Es tiempo de avanzar: el Frente Amplio y el retorno de la política
por Nicolás Romero y Patricia Araya (Chile)
9 años atrás 6 min lectura
9 enero 2017

Las fuerzas políticas tradicionales intentan ocultar el vacío de ideas y el agotamiento de proyecto histórico adelantando las candidaturas presidenciales; las fuerzas emergentes debemos definir con claridad nuestra apuesta sin necesidad de que otros nos impongan los tiempos. Nuestro objetivo es el de refundar la relación entre política y sociedad sin subordinarse a las prácticas y reglas de la política binominal.
El sistema político chileno atraviesa por su crisis más profunda desde el retorno de los gobiernos civiles, la contracara de este proceso de descomposición política son los procesos de movilización social que se han desarrollado por ciclos desde el año 2006 y que expresaron una inmensa capacidad movilizadora y de interpelación a la sociedad durante el 2011 y el 2016. A pesar de las cuentas alegres en términos de construcción social, rebeldía y disputa del sentido común, es evidente que a partir de la pura movilización social no se podrá pasar a la ofensiva, es nuestro deber aprovechar esta oportunidad para traducir el desencanto de los chilenos y chilenas en esperanza movilizadora.
En un contexto de crisis de la política de la transición, existen condiciones para el nacimiento de una fuerza político-social que avance hacia la superación del neoliberalismo y a la refundación de la práctica estatal y de la sociedad en torno a valores democráticos. Esta fuerza, debe tener la forma de un movimiento político ciudadano que retome las grandes interrogantes para la transformación social y que sea capaz de traducirlas en un proyecto de mayorías.
En momentos históricos como estos, es donde se requiere que sectores del pueblo encabecen una ofensiva que sea capaz de convocar la conformación de un actor político amplio que dispute nacionalmente con el duopolio y su proyecto de sociedad. De la misma manera que el proyecto de la Unidad Popular no hubiese sido posible sin una seguidilla de intentos de articulación popular, las fuerzas emergentes de hoy debemos ser capaces de expresar una alternativa que, con claridad y sin vacilaciones, ofrezca una apuesta atractiva y con voluntad de vencer.
Las fuerzas políticas tradicionales intentan ocultar el vacío de ideas y el agotamiento de proyecto histórico adelantando las candidaturas presidenciales; las fuerzas emergentes debemos definir con claridad nuestra apuesta sin necesidad de que otros nos impongan los tiempos. Nuestro objetivo es el de refundar la relación entre política y sociedad sin subordinarse a las prácticas y reglas de la política binominal.
Pero lo anterior no puede confundirse con restarse del escenario. De ocurrir aquello, sería una renuncia a la posibilidad de construcción de un nuevo actor político y, con ello, a los anhelos de transformación que las mayorías sociales han expresado en la última década. Para avanzar en esta dirección, se requiere definir prontamente el rol que jugará la disputa electoral en el escenario 2017. Los y las autonomistas hemos demostrado que los escenarios electorales pueden ser utilizados para enfrentarnos a nuestros adversarios y para acelerar los procesos de construcción de nuevas actorías políticas, es por ello que la oportunidad que se abre este año no puede ser desaprovechada.
Esta candidatura única debe ser el resultado de un proceso profundamente democrático, donde la ciudadanía tenga la posibilidad real de incidir en la elección de la candidata o candidato y en las ideas fuerza que darán vida al programa de nuestro sector. Para eso se requiere urgentemente levantar candidaturas presidenciales que convoquen a las fuerzas sociales movilizadas, a las izquierdas y a la ciudadanía. La diversidad y prácticas democráticas son nuestra riqueza y debemos proyectarlas con fuerza y claridad.La disputa electoral nacional será una de las herramientas a partir de la cual se construirá el Frente Amplio como un espacio y herramienta de poder ciudadano. Una candidatura presidencial única, resultante de un proceso de primarias, nos permitirá otorgar coherencia nacional a nuestra lista parlamentaria y ocupar dicha tribuna para mostrar la pertinencia y viabilidad de las demandas de los movimientos sociales, dar cuenta de un proyecto que no le deba favores al gran empresariado y expresar la capacidad de autogobierno de la ciudadanía. Sin candidatura presidencial seremos leídos como un proyecto marginal o como un apéndice de otra apuesta electoral (como la de Guillier). Tenemos que dar señales de que estamos dispuestos a construir una alternativa política real hoy y no en 20 años más. Lo anterior no significa reducir nuestro proyecto a una apuesta electoral inmediatista, significa dar señales claras de que estamos dispuestos a conducir una alternativa que contendrá pero superará los márgenes de la lucha social en la cual nos hemos formado por décadas.
Para alcanzar lo anterior se requiere del máximo compromiso y disposición de las organizaciones que cuentan con herramientas electorales; la legalidad coloca trabas para el desarrollo de este proceso, las cuales solo podremos superar con trabajo colectivo y renuncias a defensas de identidades particulares que, siendo válidas, no pueden entorpecer el avance de este proceso.
A su vez, se requiere conformar plataformas para la construcción participativa del programa en todos los territorios del país. Creemos firmemente en que deben ser las ideas y no los rostros los que movilicen este proceso. ¿Puede, la vieja política, ofrecer algo parecido?
También debemos conformar un proceso de primarias para la elección de nuestros representantes al Parlamento. Aquí, si bien se requerirá un pacto electoral que posibilite este proceso, los partidos políticos no pueden pretender tener una posición privilegiada frente a las organizaciones sociales o frente a cualquier chileno o chilena que quiera participar en este proceso.
Finalmente, se requiere una democratización radical de las organizaciones sociales y políticas que formen parte de este proceso. No podemos pretender democratizar la sociedad sin partir por casa. Debemos pensar en formas de control colectivo de nuestros representantes en las elecciones y de los que eventualmente lleguen al Parlamento.
Construyamos una nueva forma de acción política en la que nadie pueda decir que un frenteamplista llegó al Parlamento para enriquecerse, una acción política transformadora donde los representantes deban responder permanentemente a las bases de sus organizaciones y, aún más importante, a los territorios que los eligieron.
Nos encontramos frente a una oportunidad histórica que requiere determinación de quienes hemos liderado los procesos sociales recientes. El escenario del 2017 constituirá un primer paso táctico que debemos dar con certeza para avanzar en la conformación de un sujeto político amplio, capaz de desmontar y superar la sociedad neoliberal. Seamos parte de la historia y empujemos una verdadera alternativa de transformación que devuelva la esperanza a los millones de chilenos que han creído en nosotros y nosotras y que esperan que demos este paso. Es tiempo de avanzar.
*Fuente: El Mostrador
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