17 julio 2015
Todo el sólido republicanismo se ha desvanecido en un aire con mal olor a delincuencia republicana. La captura por el mercado de la política ha lumpenizado con fornicación masoca la imagen y el fondo de la escena nacional. La virtud calculista de nuestros constitucionales dictatoriales ochenteros hace gala de su virtud ingenieril.
El Dictador perpetuó cordones de pobreza asociados al barro, hacinamiento y ausencia de servicios básicos. La Concertación llegó a mejorar el modelo con una maquillada de inclusión social débil, mejoró el estándar de los pobres e incluyó sectores medios a través de mecanismos con resortes en el mercado del crédito. Marketeó socialmente sus guarismos hasta hacernos creer que la pobreza desaparecía.
Y fue que la pobreza se modificó, se recicló, se reacomodó, adquirió otro carácter, pero no desapareció, siguió siendo y ha seguido siendo una condición que existe como parte de un sistema segregado.
Incluyeron sectores medios en una condición más bien vulnerable, ya que la inclusión se licua de todo margen de protección social relevante, más bien se incorporó bajo el predominio del eje del consumo.
Esa una inserción muy parcial, por tanto, plantea vacíos importantes. No tiene consolidación, la vulnerabilidad puede ser interpretada como una pobreza encubierta, la jibarización exagerada hace pensar que esto puede tener sentido.
Las fortunas escandalosas son un rasgo que grafica la huella de un neoliberalismo concentrador a ultranza, tanto que hay un Chile único, absolutamente elítico. Es el obsceno dibujo de la extrema riqueza nacional.
Nos dicen que es meritocrático, que la educación nos hará llegar, y nos dan una educación malena, que no produce mujeres y hombres críticos, unas personas formadas técnicamente en un manto de ignorancia sublime. Carecemos de una cultura y de espacios culturales de gran debate, se dice que la mitad de la población entiende bien poco lo que lee, y qué es eso sino una ausencia de un alma cultural con profundidad.
La primera violencia estructural está en la distribución de estas riquezas que tras bambalinas muestran a un pueblo con altos índices de sufrimiento. Hace ya un tiempo que es costumbre que un chileno termine con su vida arrojándose a las líneas del metro, los suicidios se han transformado en una costumbre social frecuente, y qué está diciendo eso, ¡qué nos dice eso!
Según Freud, un asesinato con mala puntería, muchas malas punterías, lo que habla de una matanza lenta, pero programada, cumplidora. Tenemos la ilusión mediática popular infantil de que ganamos algo con la Copa América, y al final no ocurre. Nos vienen haciendo un trabajo de marketing pasional hace rato.
Sin vergüenza, la hacen todos los días con fe en sus privilegios, liquidando los recursos nacionales, rentabilizando el clima, el territorio y su gente. Máximas ganancias para que los costos sean de otros, de los menos fuertes. La hacen con santificación de la ley, con la virtud del poder burocrático y con la masticación maquinal del Estado.
Un sistema de pensiones y salud que ofrece un trasfondo de dolor que sabe a esa constatación del subdesarrollo que se encubre tras la conciencia nacional luminaria de los malls. Nos conectan mucha luz y colores para que no veamos esos acentuados matices, para que nos hagamos los ilustres, y convengamos que ese arte representacional lo manejamos.
Nuestro masoquismo tiene raíz en los golpes sistemáticos que se fraguaron desde el adentro de la Escuela Santa María de Iquique hasta la Venda Sexy, uno de los tantos centros de tortura de la dictadura cívico-militar, donde los valientes flagelaban a las mujeres de Chile.
Todo ese sufrimiento, todo ese dolor se ha juntado para producir a un masoca indolente conectado al mercado hasta las vísceras y el cerebelo. De tanto que nos han pegado que quedamos aislados de reconocer nuestro sufrimiento, una raíz muy trágica sin duda.
Esto nos hace criaturas filosóficas a través de la poesía de nuestra tierra sísmica e insular. Somos la tragedia de la tierra movediza, tierra que antes habitaron aquí las mujeres y hombres de la tierra.
De esa tierra quedará un gran desierto en parte importante del territorio para muy luego (2040). El impacto climático es un fenómeno en progreso, las implicancias serán complejas y afectarán muy probablemente las desigualdades aún más. El capitalismo se contradice con el bienestar climático del planeta y, por tanto, de la vida humana.
Hay un masoquismo porque hay una resignación, un dejar que te peguen hasta el hartazgo, hasta ser una nación sitiada por el consumo y el abuso.
Mientras nuestras viejas y nuestros viejos se mueren de hambre por las pensiones indignas transita la pornografía millonaria de los desfalcos producidos contra el Estado, que a diestra y siniestra hicieron y vienen haciendo en esta circunstancia triste de Chile.
Hay mucha historiografía, desde que el niño Anfrus fue torturado y asesinado en un lío de ventas de arma en plena dictadura (1979).
