Queridos Amigos (as):
Parto diciendo gracias a todos y en especial a mi
esposa, a mis hijas, a mis compañeros y
hermanos ex militares patriotas, que se opusieron al golpe de estado en 1973, a mis compañeros y
hermanos de tantas jornadas de lucha social a lo largo de nuestras vidas, a mis
queridos amigos y hermanos de Venezuela, a Roberto Celedón mi abogado defensor
de excelencia profesional y humana, a los Diputados que de forma desinteresada
expresaron su solidaridad, en especial a Denise Pascal y a Sergio Aguilo, a
Marco Henriquez-Ominami, a piensaChile, al Mostrador, y a los periodistas que
informaron profesionalmente a la opinión pública, a los chilenos y chilenas que
repletaron nuestros correos, a quienes
se manifestaron desde Chile y el extranjero, a todos ellos, gracias por todo el
esfuerzo, el cariño y la solidaridad desplegados para permitirme estar de nuevo
en libertad y junto a mi hermosa y querida familia. Ustedes son los amigos que
tengo, cuya amistad ha sido puesta a prueba y los engancharé para siempre a mi
alma con ganchos de acero.
Para mí y creo que para todos nosotros, estos últimos
acontecimientos significaron algo así como un "remezón" a nuestra propia
historia, una suerte de recordatorio sobre el país en el que estamos viviendo;
que la llamada reconciliación no es tal, que los llamados a mirar hacia
adelante olvidando la historia son un error y que los revanchismos políticos
siguen vigentes, con el mismo sello de quienes crearon y apadrinaron lo sucedido hace 37 años, ahora ensimismados con y desde
el poder.
Este es el contexto de la reapertura de la investigación del
caso de Jaime Guzmán, lo que me parece legítimo y necesario para esclarecer
hechos que aun puedan ser inciertos respecto de sus autores. Pero que a mi
entender se desvirtuó, por la forma como esta se inicia, con un montaje absurdo
apoyándose en una declaración construida desde una cárcel de Brasil, con todo
un aparataje periodístico, para que su autor aportara aquellos elementos
considerados nuevos y necesarios para reabrir el proceso.
Un verdadero espectáculo que solo corroboró el hecho que
para algunos en la política "todo vale", sin importar si las afirmaciones que se lanzan contra el adversario
político son calumniosas, o si la verdad de los hechos es obscurecida por una mentira repetida
mil veces, jugando con ella, esperando que algo quede, algo de cierto y mucho
de mentira. Así fui señalado arbitrariamente como supuesto autor intelectual de
un delito que no cometí, por el cual me enviaron a prisión por casi tres meses
y se me mantiene aún en proceso de investigación bajo la figura de libertad
provisional.
Por lo que viví estos meses, por cómo se realizó este
juicio, por la participación de testigos puestos en este acto teatral, por los
personajes que se prestaron para ello, por la permanente ofensiva política y la
presión evidente ejercida sobre la justicia por parte de los sectores
interesados en ello. Por todo esto quedó en evidencia que la mirada al pasado y
el revanchismo político aún están presentes.
En este contexto el objetivo es seguir desvirtuando y
aislando a quienes piensan distinto, a la izquierda revolucionaria de este
país, a las personas y organizaciones que valientemente lucharon en contra de
una dictadura cuya historia sus herederos intentan ocultar o hacer olvidar.
La historia de Chile no se puede cortar en dos, entre la
realidad actual y una época pasada como si fueran procesos desvinculados, contando los hechos a medias u
ocultándolos. Como ha sucedido desde las gestas de la independencia, con las
contradicciones y conspiraciones que terminaron con la vida de algunos de
nuestros principales héroes nacionales, entre ellos Manuel Rodríguez y los
Hermanos Carrera, hasta los eufemismos utilizados, como la llamada pacificación de la
Araucanía, para ocultar verdaderas matanzas en contra del pueblo mapuche.
Por ello tenemos que rescatar nuestra historia y no permitir
su tergiversación, partiendo de que el plebiscito de 1989 fue una gran derrota
para la dictadura militar y un triunfo enorme de los chilenos. Sin embargo y en
la práctica, este se transformó en una victoria para los supuestos derrotados.
Prueba de ello son los primeros años de los gobiernos de la Concertación con
Pinochet como Comandante en Jefe del Ejercito y luego como Senador vitalicio;
es el hecho que aun seguimos viviendo regidos por una Constitución diseñada
para dar cobertura ideológica e institucional a la dictadura y que el modelo
económico diseñado por los economistas de Pinochet, perdura y ha sido
administrado eficientemente durante los últimos 20 años por los gobiernos
democráticos, transformando a Chile, mas allá
de sus éxitos tecnológicos, económico financieros, y de los avances en
su infraestructura, en uno de los países
con el peor índice de desigualdades en
la redistribución de sus ingresos.
