Moscú y Washington se plantean refundar las relaciones internacionales
por Thierry Meyssan (Francia)
9 años atrás 11 min lectura
- Durante sus conversaciones en Nueva York, Barack Obama y Vladimir Putin decidieron iniciar un proceso de paz para el norte de África y el Medio Oriente. ¿Cumplirán esa promesa?
En la ONU, Rusia se apresura lentamente. Sus dirigentes están convencidos de que la CIA estimuló los grupos terroristas islamistas desde los años 1950, grupos que hoy amenazan no sólo la estabilidad regional sino incluso los intereses de los propios Estados Unidos. Como ya explicó Vladimir Putin el año pasado, ante el Club de Valdai, es por lo tanto conveniente que todos trabajen juntos en aras de resolver el actual conflicto.
Pero los dirigentes rusos también están convencidos de que Washington sólo escucha a sus socios si estos son fuertes. Por eso el Parlamento ruso debatió y aprobó una intervención militar contra los grupos terroristas que operan en Siria. Se trata de la segunda intervención exterior de la Federación Rusa desde 1991 –la primera fue la guerra de Osetia del Sur, en 2008. En cuanto se aprobó la operación, los bombarderos rusos despegaron desde Latakia y destruyeron varias instalaciones de al-Qaeda y del grupo Ahrar Al-Sham.
La selección de los blancos tenía como objetivos simultáneos
obligar las demás potencias a aclarar sus propias políticas con respecto a esos grupos terroristas;
enviar un mensaje a Turquía, cuyos oficiales dirigen actualmente el grupo conocido como Ahrar Al-Sham
y demostrar que el objetivo es liquidar absolutamente todos los grupos terroristas, sin excepciones.
Esta intervención es muestra de la voluntad rusa de asumir un papel en el Medio Oriente, no en contra de Estados Unidos sino junto a esa potencia. Lejos de desafiar al presidente Obama, Rusia intenta –por el contrario– prestarle la asistencia militar de la que el inquilino de la Casa Blanca ha estado careciendo debido a los enfrentamientos internos que hoy se registran en el Pentágono.
¿Quién apoya a los grupos terroristas?
Se ha hecho corriente el reconocer que los yihadistas que operan en Siria reciben armamento y financiamiento de potencias extranjeras. Pero ningún Estado reconoce públicamente su propia implicación en ese respaldo. Las reacciones ante la operación rusa de policía antiterrorista en Siria han puesto de relieve las contradicciones de muchos de los implicados.
Por ejemplo, el ministro francés de Relaciones Exteriores, Laurent Fabius, declaró que
«una coalición [alrededor de Rusia] cuyas bases mismas impedirían toda unión de los sirios contra los terroristas, alimentaria en realidad la propaganda de Daesh [el Emirato Islámico] y reforzaría su poder de atracción».
Con esa declaración, Fabius admite que el objetivo de Francia y de sus aliados en Siria –Turquía y Arabia Saudita– no era luchar contra el Emirato Islámico sino contra la visión rusa de las relaciones internacionales.
El presidente de la Comisión del Senado estadounidense a cargo de las fuerzas armados, John McCain, afirmó por su parte que Ahrar Al-Sham incluía elementos que habían recibido entrenamiento y armamento de Estados Unidos. Por consiguiente, para McCain, el ataque ruso contra esos terroristas es una agresión contra Estados Unidos. Siguiendo esa misma lógica, McCain aconseja la entrega de misiles tierra-aire a esos yihadistas para que puedan derribar los aviones rusos.
Un mensaje para Turquía
Sabiendo que el grupo Ahrar Al-Sham, antiguamente apadrinado por Kuwait, está hoy ampliamente financiado por Turquía y dirigido por oficiales de ese país, es evidente que los bombardeos rusos contra ese grupo constituyen una advertencia para el presidente turco Recep Tayyip Erdogan.
Erdogan primeramente tomó el lugar del príncipe saudita Bandar ben Sultan como coordinador del terrorismo islámico internacional y posteriormente convirtió Turquía en refugio de la Hermandad Musulmana, en lo cual sustituyó a Qatar. En diciembre de 2014, Turquía firmaba un estratégico acuerdo de compra de gas a Rusia, acuerdo que finalmente abandonó por presiones de Estados Unidos. Simultáneamente, Turquía y Ucrania crearon una «Brigada Islámica Internacional» para luchar contra la «ocupación rusa en Crimea». Así que las relaciones entre Ankara y Moscú se tensaron súbitamente [1].
Durante una estancia del presidente Erdogan en Moscú, el 23 de septiembre, en ocasión de la inauguración de la mezquita más grande de Europa, el presidente ruso logró convencerlo de que debía suavizar su discurso contra la República Árabe Siria, pero no logró hacerlo renunciar a su política de agresión.
