Chile: un partido constituyente es la única alternativa
por Carlos Santa María (Chile)
10 años atrás 11 min lectura
Chile es un país desconocido en su esencia ya que los Medios de información transnacionales solo lo muestran en un desarrollo artificial, sin exponer su propia realidad.
Actualmente la casta chilena, es decir, las clases dominantes, con un sector de millonarios a nivel mundial (lo que no existía antes de Pinochet y logrado definitivamente con la ‘democracia’), posee dos bloques organizados: uno en la Alianza por Chile y el otro en la Nueva Mayoría (NM), quienes sustentan el modelo neoliberal, aunque mediatizado en parte por una mínima ala de izquierda en esta última. La denominada derecha está conformada por Renovación Nacional, Unión Demócrata Independiente y Evópoli; NM, de centro y socialdemócrata, se conforma básicamente con la Democracia Cristiana, el Partido por la Democracia, Partido Socialista, Partido Radical, Movimiento Amplio Social y Partido Comunista.
Para la opinión pública internacional, el país es abundante en logros sociales, posee un sólido sistema de beneficios, la oposición es entre la izquierda y la derecha. Sin embargo, la verdad es otra: el país ha sido privatizado en extremo y la discusión con Bolivia parece absurda cuando se rechaza entregarle una porción de tierra mientras las concesionarias privadas son dueñas efectivas de las carreteras y el mar.
En cuanto a previsión social, lo exorbitante es que el modelo propuesto por José Piñera, miembro destacado del equipo de los Chicago Boys en el Gobierno de la dictadura militar, incluso fue seguido por varias naciones europeas. El proyecto ordena y obliga a todos los trabajadores a afiliarse a empresas privadas denominadas AFP (Administradoras de Fondos de Pensiones), las cuales manejan cuentas individuales de ahorro a prácticamente todos los chilenos cotizantes, con interés ínfimo, para devolver a 35 años una parte de ello y luego obligar al Estado a reponer lo faltante durante el tiempo siguiente que reste de vida del ‘cliente’. La maquiavélica forma no fue seguida por dos sectores que conocieron del error que provenía de dicha medida: políticos y Fuerzas Armadas, los cuales disponen de pensiones incluso a partir de los 40 años y con beneficios excelentes. Es decir, se engañó al pueblo chileno coaccionándolo para entregar sus aportes a comerciantes de la vida.
Cabe reconocer que el Gobierno actual, afianzado por cuarenta años incentivando el consumo como progreso, posee un control social de excelente factura pues se ha explotado al máximo la desideologización general a través del ocultamiento del campo internacional (el chileno medio no sabe lo que ocurre en las fronteras, incluso en el país mismo), exceso de farándula, exacerbación del consumo-chatarra, cultura del individualismo, existencia limitada y desarticulada de las organizaciones comunitarias y políticas alternativas, sindicalismo minimizado, Medios de información parcializados, inexistencia de orgánica partidista soberana, entre otros factores. Cabe destacar que es considerado uno de los países más seguros y tranquilos del orbe.
Sin embargo, dos hechos gravitan en la sociedad chilena: la vigencia de la Constitución impuesta por las armas en tiempos del general Pinochet e inexistencia de seguridad ‘pensional’ para todos los nacionales, aunado a una educación y salud comercializadas en grado extremo. En el primer caso, la fuerza de una norma suprema que establece en Chile el principio de subsidiariedad posibilita, como lo validó el expresidente Ricardo Lagos, concesionar todo lo que sea factible, es decir, el país, su electricidad, agua, mares, vías, mineras, etc., entregándolo a grupos particulares. En el segundo, ligado a lo anterior, la educación pública universitaria es pagada al igual que la privada, solo mediatizada por bonos, becas y créditos, aunque ahora se intenta instalar la gratuidad plena a futuro.
Cabe mencionar en este momento la coyuntura difícil que vive el país, manifestada en casos de corrupción que ha afectado en alto grado la imagen de la presidenta, Michelle Bachelet, y en días pasados la protesta nacional con huelga de hambre de los expresos políticos de la dictadura a quienes se los ha considerado ciudadanos de segundo orden frente a miembros que apoyaron a la dictadura y obtienen pensiones de privilegio. Su reivindicación exigiendo la dignificación del papel jugado, especialmente ante un Gobierno que se precia de ser popular, y la compensación ante las lesiones mentales, físicas, laborales y sociales, son dos demandas legítimas que aún están en discusión sin reconocimiento justo, especialmente sustentadas por la Convención contra la Tortura firmada por Chile. El caso Penta y Soquimich (empresa estatal privatizada y traspasada a Ponce Lerouot, yerno de Pinochet), que relaciona política con empresarios, permitió descubrir el financiamiento irregular de campañas políticas, muchas de ellas ligadas a la dictadura, con penas de casa por cárcel a los inculpados debido a su ‘prestigio’ y poder e inferiores en grado extremo a quien roba un artículo de un centro comercial o en una residencia. Aunado al caso Caval, que vincula al hijo de la presidenta, el asunto se ha vuelto de gran importancia aunque se considera que será escasa la trascendencia efectiva en las penas a los involucrados y la modificación a las normas vigentes puesto que se supone habrá un ‘acuerdo desde arriba’.