Todo ello ha contribuido a crear un manto de olvido y
marginación, por acción u omisión, que actúa en contra de muchos chilenos y
chilenas quienes luchamos en contra de la dictadura haciendo valer el derecho
de rebelión y el derecho a la resistencia, reconocido en la Declaración Universal de los Derechos
Humanos. A veces pareciera olvidarse que durante 17 años los
chilenos estuvimos gobernados por una dictadura que ejerció el terrorismo de
estado, violando todo derecho de las personas, una realidad que ¨nos autorizó¨
para ejercer la desobediencia civil y el uso de la fuerza con el fin de
derrocarla y reemplazarla por un gobierno democrático y con legitimidad.
Quieran o no reconocerlo nuestros opositores, el derecho a
la resistencia frente a un tirano como lo fue el régimen de Pinochet, existe
desde la antigüedad. Se encuentra en las ideas de Platón, San Isidoro de
Sevilla y Santo Tomás de Aquino (Derecho de Rebelión),
incluyendo la Revolución
Francesa y la Declaración
de Independencia de los Estados Unidos de 1776.
Estos argumentos son el eje de mi defensa, por ello la
aplicación de la ley antiterrorista para intentar condenarme es simplemente un
intento de calificar mi actuación política bajo el manipulado concepto del
terrorismo.
He reconocido con orgullo mi responsabilidad y mi papel en
el FPMR desde sus orígenes hasta 1989, periodo en el cual la ética
revolucionaria fue una práctica humanista, comprometidos en la teoría y la
acción con la justicia social, con el cambio de la sociedad que es cuna de la
desigualdad, por una nación de
ciudadanos en la cual la igualdad de oportunidades, el respeto a la
diversidad cultural, a las ideas, a la
democracia, a la libertad y los derechos humanos constituyan su esencia.
Estos valores que son
parte de la historia del FPMR y de la
izquierda revolucionaria, nada tienen que ver con hechos tan reprochables como
la persecución, la delación compensada y el asesinato como forma de hacer
política, acciones que se orientaron en contra
de militantes y dirigentes de la propia organización. Por eso el
asesinato de revolucionarios acusados de
traición nunca demostrada, solo basados en rumores y alimentadas en el
revanchismo personal, o el asesinato de adversarios políticos indefensos como
es el caso de Jaime Guzmán y en
democracia, no tienen cabida en el pensamiento ni en la acción revolucionaria,
esos son actos delincuenciales.
Contrario a esto, durante toda la lucha anti dictatorial el
esfuerzo permanente fue acercar las organizaciones a lo que quería el pueblo en
ese momento, porque confiamos ciegamente en este y el entusiasmo que despertó
el proceso de rebelión, de perderle el miedo a la dictadura, de no querer
seguir viviendo intimidados y amenazados, fue la ratificación que ese fue un
proceso justo. En este sentido nuestro rol fue mucho más allá de los
requerimientos operativos de un aparato militar, con nuestras convicciones, con
el ejemplo personal, con la actuación impresa por valores morales como la
honradez, la responsabilidad, la solidaridad, la austeridad, se manifestaron en
un actuar político práctico necesario frente a situaciones concretas en ese
contexto histórico determinado.
Amigos, somos herederos de una valiosa historia, construida
por cada uno de nosotros desde sus
perspectivas y compromisos, la
cual tenemos del deber de reescribir,
insertos hoy en una sociedad
democrática aun inconclusa. Desde nuestras posibilidades busquemos el punto de
encuentro y no perdamos este impulso tremendo, reencontrémonos en torno a la
cuestión de hoy, que es más democracia, aprendiendo a respetar a los que piensan distinto. Es el
respeto a la diversidad cultural, al medioambiente. Es una educación de calidad
para todos los chilenos como base de un desarrollo nacional sustentable. Es la
propiedad y el aprovechamiento de nuestros recursos naturales. Es la
redistribución equitativa de la riqueza generada por quienes trabajan y por el
empeño de los empresarios que aportan al desarrollo de la nación.
Más allá de los
discursos está más que probado, que las
fuerzas del mercado por sí solas y sin ningún control, son incapaces de actuar
sin producir distorsiones y grandes desequilibrios sociales. Ese es el origen
de la crisis mundial por la que estamos atravesando, que ha dejado en evidencia
que el mundo en el que emprendemos, trabajamos y vivimos, poco tiene que ver
con aquel que nos toco vivir antes. He
allí el desafío.
Finalmente me
despido de ustedes con un fuerte
abrazo. La intención de esta carta es
como se inicia, para compartir
estas reflexiones y para agradecer a todos ustedes, por vuestra
solidaridad con una pelea aun inconclusa y por la cual hay que continuar
batallando y demostrar mi total inocencia.
Con cariño les comparto una vieja frase actualizada por las contingencias
inobjetables de este mundo nuevo e incierto…."No creo que seamos
parientes muy cercanos, pero si usted es capaz de temblar de indignación cada
vez que se comete una injusticia en el mundo, somos compañeros, que es más
importante".
¡Feliz 2011!
Enrique Villanueva Molina
email: evillanueva68@hotmail.com
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