Mientras se tramita una acusación constitucional contra el ministro de educación, señor Harald Beyer que solo espera su ratificación en el Senado de la república y cuando la candidata presidencial Michelle Bachelet se declara contraria a la gratuidad total de la educación pública, los estudiantes vuelven a las calles a mostrar su descontento. Para los estudiantes la cuestión es clara: La educación es un derecho social y no, como sostiene el conservadurismo neoliberal, un privilegio, una mercancía. Tal es el meollo de la cuestión. En este contexto, las palabras de Bachelet no distan mucho de lo que fue su anterior gobierno, cuando se instituyó la LGE de espaldas a los intereses de los jóvenes estudiantes y del cuerpo docente. Es claro que para la candidata, la educación es uno de los temas más complejos y que amenaza debilitar su popularidad. Las manifestaciones estudiantiles han llegado para quedarse y en un año electoral como éste se convierten en un factor nada desdeñable en los medios.
Los candidatos conservadores han preferido la estrategia del silencio y han declinado referirse al tema en concreto, aunque, paradojalmente, las manifestaciones multitudinarias están a la vista. Pareciera que en el Chile de hoy ya no es posible ignorar las demandas de los movimientos sociales. La sociedad chilena de hoy, definitivamente, no es la misma de hace cuatro años. Son muchos los que anhelan cambios profundos en nuestra precaria democracia, los gritos exigen reformas constitucionales de fondo, incluso un cambio de constitución por la vía de una Asamblea Constituyente.
No nos engañemos, para muchos chilenos esta elección presidencial es percibida como una magnífica oportunidad para plantear sus demandas y lo harán a lo largo del año. Esta masa insatisfecha puede manifestarse como una preferencia por candidaturas alternativas o bien en la pasividad de la abstención, cualquiera sea el caso podría reconfigurar el panorama político parlamentario en el país. Las candidaturas que apuestan su viabilidad al mantenimiento de un orden binominal como el actual deberán enfrentarse con la realidad de las demandas en las calles de nuestras ciudades.
Si tenemos en consideración que la mayoría absoluta de los votantes se abstuvo de emitir su sufragio en las últimas elecciones, no es descabellado sostener que esa masa oscura va a ser determinante en la dispersión de votos a nivel parlamentario. De tal manera que aunque la potencia de las figuras presidenciales sea más o menos previsible, no podemos decir lo mismo de la configuración parlamentaria que puede resultar de los próximos comicios. La paradoja estriba en que mientras la elección presidencial pudiera ser una profecía auto cumplida, las elecciones parlamentarias podrían entrañar una sorpresa mayúscula para la mayoría de los partidos políticos en liza.
– Investigador y docente de la Escuela Latinoamericana de Postgrados. ELAP. Universidad ARCIS
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Buen articulo.
La incertidumbre es alta…por el momento.