Guerra sucia, ley antiterrorista y montajes
por Dr. Enrique Villanueva Molina (Chile)
13 años atrás 11 min lectura
Una de las herramientas judiciales que ampara la persecución política y los montajes en contra de personas inocentes es la ley 18314, promulgada el 16 de mayo de 1984 por orden del ministro del Interior de la dictadura en ese entonces, Sergio Onofre Jarpa, con el fin de parar las manifestaciones y protestas, criminalizando las movilizaciones sociales y para perseguir a los opositores. De esta manera se le dio legalidad a los crímenes cometidos por agentes gubernamentales en distintas acciones de terrorismo de estado.
Para quienes diseñaron y ejecutaron el golpe de 1973 los terroristas fuimos todos quienes nos opusimos a este, luego y cuando se diseñó la ley durante las protestas de 1984 los terroristas fuimos todos quienes nos atrevimos a salir a la calle y a manifestarnos de todas las formas posibles, en contra del abuso el crimen y la opresión. Pero el eje principal de la persecución lo reubicaron en los combatientes revolucionarios y en quienes desde los partidos de la izquierda, de las organizaciones de profesionales, de los sindicatos y las organizaciones sociales, empezaban a organizar una resistencia de rebelión popular.
Es en este contexto que se aprueba la ley que faculta y da atribuciones especiales a los órganos represivos, con el argumento de estar combatiendo al terrorismo, justificando de esta manera la imposición de torturas, violaciones, la desaparición y el exterminio. Para constatar lo anterior basta con revisar los nombres de algunos de quienes fueron calificados como terroristas y sus consecuencias; El degollamiento de los tres profesionales comunistas en 1985, ( José Manuel parada, Manuel Guerrero y Santiago Nattino). El acto cruel de quemar vivos a dos jóvenes, Carmen Gloria Quintana y Rodrigo Rojas De Negri ( quien murió por efecto de las quemaduras). El asesinato de doce militantes del Frente Patriótico Manuel Rodríguez en 1987, ( matanza de Corpus Cristi), el asesinato en la tortura de Raúl Pellegrin y Cecilia Magni en 1988, el asesinato de Jecar Neghme en 1989, entre otros.
Como lo han dicho expertos en el tema, con la ley antiterrorista “el legislador echó mano a una vieja fórmula, adorada por dictadores, que es la de cincelar al potencial enemigo para luego limitar su accionar mediante el Derecho Penal”. En otras palabras delegaron en la responsabilidad de la CNI, de la cual formaron parte asesinos confesos como el mayor de ejército Álvaro Corbalán Castilla y el teniente Pedro Fernández Dittus, el perseguir y eliminar a quienes los cabecillas políticos de la dictadura definieron como terroristas.
Posteriormente y en democracia la ley 18314, en su versión actual, fue modificada y validada durante el gobierno de Patricio Aylwin. En el año 2003, Ricardo Lagos Escobar se convirtió en el primer Presidente concertacionista en aplicar dicha legislación a los mapuches desde el regreso de la democracia. Camino que imitó el ex Ministro del Interior Edmundo Pérez Yoma y que ahora repite el Ministerio del Interior del gobierno de Piñera, con el mismo objetivo de criminalizar y atemorizar a la etnia mapuche y a la movilización social democrática, liderada por el movimiento estudiantil.
Ahora bien, en un contexto actual y en condiciones distintas a la dictadura, los viejos actores del periodo dictatorial reaparecen utilizando las herramientas del pasado, arrastrando a sus pares en su lógica confrontacional para convencerlos que las acciones opositoras y el movimiento mapuche son terroristas. O tratando de convencernos que en chile hay terrorismo cuando en su correcta definición eso no existe.
Por tal razón e incluyendo los gobiernos de la concertación, la aplicación de la ley antiterrorista ha tenido graves consecuencias para las garantías procesales de los acusados y ha socavado seriamente el principio de presunción de inocencia que es la base del nuevo Código de Procedimiento Penal.
Durante el gobierno del presidente empresario Piñera la intencionalidad de aplicar la ley antiterrorista por su delfín, el Ministro del Interior, ha sido para mostrar un cierto nivel de eficiencia en el supuesto beneficio de la seguridad y tranquilidad de todos los chilenos. En esta línea aparecen burdos montajes destinados a involucrar a personas inocentes en acusaciones falsas, como fue la detención de joven pakistaní en el año 2010, acusándolo de conductas terroristas y recientemente, lo que intentaron hacer con los jóvenes involucrados en el caso bombas, todo esto en medio de un fuerte operativo policial gubernamental y con una amplia cobertura mediática. ( En estos dos últimos procesos los acusados fueron absueltos).