De regreso en su país, el presidente Erdogan se limitó a declarar que la salida del presidente sirio Assad ya no era una condición previa para la solución de la crisis siria. Al estimar que eso no era suficiente, Rusia reconoció la lucha del PKK –partido de los kurdos de Turquía–, dando a entender que Moscú podría respaldar al partido kurdo contra el gobierno turco.
No habrá tregua para ningún grupo terrorista
Con su decisión de atacar a al-Qaeda y Ahrar Al-Sham, Rusia desplazó el debate de la aparente unanimidad contra el Emirato Islámico hacia la cacofonía que caracteriza la actitud hacia al-Qaeda. Aunque todo el mundo reconoce hoy en día que la organización fundada por Osama ben Laden fue en sus orígenes una creación de Estados Unidos, todos creen también –o simulan creer– que al-Qaeda acabó volviéndose en contra de su creador y que incluso le infligió terribles daños el 11 de septiembre de 2001.
La realidad es muy diferente ya que al-Qaeda actuó como aliado de la OTAN en el derrocamiento de la Yamahirya y posterior asesinato del líder libio Muammar el-Kadhafi. Para el entonces comandante del AfriCom, el general estadounidense Carter Ham, esa verdad resultó tan chocante que prefirió abandonar sus funciones al frente de la guerra contra Libia, funciones que pasaron a manos de la alianza atlántica.
En Siria, los gobiernos de Francia y Turquía hicieron llegar municiones a al-Qaeda a través del llamado Ejército Sirio Libre. Así lo demuestra un documento de este último grupo armado [clasificado por Occidente como «oposición moderada»] entregado el 14 de julio de 2014 al Consejo de Seguridad de la ONU [2].
Y en este momento, el general estadounidense David Petraeus, ex director de la CIA, y su socio John McCain están llamando a respaldar a al-Qaeda en contra de la República Árabe Siria.
El propio grupo Ahrar Al-Sham fue creado en marzo de 2011, justo antes del inicio de los incidentes en Siria, por varios miembros de la Hermandad Musulmana que habían sido anteriormente cuadros de al-Qaeda. La existencia misma de Ahrar Al-Sham demuestra que, contrariamente a las recientes palabras del presidente francés Francois Hollande ante la Asamblea General de la ONU, el terrorismo en Siria ya existía antes del inicio de la guerra y no es, por consiguiente una consecuencia sino la causa del conflicto, como señala el presidente Assad.
En definitiva, cualesquiera que sean las mentiras de la OTAN y las contradicciones que esas mentiras engendran, los rusos no harán distinciones entre los diferente grupos en función de los padrinos o financistas secretos de unos y otros sino que bombardearán absolutamente todos los blancos vinculados a grupos terroristas que aparecen en las listas de la ONU: al-Qaeda, el Frente al-Nusra y el Emirato Islámico.
¿Quiénes se oponen a la intervención rusa?
Desde el inicio del despliegue ruso –y todavía no se ha debatido sobre un posible despliegue de fuerzas terrestres de los países miembros de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC)–, se ha desatado una campaña mundial de desinformación que acusa a Rusia
de dirigir el Ejército Árabe Sirio;
de bombardear poblaciones civiles «hostiles al régimen»
y de estar preparando una gran ofensiva junto a los Guardianes de la Revolución iraníes.
La propaganda de guerra, que era la base y principal característica de la guerra de 4ª generación coordinada por la OTAN desde febrero de 2011 hasta marzo de 2012, había disminuido paulatinamente. Durante todo un año, habíamos estado oyendo diariamente historias imaginarias sobre los supuestos crímenes del «régimen», pero ahora la propaganda de guerra se limitaba a algunos pequeños grupos –como el Observatorio Sirio de los Derechos Humanos (OSDH)– pantalla londinense de la Hermandad Musulmana convertida en la fuente preferida de los medios de prensa atlantistas que, como cediendo a un imperioso impulso pavloviano, repiten sin la menor reflexión las más descaradas mentiras.
En primer lugar, para hacer creer que los militares sirios obedecían órdenes de oficiales rusos, se utilizó un video del Ejército Árabe Sirio donde podían oírse voces que hablaban en ruso. Pero la voz corresponde a una comunicación radial entre los propios yihadistas. El periodista Yuri Artamonov reveló ese “error” de interpretación después de estudiar detenidamente la banda sonora del video en cuestión [3].
Luego vino una verdadera oleada de imágenes y videos sobre las víctimas civiles de los bombardeos rusos. Imágenes y videos divulgados durante el debate de los parlamentarios rusos llamados a autorizar la intervención, o sea antes del inicio de los bombardeos.
