Montaje y expulsión de estudiantes en universidad jesuita en Chile: Aparten de mí ese cáliz
por Andrés Figueroa Cornejo (Chile)
12 años atrás 8 min lectura
“Para mí el sacerdocio fue algo que la Compañía (de Jesús) me entregó para poder servir mejor al pueblo. (…)Y yo en realidad me sentía obrero: jesuita obrero, por qué no, jesuita obrero.”
Padre José Aldunate sj,
creador del Movimiento contra la tortura Sebastián Acevedo y
luchador inagotable por la justicia social y
los DDHH
A los jóvenes Manuel Núñez y Omar Miranda les restaba un semestre para licenciarse de la carrera de Ciencias Políticas. Fueron expulsados por la Universidad jesuita Alberto Hurtado, luego de tres semanas de movilizaciones que arrancaron desde que carabineros agredió violentamente el 23 de agosto pasado dentro del recinto al estudiante de la misma casa universitaria, Benjamín Coopman, hasta dejarlo inconciente. La policía ingresó a la U mientras los jóvenes realizaban en la esquina de la misma, una protesta por la educación gratuita y su democratización, por la participación triestamental en la toma de decisiones, contra las subcontrataciones de docentes y funcionarios, y en el marco de las luchas de la CONFEH (Confederación de Estudiantes de Chile).
“Es un conjunto de actividades de la mayoría para transformar la enseñanza. Las demandas fueron entregadas al Secretario General de la Universidad, Matías Provoste y al resto de las autoridades. Y las imputaciones que nos hacen se basan puntualmente en lo acontecido el 6 de septiembre, mientras vendíamos completos con vienesa en medio de las iniciativas de la carrera de Ciencias Políticas”, explicó Manuel Núñez.
Al día siguiente, Manuel recibió una carta vía correo electrónico y Omar fue llamado a declarar como testigo por los representantes de los dueños de la U. Pero rápidamente, de testigo pasó a culpable en una sesión privada, solo, no avisada ni publicada y en la cual la autoridad ocupó de argumento el supuesto ‘perfil psicológico` de Omar (!).
El Secretario General de la UAH convocó a un tribunal de tres individuos elegidos a dedo: Francisca Márquez, Decana de la facultad de Ciencias Sociales que hace dos años también participó estelarmente es la expulsión de estudiantes de la Universidad de Humanismo Cristiano (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=109338); Karen Tapia, académica de la escuela de Derecho, y a un profesor X de planta.
LOS HECHOS
-¿De qué situación específica se les acusa?
MN: “La medida que la administración universitaria toma para expulsarnos es, textualmente, que vio en mi persona y a Omar golpear a un guardia de la institución por detrás y en la nariz. Pero el guardia en el juicio público del 14 de septiembre, donde participaron todas las personas de la UAH, señaló una cosa muy distinta: que él no sabe quién lo agredió. Todos los que declararon en el juicio público dijeron que ni Omar ni yo tuvimos alguna actuación en el incidente.”
-Entonces la inocencia de ustedes es irrefutable…
MN: “Luego del juicio público, el 14 de septiembre en la mañana, hubo una sesión en privada donde el jefe de Servicios Generales (que es como el departamento de ‘Inteligencia’), Tomás Fuenzalida, que no estuvo tampoco en el sitio, llegó a las 02:00hrs. de la mañana del día siguiente y colocó la demanda en nuestra contra. Señaló que alguien le había contado que una persona de lentes había golpeado al guardia. Ese es el argumento fundamental que se emplea para castigarnos a Omar y a mí.”
OM: “Servicios Generales tiene identificado a todos los estudiantes que cuentan con una opinión política que se escapa de su criterio estrecho y discriminatorio. En una ocupación del año pasado en la universidad unos compañeros encontraron un cuaderno con información privada y detallada de todas las actividades de los estudiantes que tenían alguna figuración destacada en el movimiento estudiantil. Sobre todo los nombres de la agrupación política ‘Nosotros’, con su caracterización, las reuniones que tenían con gente dentro y fuera de la universidad, que éramos revoltosos y agitadores, y que la principal tarea de Servicios Generales era acabar con ‘Nosotros’.”
-¿Cómo transcurrió el juicio público, nítidamente político a estas alturas?
MN: “Duró desde las 08:30 hrs. hasta las 16:30 hrs., en su parte pública. La administración mostró videos donde no aparezco, hecho corroborado por todos los guardias de la U. Después el juicio continuó, pero en privado. Allí Matías Provoste me amenazó, como lo afirma en una declaración el representante del Centro de Estudiantes de mi carrera (http://www.kaosenlared.net/america-latina/item/30875-chile-expulsan-ileg%C3%ADtimamente-a-dos-estudiantes-de-universidad-jesuita.html), acudiendo a razones políticas como mi participación en las movilizaciones. En ese momento, Provoste se alteró muchísimo y me acusó de ser ‘amenazante’ para la institución, que yo mismo habría intimidado a una persona que estuvo en el juicio y que por eso ella ‘supuestamente’ no declaró nada en mi contra en su tramo público, pero que después habría ‘dicho la verdad’, de lo cual no existe prueba alguna. ¡Además me gritó que por ser buen ajedrecista y cientista político cuadré toda la situación, a todos mis compañeros y a los testigos! Le faltó incriminarme de haber intervenido los videos. La persona que yo, teóricamente, habría amedrentado, a solas firmó a la administración universitaria una declaración en la que aparece que yo golpee al guardia por la espalda y en la nariz, mientras Omar lo sostenía. Y en el público, esa persona enfatizó que Omar ni siquiera estaba en el lugar. Ahora bien, ya en el juicio uno de los estudiantes asistentes dijo directamente que él peleó con el guardia Merino, y todos los guardias corroboraron sus dichos, cuestión que pasó premeditadamente inadvertida por el tribunal y contradice de plano toda la acusación. El 15 de septiembre, Provoste sacó una nueva carta para la comunidad universitaria donde inventa que las imaginarias amenazas que yo hiciera contra el guardia, habrían sido mucho tiempo antes del juicio y que consistirían en ‘revelar’ mis conocimientos en artes marciales (!). No está bien el señor Provoste. Un día escribe declaraciones que dicen blanco y al otro, unas que dice negro.”
