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¿Puede la Democracia Cristiana dar cátedra de derechos humanos?

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Para referirse al tema de los derechos humanos, una condición mínima exigible es haberlos defendido en todas las situación, sin importar la ideología del gobierno que los vulnera. No es el caso de la Democracia Cristiana que, en Chile, promovió y auspicio el más sangriento golpe de Estado contra el Presidente democrático, Salvador Allende – incluso, apoyó durante un buen tiempo al tirano, Augusto Pinochet y, aportó muchos de los funcionarios para que sirvieran al régimen dictatorial -.

Para no remontarnos tan lejos en la historia, la Democracia Cristiana chilena apoyó el golpe de Estado en Venezuela, en 2002, dirigido por el “patrón de los patrones”, Pedro Carmona. En ese entonces, la Canciller Soledad Alvear se apresuró en reconocer el gobierno golpista en concomitancia con Estados Unidos. Una vez que Hugo Chávez recuperó el poder, el gobierno de Lagos Escobar y su Canciller terminaron culpando al inocente embajador, que sólo puede actuar bajo órdenes precisas, en ese caso, de su jefa directa.

Si bien la Democracia Cristiana nació en la lucha contra una dictadura, la de Carlos Ibáñez del Campo, y en su vida  política condenó a la mayoría de estos regímenes – baste recordar la invasión a la República Dominicana por los norteamericanos, las de Hungría, Polonia y Checoslovaquia por parte del imperio soviético -, esta limpia hoja de ruta fue ennegrecida por el apoyo al golpe militar, en 1973, y la dictadura sanguinaria que le sucedió.

Los democratacristianos, aliados a los derechistas están repitiendo ahora, respecto al Presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, los mismos argumentos que usaron líderes como Patricio Aylwin que aceptaba la legitimidad de origen del gobierno de Allende, pero lo declaraba ilegítimo por la forma en que ejercí el poder. Cuarenta años después, cuarenta años después el derechista Matías Walker expresa el mismo argumento con respecto a Nicolás Maduro.

Si la democracia electoral es la medida emitir cualquier juicio sobre un gobierno, qué duda cabe que la democracia venezolana es mil veces superior a la chilena; de dieciséis elecciones, quince han sido ganadas por el socialismo del siglo XXI – no hay año en que no se consulte al pueblo -. En el caso chileno, a diferencia del venezolano, no existen formas de democracia directa, pues nadie puede revocar a un mandatario aun cuando faltado al cumplimiento de su programa, pues estamos regidos por una Constitución dictatorial y no por una  surgida del propio pueblo, como es el caso de Venezuela, por una Asamblea Constituyente. Venezuela cuenta con una sola Cámara y no el ridículo senado chileno, integrado por plutócratas y apitutados autocomplacientes y, además, “se repiten el plato” a su amaño.

El nuevo gobierno de Bachelet, a iniciarse en pocos días más, ya comienza evidenciar sus contradicciones:  ante la invitación de la Presidenta chilena a Nicolás Maduro, en su calidad de jefe del Estado venezolano, los democratacristianos y, lo que es más ridículo, gran parte de parlamentarios del PPD, se unen a la derecha fascista – que, por cierto, no tienen ninguna autoridad moral, pues defendieron y apoyaron al facineroso Pinochet, para rasgar vestiduras contra un gobierno democrático, que está enfrentando una crisis importante – que, vergüenza debiera darles al promover semejante espectáculo.

La Democracia Cristiana sangra por la herida, pues su partido hermano, el COPEI, desapareció del escenario político venezolano, a consecuencia de la corrupción e incapacidad de los gobiernos del pacto de Punto Fijo, que condujo a ese país a uno de los peores desastres económico, político y moral, a pesar del alto precio del petróleo. Sería bueno recordar siempre que el Sr. Henrique Capriles fue un dirigente de COPEI, que hoy espera recuperar el poder.

07/03/2014

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2 Comentarios

  1. José Maria Vega Fernandez

    Con todo respeto por aquellos fieles de toda religión que viven en silencio la mística de sus cuerpos doctrinarios, desenvolviendo sus mas altas posibilidades humanas, cito libremente a continuación lo que extraje de un librito de psicología práctica escrito por los ochenta.
    «»El terapeuta: » Ha probado usted demasiados caminos buscando una liberación, pero a mi juicio no debió abandonar su condicion de fiel católico inicial, porque de todas sus búsquedas y trabajos, en su religión pudo encontrar francamente lo que está buscando…..
    El Paciente: Mire, Doctor: He llegado a la conclusión de que los Católicos mienten. Y si no mentimos, ocultamos….es decir, mentimos. Me dijeron que por español es que soy mentiroso. Pero miento y oculto porque eso fue lo que enseñó la religión católica en España desde hace siglos. No soy de doble personalidad por ser español, sino por ser católico de nacimiento…»»
    Creo que no habría cabida para limitar sólo a la Religion Católica de uno de estos aspectos tan comunes de nuestra naturaleza corriente.
    En mi opinión, las Democracias no pueden ser Cristianas. Por mas que le busquen la vuelta y basen en profundas consideraciones jurídicas, legales y lo demás, es pura política.
    No es mas cristiano un DC que un PC, o que un PR o PPD, necesariamente.
    Son abogados y economistas y gente común que trabajan para ciertos intereses, incluído el amor a la patria y el propio sostenimiento familiar.
    Los conceptos ideológicos y la política corriente deben ya ser claramente separados, o si no seguimos mintiendo.

  2. jose garcia peña

    Para que el Cristianismo pudiese ser democrático, Jesucristo tendría que haber sido ateo.
    La religión está basada en el autoritarismo y utiliza a Dios como instrumento terrorista, que amenaza con enviar al infierno a todo aquel que no obedezca, sin rechistar, las órdenes de los hechiceros de la Iglesia, que al mismo tiempo son recompensados por los poderes financieros que dominan al mundo y que son mucho más poderosos que el Dios de la Iglesia.
    Religión, crueldad y maldad de todo tipo, se complementan perfectamente. La democracia busca todo lo contrario.
    Jesucristo predicaba a favor de la comunidad, a favor de los derechos humanos, empezando por los derechos de las mujeres de su tiempo y lugar. La Iglesia trata a las mujeres como una mercancía que se puede comprar, violar y maltratar, sin tener siquiera el derecho de protestar.
    El Papa debería excomulgar a todos los miembros de la Iglesia que criminalizan a las mujeres que por motivos muy humanos, tienen necesidad de abortar.

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