Orwell, la OTAN y la guerra contre Libia
por Domenico Losurdo (Italia)
14 años atrás 10 min lectura
«Abatido un avión de
los sublevados»
¿Aún tienen un sentido las palabras? Al leer los artículos
sobre la guerra contra Libia, Domenico Losurdo se ha sentido impresionado por
la inversión de los significados. La propaganda de la OTAN, al igual que aquella
que George Orwell imaginó en su célebre novela de anticipación, constituye en
primer lugar un burdo trucaje semántico.
En 1949, en momentos en que se desarrolla una guerra fría que pone al mundo
al borde de un inminente holocausto nuclear, George Orwell publica su último
libro, que sería también su más novela más célebre: 1984. Si bien el
título apunta hacia la anticipación, es evidente que el blanco no es otro que la Unión Soviética,
representada a través del «Gran Hermano» totalitario que anula toda posibilidad
de comunicación al subvertir el lenguaje y mediante la creación de una «neolengua»
(newspeak) en cuyo marco todo concepto se convierte en su contrario.
Con la publicación de su novela precisamente en el mismo año de la fundación de
la OTAN (la
organización militar que se presentaba incluso como defensora de la causa de la
moral y la verdad), Orwell aportaba su amable contribución a la campaña de
Occidente. No imaginaba seguramente que su denuncia acabaría siendo mucho más
aplicable a la descripción de la situación surgida, sólo unos años después de
1984, con el fin de la guerra fría y con el triunfo de Estados Unidos.
Al igual que su superpoderío militar, el superpoderío mediático de Occidente
tampoco parece enfrentar obstáculo: la inversión de la verdad acaba de
imponerse mediante un bombardeo mediático incesante y omnipresente, de carácter
absolutamente totalitario. Eso es lo que puede verse claramente en el marco de
la guerra que se está desarrollando en Libia.
Guerra
Efectivamente, allí estamos viendo en acción el aparato militar más poderoso
que se haya visto jamás en la historia. Por supuesto, en los bombardeos de la OTAN no faltan las víctimas
civiles. Se utilizan armas (de uranio empobrecido) cuyo impacto está destinado
a durar por mucho tiempo. Además de Estados Unidos, otros dos países se
distinguen en el desencadenamiento de las hostilidades y la conducción de las
operaciones militares.
Se trata de Francia y del Reino Unido, países ambos con una larga historia
de expansión y de dominación colonial en el Medio Oriente y África. Se trata de
un área rica en petróleo y los expertos y medios de información más autorizados
ya analizan la nueva organización geopolítica y neoeconómica.
Sin embargo -nos aseguran Obama, sus colaboradores así como sus aliados y
subalternos- lo que estamos viendo no es una guerra sino una operación
humanitaria destinada a proteger a la población civil y autorizada, además, por
el Consejo de Seguridad de la
ONU.
La realidad es que la OTAN
se toma con la verdad las mismas libertades que con sus víctimas.
En primer lugar, hay que señalar que las operaciones militares de Occidente
comenzaron antes y sin la autorización de la ONU. El 20 de marzo, Mike Hamilton revelaba en el
Sunday Mirror que hacía ya «tres semanas» que estaban operando en
Libia «cientos» de soldados británicos vinculados a uno de los cuerpos
militares más sofisticados y temidos del mundo: los comandos SAS [Special Air
Service, fuerza de operaciones especiales del ejército británico. Nota del
Traductor al español.]. Se encontraban entre esas fuerzas «dos unidades
especiales llamadas "Smash" debido a su capacidad destructiva» [1].
O sea, la agresión ya había comenzado, sobre todo teniendo en cuenta que «pequeños
grupos de la CIA»
ya estaban colaborando con los cientos de soldados británicos, en el marco de «una
amplia fuerza occidental que actuaba en la sombra» conforme a los deseos de
«la administración Obama» y encargada, siempre «antes del comienzo de
las hostilidades el 19 de marzo», de «apertrechar a los rebeldes y
desangrar el ejército de Kadhaffi» [2]. Se trata de operaciones que
llaman aún más la atención por el hecho de haber sido emprendidas en un país ya
frágil de por sí debido a su estructura tribal y a la dualidad que desde hace
mucho existe entre la región de Tripolitania y la de Cirenaica.