Incluso después de los pinocheques y la rabieta de los cara pintada (1990). Tuvieron la santa imagen de que el verdugo mayor era probo, y resulta que con vergüenza los políticos cuicos tuvieron que reconocer que había metido mano también, hasta ahí nos llegó el dictador republicano que nos estaban presentando. El senador vitalicio, que si no nos ayuda el derecho internacional en Londres, no lo hubiésemos sacado de protagonizar una grotesca imagen parlamentaria nacional.
Y después vinieron sobresueldos, EFE, farmacias, La Polar, municipalidades, Soquimich, Penta, Corpesca y cuánto más que no sabemos. Pero aun así dicen: “No somos corruptos”, y esto es lo más abusador que se ha escuchado. Eso es para oídos masoquistas, te la están haciendo y te dicen que no son. La cagó, solo un chileno puede resistirlo.
Nos dicen que es meritocrático, que la educación nos hará llegar, y nos dan una educación malena, que no produce mujeres y hombres críticos, unas personas formadas técnicamente en un manto de ignorancia sublime. Carecemos de una cultura y de espacios culturales de gran debate, se dice que la mitad de la población entiende bien poco lo que lee, y qué es eso sino una ausencia de un alma cultural con profundidad.
Se enredan en políticas públicas tecnocráticas y no cambian el rol de la televisión pública. El IVA de los libros y la responsabilidad pública de la educación nacional.
La brecha sigue aumentando desde hace mucho y se verifica inexorablemente en una batería interminable de diagnósticas asesorías, que dicen lo mismo de distintos modos, nuestra educación es segregada, y ocurre la perversa paradoja de que el sistema de selección permite educación del Estado para los que más tienen y educación privada para una mayoría con menos recursos.
O sea, todo neoliberalizado, porque al final la lógica neoliberal es el Estado para los poderosos. Con el resto de la población focaliza, pero con los privados apoya sagradamente, sobre todo, a los grupos más acumuladores, a los actores fuertes. El neoliberalismo es el sádico cabrón de los chilenos.
El mar que tranquilo nos baña fue vendido por las leyes de la república a los diversos grupos más poderosos del país y coimearon a los ilustres diputados de la fe pública derechista. La anulación de la Ley Longueira tiene base jurídica, ya que también se fundamenta en una eticidad muy contundente, que tiene una interpelación en cuanto a la propiedad nacional de nuestro mar. Es una cuestión de derecho constitucional.
El agua que nos queda fue vendida a capitales extranjeros y este vital elemento se nos escurre en el relave de las mineras dejando a pueblos enteros en una sequía aguda, que no se traduce solo en que no llueva, sino en cómo se gasta un recurso nacional. Está en nuestras fronteras jurisdiccionales, pero no nos pertenece, esta ideología masoca mercantiliza no solo nuestra vida sino nuestro futuro.
El aborto ocurre privadamente, pero las mujeres que se atienden en el sistema público no pueden acceder. Porque nuestro masoquismo también tiene un verdugo cuyo credo es entregar al pobre el carácter de mártir. Ese masoquismo produce mártires doloridos que deben sufrir como ejemplos del calvario.
El último fallo de las farmacias es la visualización vox pópuli de que la ley está diseñada para proteger a los que roban de cuello y corbata, sin asco, sin dolor y con el dedo histórico metido en la boca de todos los chilenos.
Qué pasará con Soquimich, Penta y Corpesca, una telenovela parecida que nos volverá a decir que este es un país con una ideología idiosincrática masoquista.
Nos pueden golpear mil veces y son nuestros abusadores, y los elegimos y los perdonamos y les volvemos a creer.
Y vamos con ese sabor a injusticia en el pecho, agachamos la cabeza y levantamos la mano para protegernos, como un reflejo condicionado espiritual.
Visto así, este espejo quebrado de Chile nos tiene conductualmente capturados en recibir, recibir, recibir y seguir recibiendo.
*Fuente: El Mostrador
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A medida que leo este texto se me pone la carne de gallina. Desde más de la mitad de mi vida en el exterior me preocupo de estar al tanto del acontecer chileno,y de distintas fuentes, porque seguramente tengo algo de masoquismo. Pero este artículo de Eddie Arias deja chico, en contenido y forma, a quienes eran mis fuentes predilectas del periodismo chileno. Ojalá que este aporte de Eddie ayude a seguir abriendo ojos y creando más conciencia del imperativo del cambio real y consecuente en la patria. Gracias Eddie.
Buena puerta la de este artículo para sondear en cada uno de nosotros -uno mas otro, mas otra, pueblo al fin-, cual sería una forma de unirnos más como conciencias operativas individuales que como masa protestona y cacerolística…
Porque se me está haciendo duro de creer pero lamentablemente evidente, la idea de que estamos dividiéndonos en dos tal cual lo vaticinara Buckmeister Fuller por los sesenta: que el problema de la sociedad humana no será el de la alimentación ni la pobreza, sino la calidad de la educación….
Los hijos de ciertas élites la recibirían como tal.
Los demás, agárrate como puedas, en una masa de verdaderos zombies culturales…mascando snaks y sorbiendo sugarblues.