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El problema no es el ‘papa’, el problema es el ‘papado’

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14-Febrero-2013
Entre los numerosos comentarios, que lógicamente está suscitando la noticia de la dimisión del papa Benedicto XVI, echo de menos una reflexión que, a mi manera de ver, me parece la más importante, la más urgente, la que más puede (y debería) influir en el futuro de la Iglesia y su posible influencia en bien de este mundo tan atormentado en que vivimos. Me refiero a la reflexión que distingue entre los que es y representa la persona del “papa”, por una parte, y lo que es y representa la institución del “papado”, por otra.

Por supuesto, nadie duda que es importante analizar, enjuiciar y saber valorar los aciertos y desaciertos que ha tenido el papa Ratzinger en sus años de pontificado. Por supuesto, también, que es seguramente más importante aún proponer y saber elegir al hombre más competente que, en este momento, tendría que ocupar el cargo de Sumo Pontífice. Todo eso, nadie lo duda, es de enorme interés en estos días.

Pero, por muy importante que sea enjuiciar a las personas, tanto del pasado como del posible futuro inmediato, nadie va a poner en duda –me parece a mí– que es mucho más determinante detenerse a pensar lo que representa, y lo que tendría que representar, no ya este papa o el otro, sino lo que realmente es y hace la institución que, de hecho, es el papado, tal como está organizada, tal como funciona, y tal como es gestionada, sea quien sea el papa que la ha presidido o que la puede presidir.

Porque, vamos a ver: ¿es lo mejor para la Iglesia que todo el poder para gobernar una institución, a la que pertenecen más de mil doscientos millones de seres humanos, esté concentrado en un solo hombre, sin más limitación que la que le imponen sus propias creencias a ese hombre, el que ocupa el papado? Tal como está dispuesto en el vigente Código de Derecho Canónico, así es como está pensado, legislado, y así funciona el papado (can. 331; 333; 1404; 1372). Porque, entre otras cosas, el papa quita y pone a los más altos y más bajos cargos de la Curía. Quita y pone a cardenales, obispos y cargos eclesiásticos de toda índole. Y hace todo esto sin tener que dar explicaciones a nadie y sin que nadie le pueda pedir responsabilidades. Además, esto se mantiene así, sea quien sea el papa reinante, la edad que tenga ese papa, la salud que goce o padezca, su mentalidad, sus preferencias y hasta sus posibles manías.

Más aún, no echemos mano ingenuamente de la presencia del Espíritu Santo y su presunta inspiración constante en la toma de decisiones del papa reinante. No. Esa presunta intervención del Espíritu Santo no está demostrada en ninguna parte. Como tampoco está demostrado, ni hay argumentos para probarlo, que el obispo de Roma, por muy sucesor de Pedro que sea, tenga que acumular todo el poder que el papa y sus teólogos incondicionales aseguran que acumula por voluntad de Dios. ¿Dónde está eso dicho? ¿En qué argumentos se basa? El mejor conocedor de toda esta historia, que la Iglesia ha tenido en el último siglo, el cardenal Y. Congar, dejó escrito en su diario personal que todo eso era una manipulación organizada por los intereses de Roma, cuyas raíces llegan hasta el siglo segundo de la historia del cristianismo. En todo caso, lo que es seguro es que, en todo el Nuevo Testamento, en ninguna parte consta que la Iglesia tenga que estar organizada así y así tenga que ser gestionada. Y, ¡por favor!, que nadie me venga ahora con el famoso texto de Mt 16, 18-19. Entre los mejores estudiosos del evangelio de Mateo, cada día aumenta el número de los que aseguran que esas palabras no salieron de boca de Jesús. Es un texto “redaccional”, muy posterior al texto original, añadido al evangelio por el redactor último del evangelio que ha llegado a nosotros.

En fin, por hoy, basta con lo dicho. Seguiremos hablando de estas cosas en los próximos días. Pero me parece importante terminar diciendo que la Iglesia está, precisamente en estos días, en un momento privilegiado para afrontar sin miedo estas cuestiones, que apuntan a los problemas de fondo que la Iglesia tiene sin resolver. Y que, si no se afrontan y se toman en serio, esta Iglesia seguirá perdida (y callada), por muy lúcido y muy valioso que sea el papa futuro. Porque, insisto, el problema de la Iglesia no es el papa, es el papado, tal como está organizado y tal como funciona, sea quien sea el hombre que ocupa el trono papal.

*Fuente: Atrio

¿Qué queda del Concilio  Vaticano II?

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4 Comentarios

  1. Joaquin

    El verdadero problema, son los ignorantes, que creen en estas tonteras religiosas.Lo del papa o papado, da lo mismo, mejor escriba soble la pedofilia y los parasitos, porque para tonteras, ya sobran.

  2. olga larrazabal

    Estimado Joaquín: La religión está reciclada en ideologías políticas y económicas tanto o más perniciosas porque nos tienen del cogote. El Dios dinero y consumo, los Sumos Sacerdotes de la banca, la ortodoxia de la subsidiariedad del Estado, es la misma cueca pero en peor.
    La Globocolonización es mucho más eficiente que el catolicismo, y no solo se dedican a la pedofilia, sino que a la trata de mujeres y niños, a la droga, a las guerras, tráfico de órganos, envenenamientos colectivos, y nos tienen metidos en farándulas colectivas. etc. Al lado de eso
    los curas, con todas sus pifias, parecen batante cándidos.

  3. Joaquin

    Estimada Olga:, me da la impresión que usted no entendió nada de nana, se lo digo en buen a onda.Cuando me refiero a escribir lo del papa, que son tonteras, estoy diciendo que porque no escriben sobre la otra parte del Vaticano, a su relación con la camorra, la cosa nostra, porque no hablan de la presión que ejerce el vaticano sobre los gobiernos de España, Francia, Portugal y Alemania, para que expulsen a los musulmanes.Sobre lo cándido que son los curas, le puedo asegurar que está muy equivocada.

  4. olga larrazabal

    Don Joaquín: Tiene razón, pero me explico: Muchos curas y personas corrientes si son cándidos, porque le apuestan a un intangible que es Dios y tratan de hacerlo lo mejor posible dentro de una institución corrupta y decadente, y que se ha aliado con todo lo detestable de este mundo y creen ingenuamente, que esta institución puede renovarse desde dentro y aunque no crean en la institución creen en el mensaje del Galileo. No los podemos meter en el mismo saco que al Vaticano, no les podemos afirmar que Dios no existe, y la necesidad de creer es muy fuerte. No se preocupe, vendrán otros artículos hablando de las conexiones mafiosas del Vaticano, que me da la impresión son archi conocidas.

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