Fútbol en Palestina
por Ezequiel Fernández Moores (Argentina)
10 años atrás 8 min lectura
En el artículo, Anticipándose a la votación sobre la expulsión de Israel, EE.UU. ordena el asalto de la FIFA, un lector de piensaChile insertó el siguiente comentario:
Es muy preocupante la insistencia islamista de utilizar a todas las organizaciones internacionales, públicas y privadas, para que tomen partido a su favor en la guerra que sostienen contra Israel, la utilización del deporte con fines de confrontación política como se pretende en este caso, merece el más profundo rechazo de los que consideramos al fútbol y al deporte en general como un noble actividad de paz y de unión entre los pueblos,
A fin de que nuestros lectores conozcan algunos de los motivos del porque reprodujimos ese artículo que informa acerca de los esfuerzos de Palestina por solicitar a la FIFA que haga justicia, expulsando a Israel de esa Federación, por su criminal conducta a lo largo de años, reproduciremos un artículo de un diario argentino, de derecha, firmado el 22.11.2012, no por un ‘islamista’, sino por un periodista que mira el mundo, mira la realidad. Ojala el gobierno israelí comprenda y comience a ver «al fútbol y al deporte en general como un noble actividad de paz y de unión entre los pueblos» como escribió nuestro lector.
La Redacción de piensaChile
Jueves 22 de noviembre de 2012
Hamid Younis Abu Daqqa murió baleado el jueves pasado mientras jugaba al fútbol. La camiseta manchada de sangre de Real Madrid, con el nombre del crack alemán Mesut Ozil y el número 23, quedó como triste recuerdo. Las balas del ejército israelí le penetraron el abdomen cuando Hamid se aprestaba a iniciar el segundo tiempo. Como todos los días, antes de la puesta del sol, jugaba partidos de media hora con amigos frente a su casa de Abassan al Kabira, Franja de Gaza, a un kilómetro y medio de la frontera con Israel. Hamid tenía 13 años y su ídolo era Cristiano Ronaldo. Su padre contó llorando que Hamid soñaba con jugar en la selección. El fútbol, aun en medio de bloqueo, balas y cohetes, es más importante de lo que muchos suponen para los palestinos. «Es nuestro espacio -dijo un hincha a The Nation- para olvidar dónde estamos y recordar quiénes somos.»
Hamid llegó muerto al hospital de Khan Younis. Las imágenes del funeral, multitudinario, muestran su rostro descubierto, el cuerpo envuelto en la bandera palestina. Fue la primera de las más de cien víctimas fatales de la última escalada de violencia, en medio de un anuncio de tregua que no aleja los temores de un nuevo baño de sangre. Una semana después de la muerte de Hamid, misiles disparados por aviones israelíes F-16 destrozaron el Estadio de Palestina. Había sido reconstruido en 2006 con fondos de la FIFA, después de que bombas israelíes dejaron un enorme cráter en la cancha. La selección ya no jugaba más en Gaza. El presidente de la Federación, Jibril Rajoub, preso de los 15 a los 32 años, ex custodio de Yasser Arafat, teme ahora que vuelvan los viejos tiempos, cuando la selección no podía siquiera completar 11 jugadores dentro de la cancha porque Israel bloqueaba las salidas por cuestiones de seguridad.
Los ataques de 2006 se produjeron después de que grupos armados palestinos secuestraron al soldado israelí Gilad Shalit. En octubre pasado, ya libre después de cinco años de cautiverio, Shalit, supuestamente invitado por Barcelona, fue al Camp Nou a ver el clásico contra Real Madrid. En Gaza hubo fuertes protestas. Barcelona, oportuno, invitó entonces a Mahmud al Sarsak, un futbolista de la selección de Palestina que permaneció tres años preso, sin cargos. Más de 50.000 futbolistas afiliados al sindicato europeo FIFpro, la FIFA y Amnesty International habían pedido por Sarsak, que fue liberado este año después de cumplir 92 días en huelga de hambre. «No se puede igualar a la víctima y al opresor», dijo Sarsak al rechazar la invitación de Barcelona. Y agregó: «Hay una gran diferencia entre detener a un soldado armado dentro de su tanque y arrestar a un futbolista en un control militar cuando va a jugar al fútbol a Cisjordania».
