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Venezuela: ¿Es qué no hay nadie más?

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Otras veces hemos escrito sobre la enorme distancia que hay entre Chávez y su equipo de gobierno, en el sentido de que luce como si pocos fueran quienes interpretan a cabalidad el compromiso que han asumido frente al país. Eso lo siente la gente que vota incondicionalmente por el Presidente, pero no hace lo mismo por las personas que lo representan en las regiones.

Una vez seleccionados dedocráticamente los candidatos a las gobernaciones, vuelven a escucharse voces de protesta junto a las que llaman a la calma para que no se abran troneras por las que pueda colarse el enemigo. Esta última conseja ha operado como una suerte de chantaje emocional sobre quienes no necesariamente coincidimos con todas las propuestas del Jefe del Estado, que más que tales suelen ser imposiciones.

Cabe preguntarse cómo es eso de que en el partido que mayor cantidad de simpatizantes tiene en el país, pareciera no haber gente capaz de sustituir a quienes han incumplido con sus funciones, o a aquellos a quienes el poder ha engolosinado. Paradójicamente, podría suponerse que en el chavismo «abunda escasez» de talentos.

Pero no creemos que eso sea así. Entre ocho millones de venezolanos tiene que haber muchas manos competentes, eficientes, comprometidas, revolucionarias, honestas por sobre todas las cosas, capaces de relevar a los que no lo han hecho bien. No es posible que sigamos viendo siempre las mismas caras, los mismos sujetos que se rotan de un cargo a otro, de la Asamblea a los ministerios o a las gobernaciones, en un enroque constante que le resta credibilidad a la promesa de la continuidad de los proyectos.

Hay mucho liderazgo cuestionado desde las bases. Chávez leyó las pancartas de rechazo a algunos dirigentes que se exhibieron por el país durante su campaña. ¿Cómo es que se pone a algunos de ellos a repetir, cuando están abiertamente cuestionados? ¿Es que no hay nadie más capaz de asumir la tarea? ¿Y entonces?

En estos catorce años se han conocido denuncias de distinta naturaleza sobre la transparencia de algunas gestiones. Sospechas sobran y hay que investigarlas. Sin embargo, no hay ni un solo preso, ni siquiera para mostrar voluntad de condenar la corrupción o castigar la ineficiencia. No peca sólo quien se apropia de fondos públicos; lo hace también quien los usa inapropiadamente. A los que son señalados, simplemente se les mete en el congelador y los vuelven a sacar cuando vienen los tiempos del reciclaje.

El Presidente debe entender que si bien la gente pareciera haberle extendido un cheque en blanco, en la práctica está en la obligación de corresponder a semejante generosidad y entrega, dando respuestas a reclamos que son ampliamente conocidos, entre ellos, las críticas a mucho líder que se para a su lado.

Que existan clanes o bandos es normal en todo proceso político. Ha sido así siempre. Del grupo de Diosdado, al de Jorge Rodríguez, pasando por el de Jaua, el de Maduro, el de Ramírez o el de Aristóbulo, cada quien empuja la carreta a su manera. Eso no es extraño. Pero en el sube y baja de los liderazgos, los votos crecen; lo malo es que ya no lo hacen a la misma velocidad del descontento.

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