Una breve y particular semblanza de José Eduardo Aquevedo Soto
por Manuel Acuña Asenjo (Chile)
10 años atrás 17 min lectura
No conocí a José Eduardo Aquevedo Soto hasta esa tarde de 1970, en Concepción, cuando me acerqué al local en donde se reuniría el recién constituido Movimiento de Acción Popular Unitaria MAPU, en una casona ubicada casi al final de la calle Barros Arana, principal arteria de la capital penquista. Llegué hasta ese lugar, convencido que podría conversar brevemente con Rodrigo Ambrosio, amigo mío y ex compañero de estudios en el Colegio Seminario de Chillán, que se encontraba de visita en esa ciudad, convertido en uno de los más destacados dirigentes del nuevo movimiento. Nos presentó el propio Rodrigo, en Concepción, a la entrada del local, junto a la alta reja que protegía el ingreso al patio anterior de la casona. José Eduardo alcanzó a estar unos breves segundos con nosotros dirigiéndose al interior mientras Rodrigo conversaba conmigo.
“Y, ¿quién es el Secretario Regional?”, le pregunté, una vez solos, para saber con quién debía conversar en lo sucesivo algunos materias partidarias, puesto que en esos años yo residía parte en Santiago, parte en Concepción.
“Eduardo Aquevedo, pues”, me respondió, con rapidez.
“¿La persona que me presentaste?”, dije, sorprendido
“Sí, claro, Aquevedo. ¿Por qué?”
“Bueno, por nada… Lo preguntaba… Nada más”.
Acostumbrado a políticos que tenían muchos años más que yo, me parecía casi una broma que ese jovencito de rostro desprovisto de barba, casi lampiño, con voz suave y amable, fuese el jefe de la organización política dentro de la cual había yo decidido militar. No le confesé, sin embargo, a Rodrigo mis secretos escrúpulos, sino me limité a levantar los hombros intentando con ese gesto restar toda importancia al hecho. Pero aquel fue mi primer contacto con el Secretario Regional de Concepción. Y no sería el único.
José Eduardo Aquevedo Soto nació en la ciudad de Angol, al sur de Chile, un 17 de septiembre de 1945, ciudad en la que cursó sus primeros estudios trasladándose, muy pronto a Concepción donde ingresó a la Universidad a fin de seguir la carrera de Filosofía que, luego cambió, por la de Sociología. Las aulas penquistas desarrollaron sus inquietudes sociales y los vendavales políticos de aquellos años le hicieron ingresar a la Juventud Demócrata Cristiana JDC, convirtiéndolo en uno de los más promisorios líderes estudiantiles. Fue en esa ciudad sureña donde conoció a Leonor Alarcón, una bella muchacha penquista, elegida una vez ‘reina de la noche’ por el locutor radial Fernando Arjona Martínez. Con ella casó y formó su hogar.
En 1966 fue electo para desempeñar el cargo de Vicepresidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Concepción FEUC; sin embargo, al año siguiente (1967) asume en el carácter de presidente de esa federación Luciano Cruz, dirigente del naciente Movimiento de Izquierda Revolucionaria MIR. De “carácter reservado y retraído, afectuoso con sus amigos […] llevó una vida austera, acorde a la fe budista que conocía y seguía”, según lo expresa Mónica Silva en una semblanza suya aparecida en el periódico ‘El Sur’ de Concepción, de fecha 15 del presente; vivió, durante esos años, en la población Camilo Olavarría, de Coronel, en una casa contigua a la de su gran amigo Remigio Chamorro.
El gobierno de Frei Montalva puso a prueba la convicción política de muchos militantes de esa colectividad; especialmente, luego de los luctuosos sucesos del mineral El Salvador y de Pampa Irigoin, en las cercanías de Puerto Montt. Como muchos de sus camaradas, José Eduardo puso en duda su continuidad en las filas de un partido que era capaz de cometer semejantes tropelías, situación que también hacía reflexionar a Rodrigo Ambrosio, máximo dirigente en esos años de la Juventud Demócrata Cristiana JDC. Sin embargo, nada de eso era casual o, simplemente, fruto de la contingencia política. José Eduardo Aquevedo estudiaba, profundizaba sus conocimientos en Chile a la manera que Ambrosio lo había hecho en París, años antes, nutriéndose de las enseñanzas de un vasto acervo de teóricos marxistas entre los cuales destacaban Lucien Fevre, Marc Bloch, Étienne Balivar, Louis Althusser, Charles Bettelheim, Umberto Cerroni, entre muchos otros. Sus estudios, al igual que sucediera con Ambrosio, lo fueron alejando de las convicciones demócrata cristianas.
