Chile, a 40 años de muertos, zombis y fantasmas…
por Leonel Reyes Fernández (Iquique, Chile)
11 años atrás 8 min lectura
Entramos en pleno mes de septiembre y estamos muy pronto a inaugurar un nuevo ciclo estacional. Mes de la primavera, del rebrote de la vida, del amor y la amistad; mes de la alegría, los colores y los juegos tradicionales; mes de las fiestas y conmemoraciones republicanas. Pero cierta vez, un 11 de septiembre de 1973 la verde primavera, que se preparaba por llegar, se tiñó de rojo con sangre derramada por miles de chilenos y chilenas. Recuerdos dolorosos de uno de los capítulos históricos más siniestros para la historia de Chile y la humanidad.
A 40 años de la conmemoración del Golpe Militar para algunos y del quiebre Constitucional para muchos, no puedo estar ajeno a lo que está sucediendo en estos días a través de los medios de comunicación televisivos acerca de la exhibición de documentales, series, noticias, entrevistas, testimonios de este fatídico y doloroso suceso.
Pregunto, ¿por qué ahora, recién se comienza a desclasificar imágenes y documentales antes no vistos por televisión, curiosamente todos en emisión casi paralelas?… ¿se esperó 40 años para realizar toda esta parrilla televisiva mediática para decir que en Chile las cosas no están bien, que aún las heridas humanas y sociales no están sanadas, que las relaciones humanas no están reconciliadas?… ¿Por qué recién se está pidiendo “perdón” ante el pueblo chileno?… ¿basta sólo con actitudes de arrepentimientos y buenas intenciones para redimir el pasado?… ¿qué intención y qué plan está detrás de todo esto y quiénes lo sustentan?.
A 40 años, es innegable que Chile vive una paradoja existencial aún no resuelta, consecuencias de dos formas de ver y construir sociedad. Esta contradicción existencial se intensifica cada vez que se aproxima el 11 de septiembre, fecha cíclica y recurrente que divide ideológicamente a unos y otros. Se comprueba que a 40 años el antagonismo es una realidad y las brechas cada día se expanden porque en Chile aún coexisten dos proyectos políticos diametralmente opuestos y que aún sigue en patente y latente tensión:
El uno, se instauró con un golpe militar a la cabeza del General de Ejército Augusto Pinochet Ugarte junto a las Fuerzas Armadas y del Orden, justificando que el comunismo marxista leninista de la Unidad Popular estaba destruyendo a Chile; el otro, por el Presidente Constitucional Salvador Allende Gossens quien siempre mantuvo la idea de que un socialismo a la chilena era posible. Fue presionado, boicoteado, acorralado y aniquilado por poderes fácticos entre el periodo 1970-1973.
El uno, perpetuó una superestructura visible y vigente de 40 años de transición de capitalismo plutocrático, con tutela militarizada, pauteada y negociada; el otro, con un paradigma popular aún clandestino con la esperanza de retomar el sueño de una sociedad más solidaria, fraterna, igualitaria, justa, ahora sumándose la transversal ecológica y multicultural.
El uno, dejó a las familias más ricas del país -a familias de origen mestiza europea de apellidos raros- para que gobernara al pueblo trabajador como mano de obra para mantener el sistema capitalista neoliberal; el otro, dejó la esperanza de que los pobres también tienen el derecho de empoderarse social y políticamente de los asuntos del país, gobernándolo según criterios y necesidades de los más desfavorecidos y marginados de la sociedad.
El uno, dejó a su propia familia con una riqueza millonaria a costa de transacciones financieras encubiertas y del genocidio de cientos y miles de chilenos; el otro, dejó un pueblo esperanzado con una herencia humanista y socialista hasta ahora recordada con respeto por la gente pobre y humilde del pueblo. Incluso alcanzando reconocimiento y estimación a nivel internacional.
El uno, dejó como herencia una Constitución (1980) unilateralmente descontextualizada, antisocial, antipopular, ultraconservadora, alabada y sostenida por la actual clase política chilena oligárquica, clasista y mercantilista; el otro, dejó al pueblo de Chile un legado ético en la última despedida transmitida por Radio Magallanes (1973) con carácter de arenga profética, visionaria e inspiradora para las presentes y nuevas generaciones.
El uno, sostenido en la actualidad por casi todos los poderes económicos y políticos de derecha del país, incluyendo a una acomodada pseudoizquierda aún temerosa y políticamente coludida con el status quo; el otro, sostenido por la resistencia de la “verdadera gran mayoría” que exige cambios estructurales profundos a mediano y a largo plazo. Eso incluye una auténtica Asamblea Constituyente ciudadana, popular y democrática que tenga la misión de elaborar una nueva Constitución Política, Social y Cultural para todos los chilenos y chilenas.
Sigamos…si bien en el contexto de la época se cometieron errores políticos, posicionamientos extremos y divisiones ideológicas totalmente opuestas… nada, absolutamente nada justifica el Golpe Militar y los horrores que sobrevinieron después del 11 de septiembre de 1973.
La dictadura militar maquinó una ficticia “guerra fría a la chilena” –junto a sus aliados civiles políticos y agentes del imperialismo norteamericano- y se constituyó en el complot, en el sabotaje y en la traición más cobarde realizada hasta ahora por las Fuerzas Armadas y del Orden en toda su historia republicana. Sólo se eximen aquellos oficiales y soldados que fueron leales a su pueblo, a su Presidente Constitucional, muchos de ellos también asesinados por el régimen militar. Sólo se eximen aquellos uniformados que respetaron la vida, negando perder su honor militar.