Como en los viejos tiempos estas son imágenes de una película repetida, para quien no lo recuerde y para quien no lo quiera creer, los montajes para involucrar a personas en actos preconcebidos, fue una de las formas de hacer política durante la dictadura militar, en base a la mentira la intriga y el abuso de poder. Acciones que eran ampliamente difundidas por los medios de comunicación masivos, que siguen siendo los mismos de la época pinochetista: el Mercurio y COPESA.
Por ello el show mas reciente, destinado a inculpar políticamente a la ex Presidenta Bachelet en las decisiones técnicas de ONEMI durante el terremoto, liderado por el diputado Cardemil y por el ministro de economía, no solo huele sino que hiede a montaje, un estilo que está en el ADN de sus trayectorias políticas.
El primero de ellos, ex Subsecretario del Interior de la dictadura entre 1984 y 1987, periodo en que se cometieron los brutales asesinatos señalados al inicio de este escrito. Cardemil fue una de las caras visibles de los que pensaban que la política debía entenderse como la guerra por otros medios y sin respeto al derecho humanitario que limita los conflictos.
El segundo, ahora ministro y “ex joven de la pandilla de Chacarillas” un grupo de 77 militantes de extrema derecha quienes el 9 de julio de 1977 subieron al cerro Chacarillas, al lado del San Cristóbal, en el acto más fascista de todos los tiempos de este país. (Estos emulaban a los 77 soldados de La Concepción y su trayectoria en la guerra con el Perú).
Aun están en la memoria de los chilenos y chilenas los bosques de banderas y antorchas que al más puro estilo del nazismo hitleriano iluminaban esa noche de invierno en Santiago. Vale la pena recordar algunos de los nombres de estos valientes jóvenes que le juraron lealtad al dictador; encabezo la lista Jaime Guzmán, le acompañaban Andrés Chadwick, hoy Ministro Vocero de Gobierno Cristián Larroulet Ministro Secretario General de la Presidencia, Joaquín Lavín, Ministro de Planificación Nacional. Juan Antonio Coloma, Senador ex presidente de la UDI. Patricio Melero, actual presidente de la Cámara de Diputados entre otros.
La mención anterior es para decir que cuando aparece alguno de estos nombres, declarando o actuando en contra de alguien, es imposible no volver al pasado y recordar que la política en la cual los educaron fue el odio, la mentira y los montajes que ellos entendieron como necesarios para extirpar, como lo decía uno de sus lideres Gustavo Leigh, el cáncer marxista. Si todavía cuando hablan les trasluce el odio de clases, el sectarismo y no se sacan el CD ( antes disquete) del anticomunismo.
El ultimo show anti Bachelet aparte de burdo y de bajo nivel, aunque intenten demostrar lo contrario, está dirigido por un experto en estos temas, el diputado Cardemil secundado por la UDI y el gobierno. La batalla declarativa, con todas las características de una guerra sucia empezó hace meses: acusaciones sin fundamentos, videos que aparecen tardíamente y la total inoperancia de los órganos de control, de la cámara de diputados, para frenar el uso y abuso de los recursos estatales en beneficio de objetivos políticos partidistas.
El objetivo esta claro, la derecha esta temerosa de no repetir su gobierno, las inconsistencias y errores de Piñera, de sus ministros y su desprecio a las demandas sociales, la criminalización de la democracia, su gobierno a favor de la minorías clasistas dueñas de la economía nacional y del poder, les tiene inquietos.
Por eso y en este contexto lanzaron su plan de guerra sucia aplicando una de sus principales características, la violencia verbal y simbólica que antecede o acompaña a la eliminación mediática y política en este caso de la adversaria. Tal cual lo hicieron antes y en otro contexto, la receta de la guerra sucia busca polarizar al electorado: buenos contra malos, corruptos contra impolutos, amenazas para Chile contra salvadores autoasignados.