Hacía tiempo que Rodrigo había comenzado a diseñar una estrategia para la Juventud Demócrata Cristiana basada en el protagonismo de los movimientos sociales que denominaba ‘Frente Revolucionario’. No pudo, sin embargo, llevarla a efecto. Castigado, a su vuelta de Francia, por la dirección de la colectividad a la que pertenecía, privado de cualquier posibilidad de un trabajo decente bajo el alero del Estado, se vio obligado a viajar a Concepción en busca de nuevos horizontes y a hacerse cargo de la docencia en la Facultad de Sociología de esa Universidad. Allí volvió a encontrarse con José Eduardo y con otros dirigentes críticos a la conducta del Gobierno. El trabajo orientado a la formación de una nueva fuerza política comenzó en esa época unificando los criterios con los sectores porteños, entre otros, Gonzalo Ojeda, Rodrigo González, Fernando Aldonay.
En tanto, la crisis al interior de la Democracia Cristiana se intensificaba. No fue, por consiguiente, el quiebre de ese partido un hecho sorprendente; antes bien, era algo que todos sabían que ocurriría aunque no su exacta fecha. En 1969 abandonó esa colectividad Rafael Agustín Gumucio; más tarde le seguirían Alberto Jerez, Jacques Chonchol y Julio Silva Solar. Con ellos se irían también Vicente Sotta y otros connotados demócrata cristianos que, en los meses siguientes, darían vida y continuidad al Movimiento de Acción Popular Unitaria MAPU.
La división se produjo de manera drástica. El MAPU ingresó a la vida política de la nación y su primer Secretario General fue Jacques Chonchol luego que fuesen derrotadas las tesis de Rodrigo contenidas en su documento sobre el ‘Frente Revolucionario’. No obstante, el documento del Primer Congreso Nacional dejó conforme a la mayoría.
En esta época, hizo crisis el matrimonio Aquevedo Alarcón. Pasado el dolor de la separación, José Eduardo organizó su vida junto a Imilse Reyes quien le dio un hijo; sin embargo esta unión, aunque bastante duradera, también llegaría a su irremediable fin.
Apenas iniciado el Gobierno Popular, y por obra de Rodrigo Ambrosio, José Eduardo comenzó a desempeñarse como encargado de la llamada ‘promoción superior del trabajo’ o, simplemente PST como se la conocería, del Instituto Nacional de Capacitación INACAP. En realidad, Ambrosio quería dejar ese instituto en manos del MAPU pues lo veía como el instrumento más eficaz para el desarrollo de sus ideas; más eficaz, incluso, que cualquier ministerio por lo que puso muy poco interés de participar en la lucha que otros partidos libraban por acceder al control de tales secretarías de Estado bajo el Gobierno Popular. De hecho, el jefe zonal de INACAP era Carlos Lagos quien, más tarde, sería miembro del Comité Central del MAPU; Aquevedo estaba bajo las órdenes suyas y, en honor a la verdad, era poco el trabajo que realizaba como encargado de la PST pues se avocaba con preferencia a la construcción del partido.
Chile es un país cristiano, con una población mayoritariamente católica (observante o no), circunstancia que influye poderosamente en la cultura de la población. Si el marxismo había sido denunciado por la alta jerarquía eclesiástica como una perversión, era difícil convencer a toda una colectividad asumir aquella corriente de ideas en el carácter de instrumento de análisis como Rodrigo, José Eduardo y muchos otros lo proponían. Era natural que la idea no gozase de la simpatía de los viejos cuadros demócratacristianos que habían emigrado del partido para dar vida al MAPU. Por lo demás, el propio presidente Allende era contrario a abrir campo a nuevas corrientes marxistas pues sostenía que sólo bastaba con los dos que ya existían (Comunista y Socialista) en su Gobierno. La división entre la corriente cristiana y la marxista se hizo presente y el propio Presidente ayudó a la formación de una Izquierda Cristiana que nació al abandonar su vieja guardia parlamentaria las filas del MAPU. Rodrigo fue elevado a la calidad de Secretario General.
