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La camada de economistas PUC que reniega de los Chicago Boys

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Tienen menos de 45 años. No eligieron EE.UU. para hacer sus posgrados sino que universidades europeas que miran a la Economía en diálogo permanente con otras ciencias sociales. Trabajan con números, pero conscientes de que tras ellos hay seres humanos. Son críticos de la desigualdad del modelo. Esperan aportar a las políticas públicas deshaciendo –sin retórica, sino con números– los nudos que tejió el sueño neoliberal levantado en los 70.
La camada de economistas PUC que reniega de los Chicago Boys
Fueron 95 minutos ante unas 200 personas. Después que los alumnos de la Universidad Católica miraran atentos cómo se sucedían las imágenes del documental Chicago Boys, de Carola Fuentes y Rafael Valdeavellano, exhibido el 27 de octubre en el Campus San Joaquín, el público se fundió en un debate que contó con distintas voces: el decano de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la UC, José Miguel Sánchez, apuntó a que la cinta se quedaba en las críticas y no veía los “beneficios” del modelo económico parido en dictadura. El ex alumno de esa escuela norteamericana, Sebastián Edwards, en tanto, relató su experiencia como estudiante de Chicago. Sentado entre el público también estaba Rolf Lüders, ex ministro de Hacienda de Pinochet, que minutos antes aparecía en pantalla diciendo que lo tiene sin cuidado la desigualdad, porque es más bien un problema de “envidia”.
Ante las miradas de los estudiantes, otro ex alumno de la Universidad Católica, Wenceslao Unanue, inició su presentación armado de un power point, con un discurso totalmente diferente al nacido de la mano de los estudiantes de Milton Friedman. Su objetivo era apuntar a la borra del “milagro chileno” que lleva a Chile a ser uno de los países más desiguales del mundo.
No es el único. En la última década, se han ido sumando con fuerza las voces disidentes al modelo económico chileno, criados al alero de la misma universidad que vio nacer a los llamados Chicago Boys; estudiantes –sobre todo en un primer tiempo– de la Universidad Católica, que con su irrupción en la dictadura de Pinochet dibujaron las principales políticas sociales que hoy amarran a los ciudadanos en salud, previsión y educación.