Ante esta crisis política, negada por la mandataria, junto a la solicitud de renuncia de todos sus ministros hecha pública sorpresivamente en un programa de televisión al ser entrevistada por ‘Don Francisco’ (animador televisivo tanto en Chile como en Estados Unidos para el público de habla hispana), se ha firmado el proyecto de ley de Nueva Política Nacional Docente, que nace sin el apoyo del Colegio de Profesores y días después de la primera multitudinaria marcha estudiantil del año, que ha reclamado que ni empresarios ni corruptos decidan la educación en Chile. Asimismo, se ha expedido una reforma con un conjunto de medidas para la transparencia. Pese a ello, la desaprobación presidencial ha bajado a niveles nunca vistos alcanzando el 28%, luego de haber finalizado su primer período (2006-2010) con una aprobación sobre el 80%.
En cuanto a la crítica social, no existe oposición de magnitud al modelo neoliberal sino en pequeños sectores vinculados a la Nueva Mayoría como son Izquierda Democrática, MAS, Partido Comunista, y partidos con sentido social aunque de escasa trascendencia debido a la inexistencia de una orgánica nacional, sin desconocer los movimientos sociales como responsables de un mensaje potente. La Asamblea Nacional Constituyente aún no ha calado en la conciencia ciudadana y, de realizarse, se postula desde el Gobierno y la Alianza preferentemente a partir del Parlamento, descartando su origen esencial como es el pueblo mismo. La discusión está comenzando.
Cabe mencionar que la ‘libertad de prensa’ está garantizada plenamente pues los Medios están controlados en un 99% por la casta dominante. Los sectores populares no poseen herramientas comunicativas televisivas ni radiales, excepto mínimamente en la prensa o páginas de Internet, junto a algunas emisiones radiales consideradas de crítica social. ‘El Mercurio’ y ‘La Tercera’ continúan siendo los decanos de la prensa tradicional aunque, en general, ‘Publímetro’ es uno de los diarios más leídos ya que es distribuido gratuitamente en la capital, razón de su popularidad y estandarizado con un contenido ideológico ya programado. En la prensa alternativa se cuenta, entre otras, con páginas satíricas y de pensamiento en Internet como Polítika o Piensa Chile, y con la publicación de ‘El Ciudadano’, ‘The Clinic’, ‘Punto Final’, ‘Cambio 21’, los que proporcionalmente alcanzan un porcentaje pequeño de lectores.
El diagnóstico sobre el país es claro: el desarrollo se concibe como consumo y el empleo se entiende a partir de un día trabajado en la semana, el control social se apoya si es necesario en leyes antiterroristas, el silencio es una norma en las oficinas de servicios urbanos, mientras las clases opulentas disfrutan los ingresos de los contratos públicos, con lo cual se prevé un sistema sin contratiempos pese a los cuestionamientos en los campos en que se manifieste. Favorece este proceso una élite nacional-internacional, con un país de empresarios que no genera desarrollo real, sino más crédito y endeudamiento, creando la idea de un desarrollo ilusorio basado en la importación y la deuda. Atrapados en la cultura del consumismo, un alto sector de la población chilena no alcanza a percibir con conciencia la gravedad del endeudamiento pues no se siente pobre ni explotada, sino maltratada, por lo cual la queja es suficiente.
Consideraciones prospectivas.
Ante las próximas confrontaciones electorales bipartidistas, no existe ninguna alternativa para resolver los ingentes problemas que aquejan a la sociedad chilena que no sea diferente a la creación de un gran frente social y (o) un partido soberanista, progresista, constituyente, que confronte el modelo neoliberal con un proyecto democratizador. Las marchas son importantes, magnificadas cuando hay violencia y luego desaparecidas del espectro comunicacional, sin reflejarse en una orgánica que consolide el espíritu de cambio que puede existir en grandes sectores sociales. No obstante, la conjunción de estas amplias masas puede elevarse a un conjunto estructurado con proyección.
