El tema es muy pero que muy importante. Para nuestra salud, para la salud pública en general, para el ecologismo no entregado a los caballos desalmados y sin bridas del neoliberalismo, para la crítica al desarrollismo industrial, para cultivar la necesaria alianza con la ciencia crítica, informada y amiga de la Humanidad, y para ayudar a ubicar la economía en el escenario de las necesidades humanas y no en el ámbito de las cuentas de resultados de empresas irresponsables.
“La Organización Mundial de la Salud [OMS] concluye que el humo del diésel causa cáncer de pulmón”, éste es el titular. Ni que decir tiene que la OMS no es precisamente una organización infiltrada por un colectivo de bolcheviques anticapitalistas dispuestos a acabar, sea como sea, con la civilización del capital. Desgraciadamente, la OMS no es tan razonable.
Viernes, 8 de junio de 2012. Conclusión de la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC), un grupo de investigación de la OMS: el humo de los motores diésel causa cáncer de pulmón y posiblemente de vejiga (hay evidencia limitada). De hecho, el humo de los motores diésel estaba considerado desde 1988 –desde un cuarto de siglo aproximadamente- como posible carcinógeno. Estaba ubicado en el grupo 2A de la escala. Ahora ha subido al primer escalón, al 1, el más alto, el nivel del amianto, del benceno o de la radiación solar. Ni menos ni más. De hecho, la gasolina, no hablo ahora del diésel, se mantiene como probable carcinógeno (en un nivel, sólo en un nivel, por debajo). La ciudadanía, vale la pena recordarlo, está expuesta en el caso del diésel no solo por el humo de los vehículos. Hay que sumar también el procedente de otros modos de transporte –como barcos o trenes- y de plantas de generación eléctrica.
La IARC cita, según E. G. Sevillano y R. Méndez, un estudio de febrero de 2011 sobre 12.315 trabajadores de ocho minas en USA que revelaba una relación positiva entre respirar diésel y el cáncer de pulmón. La principal firmante del estudio es Debra Silverman, la responsable de epidemiología del Instituto Nacional del Cáncer de EE UU (una institución pública). “Los mineros usan equipo pesado que funciona con diésel. En las minas se alcanzan altas concentraciones de estas partículas al ser un espacio confinado”, ha declarado. Ha añadido: “El riesgo depende de la exposición. La gente muy expuesta tiene más riesgo, pero quien recibe menos dosis también, aunque en menor medida. Es un problema de salud pública que los Gobiernos deben abordar”. Kurt Straif, responsable de las monografías de la IARC, abona la misma posición:
“Los principales estudios que nos llevaron a esta conclusión se realizaron sobre trabajadores altamente expuestos. Sin embargo, sabemos por otros carcinógenos, como el radón, que los estudios iniciales que muestran un riesgo en la población, aunque no haya una alta exposición, finalmente también encuentran vinculación positiva para la población”.
No se conoce el nivel a partir del que se puede disparar la enfermedad. Como ocurren en otros casos. Depende de factores genéticos y de estilos de vida. Como ocurre en otros casos también.
¿Y el principio de precaución? En la papelera. Como casi siempre. Primero contamino y mato; luego, si llega el caso, ya rectificaremos. Lo negocios son los negocios. ¡Qué risa tan tísica!
Por lo demás, en la España intervenida, 7 de cada 10 coches que se matriculan, el 70%, son diésel [2]. Dado que emiten menos dióxido de carbono (CO2) está bonificada su compra. ¡Una decisión impecable!
Algunos testimonios científicos citados por los autores del reportaje que vale la pena tener en cuenta:
Esteve Fernández, epidemiólogo del Instituto Catalán de Oncología (ICO), señala que las partículas que emiten los diésel “penetran profundamente en el árbol bronquial, lo que produce lesiones directas sobre las células pulmonares con inflamación crónica”. Sobre la IARC de la OMS, comenta que “el proceso de las monografías es muy serio. Se analiza la evidencia sobre animales de laboratorio y la epidemiología y entre 15 y 20 expertos revisan toda la literatura científica; al final se pone en común en un grupo de trabajo en una semana”.
El epidemiólogo Miquel Porta, uno de los grandes científicos españoles, ha comentado:
“Son procesos muy largos y muy conservadores. La IARC nunca peca de alarmismo ni de ir demasiado deprisa. Más bien peca de conservadurismo”.