-¿Qué medidas tomarán ante la expulsión absurda?
MN: “Estamos volviendo conocido nuestro situación; los estudiantes de la universidad ya están preparando movilizaciones ante los vicios del caso (no hubo sumario, se publicó nuestra falso ‘crimen’ sólo para intentar imponer una versión mentirosa en la comunidad donde se nos tacha de drogadictos, alcohólicos, subversivos, etc.). El lunes 23 de septiembre se efectuará una actividad donde entregaremos una carta pública en la que se pedirá que se anule el juicio. Asimismo, ante la justicia ordinaria, presentaremos un recurso de amparo e iniciaremos acciones legales.”
OM: “Si la medida prospera, será difícil volver a estudiar en otra parte. Mi sanción es de un año de expulsión, sin derecho a apelación, y queda como antecedente ante todo el sistema de enseñanza superior.”
APARTA DE MÍ ESE CÁLIZ
Yo, el que realizó la entrevista, egresé en la segunda mitad de los 80’ del Colegio San Ignacio –el paradigma formativo de los jesuitas- con distinciones literarias en uno de los mejores establecimientos escolares de Chile. Después de mi familia, los valores resumidos en el mensaje ignaciano ‘Entramos para aprender, salimos para servir’, más allá de mis opciones religiosas o no, marcaron a fuego una ética que me llevó hasta hoy, a convertirme en un militante social y político en la vereda ancha de los trabajadores y el pueblo, en la lucha emancipadora de los castigados de La Tierra. Las figuras de los sacerdotes jesuitas José Aldunate, José Correa, Mariano Puga, Roberto Bolton; los denominados ‘Trabajos de Fábrica’ que hacía con nosotros el colegio, llevándonos a vivir a villas miseria de Santiago y empleándonos en una fábrica como un obrero más (a mi me tocó en una papelera de Gran Avenida), sensibilizó socialmente a buena parte de mi generación, la que enfrentó la dictadura pinochetista con todas las formas de lucha. Entonces los jesuitas eran sinónimo de justicia social, promoción de la democracia y defensa de los Derechos Humanos. Nos hicieron ver muchas veces la película ‘La Misión’, donde un cura jesuita pelea cuerpo a cuerpo junto a los indígenas guaraníes en Paraguay contra la invasión española. Allí los jesuitas con los originarios crearon un verdadero Estado paralelo basado en la cultura y economía política no capitalista propia de los guaraníes. Sin duda, lo que hoy sucede en la Universidad Alberto Hurtado, dependiente de la Compañía de Jesús, rompe una tradición noble con violencia extraña.
Y, disculpando mí primera persona, lamento y me indigna que el Secretario General del departamento universitario que los jóvenes llaman ‘servicio de Inteligencia’, cuyo encargado pusiera la demanda contra los estudiantes expulsados sea mi antiguo compañero de curso y de banco, Tomás Fuenzalida. Recuerdo como si fuera hoy que fue el primero en defenderme cuando un retrógrado cura que sustituía accidentalmente al que nos impartía Pastoral me echó de la sala de clases por no levantarme de mi puesto a persignarme.
¿Qué te pasó Tomás? ¿Qué le pasó a los jesuitas que propulsaban y facilitaban la organización de los estudiantes en las clases, los recreos, las fiestas, y las horas fuera de clases; prestaban locales de la Congregación a organizaciones políticas de izquierda y a la Federación de Estudiantes Secundarios de la época a cuenta y riesgo de su situación en el país? ¿Qué pasó con la biblioteca y Centro jesuita Bellarmino, único lugar bajo la dictadura donde se podía leer a Marx, Lenin, Mariátegui, Gramsci, textos sobre la Unidad Popular de Allende, Teología de la Liberación, Marginalidad en América Latina de Roger Vekemans y toda la literatura prohibida por la tiranía?
La expulsión de Manuel y Omar, mancilla de la peor manera un derrotero pleno de decoro, inteligencia, voluntad transformadora, libertad y praxis obrera desde un Cristo del pueblo brutalmente explotado y expoliado. Sólo apelo a lo mejor de lo que aprendí en un colegio de curas distinguido, audaz y profundamente humanista. No quiero negar lo que me enorgullece. De lo contrario, con modestia de uno más en la lucha por y con los empobrecidos de cualquier lugar donde me pare, aparten de mí ese cáliz.
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