En segundo lugar, hasta cuando se dirigen a la ONU, Estados Unidos y
Occidente siguen reservándose el derecho a desencadenar guerras sin
autorización del Consejo de Seguridad. Eso fue lo que sucedió, por ejemplo, en
ocasión de la guerra contra Yugoslavia -en 1999- y en el caso de la segunda
guerra contra Irak -en 2003. Nadie sensato calificaría hoy de «democrático»
un gobierno que dirigiera a su parlamento el siguiente discurso: Os invito a
otorgarme vuestra confianza pero, aunque no cuente con ella, seguiré gobernando
como mejor me parezca… ¡Son esos los términos que Estados Unidos y Occidente
están utilizando cuando se dirigen a la
ONU!
O sea que las votaciones que tienen lugar en el Consejo de Seguridad están
corrientemente condicionadas por el constante chantaje al que recurren Estados
Unidos y Occidente.
En tercer lugar, desde el momento mismo en que le arrancaron al Consejo de
Seguridad -gracias al chantaje anteriormente descrito- la resolución que
querían, Estados Unidos y Occidente se apresuraron a interpretarla a su manera.
La autorización para imponer una zona de exclusión aérea en Libia se convierte
entonces de hecho en autorización para imponer una especie de protectorado.
Por muy poderoso que sea, el aparato mediático de los agresores no logra
ocultar la realidad de la guerra. La «neolengua» [también llamada en
español «nuevahabla». NdT.] se obstina de todas formas en ocultar lo que ya es
evidente y prefiere hablar de operación de policía internacional. Es, sin
embargo, interesante analizar la historia de esa categoría. En 1904, el
presidente estadounidense Theodore Roosevelt retoma la doctrina Monroe, la
reinterpreta, la radicaliza y teoriza sobre un «poder de policía
internacional» que la «sociedad civilizada» debe ejercer sobre los
pueblos colonizados.
Y según él, en el caso de Latinoamérica, ese papel corresponde a Estados
Unidos. Regresamos así a la realidad del colonialismo y de las guerras del
colonialismo, realidad que la neolengua trata de negar.
En primera línea de la promoción de la neolengua y de la inversión de la
realidad encontramos, desgraciadamente, al presidente de la República Italiana,
Giorgio Napoletano, más elocuente que nadie en cuanto se refiere a demostrar
que lo que estamos viendo en Libia… ¡no es una guerra! Si dejara al menos
resurgir sus propios recuerdos de militante comunista, entendería seguramente
que el intento de negación de la guerra en realidad constituye una confesión.
Como ya explicó Lenin en su época, las grandes potencias no consideran sus
propias expediciones coloniales como guerras, y no sólo por el enorme
desequilibrio de fuerzas entre las dos partes que se enfrentan en el terreno,
sino también porque las víctimas «ni siquiera merecen el apelativo de
pueblos (¿Serán pueblos los asiáticos y los africanos?» [3].
Titular del diario italiano Corriere della Sera del
20 de marzo de 2011: «Benghazi en llamas. Horas de batalla en la ciudad
rebelde. Muerte al enemigo. Abatido un avión de los sublevados».
Civiles
La guerra, o sea la operación de «policía internacional»
desencadenada contra Libia, tiene como objetivo proteger a los «civiles»
de la masacre que planea Kadhaffi. El problema es que la neolengua se ve
inmediatamente desmentida por los propios órganos de la prensa encargada de
difundirla. En su edición del 20 de marzo de 2011, el diario italiano Corriere
della Sera publica la foto de un avión en llamas que se desploma en el cielo de
Benghazi.
El pie de foto y el artículo que la comenta, firmado por Lorenzo Cremonesi,
explican que se trata de un «caza» piloteado por uno de los «pilotos
más expertos» a la disposición de los rebeldes y que fue derribado por «misiles
tierra-aire de Kadhafi». Entonces, lejos de estar desarmados, los
sublevados disponen de armas y resulta, además, que también han tenido desde el
principio la ayuda de la CIA
y de otros servicios secretos, de una «amplia fuerza occidental que actuaba
en la sombra» y de cuerpos especiales británicos famosos o temidos por su «capacidad
destructiva».
¿Serán esos los «civiles»? Ahora, con la intervención de una poderosa fuerza
internacional, es más bien el bando de enfrente el que parece bastante
desarmado.
