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De Tuskegee a Guatemala pasando por Nuremberg

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La semana pasada se reveló públicamente que el gobierno de
Estados Unidos expuso a la sífilis a cientos de hombres en Guatemala en el
marco de macabros experimentos desarrollados durante la década de 1940. Apenas
salió a la luz la noticia, el Presidente Barack Obama telefoneó al Presidente
de Guatemala Álvaro Colom para disculparse. Colom calificó los experimentos de
"una violación de los derechos humanos increíble".

"Es una violación de derechos humanos increíble pero ahí está y hay que afrontarla…
y vamos a hacer todo lo necesario para que podamos aclarar lo más rápido
posible qué profundidad tuvo y qué efectos humanos tuvo, que a nosotros nos
interesan los afectados fundamentalmente y como Estado pues obviamente…
indignados… y si hubiese autoridades del pasado involucradas también se va a
decir". Colom afirmó además que su país evalúa la posibilidad de llevar el caso
ante una corte internacional.

Las revelaciones surgieron a raíz de una investigación
llevada a cabo por la historiadora médica Susan Reverby, del Wellesley College,
acerca de los tristemente célebres estudios de Tuskegee sobre la sífilis. Los
dos antiguos proyectos de investigación del gobierno estadounidense en
Tuskegee, Alabama y Guatemala (nocivos por igual) son espejo el uno del otro.
Ambos muestran a qué extremo se puede ignorar la ética a fin de obtener
conocimientos médicos y ambos nos recuerdan que la investigación médica
necesita constante supervisión y regulación.

Reverby es autora del libro recientemente publicado
"Examining Tuskegee" una exhaustiva historia de la investigación sobre la
sífilis conocida como "Estudios de Tuskegee".

Tuskegee, en el estado de Alabama, se encuentra en el
corazón del sur profundo estadounidense. Desde 1932, y hasta que se reveló en
la prensa en 1972, el gobierno de Estados Unidos llevó a cabo estudios de largo
plazo sobre los efectos de la sífilis cuando no se trata. El estudio consistió
en decir a cuatrocientos hombres con sífilis que recibirían un "tratamiento
especial" para su "sangre mala." Sin que estos hombres lo supieran, se les
administraban placebos inútiles, pero no la cura prometida y su debilitamiento,
causado por la sífilis no tratada, fue estudiado durante décadas. En sus fases
avanzadas, la sífilis puede ocasionar desfiguración, demencia, ceguera y dolor
agudo crónico. Es una manera horrible de morir. Durante los años en que se
desarrollaban estos experimentos, se descubrió que la penicilina curaba la
sífilis.

Sin embargo no se informó a los hombres de la posible cura y
se les negó tratamiento cada vez que alguno de ellos lo requería.

En Tuskegee los hombres infectados no recibieron
tratamiento. En Guatemala sucedió lo contrario.

Allí los investigadores del gobierno de Estados Unidos
infectaban con sífilis a los prisioneros y luego los trataban con penicilina
para medir los efectos del antibiótico inmediatamente después de la exposición
a la enfermedad. La sífilis es una enfermedad de transmisión sexual y de esta
manera es como el médico que encabezaba las operaciones, el Dr. John Cutler del
Servicio de Salud Pública de Estados Unidos, intentaba infectar a los
prisioneros. La historiadora médica Susan Reverby describió los experimentos de
la siguiente manera: "Fueron a Guatemala porque la prostitución era legal en
ese país y era legal además llevar prostitutas a las cárceles para servicios
sexuales. Cuando no pudieron generar la infección al nivel esperado con el
ingreso de prostitutas comenzaron las inoculaciones y la manera en que
funcionaron fue… En primer lugar la sífilis no es fácil… Hay una razón por
la que es una enfermedad de transmisión sexual. No es posible simplemente sacar
sangre a una persona con sífilis y pasársela a otra persona. De hecho, es necesario
crear una vacuna. La bacteria que causa la enfermedad puede morir al contacto
con el aire, es por eso que debe pasar a través de líquidos y fluidos
corporales y es por eso que se transmite sexualmente. Crearon una vacuna
utilizando las pruebas de campo con conejos que ya tenían la enfermedad.
Raspaban o rasguñaban los brazos de personas en cárceles, asilos psiquiátricos
y barracas del ejército. Utilizaron sus brazos, sus mejillas, además buscaron
hombres, y francamente esta parte me resulta completamente increíble y hace que
todo parezca parte de una película clase B, encontraron hombres con prepucios
largos, tomaban sus penes, retiraban el prepucio hacia atrás, raspaban el
glande y aplicaban la vacuna por medio de un pequeño trozo de algodón con gasa,
un apósito. Hacían esto durante una hora y media o dos horas con la esperanza
de que la infección se transmitiera de esa manera".

