irak, y esto cuando las tropas americanas estaban aún allí. Instalaron a Maliki a la cabeza del gobierno, siendo el hombre que ha reforzado considerablemente las relaciones entre el Estado iraquí en reconstrucción e Irán.
Cuando los Estados Unidos abandonaron Irak en 2011, dejaron un país que estaba bastante más sometido a Teherán que a Washington. Y cuando, tres años más tarde, el Estado Islámico hizo su avance en Irak, los Estados Unidos pusieron como condición para su intervención la dimisión de Maliki, el hombre que ellos mismos habían puesto a la cabeza del gobierno. Obtuvieron que fuera reemplazado por Abadi que juega la carta del neutralismo, pero sobre el terreno, cualesquiera que sean los deseos del primer ministro actual, las fuerzas directamente ligadas a Irán son tan poderosas como el ejército oficial, él mismo controlado por Irán. El jefe de los Guardianes de la Revolución iraníes se pasea por toda la región, visita las tropas, da consignas, como en territorio conquistado…
¿Cómo analizas la política americana, o quizás las políticas americanas, visto el caos que parece reinar en estos momentos en la cúspide del Estado americano? ¿Es más bien seguidista/oportunista en relación a las actuaciones sauditas, o están ellos mismos en el puesto de mando? ¿Tienen una estrategia coherente hoy?
En efecto, no hemos visto nunca tal cacofonía en Washington, en efecto. Ni siquiera en tiempos del Watergate hubo tal cacofonía en la política exterior. Hoy está Trump, que desearía llevar a cabo una cierta política, y el establishment, el ejército, el Pentágono, que no le siguen en numerosos asuntos. Por no citar más que un ejemplo, Trump había prometido a Erdogan dejar de apoyar a las fuerzas kurdas en Siria, y el Pentágono ha dicho exactamente lo contrario un mes más tarde.
Trump apostaba por un acercamiento con Moscú, y quería desarrollar una política a partir de este acercamiento. Contaba con Rusia para echar a Irán fuera de Siria, pero eso no ha funcionado. Ha visto levantarse un montón de obstáculos contra su voluntad de acercamiento a Putin. De otra parte, está el Pentágono que decidió, desde 2014-2015, apoyarse en los Kurdos sirios, en las Unidades de Protección del Pueblo (YPG) y que se felicita de haber tomado esa decisión: son excelentes combatientes… Washington les ha empujado a crear una fuerza que incluye árabes, las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), para no seguir apareciendo como una fuerza exclusivamente kurda. Las FDS han ganado la batalla contra el EI en el territorio sirio.
Se ve toda la complejidad de esta situación, que un cierto «antiimperialismo» campista (que por otra parte es exclusivamente antiamericano y a menudo incluso proruso), como se ha manifestado sobre Siria o Libia no puede explicar. En efecto, hay casos , que ciertamente siguen siendo excepcionales, en los que los Estados Unidos apoyan, como en Siria hoy, a una fuerza progresista en su lucha contra un enemigo reaccionario. Las YPG son indiscutiblemente la fuerza más progresista del país en Siria, en particular sobre la cuestión clave de la condición de las mujeres, y esto cualesquiera que sean sus límites ciertos y sin caer en el delirio que consiste en creer que la Comuna de París ha sido reinventada en las zonas kurdas sirias.
Ahora bien, resulta que esa gente es la que el Pentágono ha decidido apoyar, lo que ha sembrado el desconcierto en los espíritus campistas, a los que no se ha visto manifestarse contra la intervención americana en Siria, puesto que difícilmente podían condenar a las fuerzas ligadas al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), una organización a la que apoyan desde hace muchos años. Es evidente que no se puede censurar a las fuerzas kurdas por haber aceptado el apoyo de los Estados Unidos, sin el que habrían sido aplastadas por el EI. La ciudad de Kobane no habría podido ser salvada sin el apoyo aéreo americano y el armamento lanzado en paracaídas por los Estados Unidos a las fuerzas kurdas, para disgusto de Ankara.
Pero al mismo tiempo las fuerzas kurdas se equivocarían si contaran demasiado con los Estados Unidos, que tarde o temprano las abandonarán; es inevitable. Hay una especie de utilización recíproca en este momento, y menudo espabilado sería quien en nombre del «antiimperialismo» se lo reprochara, lo que equivaldría a recomendarles el suicidio. Pero no es evidentemente un apoyo fiable: Washington utiliza a las YPG por el momento como muralla no solo contra el EI, sino también contra Irán. El Pentágono sabe que si abandonara a los kurdos ahora, los iraníes lograrían probablemente tomar el control de la región al este del Eúfrates.
¿Piensas que la «guerra fría» puede convertirse en caliente?
Los conflictos entre Irán y Arabia saudita se inflaman y lo que te deja perplejo es la complejidad de los actores, de las tensiones, y por tanto el riesgo de que se desencadene todo.
El reino saudita está escaldado: su expedición a Yemen ha fracasado; todo lo que ha logrado producir es un gigantesco desastre humanitario. No veo al reino lanzarse a una aventura militar contra Irán, contrariamente a otros, como Israel o los Estados Unidos, sobre todo con una administración Trump tan ferozmente antiiraní. De ese lado, no se puede excluir nada.
