46 años con más igualdad y por más participación
por Emilio Cafassi (Uruguay)
8 años atrás 8 min lectura
Hoy la ciudad uruguaya de Las Piedras conmemorará el 46° aniversario del primer acto de masas que realizó el Frente Amplio (FA). La memoria de los orientales quedó impregnada por las imágenes de su masividad en torno a la explanada del palacio municipal de Montevideo y la oratoria de su primer presidente, Liber Seregni. Mucho más borroso es el recuerdo de otros oradores, 8 hombres y una única mujer. Las explícitas aspiraciones de igualdad que portaba en sus cromosomas el naciente FA no contemplaban aún la de género. Parcialmente aggiornado hoy, incorpora en su ideario tanto la lucha antipatriarcal cuanto antirracista, tal como quedó expresado en el capítulo I del documento del Congreso, aún en cuarto intermedio hasta mayo. Pero la actualización presente no está exenta de sorpresivas amnesias. La Mesa Política, una instancia de representación de sectores (mayoritarios) y bases, acordó que en 2017 hubiera 6 oradores en total, con una única mujer, como entonces. Las protestas inundaron rápidamente las redes. Tuvo que sobrevenir la autoexclusión de varios de los propuestos, cediendo su lugar a alguna compañera, para que el Secretariado (un organismo de dirección más acotado) rectificara la decisión original y estableciera afortunadamente una nueva lista paritaria de oradores.
Pero a la pequeña convulsión que antecedió a la rectificación, se suma la preocupación por lo que el Presidente del FA, Javier Miranda, considera respecto a compañeros que “estén alimentando la cadena de oposición del diario El País”, como afirma en un reportaje concedido a este diario. Como sostuve en otra oportunidad, no constituye ningún descubrimiento las maniobras del diario y el aprovechamiento que de ellas realiza la derecha, pero la responsabilidad es exclusiva del medio. Es lamentable que la información llegue como primicia a El País y habrá que encontrar el modo de evitarle ese regalo, pero concluir que la única información que circule sea la comunicación oficial es, además de indeseable, imposible. Indeseable porque hay miles de militantes involucrados en cada debate a través de sus representantes que no deben actuar a título personal sino recogiendo las opiniones de sus organismos, es decir, mandatados. Además, porque lejos de que la heterogeneidad y la confrontación de ideas resulten lesivas, constituyen una riqueza distintiva del FA que explica su potencia y capacidad, no sus limitaciones, siempre que el intercambio sea fraternal. Por último, porque a la vez no es incompatible el respeto y acatamiento de las posiciones mayoritarias con la expresión de opiniones divergentes siempre que se sostengan a título individual o de la fracción minoritaria. Afortunadamente rige una oxigenante libertad de opinión al interior del frentismo. Pero resulta imposible porque además de haber miles involucrados en las discusiones, las tecnologías actuales convierten potencialmente a cada participante en receptor, editor y emisor simultáneamente. Quedan articulados en una red discursiva virtual incontenible. Al punto de lograr corregir una decisión de la Mesa Política.
Es una buena medida que luego de cada reunión se emita ahora una comunicación oficial a fin de poder diferenciar las especulaciones o maniobras de los acuerdos mayoritarios que se logren. Pero en el reportaje citado Miranda admite que “el viernes pasado no hubo prensa, pero el sábado sale en El País (…) una crónica bastante ajustada de lo que sucedió en la Mesa Política”. La primera conclusión entonces es que siempre debe haber prensa. La segunda es que las comunicaciones debieran poder reflejar los debates conteniendo las posiciones minoritarias que pudiera haber (ya que el FA somos todos y no sólo las mayorías coyunturales) para evitar su reaparición por otras vías que no sean sólo el diario derechista, sino que puedan emerger por muy diversos medios.
Buena parte de los militantes posee cuentas en Twitter y Facebook. En esta última red conozco 42 grupos de discusión del FA pero debe haber muchos más que intercambian opiniones e información, además de las páginas de varias decenas de Comités de Base. También hay grupos muy diversos de whatsapp, un atractivo “comité virtual” del que participo, además de la página “cuartointermedio.org”, más ceñida aún al Congreso vigente. Es apenas la porción de la que estoy al tanto de todas las prácticas concretas de comunicación y debate que ayudan a nutrir la dinámica frentista. El FA estaría aún más desmovilizado y silente sin ellas.