Y, para terminar, también se presenta la presencia de combatientes iraníes en Siria como la preparación de una gran contraofensiva del «régimen» y sus aliados contra los «rebeldes». La realidad es que, después de la caída de Palmira, Estados Unidos aceptó el envío de fuerzas iraníes a Siria, aunque el número de hombres enviados no pasa de 5 000, cifra insuficiente para el inicio de una contraofensiva en un territorio tan vasto. En cuanto a los rebeldes armados, como ya hemos señalado anteriormente, todos están vinculados a al-Qaeda o al Emirato Islámico.
Queda por explicar quién está organizando esta campaña de propaganda y con qué objetivos. La respuesta a esas interrogantes, que no parece evidente si pensamos únicamente en el contexto sirio, aparece con claridad cuando situamos este teatro de operaciones en el contexto de una refundación de las relaciones internacionales.
La proposición rusa al Consejo de Seguridad de la ONU
Rusia propuso que el Consejo de Seguridad dedicara todo el mes de octubre a estudiar la manera contra el terrorismo, pero no sólo en Siria sino en todo el conjunto del norte de África y en todo el Medio Oriente [4].
Es évidente que Moscú y Washington se han concertado para aplicar ahora el acuerdo que habían concluido anteriormente –en 2012–, el mismo acuerdo que la señora Clinton, los generales Petraeus y Allen, el “diplomático” Feltman, el presidente francés Hollande y su ministro de Relaciones Exteriores Fabius tanto se esforzaron por sabotear. En ese acuerdo Washington y Moscú se reparten las responsabilidades en el mundo árabe. Pero Rusia no tiene intenciones de tratar de caminar sobre arenas movedizas y está llamando, en primer lugar, a tratar de sanear el terreno.
Hay que recordar aquí el elemento fundamental de ese acuerdo: Estados Unidos podrá retirar parte de sus tropas estacionadas en el Medio Oriente cuando Rusia garantice la seguridad de Israel [5].
Como condición para aceptar esa nueva repartición del mundo, Rusia plantea el paso de un sistema imperialista, como el de Yalta, a un nuevo sistema basado en el derecho internacional en general y, en particular, en la Carta de la ONU. De entrada, Rusia condena
«la injerencia en los asuntos internos de los Estados soberanos, el uso de la fuerza sin autorización del Consejo de Seguridad y la entrega de armas a actores no estatales extremistas».
Que nadie se equivoque. Esta solución requiere que se apliquen las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU, incluyendo las que tienen que ver con Israel, así como la aplicación de la Iniciativa Árabe de Paz y del Plan de Acción Global Común sobre el programa nuclear iraní, la creación de mecanismos de control sobre el respeto de todos esos textos por parte de los Estados y, para terminar, una lucha global contra la ideología de la Hermandad Musulmana.
Elementos fundamentales:
A pesar de las graves divergencias que existen entre ellos (despliegue del escudo antimisiles, derrocamiento del régimen en Ucrania, intento de juzgar a Vladimir Putin en un tribunal internacional), el Kremlin estima que puede ayudar a que la administración Obama compruebe la ineficacia de la política estadounidense y a que regrese al derecho internacional.
Sólo bajo esa condición Rusia estaría dispuesta a compartir con Estados Unidos la responsabilidad de garantizar la seguridad en el norte de África y en el Medio Oriente, lo cual incluiría la seguridad de Israel.
Los bombardeos rusos en Siria no están dirigidos contra los aliados de Estados Unidos. En realidad constituyen una ayuda militar para el presidente Obama, quien –desde hace un año– no logra hacerse obedecerse por la coalición que supuestamente debía operar contra el Emirato Islámico.
Rusia espera llevar a Estados Unidos a una conferencia regional de paz que concretaría la aplicación de las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU –incluyendo la retirada de Israel hacia las fronteras de 1967–, así como la aplicación de la Iniciativa Árabe de Paz y del Plan de Acción Global Común sobre el programa nuclear iraní.
Para derrotar el terrorismo islámico habría que combatir el factor que provocó su surgimiento: la ideología materialista de la Hermandad Musulmana.
[2] «Resolución 2165 y debates (ayuda humanitaria en Siria)»,Red Voltaire, 14 de julio de 2014.
[3] “Are there Russian troops in Syria?”, Yuri Artamonov, 5 de septiembre de 2015.
[4] Lectura muy importante: «Proposición rusa de un debate sobre el terrorismo en el Consejo de Seguridad de la ONU», Red Voltaire, 1º de octubre de 2015.
[5] «¿Obama y Putin van a repartirse el Medio Oriente?», por Thierry Meyssan, Оdnako (Rusia), Red Voltaire, 24 de febrero de 2013.
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