De hecho, ya en 2010, investigadores españoles relacionaron la contaminación de las partículas del diésel con el aumento de mortalidad por infartos, cardiopatías isquémicas e ictus.
El presidente del grupo de trabajo de la IARC, Christopher Portier, la decisión fue unánime en este caso, ha declarado que:
«Dados los impactos adicionales para la salud humana de las partículas de los motores diesel, la exposición a esta mezcla de productos químicos debería reducirse en el mundo entero».
Kurt Straif, otro de los científicos congregados en Lyon, ha colegido que, dado lo que ya sabemos,
“las acciones para reducir la exposición deben englobar tanto a los trabajadores como a la población general».
Un punto en el que es necesario prestar atención, la atención debida a las apuestas infundadas o arriesgadas, alejadas años-luz de la necesaria prudencia: la opinión sobre los diésel ha cambiado radicalmente en apenas una década: antes eran la solución ideal para reducir las emisiones de CO2, ahora son el origen de muchos de los males de la calidad del aire de las ciudades. Consumen menos combustible y emiten menos gases de efecto invernadero, pero sueltan muchas más partículas en suspensión y óxidos de nitrógeno.
La patronal española del automóvil, Anfac, ha hablado. Como era de esperar, no se cortan ni un pelo, considera que la OMS ha pecado de alarmista y no ha tenido en cuenta que “los nuevos diésel tienen filtros que absorben el 99% de las partículas que emiten”. Aún más, ha añadido –la infamia es de libro- que si lo que la OMS pide es facilitar la renovación del parque de automóviles, bienvenida sea la recomendación, pero –éste es el punto esencial para ellos, no la salud pública- lo que no se puede hacer es criminalizar al coche. ¿Y eso por qué? Porque a ellos no les da la gana. ¡Más coches, venga más coches!
Christopher Wild dirige la IARC desde 2009, el grupo de la OMS del que antes hablábamos. En una entrevista reciente, ha señalado cosas del siguiente tenor (los subrayados son míos):
“En el cáncer de pulmón no hay una única causa. El humo del diésel es una de ellas. Hay una enorme cantidad de población expuesta. Así que aunque el riesgo no sea muy alto, el efecto combinado sí que es relevante. Además, al hablar de las partículas microscópicas y otras sustancias químicas del humo de los diésel hay que tener en cuenta que no solo causa cáncer. También está relacionado con el asma y las enfermedades cardiovasculares… En los países desarrollados hay menos partículas y sustancias químicas que en los países en desarrollo por los nuevos motores. Pero no sabemos si ese cambio en la composición del humo se traslada a la salud. No entendemos cuál es la mezcla de las sustancias que causa el cáncer, así que no podemos trasladar directamente que el cambio en la composición del humo mejore la salud. Además, el cambio en la tecnología lleva años… Sí [los estudios solo hablan por ahora de trabajadores altamente expuestos al humo del diesel], porque es más fácil identificarlos y al recibir dosis mayores es más fácil medir el aumento del cáncer. Pero tenemos la experiencia de otras sustancias, como el gas radón. Primero se vio que era cancerígeno en trabajadores expuestos y después se vio que también había un problema en la población expuesta en su casa. Así que es muy plausible que esto ocurra con el diésel… No creo que nadie quiera generar una alarma excesiva. Pero hemos analizado la mejor ciencia disponible y teníamos que presentarla”.
Ha añadido: si algo está probado, la gente tiene derecho a saberlo y la ciudadanía sólo puede presionar a su Gobierno para que endurezca las normas de emisión. El “sólo” obviamente es un error de Wild, un error que entre todas y todos podemos ayudarle a corregir.
*Fuente: Rebelión
Notas:
[1] El País, 13 y 14 de junio de 2012.
[2] Hace apenas dos décadas, se limitaba prácticamente a los taxis y los camiones, y sólo un 10% de turismos llevaban gasóleo. Diez años después, el diésel suponía ya el 29% del total.
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En Chile existe una indiferencia generalizada hacia todos los contaminantes que nos están debilitando día a día. Los plaguicidas altamente peligrosos se usan como si nada, El SAG, que es por ley quién tiene que controlar el tema, no se pronuncia. La OMS, que como dice el artículo no puede ser acusada de bolchevique, ha clasificado de «altamente peligroso» el Glifosato (Roundup) el 4,2-D, y la soja transgénica que es toda la que anda circulando por campos y jardines urbanos y nadie se altera ni toma medidas.