Como si las preocupaciones de las máximas autoridades frentistas en materia de comunicación no bastaran, se ha suscitado un debate en la Comisión del Congreso respecto a la iniciativa de la página cuartointermedio.org. La primera tiene que ver con lo que creo una incomprensión de su carácter por parte de la mayoría de la Comisión, según los mails que su presidente envió al Comité Morroni, ya que interpreta que se propondría hacer una suerte de congreso electrónico y el actual fue previsto con las formas y modos habituales. Guardo un gran respeto por la posición mayoritaria y valoro el celo que pone en el ordenamiento de las propuestas y la desembocadura exitosa del cuarto intermedio. Pero la página sólo propone informar a delegados y frentistas en general de lo disponible, y abre un canal de opinión, debate y conocimiento mutuo, que ni la página del FA ni la Comisión se han propuesto o tienen posibilidad de abrir. Es en auxilio de la Comisión y con un propósito complementario que se sube esta página. No en su sustitución. Para ello todos sus miembros fueron inmediatamente informados e invitados a utilizarla, quedando a su servicio.
Sin duda actúan con la mejor intención de llevar el Congreso a buen puerto, pero el criterio de priorizar absolutamente el orden y la reducción de enmiendas mediante acuerdos de proponentes se hace erróneamente en detrimento de la información, el debate y la movilización de todo el FA. De este modo, involuntariamente, inducen a la apatía y desalientan la participación colectiva. A casi cuatro meses de la apertura del cuarto intermedio, la militancia está totalmente desinformada o tratando de capturar novedades a través de sectores o integrantes de órganos de dirección, es decir por las vías informales que tanto preocupan a Miranda, de la que también se nutre la propia página. El argumento de que la Comisión no aceptará nuevas propuestas no quiere decir que no las haya aunque no se reciban, ni que sus autores deban privarse de expresarlas por ello. La página no se propone vinculante de nada ni nadie, ni menos aún pertenece a sector alguno. Ni tiene activada la función de votación que el software permite para evitar todo malentendido sustitutivo. Sólo otorga la posibilidad de contar con voz a quien lo desee, en medio del silencio y la expectación pasiva generalizada. Tal vez la mayoría de la Comisión la perciba como una traviesa estudiantina, pero carece de otro contenido que el que los participantes produzcan. No advierto nada inorgánico. Estamos en cuarto intermedio del propio Congreso y los debates e interacciones son absolutamente normales y enriquecedores.
En todas mis intervenciones pretendo desarrollar una perspectiva crítica, tal vez la única contribución que pueda hacer un intelectual. Pero en el propio desarrollo critico intento ser simultáneamente propositivo. Habrá quienes se contentan exclusivamente con escribir sobre filosofía política y teoría, pero mi interés es, además, encarnarla en la realidad, en una praxis concreta. Este es el caso.
Una última disidencia refiere a un hecho presencial en la reunión que la Comisión convocó a proponentes en Montevideo, a la que asistí en representación de mi comité. Una vez que fueron expuestos objetivos y mecanismos, se pasó a trabajar en comisiones de cada capítulo y la versión de Facebook de cuartointermedio pasó a transmitir la del capítulo II por streaming, tal como se había anunciado un día antes allí. Todos los participantes fueron informados y se les sugirió que identificaran el comité de pertenencia para los espectadores. No era una cámara oculta. Ningún participante puso reparo alguno e inclusive acompañó la sugerencia.
Al cabo de menos de una hora, se me comunicó que alguien de la “dirección” estaba siguiendo la transmisión y ordenaba cortarla. Acaté inmediatamente la directiva expresando mi disidencia con la orden cuyos motivos no se expusieron allí. El mail posterior del Presidente de la Comisión lo funda en el carácter cerrado de la reunión. Por supuesto lo era para los autores de las propuestas, quienes éramos los únicos que podíamos decidir sobre ellas. El congreso también lo es: sólo pueden decidir aquellos acreditados para hablar y decidir, pero es público al punto que la página del FA también lo transmite por streaming. Cerrado a decisores, no secreto.
En cualquier caso, lo que allí se vivió -y por un tiempo se trasmitió- es lo mismo que sucede en el propio Congreso: delegados convergiendo en redacciones comunes o disintiendo, pero en un clima de trabajo, respeto y colaboración. Algo que personalmente me produce únicamente admiración y orgullo, no temor: la experimentada odisea de la elaboración colectiva multitudinaria que ninguna derecha replicará y cuya prensa difícilmente podrá manipular. Como tampoco podrán detenerse en el FA las iniciativas intercomunicativas entre la militancia por medios técnicos o tradicionales. Brotarán espontáneamente sin permiso alguno. Más estratégico que la resistencia sería el aliento y el acompañamiento.
Con tantos temores como los señalados, se corre el riesgo de derivar en un FA “amor-dazado”, disipando de este modo las dos primeras sílabas del adjetivo al que apelé y el FA aún nos despierta: amor.
El autor, Emilio Cafassi, es Profesor titular e investigador de la Universidad de Buenos Aires, cafassi@sociales.uba.ar
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