Para vergüenza nuestra y del mundo –los altos oficiales criollos que juraron defendernos- fueron los mismos que nos aniquilaron sin piedad y sin posibilidad de defensa propia. Muchos compatriotas –nacionales y extranjeros- se entregaron ingenua y voluntariamente a través de los distintos comunicados, denominados “bandos militares”, sin saber que era la antesala de un exterminio planificado y macabro. Muchos compatriotas fueron vilmente engañados para asesinarlos como quien caza un animal, a través de los denominados “intentos de fuga” que se dieron en distintos puntos del país. La “Caravana de la Muerte”, la DINA (luego, CNI) entre otras organizaciones criminales clandestinas constituyeron el símbolo de lo enfermizo –psiquiátricamente hablando- de esas mentes militares de aquel entonces. Una remembranza de la ideología fascista, a la manera de sus máximos exponentes: Mussolini, Hitler y Franco.
El testimonio –entre otros más en fojas judiciales- de un alto rango militar, respecto al proceder de la Caravana de la Muerte contra el macabro asesinato de 14 prisioneros políticos, declaró: “Me daba vergüenza verlos. Si estaban hechos pedazos. De manera que yo quería armarlos, por los menos dejarlos en una forma humana. Sí, les sacaban los ojos con cuchillos, les quebraban las mandíbulas, les quebraban las piernas… al final les daban el golpe de gracia. Se ensañaron… se les mataba de modo que murieran lentamente. O sea, a veces los fusilaban por partes. Primero, las piernas; después, los órganos sexuales; después, el corazón. En se orden disparaban las ametralladoras…” (General Joaquín Lagos Osorio, Comandante de la 1ra, División de Ejército de Antofagasta en 1973). Ese era el mensaje de la brutal dictadura: dejar por generaciones inserto el terror y el miedo para inmovilizar cualquier intento popular de llegar al poder, de evitar cualquier intento de sedición al interior de las Fuerzas Armadas y del Orden.
A pesar de los esfuerzos por borrar el pasado con mensajes de falsa reconciliación y paz social, el pueblo chileno vive sus propias “venas abiertas” (E. Galeano) aún sin sanar, sin cauterizarse en el tiempo. A 40 años de los sucesos, la clase política de derecha todavía se empeña en creer –y hacer creer a los demás- que la amenaza del comunismo internacional era el objetivo -en un contexto de “Guerra Fría”- al que había que enfrentar y extirpar del alma de la nación. Hoy sabemos que nuestros verdaderos verdugos fueron los propios uniformados criollos los que atentaron contra la vida de miles y miles de chilenos trabajadores e idealistas. Hoy sabemos que los verdaderos “extremistas” fueron las mentes fascistas -de civiles y militares- de la innombrable brutalidad fraticida.
Como si fuera poco, todavía a 40 años, los cómplices ideológicos civiles e institucionales se atreven a insinuar reconciliación, caridad y misericordia con los victimarios como si el daño físico y psicológico al país lo haya realizado el pueblo de Chile. Se empeñan en borrar el pasado como “borrón y cuenta nueva”… ¡¡¡Que arrogancia, que cinismo, que soberbia mental!!!… Hoy, la versión oficialista continúa maquillando cosméticamente los hechos tratando de aminorar, de minimizar las consecuencias en las personas, en las familias y en el país. Los verdaderos responsables y cómplices ideológicos del Golpe Militar ocurrido en el Chile del 73`, hoy siguen impunemente en cargos públicos, mientras miles y millones de chilenos siguen viviendo en la infamia histórica más hipócrita conocida hasta nuestros días.
En 17 años de dictadura pretendieron anular nuestra autoestima, nuestra identidad, nuestros sueños; en los 23 años siguientes, una pseudodemocracia pactada entre políticos emparentados por un mismo modelo económico y por una ilegítima Constitución, nos han mantenido en un simulado desarrollo, en una fingida imagen hacia el mundo, en una falsa reconciliación, en un Chile todavía en transición.
Por respeto al pueblo de Chile se necesita enterrar dignamente a sus muertos y desaparecidos para que descansen en paz y dejen de “penar” cada 11 de septiembre; el pueblo de Chile interpela incansablemente que los zombis criminales y cómplices ideológicos –que coexisten junto a nosotros- recobren su alma o espíritu para pagar sus delitos ante la justicia y morir como humanos; el pueblo de Chile necesita sanarse -por salud mental- de los fantasmas del pasado para crecer con fraternidad, igualdad y sobre todo con justicia distributiva, ejemplarizadora y reparadora.
Finalmente, una página negra de 17 años no puede empañar el libro de vida republicana y la resiliencia de su pueblo. Una demencial dictadura militar no puede detener los sueños de días mejores para las presentes y futuras generaciones. La primavera del 73` teñida con sangre de chilenos y chilenas continuará siendo la semilla de una esperada justicia, paz y liberación social.
*El autor de este Artículo, Leonel Reyes Fernández, es Lic. En Ciencias Religiosas, Diplomado en Derechos del Niño y Políticas Sociales. Es Técnico en Prevención y realiza labores de desarrollo social y comunitario en Iquique.
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