Una reflexión posterior puede sin embargo resultar oportuna en el análisis
de la categoría que aquí abordamos. Como señala Avishai Margalit, profesor de la Universidad Hebrea
de Jerusalén, el gobierno israelí también incluye el «lanzamiento de
piedras» en el listado oficial de «ataques terroristas hostiles». Y,
como es sabido, no bastan las medias tintas cuando es cuestión de acabar con
los terroristas. En las páginas de la más eminente prensa estadounidense -el International
Herald Tribune– podemos leer el relato de «exasperantes escenas de
muerte» que tienen lugar «cuando un carro de asalto y un helicóptero
israelí abren fuego sobre un grupo de manifestantes palestinos, entre los que
se encuentran niños, en el campamento de refugiados de Rafah».
Sí, un niño que tira piedras contra el ejército de ocupación puede ser
considerado y tratado como un «terrorista». Leah Tsemel, abogada israelí
que trabaja en la defensa legal de palestinos, reporta el caso de «un niño
de 10 años que fue muerto cerca de un punto de control a la salida de Jerusalén
por un soldado a quien simplemente le lanzó una piedra» [4]. La neolengua
celebra aquí su triunfo: un experto piloto que combate al mando de un avión
militar es un «civil», pero un niño que lanza piedras contra el ejército
de ocupación… ¡no puede ser menos que un «terrorista»!
Justicia
internacional
Los campeones de la lucha contra los niños «terroristas» y contra
los palestinos pueden dormir tranquilos, pero los que se opongan a los «civiles»
en Libia tendrán que comparecer ante la Corte Penal Internacional. Y los militares y
políticos que toman las decisiones en el aparato militar no serán los únicos
que pudieran tener que comparecer, y ser condenados. No, se trata de un grupo
mucho más amplio el que se convierta en blanco.
Ya el 25 de febrero de 2011, en el diario británico The Guardian,
Patrick Wintour y Julian Borger explicaban: «Oficiales británicos están
poniéndose en contacto con personal libio de alto rango para plantearle la
disyuntiva: abandonar a Muhammar el-Kadhafi o ser juzgados junto a él por
crímenes contra la humanidad» [5]. Los gobernantes de Londres y de
Occidente no dejan de insistir en ese punto. Ven la Corte Penal
Internacional como la Cosa
Nostra, o sea como un «tribunal» de la mafia. Pero es
otro el aspecto más importante y repugnante: los que están siendo amenazados
con verse encarcelados por el resto de sus días son funcionarios libios que no
han cometido ningún delito.
O sea, luego de haber intervenido en una guerra civil, que probablemente
provocaron y que por lo menos alimentaron, luego de haber desencadenado una
intervención militar mucho antes de la adopción de la resolución de la ONU, Obama, Cameron, Sarkozy,
etc. siguen violando las reglas del derecho internacional y siguen amenazando
con aplicar su vendetta y su violencia, incluso después del fin de las
hostilidades, a quienes no se rindan inmediatamente ante la voluntad de poder,
de dominación y de saqueo que está expresando el más fuerte. Y la neolengua
actualmente en vigor transforma a las víctimas en responsables de «crímenes
contra la humanidad» y a los responsables de crímenes contra la humanidad
los convierte en artífices de la «justicia internacional».
Es indudable. Al mismo tiempo que un aparato de destrucción y muerte sin
precedentes en la historia, impera también la neolengua, o sea el lenguaje del
Imperio.
– Filósofo e historiador comunista,
profesor en la universidad de Urbino (Italia). Última obra publicada en
francés: "Nietzsche philosophe réactionnaire: Pour une biographie
politique"
*Fuente: VoltaireNet
–Traducido al español por la Red Voltaire a partir
de la traducción al francés de Marie-Ange Patrizio.
Notas:
[1] «Crack
SAS troops hunt Gaddafi weapons inside Libya», por Mike Hamilton, Sunday
Mirror, 20 de marzo de 2011.
[2] «C.I.A.
Agents in Libya Aid Airstrikes and Meet Rebels», por Mark Mazzetti y Eric
Schmitt, The New York Times, 30 de marzo de 2011.
[3] Lenin, Obras completas, vol. 24, p. 416-17 de la edición
italiana.
[4] Ver Il linguaggio dell’Impero, por Domenico Losurdo,
Laterza, Roma-Bari, 2007, capítulo I, § 13
[5] «Libya: UK officials tell Gaddafi loyalists
to defect or face war crimes trial», por Patrick Wintour u Julian Borger, The
Guardian, 25 de febrero de 2011.
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