El peligro de ser economista

Wenceslao Unanue (45) –director del instituto de Bienestar, profesor y director del diplomado de Felicidad Organizacional de la Universidad Adolfo Ibáñez– responde estas preguntas desde Bután, donde fue el único chileno invitado a exponer en la Conferencia Internacional de Felicidad Interna Bruta.
Estudió Ingeniería Comercial en la Universidad Católica, donde siguió la línea de la Economía. Después estudió Psicología. Quiso fortalecer el puente entre la Economía y otras ciencias y viajó a Inglaterra a hacer un máster en Psicología Social Aplicada a la Universidad de Sussex. Allí también terminó un doctorado en Psicología Económica y Felicidad. Un camino totalmente diferente al que podría llevar una universidad en EE.UU y un trabajo de economista que solo analiza números. ¿Por qué? “No quería ser un peligro para la sociedad, como plantea Friederich Hayek”, responde Unanue, y expone una cita del economista: “Hayek dijo que el físico que solo es un físico puede ser un físico de primer orden y una persona del mayor valor para la sociedad. Pero nadie puede ser un gran economista si es solo eso: economista. De hecho, me atrevo a afirmar que el economista que es tan solo un economista puede ser un problema, incluso un peligro”.
Wenceslao Unanue entró a la PUC en 1988. Cree que no puede haber crecimiento económico sin ciudadanos felices.Al igual que otros economistas egresados de la Universidad Católica, en Unanue hay una profunda disconformidad con este sistema económico y con lo que sembraron los llamados “Chicago Boys” en Chile.
“Los más acérrimos seguidores de Adam Smith –conocido como el padre de la economía moderna– asumen que el ser humano es egoísta y maximizador de utilidades (básicamente maximizador de consumo e ingreso). En eso se basan muchas de las políticas económicas que rigen nuestro actual sistema económico. Incluso si te fijas en la película sobre los Chicago Boys, Ernesto Fontaine –Chicago Boy de la UC– va más allá. Dice incluso que es la avaricia la que mueve a las personas. Eso es una vergüenza. Te aseguro que él no tenía estudios serios para mostrar eso en esa época. Eran solo ideologías. La UC (y muchas otras escuelas) enseñaban esto, lo que se ha terminado transformando en la llamada profecía autocumplida de los (asumptions) supuestos económicos. Por lo tanto, el modelo económico capitalista –el extremo como el de los Chicago Boys–, basándose en esas creencias erróneas, lamentablemente, ha transformado nuestras sociedades occidentales, y sobre todo a Chile, en una sociedad egoísta (profecía autocumplida). Hemos enseñado que es el egoísmo y la avaricia lo que mueve al ser humano y las causas de esto son hoy evidentes en nuestro país. Basta mirar los ejemplos de colusión, los problemas que llevaron a la crisis subprime, los abusos del mercado, la distribución de la riqueza, etc. Otro de los grandes supuestos de la economía es asumir que los seres humanos somos siempre racionales y que la base del progreso está en la competencia”, señala Unanue. “Así también diseñamos políticas públicas, creamos negocios, y nos movemos en la vida”, agrega.
Los economistas de la Fundación Sol, Gonzalo Durán y Marco Kremerman, también estudiaron Ingeniería Comercial en la Universidad Católica y optaron por Economía. Desde la Fundación asesoran a sindicatos y levantan cifras que hasta ahora eran verdades en manos de centros ligados a la derecha dura o a la antigua Concertación.
“Economía deriva de una palabra que significa cómo administrar la casa –explica Kremerman–. Entonces la gran respuesta que debemos tener es cómo se administra la casa, un país, una sociedad, de tal forma que todas las personas que vivan allí tengan los recursos necesarios para poder tener un buen vivir. Y esa pregunta hoy no se está contestando. Hay una especie de mantra de que el crecimiento económico guía el resto de las demás interrogantes, de que solo si hay crecimiento económico podemos pasar a la siguiente etapa; sin embargo, eso es una trampa. Porque tú puedes crecer perfectamente coludiéndote, pagando bajos salarios, contaminando y nunca puede llegar el chorreo famoso que se prometía con esas teorías”, manifiesta.

“Quizás hay quienes piensan que las mallas de economía se pueden solucionar con clases de Ética, pero el capital no tiene ética. La ley del capital es maximizar las ganancias. Y uno esperaría que una universidad pudiera presentar distintas maneras de entender la economía. Si se mantiene el mismo enfoque y le agregamos un curso de ética, ¿cuál es el impacto? ¿Que una persona no se coluda tanto? ¿Que una persona no dañe tanto el medio ambiente? No creo que la solución vaya por ahí”, apunta Kremerman.

Hay un problema en el origen del modelo económico, que las nuevas generaciones reconocen mejor que las antiguas: “Podríamos discutir durante siglos si estamos de acuerdo o no con las políticas implementadas por Pinochet y sus asesores”, asegura Unanue, y acto seguido añade: “Sin embargo, lo que no se puede discutir es que nuestro actual modelo económico chileno está teñido de sangre y muertes. Por lo tanto, nuestro modelo económico actual tiene un origen inmoral, independientemente de que algunos apoyen o no los cambios implementados. Hay que notar que lo que pasó en Chile fue un ejercicio único en el mundo de implementación de un modelo neoliberal extremo. No hay ningún otro caso en el mundo que haya llegado a tal extremismo como en nuestro país. ¿Por qué se pudo? Porque se juntaron dos cosas: una dictadura y el que el régimen militar contara en sus filas con algunos de los profesionales formados en Chicago, con ideas extremadamente capitalistas”.
Marco Kremerman y Gonzalo Durán estudiaron Economía en la PUC en los 90. Levantaron la Fundación Sol, donde colaboran, principalmente, en el ámbito del Trabajo.