Tomemos por ejemplo el reciente bombardeo americano de tropas sirias que ha provocado un centenar de víctimas. Es una forma de decir: no os acerquéis a las zonas en las que estamos presentes. La situación entre Irán y los Estados Unidos puede degenerar. Lo que bloquea las cosas es la presencia de Rusia, que no desearía ver arrastrarse por Teherán y aún menos por el régimen sirio a un enfrentamiento con los Estados Unidos. Pero es una situación explosiva, ciertamente.
¿Hay una relación entre esos ruidos de botas y las revueltas de la primavera árabe de 2011? Se puede por otra parte añadir ahora la primavera iraní, pues si las manifestacines de comienzos de año han acabado rápidamente, no dejan de ser un sintoma. ¿Hay una relación entre la política exterior de unos y otros y los problemas interiores a los que deben hacer frente?
Por supuesto. Hay ya una relación objetiva: estas aventuras militares son costosas, e Irán en particular, bastante más que Arabia saudita, hace frente a graves problemas económicos, que son producto de las sanciones y de los precios del petróleo, de una parte, pero también de la política de expansión que el gobierno intenta ahora financiar a costa de la población, aplicando las recetas del FMI. Es, en efecto, el FMI quien ha sido llamado al rescate para definir una nueva política económica en Irán. Y son sus recetas las que han provocado el comienzo de levantamiento popular que hemos visto. Uno de los temas fuertes en este levantamiento era el rechazo por una parte de la población de esta política de expansión regional. La gente sabe que las aventuras del régimen en Irak, en Siria y en Líbano le cuestan caras y se hacen a su costa.
En cuanto a Arabia saudita, su problema económico está ligado a la bajada de los precios del petróleo, pero es una bajada que ella misma han desencadenado de forma deliberada en 2014. El reino es, por supuesto, mucho más rico que Irán. Mohamed Ben Salmane, apodado MBS, el nuevo «hombre fuerte» saudita, está realizando el paso del reino de una familia ampliada, del tamaño de un clan en el sentido tribal, al reino de una sola familia restringida, más conforme a la tradición monárquica. En otros términos y de alguna forma, es el paso de la participación en la propiedad del Estado de algunos miles de personas, miembros de la progenie del fundador del reino, a una dinastía fundada en la progenitura del rey Salmane mucho más reducida, y del paso de la transmisión del trono de hermano a hermano a una transmisión de padre a hijo.
Es una revolución de palacio, en todos los sentidos de la fórmula. Si MBS esá sacudiendo el cocotero -ha detenido a varios miembros de la familia reinante ampliada a fin de obligarles a restituir al Estado una parte de las fortunas que han acumulado explotando sus privilegios-, no lo hace en ningún caso por rectitud moral puesto que él mismo ha hecho cosas peores. Lo que está permitido a unos ya no lo es a otros, y es también una forma cómoda de reflotar las arcas del Estado.
¿Desde qué punto de vista la situación puede degenerar? Incluso si unos y otros no quieren una guerra frontal verdadera…. Has dicho algo que puede sorprender: Arabia saudita sería más bien temerosa y conservadora. Pero visto de lejos son ellos quienes siembran hoy el desorden secuestrando el primer ministro libanés, bloqueando a Qatar, interviniendo militarmente en Yemen. Ahora bien, dices «contrariamente a Israel y a Irán»? ¿Ves la política de Netanyahu como aventurera?
La política israelí lo es desde hace mucho, en particular, desde la invasión de Líbano en 1982. La política que lleva a cabo Netanyahu con su gabinete de extrema derecha es una política que se sitúa al borde del precipicio, una política extremista que no hace mas que echar gasolina a la hoguera. Esta política ha encontrado ahora un aliado en la persona de Trump, como lo ha mostrado su posición sobre Jerusalén, que es una provocación. En el plano militar, incluso vista la situación interna en Israel, es poco probable que el país se lance a una operación de gran envergadura en lo inmediato. Pero, sin embargo, la frecuencia en la prensa israelí de artículos sobre «la guerra que viene» deja presagiar algo.
Hay en Israel una inquietud sobre el avance de Irán en Siria. Irán está presente en la frontera israelo-libanesa a través de Hezbolá, y lo está ahora cada vez más en la frontera con Siria. Esto es efectivamente un problema para Israel y, tarde o temprano, el gobierno israelí va a tener que coger al toro por los cuernos, a menos que los Estados Unidos logren sacar a Irán de Siria. Por el momento, cuentan con Rusia: Netanyahu (un gran amigo de Putin) y Trump están de acuerdo en este tema. Pero cada vez que hay maniobras iraníes que consideran ser potencialmente peligrosas para ellos, los militares israelíes proceden a ataques aéreos. Y es forzosamente con el acuerdo de los rusos puesto que éstos han instalado un poderoso sistema antiaéreo en Siria que no ataca a la aviación israelí.
Por le momento, los militares israelíes marcan su territorio, trazan líneas rojas. Pero todo va a depender de lo que va a ocurrir con la presencia iraní en Siria en el próximo período. En cualquier caso, las partes están en alerta en esta región extremadamente explosiva.
2/2018
Revue L’Anticapitaliste n°95
Traducción: Faustino Eguberri para viento sur
¨Fuente para piensaChile: Viento Sur
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