En todo caso antes de hacerlo con la ex presidenta, ya le aplicaron la receta a Marco Henriquez-Ominami, que mas allá de sus errores o de estar de acuerdo o no con sus planteamientos, este fue y es victima de este flagelo brutal. Además porque en las actuales condiciones de desprestigio y desvalorización de los bloques partidistas, que se están muriendo con el binominal, un candidato independiente de estos bloques y que sepa hablarle al país, que levante un programa creíble vinculado a las demandas del pueblo que trabaja y estudia, que involucre a la izquierda excluida, sin complejos, tiene muchas posibilidades de alcanzar la presidencia, por eso lo atacan.
Pero los mercaderes de las guerras sucias, como el ex subsecretario de la dictadura y los jóvenes de Chacarillas, no ven a los rivales como adversarios electorales sino como enemigos declarados.
No se si la ex presidenta se va a presentar o no a la próxima elección presidencial, pero en las encuestas, que son el instrumento que mueve a nuestro país, estas le dan ventaja sobre sus adversarios y es lo que ha puesto nerviosos a la derecha y algunos en la propia concertación.
Un factor decisivo en la implementación de estas expresiones de guerra sucia son los medios de información, los que en Chile facilitan su accionar por la concentración de su propiedad en unos pocos empresarios. Un factor que ha sido decisivo para la refundación capitalista neoliberal, ocultando o aminorando en un solo discurso la secuela de graves violaciones de los derechos humanos y a los derechos de las personas.
Así se han hecho en chile las cosas, por eso es tan importante no olvidar nuestra propia historia, para no seguir construyendo un país con cimientos de barro.
Los ciudadanos tenemos que estar alertas, la mentira e infundir temor es y será la filosofía para la derecha y para quienes quieren que nada cambie, imponiendo sus puntos de vista a la sociedad a como de lugar. En su ADN está el sentirse omnipotentes y que no tienen más límites que su propia capacidad y verdad.
Todo lo anterior adquiere mayor trascendencia en los momentos actuales de crisis del sistema neoliberal, un momento en el cual históricamente se ha expresado la tendencia del sistema a transformar las fuerzas productivas en fuerzas destructivas. En los años 30 fue la guerra la vía u opción para resolver los problemas económicos, hoy será la amplitud de la crisis lo que determine el potencial destructor desencadenado por la «solución» neoliberal.
Desde hace unos años el foco del conflicto esta en Afganistán, Irak, Pakistán, Libia y Siria, allí encontraron el teatro de operaciones para probar y comerciar nuevos armamentos, además del petróleo por siglos ansiado, que les permite a los países que gobiernan el mundo resolver sus problemas económicos.
Por eso suena extraño que aun en Chile a pesar de la debacle económica en Europa, lugar de destino de los productos y de la economía exportadora, aun no se nos ponga en alerta sobre los problemas que se nos avecinan, en particular de un predecible estancamiento de la economía que es el caballito de batalla e Piñera. Es de esperar en un plazo no muy largo el inicio de los llamados a cerrar filas, de apretarnos el cinturón o de otros cantos similares.
No caben dudas que en este contexto van a reflotar los discursos sancionadores que apuntan contra la razón y los ideales de cambiar a este país, a este sistema abusivo y especulador. Son aspiraciones que representa hoy el movimiento estudiantil, las cuales las van a criminalizar aun mas.
En la medida que pasa el tiempo se va demostrando que la crisis provocada por el sistema financiero en el mundo es tan profunda, que hace difícil que esta se resuelva solo con el juego de «las leyes objetivas del mercado» o asfixiando aun mas lo poco que queda del estado, o aplicando recetas que funcionan a espaldas de la humanidad. Por eso hay tanto nerviosismo.
En todas partes las mayorías sociales excluidas abogan por una estrategia diseñada sobre la base de objetivos prioritarios fijados democráticamente, no entre cuatro paredes, sino que con el pluralismo político indispensable a la democracia. Reclamamos también la gestión de la economía por parte de los productores asociados, rescatando el papel de la organización y el poder de los trabajadores.
Este es el cambio que se viene manifestando en el mundo y que inquieta a la derecha de este país, por eso vuelven rápidamente en su imaginario a esquemas autoritarios y a la virulencia de la guerra sucia, como mecanismos para mantener el poder y aplastar a sus adversarios.
Su gran preocupación es que cada vez hay mas convencidos que una democracia sustancial solo puede construirse erradicando la dominación neoliberal, eliminando la desigualdad y dotando a los ciudadanos de poder efectivo en todas las áreas de la vida social. Ideas que se sustentan en una democracia de nuevo tipo y no en radicalizar la existente. Para allá vamos.
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