Extremismo neoliberal

Los Chicago Boys nacieron de un convenio firmado entre la UC y la Universidad de Chicago en 1956, que permitió que distintos estudiantes viajaran a ese recinto a especializarse. Julio Chaná, decano de la Facultad de Economía, aceptó el vínculo que antes había rechazado la Universidad de Chile, principalmente por lo debilitada que se encontraba esa facultad. “Todos los entrevistados, excepto French Davis, están muy orgullosos y satisfechos de lo que han hecho”, señala la periodista Carola Fuentes, creadora del documental que retrata a esa generación.
En la Universidad hay pocos –o casi ningún– economista que en un ramo haya tenido que leer a Karl Max u otro similar. También hay muchos al interior de la Universidad que dicen que el remezón interno no vino por las cifras de desigualdad del país, sino que después del caso Penta. Una buena de parte de los involucrados en el inicio del escándalo (fraude al FUT), egresó de esas aulas: Carlos Alberto Délano, Carlos Eugenio Lavín, Hugo Bravo, Pablo Wagner, Manuel Antonio Tocornal, Samuel Irarrázaval Larraín.
“Quizás hay quienes piensan que las mallas de economía se pueden solucionar con clases de Ética, pero el capital no tiene ética. La ley del capital es maximizar las ganancias. Y uno esperaría que una universidad pudiera presentar distintas maneras de entender la economía. Si se mantiene el mismo enfoque y le agregamos un curso de ética, ¿cuál es el impacto? ¿Que una persona no se coluda tanto? ¿Que una persona no dañe tanto el medio ambiente? No creo que la solución vaya por ahí”, apunta Kremerman.
Paula Poblete, directora de Estudios de Comunidad Mujer, estudió Economía entre los años 1997 y el 2003. “Vengo de una familia muy crítica del modelo neoliberal y decidí estudiar en la PUC precisamente para entender lo mejor posible el sistema, de la mano de quienes lo habían implantado”, cuenta. Lo que encontró fue una escuela cerrada: “Había que estar muy lúcida, muy alerta para conservar los principios con los que uno llegaba a la PUC y que ‘no te lavaran el cerebro’, pues más que conocimientos específicos, lo que se busca es ‘formatear’ a los estudiantes en una manera de pensar. La búsqueda de lo óptimo en términos de eficiencia es lo que prima. No hay consideraciones de derechos ni de justicia, solo eficiencia. Había que estar muy despierta para cuestionar, para no ‘tragarse’ un modelo que parece funcionar perfecto”.
Paula Poblete es directora de Estudios de Comunidad Mujer, estudió Economía entre los años 1997 y 2003. Dice que durante esos años había que estar “muy despierto para no tragarse un modelo que parece funcionar perfecto”
Pero ahí, también, los economistas críticos del modelo aprendieron lo que después aplicarían cuando en el mundo real los ciudadanos enfrentan en lo cotidiano las dos caras del modelo. “Los economistas en general se adiestran en maximizar la tasa de ganancia del empresariado”, precisa Gonzalo Durán, quien coincidió con Kremerman en el Observatorio Laboral de la CUT el año 2006. “Nos tocó participar en las mismas negociaciones colectivas que aprendimos en teoría. En ellas se juega con una jerga y lenguaje técnico que evidentemente el dirigente no tiene por dónde comprender… porque tampoco su objetivo es ser experto en finanzas. El empresariado muchas veces trata de jugar en estos estados de gimnasia financiera para presentar un escenario crítico en las negociaciones, de modo que no se distribuyan las riquezas y se perpetúe la desigualdad”, puntualiza Durán, que junto a Kremerman escuchó una vez a Benito Baranda decir lo mismo que ellos se venían repitiendo: “¿Por qué los economistas tienen que estar siempre del lado de los empresarios y no en la otra vereda, ayudando a los trabajadores a exigir sus derechos?”.