El MAPU estaba organizado territorialmente en ‘regionales’; José Eduardo dirigía el de Concepción. Sin embargo, sabía que necesitaba radicarse en Santiago para entregar con mayor efectividad sus aportes al movimiento. Rodrigo no estaba de acuerdo pues le parecía que semejante cambio podía debilitar la posición del movimiento en Concepción donde había adquirido un fuerte desarrollo.
“Permitir que te traslades a Santiago sería como ‘desvestir a un santo para vestir a otro’”, dijo, molesto ante las insistencias de José Eduardo.
Hubo discusiones vehementes que produjeron graves trizaduras en la amistad que había entre ambos dirigentes al extremo que dejaron de visitarse, como muy bien lo recuerdan algunas personas. Sus conversaciones, durante un largo tiempo, estaban limitadas a lo estrictamente necesario. Pero José Eduardo se trasladó, finalmente, a Santiago.
A la muerte de Rodrigo, el 19 de mayo de 1972, pasó a desempeñarse Jaime Gazmuri en el carácter de Secretario General del MAPU. Con él ascendieron todos los sectores que estaban dispuestos a discutir con la oposición el contenido del Programa de la Unidad Popular. Las discusiones se hicieron vehementes y la proximidad de un nuevo Congreso Nacional dividió a los mapucistas en dos bandos irreconciliables: por una parte, los sectores que habían propinado una severa derrota a las tesis del Frente Revolucionario quisieron adoptar como estrategia la ampliación de la base de la Unidad Popular con elementos demócrata cristianos y de la social democracia, llamando a hacer un alto en el camino, detener el cumplimiento del programa y analizar lo ocurrido hasta ese momento a fin de ‘consolidar lo avanzado’; por otra, los sectores más avanzados que exigían el cumplimiento exhaustivo del Programa y la entrega de mayor participación y poder a las organizaciones sociales porque, sostenían, que ‘sólo avanzando se consolida’. Muerto Rodrigo, tomó José Eduardo a su cargo gran parte de las tesis que habían de sostenerse en el Segundo Congreso; en unión con Kalki Glauser, Gonzalo Ojeda, Rodrigo Gonzalez y otros comenzó a elaborar documentos que pudieran dar mayor solidez a las posiciones que ese sector mantenía. Al principio, para un observador incauto, tal disputa no parecía sino entre la dirigencia santiaguina, por una parte, y los ‘advenedizos’ provincianos (Valparaíso y Concepción), por otra. No era así, sin embargo.
Las tesis enarboladas por el segundo sector se impusieron en el Segundo Congreso Nacional y en la redacción de dichas tesis estuvo la mano de José Eduardo y Kalki Glauser principalmente. Había casi consenso en que el nuevo Secretario General iba a ser José Eduardo. Un incidente increíble, una torpeza en el intercambio de palabras durante la realización de ese Congreso cambió el curso de la historia y Oscar Guillermo Garretón, recién nominado candidato a diputado por Concepción, contando con la simpatía y apoyo de su numerosa delegación, pasó a ocupar el cargo de Secretario General. José Eduardo y Juan Enrique Vega fueron elegidos como primero y segundo Subsecretario General, respectivamente.
Apenas realizado el Congreso, me llamó José Eduardo para preguntarme si estaba o no dispuesto a aceptar el cargo de Secretario Ejecutivo de la Comisión Política, del Comité Central y del Pleno Nacional del partido a lo que le contesté afirmativamente. Mi nombre fue propuesto por él a la Comisión Política quien lo aprobó sin mayores comentarios. Sin embargo, mi desempeño se realizaba no sin cierta reticencia de algunos líderes históricos como el propio Secretario General y del segundo Subsecretario General, personajes de decidido carácter autoritario.
El MAPU, no obstante, estaba siendo dividido nuevamente. El propio presidente Allende, que había tenido injerencia en la primera división, tampoco estaba ajeno a esos ajetreos; y con él, un sector del partido Comunista y otro del partido Socialista. La división se produjo en marzo de 1973, luego de las elecciones parlamentarias de ese año: la creación del ala ‘Obrero y Campesino’ se consumaba de esa manera. Convertido en una estructura que más parecía estar destinada a experimentar constantemente divisiones, el MAPU fue tratado despectivamente por los medios de comunicación: MAPU Gazmuri se le llamó a la corriente que lideraba Jaime Gazmuri; MAPU Garretón, a la corriente oficial.