El debate entre hinchas en la prensa deportiva sobre dos pueblos que se niegan el uno al otro, como siempre, incluyó historia, religión, geografía y política. Acusaciones cruzadas con la pregunta eterna sobre quién estaba antes y quién comenzó primero. Halcones y palomas de uno y de otro lado. Y, como dijo un hincha de Barcelona enojado con su club por la invitación a Shalit, la evidencia de que, sea lo que fuere, ante cada estallido de violencia, por cada uno que muere en Israel hay 100 que mueren en Gaza, donde los palestinos, según describió Noam Chomsky, «viven como animales en una jaula» desde el bloqueo de 2006. «Si eres neutral en situaciones de injusticia -escribió el hincha citando al premio Nobel de la Paz Desmond Tutu-, elegiste estar con el opresor. Si un elefante pone su pie sobre la cola del ratón y tú dices que eres neutral, el ratón no apreciará tu neutralidad.» «¿Qué extraña inversión -se preguntó el filósofo León Rozitchner en el epílogo del libro Ser judío, citado en estos días por el sociólogo Atilio Borón- se produjo en las entrañas de ese pueblo humillado, perseguido, asesinado, como para humillar, perseguir y asesinar a quienes reclaman lo mismo que los judíos antes habían reclamado para sí mismos?»
Por experiencia, me dice Harold Mayne-Nicholls, ex presidente de la federación chilena y que viajó a Ramallah como dirigente FIFA, los palestinos «están acostumbrados a que se incumplan las promesas». En un artículo en El Mercurio contó que, pese a los problemas, el fútbol palestino cuenta con tres divisiones y ligas regionales, tiene también liga nacional y distintas selecciones femeninas, un trabajo sostenido en menores y cuatro estadios. Mayne-Nicholls, presidente de la Fundación Ganamos Todos, contó la historia de Ibrahim Abu Hamad, que en 1974 fundó un club de fútbol para retener a sus 12 hijos varones en el pueblo de 800 habitantes de Wadi Aal-Neiss. El equipo fue campeón palestino 2009-10 y su nieto Khamer es el primer Abu Hamad que llega a la selección. El equipo nacional había sufrido un duro golpe en 2008-09, en la llamada Operación Plomo Fundido. Entre el millar de palestinos muertos, hubo tres jugadores de la selección: Ayman Alkurd, Shadi Sbakhe y Wajeh Moshtahe. Cansado de recibir cohetes lanzados desde Gaza, el operativo del ejército de Israel incluyó un nuevo bombardeo sobre el Estadio de Palestina. El mismo estadio atacado otra vez en estos días.
«¿Por qué los estadios y los deportistas son siempre un objetivo del ejército israelí? ¿Por qué la liga palestina pudo completar apenas siete temporadas desde su creación, en 1977?», se pregunta el periodista estadounidense Dave Zirin. Porque el deporte -se responde- es juego, normalidad, esperanza y sueño. «Y quien sueña puede imaginarse un mundo mejor.» Algo parecido habrán pensado acaso los atletas israelíes asesinados por el comando palestino Septiembre Negro en la Masacre de Munich de los Juegos Olímpicos de 1972. También hubo fiesta de «mundo mejor» el domingo 3 de julio de 2011 en el nuevo estadio Faisal Al-Husseini, en la ciudad de Al Ram, cercana a Ramallah y Jerusalén, cuando Palestina pudo jugar por primera vez en casa un partido de eliminatorias mundialistas. Conocí a James Montague en Inglaterra en 2009. Especialista en Medio Oriente, su crónica sobre ese partido es formidable. Jugadores retenidos hasta siete horas en las fronteras, que venían de igualar 1-1 la ida bajo 40 grados en Tursunzade, Tadjikistán. En Al Ram, Palestina, con su selección integrada por jugadores con pasaportes de ocho países, ganó 3-1. Afganistán, el rival, estaba formado a su vez por jugadores de la diáspora que sumaban 32 lenguas y un capitán con un dedo amputado por una mina antipersonal. Tailandia, rival siguiente, cortó el sueño palestino de Brasil 2014.
El estadio Faisal Al-Husseini había sido inaugurado oficialmente el 26 de octubre de 2008. Palestina, miembro oficial de la FIFA desde 1998, pero que todavía lucha para ser reconocido por la ONU como «Estado observador», jugó por fin en casa. Fue una fiesta. Por los altoparlantes sonaron palabras del gran poeta Mahmoud Darwish, que había muerto dos meses antes. «El fútbol -se escuchó en el estadio- es la más noble de las guerras.» «La tierra se estrecha para nosotros», se llama uno de los poemas más conocidos de Darwish. Y sigue: «Nos hacina en el último pasaje. La tierra nos exprime. ¡Ah, si fuéramos su trigo para morir y renacer!.Hemos visto los rostros de los que matará el último de nosotros en la última defensa del alma. Hemos llorado el cumpleaños de sus hijos. Y hemos visto los rostros de los que arrojarán a nuestros hijos por las ventanas de este último espacio. ¿Adónde iremos después de las últimas fronteras? ¿Adónde volarán los pájaros después del último cielo? ¿Dónde dormirán las plantas después del último aire? Aquí moriremos. Aquí, en el último pasaje. Aquí o ahí… nuestra sangre plantará sus olivos»
*Fuente: lanacion.com.ar
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