La enseñanza de la Economía para Durán –y no proviene solo de la PUC– está totalmente orientada al mundo de los negocios,  por eso se le otorga mucha profundidad a lo que tiene que ver con el análisis empresarial y en pos de que las empresas siempre puedan tener el máximo de ganancias. “En ese contexto también los oligopolios y las colusiones se enseñan como aberraciones del sistema, porque el modelo está hecho con cosas abstractas. Ese es el mundo imaginario,  pero bajo ese axioma es que después aparece la vida real y personas muy creativas… entonces hablamos de contabilidad creativa, gimnasia financiera… Porque a uno lo forman para ser creativo y no vulnerar las leyes, pero ahí es donde todo riñe con un componente más moral”, señala Durán, quien, al igual que Unanue, no escogió EE.UU para seguir perfeccionándose en un posgrado, sino que miró Europa. Durán es magíster en “Economía Laboral Aplicada al Desarrollo” de la Universidad de Turín. Kremerman es Máster en Políticas del Trabajo y Relaciones Laborales de Alma Mater Studiorum-Universitá Di Bolognia, Italia.
El actual modelo económico no se puede alejar de la política. Para Unanue, es obvio que la PUC, especialmente en este período de la historia, tiene responsabilidad en la permanencia del modelo. “Y tiene un rol muy fuerte aún, aunque es obvio que no es la única casa de estudios responsable de que todavía no hagamos los cambios necesarios en nuestro Chile. Es un tema como sociedad, la Constitución de Pinochet y la política han jugado un rol muy grande. Aún no somos capaces de cuestionarnos que muchas de las bases donde está sentado el modelo económico son erróneas. Aún no somos capaces de modificar nuestros sistemas de pensiones, de salud, educacional. Nos falta mucho cuestionamiento, pero ¿cómo lo vamos a cambiar si seguimos pensando en que el ser humano es egoísta y avaro, que nos movemos solo por ‘incentivos’ –fundamentalmente económicos– y que el crecimiento económico no tiene límites?”, escribe Unanue desde Bután, donde a comienzos de noviembre se congregaron más de 500 expertos para hablar sobre el real desarrollo.
“El verdadero desarrollo debe estar centrado en buscar la felicidad de los habitantes y del planeta –incluida toda forma de vida– y no solo lo material y el crecimiento económico. No es una felicidad individualista, sino que una felicidad societal. ¿Por qué? USA es 3 veces más rico que hace 50 años, pero no es más feliz. Chile es más de 3 veces más rico que en los 70 (incluso a precios constantes), pero hoy vivimos una serie de problemas sociales asociados a nuestro modelo de desarrollo que ha puesto una presión insostenible sobre nuestras vidas y el planeta”, añade Wenceslao y muestra cifras: “De acuerdo a datos recientes de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) en su reporte del 2011 titulado ‘Health at Glance’, nuestro país muestra tasas de depresión y de obesidad infantil muy similares a lo que les ocurre a los países más enfermos del planeta, la confianza es una de las peores en el mundo, somos de los países con mayores tasas de alcoholismo y tabaquismo, y somos un país altamente materialista, etcétera. En este sentido, parece ser que nuestro país, a pesar de sus altos ingresos promedio, estaría sufriendo lo que muchos llaman la paradoja del crecimiento infeliz”.
Son estas cifras las heridas del modelo, según sus detractores. Heridas sobre las cuales debe haber una reflexión que lleve no solo a los especialistas a hacerse preguntas que tengan incidencia en las políticas públicas, sino también que se enseñen, se analicen y  se expongan dentro de las aulas.
Alberto Sasmay (23) es estudiante de Ingeniería Comercial de la Universidad Católica, mención Economía. Es uno de los gestores de la exhibición del documental Chicago Boys en la PUC. Para él aún la carrera está centrada en números y en la enseñanza de modelos y teorías aceptadas mundialmente. Pero a eso aún le falta alma. “Los estudiantes agradecemos esa formación, pero nuestros cuestionamientos apuntan a la otra cara de la moneda, y esas dos caras no se pueden separar. En simple, es cómo se aplican los números que aprendemos para mejorar la vida de las personas», dice. «Lo que pasa con la Economía es que trata de simplificar la realidad y dejamos a un lado el bienestar de las personas. Afortunadamente, hay una reflexión cada vez más profunda desde los estudiantes y también hay profesores que plantean las cosas más allá, con más crítica. Pero aún no hay un quiebre para poder reflexionar sobre esto de manera institucional”, afirma.
*Fuente: El Mostrador

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