Los problemas al interior del partido continuaban, no obstante. El Secretario General no simpatizaba en modo alguno con José Eduardo ni con Rodrigo González quien pasó a desempeñar el cargo de segundo Subsecretario General al abrazar Juan Enrique Vega la causa de lo que sería, más tarde, el MAPU Obrero y Campesino; tampoco éste con José Eduardo. En realidad, la desconfianza hacia José Eduardo se debía a la simpatía que éste mostraba hacia los sectores ajenos a la UP como lo era el MIR y otras tendencias de esa índole. Pero en ese período, Eduardo se destacó por sus actividades como organizador entre las cuales puede citarse la aparición de un periódico que tomó el nombre de la revista que el MAPU sacaba en tiempos de Ambrosio —‘De Frente’—, periódico que se vendió en los quioscos y cuya publicación empezaba a rendir frutos precisamente en el momento que la alta oficialidad armada perpetraba el golpe de Estado en contra del Régimen Popular. Colaboró con él en esos afanes la periodista Carmen Gloria Dunnage, a la sazón, su pareja. José Eduardo tuvo a su cargo igualmente la difícil tarea de mantener la cohesión del movimiento, tarea en la que fue apoyado por Gonzalo Ojeda y otras personas. Y era que Garretón no pasaba de ser solamente una figura, un camafeo, un símbolo incapaz de crear partido, de organizar cuadros y desarrollar teoría; quien tomaba a su cargo la conducción del movimiento era José Eduardo. Él era su dirigente nato y esa fue la visión que no solamente yo tuve de la estructura partidaria en la que militaba, sino la de muchos otros compañeros.
Uno de los hechos más notables que pudo realizar José Eduardo fue la organización de la ‘Asamblea del Pueblo’ en Concepción que, a pesar de estar incluida en el Programa de la Unidad Popular como una de las medidas que debería adoptar el Gobierno, provocó un fuerte escozor en la Presidencia y en partidos como el Comunista, el Radical y los sectores almeydistas del Socialista. La ‘Asamblea del Pueblo’ fue un éxito y, como tal, un triunfo de José Eduardo. Puede decirse, hoy, que dicha Asamblea, realizada en julio de 1972 con participación del MIR y de todos los partidos de la Unidad Popular con excepción del PC, fue la expresión regional de las experiencias de ‘poder popular’ que empezaban a germinar en esa zona bajo la forma de ‘Comandos Comunales’ y ‘Cordones Industriales’. La ‘Asamblea del Pueblo’ de Concepción fue presidida por José Eduardo Aquevedo Soto.
Tras el golpe de 1973, José Eduardo viajó a Francia donde empezó a profundizar sus estudios. Terminadas las odiosidades con quienes primero formaron la Izquierda Cristiana, ayudó a Jacques Chonchol a desarrollar su Instituto de Estudios en París y comenzó a delinear las tesis de la nueva organización que dirigió desde el exterior: MAPU Partido de los Trabajadores o MAPU PT, de orientación maoísta, pues había quedado profundamente impresionado luego de un viaje que hizo a China. José Eduardo se había radicalizado y, en esos años, era partidario incluso de la guerrilla urbana. En Suecia, sus ideas encontraron franco apoyo de parte de Carlos Pulgar quien, avecindado ya en Ecuador, fallecería en un accidente automovilístico entre Quito y Guayaquil. Tampoco esto sucedió por mera casualidad.
El MAPU, en Chile y en el exterior, se había vuelto a fragmentar. Y era que al emprender su exilio, el pequeño grupo dirigido por Oscar Guillermo Garretón dejó el MAPU a cargo de Carlos Montes quien, como medida ‘profiláctica’ procedió a ‘descolgar’ a todos los miembros del Comité Central y organizar una nueva dirección con personas de su absoluta confianza. Separado del cargo que desempeñaba por un acto autoritario del representante del Secretario General en Chile, el ambiente se hizo propicio a José Eduardo para crear su propia estructura política. No ocurrió de manera diferente con los miembros descolgados del Comité Central los cuales, junto a quien escribe estas líneas, fieles al programa del Segundo Congreso Nacional, dieron vida a la estructura que fue conocida como MAPU Comité Central.
