Terrorismo contra terrorismo
por Haroldo Quinteros Bugueño (Iquique, Chile)
7 años atrás 4 min lectura

No son soldados, sino civiles. Sólo un ejemplo muy olvidado por la prensa y la opinión pública occidental. En Trípoli, la capital de Libia, como primer paso al derrocamiento y muerte de su presidente Muamar El Gadafi , en un sólo día, una veintena de super-cazas “Mirage” franceses mataron unas 500 personas, todas civiles, sin que mediara ningún ataque libio contra ningún país de Europa, Estados Unidos o del mundo. Esa acción fue de inmediato seguida por Estados Unidos, Inglaterra y España, que, conjuntamente, desde las costas de Libia lanzaron varios miles de misiles contra territorio libio, que en un par de horas arrasaron ciudades enteras e instalaciones industriales de ese país, llegando la cantidad de civiles muertos, según cálculos de expertos europeos, por lo menos a unas cinco mil personas.
Y ni hablar de los bombardeos estadounidenses e ingleses a ciudades repletas de habitantes en Irak y Afganistán, sin contar la brutal intervención militar contra la población civil palestina en Gaza del primer socio de Estados Unidos, Inglaterra y Francia en Medio Oriente, Israel, que con sus bombardeos ha matado a decenas de miles de civiles inocentes, particularmente niños. ¿No es esto terrorismo puro? ¿Hubo entonces la cobertura mediática que está teniendo el reciente ataque terrorista en París? Esto se llama, como diría un sociólogo, causa y efecto. Los terroristas árabes tuvieron su primer gran éxito con la ejecución de dos atentados: uno en España, en la estación de Atocha, en Madrid; y el otro en Londres. Al día siguiente del ataque en Atocha, Aznar hizo volver de Afganistán a todos los soldados españoles que allí servían bajo las órdenes de oficiales del imperio estadounidense. Por su parte, los ingleses redujeron drásticamente sus tropas en aquel país y, hasta simbólicamente, mandaron al príncipe Harry de vuelta a Buckingham.
Finalmente, como ya lo hace todo el mundo con respecto al ataque a las torres gemelas en Nueva York, bien vale la pena dudar que todos estos ataques de terroristas árabes, sean realmente eso. Alguien se preguntaba, por ejemplo, ¿de qué están hechos los pasaportes árabes que quedan enteritos luego de soportar miles de grados de temperatura, capaces de derretir el más duro acero hormigón? Sólo piénsese en los pasaportes encontrados en las ruinas de las torres gemelas y, hoy, el del terrorista que se auto-despedazó en París con una poderosa bomba. La destrucción de las torres gemelas permitió a Estados Unidos, contra el voto del Consejo de Seguridad de la ONU, invadir y ocupar Irak y Afganistán, para luego adueñarse, en Irak, del 10% de las reservas naturales de petróleo del mundo y con la ocupación de Afganistán, seguir planeando el mega- proyecto del oleoducto transcontinental desde extrema Asia hasta el propio Estados Unidos. Ahora, el atentado en París, está sirviendo más a Francia que a los islamistas y terroristas árabes más radicalizados.
La aviación francesa acaba de bombardear Siria en las zonas de dominio del gobierno de Bashaar Al Assad, sin que Siria, ni por casualidad, haya estado tras el atentado en París. Por supuesto, otra vez, la causa de todo es el petróleo. La mayor parte de Siria está deshabitada, y justo esa región, que domina Assad, es una de las fuentes más ricas de petróleo del mundo. Rusia, la super-potencia europeo-asiática y China, han resuelto apoyar a Siria. Nadie sabe hasta qué punto será ese apoyo, pero, por cierto, sólo puede ser militar. ¿Hemos vuelto a la Guerra Fría y a Vietnam? En fin, probablemente, la frase más genial sobre el tema que analizo, fue pronunciada por Fidel Castro en los años sesenta: “Termine la filosofía del despojo, y terminará la filosofía de la guerra.”
– El autor, Haroldo Quinteros Bugueño, es profesor universitario, Doctor en Educación
*Fuente: Edición Cero

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Siempre estamos en guerra.
Si nuestra especie tuviera o tubiese que compartir la Tierra con otra -de origen animal como nosotros- con acceso a la conciencia de sí, y por ende, a competir por los recursos del planeta, pospondríamos las diferentes formas de guerra para prevalecer hasta aniquilar a la otra.
Por eso se quedan en otros planetas y hacen como si no supieran nada de nosotros…
A la ley del mas fuerte se suma la del más inteligente, pero la meta es la misma: Dios nos ha elegido para poblar el universo, y nos hemos creído el cuento.
Pero la única guerra que hay que hacer es la que uno asume contra el «uno mismo» que no es «sí mismo».
Una cosa es lo que nos separa, otra lo que nos hace estar juntos.
Y ambas se resuelven con una lucha implacable y perseverante.