Procedimientos similares fueron utilizados con pacientes
psiquiátricos y soldados.

Irónicamente, el estudio en Guatemala comenzó a
desarrollarse en 1946, el mismo año en que los tribunales de Nuremberg por
primera vez juzgaron a médicos nazis, acusándolos de llevar a cabo experimentos
atroces con prisioneros de campos de concentración. La mitad de los acusados
fueron condenados a muerte. Durante el proceso se creó el Código Nuremberg, que
establece estándares éticos para la experimentación médica con humanos y la
obligatoriedad del consentimiento informado. Pero, al parecer, a los
investigadores estadounidenses no les importó Nuremberg.

El Dr. Cutler, responsable del proyecto de Guatemala,
participó luego de los estudios de Tuskegee. En un documental de PBS "NOVA" de
1993 llamado "Engaño mortal" afirmó: "Era importante que no se los tratara, y
no habría sido deseable seguir adelante y administrarles grandes dosis de
penicilina para tratar la enfermedad ya que esto habría interferido con el
estudio". El Dr. Cutler murió en el año 2003.

El gobierno de Estados Unidos con frecuencia ha llevado a
cabo experimentos sin consentimiento informado de los sujetos. A mujeres de
Puerto Rico se les administró estrógeno a niveles de riesgo mientras se
probaban las pastillas anticonceptivas.

En otras investigaciones se inyectó plutonio a pacientes
hospitalizados que no se habían ofrecido como voluntarios para estudiar los
efectos de ese elemento en el cuerpo humano. Dow Chemical, Johnson &
Johnson y las autoridades de la cárcel de Pensilvania expusieron a los internos
a químicos, entre ellos a dioxinas, para probar sus efectos. Muchas de las personas
sometidas a este tipo de experimentación han muerto o han visto sus vidas
dañadas de forma permanente. Todo esto en nombre del progreso o de las
ganancias.

Los investigadores se apuran en señalar que este tipo de
prácticas son cosas del pasado y que han dado paso a lineamientos estrictos que
aseguren el consentimiento informado de los sujetos. Sin embargo, se hacen
esfuerzos para suavizar las restricciones en casos de experimentación médica en
cárceles. Es necesario preguntarse qué significa "consentimiento informado"
dentro de una cárcel, o en una comunidad pobre donde se utiliza el dinero como
incentivo para "ofrecerse" como voluntario para una investigación. La
investigación médica debería llevarse a cabo únicamente si respeta estándares
humanitarios y cuenta con consentimiento informado y supervisión independiente,
si es que las lecciones de Nuremberg, Tuskegee y ahora Guatemala tienen algún
significado.

Denis Moynihan
colaboró en la producción periodística de esta columna.

© 2010 Amy Goodman

– Texto en inglés
traducido por Fernanda Gerpe y Democracy Now! en español,
spanish@democracynow.org

– Amy Goodman es la
conductora de Democracy Now!, un noticiero internacional que se emite
diariamente en más de 550 emisoras de radio y televisión en inglés y en más de
250 en español. Es coautora del libro "Los que luchan contra el sistema:
Héroes ordinarios en tiempos extraordinarios en Estados Unidos", editado
por Le Monde Diplomatique Cono Sur.

*Fuente: Rebelión

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