En Francia, José Eduardo se dedicó al estudio. Sacó su Ph.D. Master en Ciencias Económicas en la Universidad de Paris VIII, e hizo el correspondiente Doctorado desempeñándose como profesor de Economía del Desarrollo en la misma Universidad donde había obtenido su Ph.D. entre los años 1983 y 1993. A su vuelta a Chile, fue contratado por la Universidad de Concepción, donde antes también se había desempeñado, en el carácter de profesor titular de Sociología y Economía, durante el periodo 1993-2006. Fue, además, entre 2007 y 2009, profesor titular en la Universidad Academia de Humanismo Cristiano (UAHC), de propiedad del Arzobispado. En ese último año se desempeñó, además, como profesor en las Universidades ARCIS y Bolivariana para terminar haciendo clases como profesor de Socioeconomía en la Universidad de Valparaíso a partir de 2010. José Eduardo se desempeñó, además, durante dos años (entre 1999 y 2001) en el cargo de presidente de la Asociación Latinoamericana de Sociología (ALAS).
No se sabe si como consecuencia de algunos amores desgraciados alguien ha querido ensuciar su nombre a través de la red Internet poniendo en entredicho, incluso, su calidad de profesional. Lo cierto es que existen acusaciones de ese carácter en la red, pero no parecen, verdaderamente, tener un serio sustento; antes bien, parecen simples aseveraciones dictadas bajo el imperio de fuertes pasiones.
En la primera quincena de noviembre recién pasado, sufrió un fuerte ataque el corazón que lo dejó inconsciente y sin habla. Operado de urgencia en el Hospital del Tórax debió permanecer en ese centro asistencial conectado a un pulmón artificial. Me enteré de ese suceso gracias a una amiga que lo supo de boca de su hermana María Teresa. Quise ir a verlo, pero por disposiciones internas que velan por la salud de los pacientes, el Hospital me negó la entrada. No quise doblegar la voluntad de las personas que me negaron el ingreso recurriendo a la ayuda de la dirección de ese Hospital, cuyo jefe máximo es un amigo común, porque no me pareció correcto hacerlo. Por el contrario, le solicité a su hermana María Teresa me avisara cuando saliera de su gravedad. Aunque me lo prometió, no lo hizo; presumo, en consecuencia, que nunca se dio esa oportunidad. Conectado siempre a ese pulmón que le insuflaba oxígeno, pudo recuperar brevemente la consciencia por algunos momentos para ver a sus hijos; el resto del los días permaneció inconsciente en ese centro asistencial para fallecer, finalmente, en la noche del día sábado 6 del presente. Tenía 69 años de edad. Fue velado en el local del partido Socialista organización a la cual había ingresado. Llegaron a acompañarlo sus buenos amigos Luis Magallón, Gonzalo Ojeda, Juan Ruz, Fernando Robles y algunos otros que, en un momento de nuestras vidas, compartimos con él algunas vivencias e ideas. Al sepelio concurrieron sus amigos y familiares, entre ellos sus hijos Claudia, Gonzalo, Karim y Jasmine; lamentablemente, yo no pude hacerlo por motivos de salud.
José Eduardo no fue un orador cuya retórica impregnada de imágenes y metáforas pudiese levantar el ardor de las multitudes. Fue, por el contrario, un expositor y las veces que debió hablar ante muchas personas lo hacía casi en forma doctoral. A la manera de Maximiliano De Robespierre, que en contadas ocasiones pronunciaba discursos orales sin el apoyo de un texto, por regla general José Eduardo escribía los suyos y los leía. Por eso, era posible descubrir en ellos ideas macizas, fuentes teóricas, estudio, planificación; Mónica Silva dice de él que “su densidad intelectual era impactante”. Hoy, es posible encontrar algunos de sus aportes en varios sitios de Internet, aunque José Eduardo alcanzó a editar su propia página en donde se pueden leer algunos artículos de carácter sociológico de alto interés.
No fue perfecto José Eduardo, como más de alguien pudiera suponer luego de leer estas páginas Un hecho importante, ocurrido durante los difíciles años de la dictadura, lo demuestra. Cuando, avecindado ya en París, y a nombre del MAPU Partido de los Trabajadores, firmó un acuerdo de trabajo conjunto con el representante del MAPU Comité Central, en ese momento Pedro Gaete, dicho compromiso jamás se llevó a cabo con las consecuencias que es dable imaginar. A su vuelta a Chile, nunca dio explicaciones de ese hecho; las escasas veces en que se le arrinconó para conversar al respecto se limitó, solamente, a señalar que conversaría sobre ello en otra oportunidad. Pero, al margen de esas promesas y otras menores que también quedaron en el archivo de la memoria sin cumplirse, José Eduardo fue, a no dudarlo, uno de los mejores teóricos de la organización que construyera Rodrigo Ambrosio y un buen e inigualable compañero.
Santiago, 13 de diciembre de 2014
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