Esta organización, en la medida que supere algunas delicadas murallas para el avance transformador como son los egos de los líderes, el trabajo no sistemático y la autodestrucción inconsciente (acrecentado por amplias masas que están satisfechas con la sociedad que viven), puede unirse con base a criterios históricos intransables y sobre los cuales no hay discusión. Algunos de estos son: obligatoriedad de un Estado protector de sus ciudadanos y riquezas naturales; creación de un sistema de educación fundado en derechos, el pensamiento y la especialidad profesional, gratuito, universal, de calidad y calidez; construcción de un sistema solidario de pensiones a cargo del Estado y regulador-disciplinante de las AFP; desarrollo de un sistema de salud pública gratuita, universal, de excelencia; regulación e investigación de la venta de la nación a través de contratos lesivos a los derechos fundamentales, entre ellos, vías de comunicación, la movilización, el mar, la producción, las minas; reforma tributaria verdadera para ‘grandes contribuyentes’. La necesidad de realizar una Asamblea Constituyente a partir de la participación del pueblo chileno es fundamental.
Para cambiar el equilibrio de fuerzas actual, se deberá considerar una estrategia que aglutine a las organizaciones estudiantiles, grupos focales de protesta ciudadana y reivindicación regional, ciudadanos que sientan la necesidad de un cambio profundo y no posean un vínculo con quien los pueda representar. Cabe destacar la actitud de la CONFECH (Confederación de Estudiantes de Chile), cuestionando la corrupción existente y la necesidad de decir ‘basta’ para marchar al cambio junto a un sinnúmero de movimientos medioambientales, feministas, educacionales, trabajadores, pobladores, que desde el sur al norte reclaman por la justa solución a los problemas del territorio.
En el análisis prospectivo es preciso considerar el rol que pueden tener las organizaciones nacientes al catalizar este descontento ciudadano y transformarlo en fuerza política como soporte para una convocatoria a una Asamblea Constituyente. Revolución Democrática con Giorgio Jackson, Izquierda Autónoma, Nodo XXI con Gabriel Boric, Partido Humanista, Partido Igualdad, Partido Ecologista, y otros núcleos libertarios anarquistas incluso, podrían ser bases de un nuevo referente político y social en Chile. El PRO de Marco Enríquez-Ominami (MEO) se podría sumar a esta unidad superando dos dilemas; uno, la búsqueda de una alianza con sectores progresistas de la Nueva Mayoría o con el conjunto de esta alianza política, lo que lo aleja de los otros sectores que están fuera de la coalición gobernante, y dos, la vinculación del encargado de finanzas de la candidatura con el financiamiento por una de las empresas vinculadas a Soquimich.
El ejemplo de Siriza y, especialmente para Chile, de Podemos en España, donde se ha formado una fuerza impecable en muy poco tiempo gracias a una organización sólida pese a su juventud, con gran espíritu solidario, sin autocrítica destructiva (tan común en las organizaciones de izquierda), demuestra que la expresión del sentimiento popular manifestado en la insatisfacción general y la impotencia partidaria pueden ser encauzados correctamente.
Finalmente, estos tiempos tan significativos en el hoy y las próximas justas electorales, mostrará si los esfuerzos mancomunados por un partido soberanista o frente social ha sido aceptado por un importante sector de la población chilena o queda en una minoría, simplemente como reflejo de un amplio número de personas al que únicamente le interesa trabajar, conseguir celular, televisor o auto si es posible, continuando con su trasegar de cliente para pagar cada mes su entendido progreso social.
Lo que sí es cierto es que las reformas emprendidas por el nuevo Gobierno, pese a permitir un avance en dicha reglamentación y sus efectos, no serán suficientes para transformar la sociedad chilena a no ser que una amplia conciencia ciudadana considere su deber convertirse en protagonista de la construcción de su propia realidad.
La pregunta inquieta y debe ser respondida prontamente si no se actúa en consecuencia: ¿qué presente se dejará a las nuevas generaciones de jóvenes y niñ@s chilenos?
– El presente artículo fue reproducido también en Actualidad RT
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Me a parecido una muy buena idea la posibilidad de dar vida a un partido, en donde se pueda aglutinar a un no despreciable porcentaje de compatriotas, entre los que me incluyo, para crear un partido político que represente a la mayoría del pueblo pisoteado, para cambiar el rumbo actual, para empezar a construir un país AMABLE para todos y con verdadero sentido de futuro.
El mundo en la actualidad va a la deriva, va al despeñadero. Las élites criollas y transnacionales perdieron la brújula, el mundo como está no es viable y cada día se va poniendo peor, las generaciones venideras les será insoportable un sistema cada vez más esclavizante.