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La larga noche de los mineros chilenos

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“Nosotros hemos heredado la forma irracional
e inhumana de explotación de las empresas privadas
extranjeras, a las que interesó fundamentalmente
obtener el máximo de utilidades en breve plazo sin
considerar el interés nacional y el futuro de las minas”.

Salvador Allende, discurso en el Dia de la
Nacionalización del cobre, 11 de julio de 1971.

Estimados amigos,

La potente máquina australiana ya comenzó a horadar la roca para llegar a
la cota de los 700 metros donde están atrapados por un derrumbe los 33
mineros chilenos. Comienza la cuenta atrás para conseguir el rescate de
los trabajadores. La noche que para ellos comenzó el 5 de agosto, puede
prolongarse varias semanas. Mientras tanto, familiares y compañeros de
los mineros de San José, querellan a los propietarios de la mina y al
estado por incumplimiento reiterado de las normativas de seguridad.

El gobierno y las empresas privadas intentan convertir la tragedia en un
show mediático que deje en segundo plano las responsabilidades del
suceso.

“De este modo la mina, la fábrica, la oficina, la empresa agrícola
comercial irán perdiendo su aspecto inhumano, orientado exclusivamente
hacia la búsqueda de ganancias que les confirió la sociedad
capitalista…”  decía Salvador Allende en su mensaje al Congreso de Chile
el 21 de mayo de 1972.

Después vino el cerco de las multinacionales, de la oligarquía chilena y
del gobierno norteamericano que concluyó en el golpe y la dictadura del
Gral. Pinochet. Le siguió  el brutal retroceso político y social de
Chile, y con ello, el retorno a esa inhumanidad que denunciaba Allende.

Es necesario situar el nuevo drama minero en su verdadero contexto,
tomando distancia de los enfoques interesados en convertir el rescate en
un rentable espectáculo televisivo.

Redacción de SERPAL
Servicio de Prensa Alternativa.




La larga noche de los mineros chilenos


Tras la euforia por el hallazgo con vida de los 33 mineros sepultados
por el asentamiento de toneladas de roca en la Mina San José, poco a
poco tanto los familiares como las víctimas del incidente fueron tomando
conciencia de la larga y dura noche que tenían por delante. Y sobre el
justificado triunfalismo de los equipos de búsqueda, emergió el reclamo
contra los propietarios de la mina por las constantes transgresiones de
las normas de seguridad y contra el estado por no garantizar su
cumplimiento y la integridad de los trabajadores.

Cuando el 5 de agosto se fue conociendo lo ocurrido en la cota 350 de la
mina situada a unos pocos kilómetros de Copiapó,  esposas, hijos,
hermanos y otros familiares de los mineros sepultados se concentraron en
el lugar y decidieron permanecer hasta que hubiera novedades. Ellos no
se resignaban a considerar el accidente como una tragedia más.
Comenzaron a levantar pequeñas tiendas y carpas, dispuestos a no moverse
de allí y a exigir un operativo de localización. Los dueños de la mina,
dedicada a la explotación de cobre y de oro,  Alejandro Bohn y Marcelo
Kemeny Füller no dieron la cara hasta varios dias después y lo hicieron
con la anuencia de la prensa afirmando que su prioridad habían sido
“nuestros trabajadores y sus familias”. Estas afirmaciones no se
corresponden con la historia de la compañía minera San Esteban,
propietaria  de la explotación. La empresa muestra un reiterado
incumplimiento de normativas laborales y de seguridad, accidentes con
muertos y heridos y hasta una clausura en el 2005 por la Dirección de
Trabajo. Quizás por eso, Agustín Holgado, Ingeniero en Minas, que conoce
las explotaciones en Copiapó, afirmó que “para nadie de la zona el
accidentes resultó una sorpresa.”

El 30 de junio pasado, Javier Castillo, secretario del sindicato de
trabajadores de la Mina San José, tuvo una reunión con el ministro
Lawrence Golborne (ex gerente de control y gestión de la filial de la
petrolera norteamericana Exxon Mobil en Chile y vinculado con otros
empresarios que fueron funcionarios durante la dictadura de Pinochet ) .
Ese dia le dijo al máximo responsable de la minería chilena, que no se
podía trabajar a cualquier costo.  “En la mina San José – añadió
Castillo – la situación es catastrófica. En cualquier momento se va a
producir un derrumbe, por lo tanto el gobierno debe tomar medidas”. Por
eso ahora, los familiares de los mineros sepultados, con el apoyo de los
sindicatos, han planteado una querella contra la empresa propietaria de
la mina y contra el estado chileno, por responsabilidades en la
tragedia. Moisés Labraña, vicepresidente de la Confederación Minera de
Chile y líder histórico del sector, afirmó que tras su clausura años
atrás, “la mina jamás debió reabrirse, porque tiene fallas
estructurales”.

Reiteradamente se ha denunciado que la ambición empresarial llevó en los
últimos años a una progresiva reducción de los taludes de roca entre
sección y sección de la veta en explotación. De treinta metros
iniciales, como mínimo, se llegó a solo diez metros de separación. Por
una cuestión de física gravitatoria y mecánica de rocas, el peso del
cerro tiende a llenar el vacío que van dejando los túneles. Entonces, si
no se construyen fortificaciones y acuñaduras con pernos y mallas, una
parte del cerro corre el riesgo de “sentarse” como se denomina en
lenguaje minero. Y eso es precisamente lo que ocurrió aquella fatídica
tarde a comienzos de agosto, dejando atrapados a los mineros en el
interior del cerro.


Estalla la esperanza
Tras 17 dias de incertidumbre y pesimismo, al subir una de las piezas de
perforación, su punta apareció con huellas de pintura. Algo que se
interpretó como una alentadora señal enviada desde la cota 688 que se
había alcanzado buscando los túneles donde se podrían haber refugiado
eventuales sobrevivientes de la tragedia. El gobierno de Piñera no
desaprovechó el éxito de los técnicos; había ordenado que ante cualquier
hallazgo retuvieran el anuncio y se aguardara su presencia en el lugar 
antes de comunicarlo a familiares y ciudadanos. Y así logró la puesta
en escena anhelada por cualquier político: multiplicarse en miles de
portadas con su efigie sonriente mostrando en su mano derecha el
lacónico pero preciso mensaje enviado desde las entrañas del cerro por
los mineros sepultados, afirmando que los 33 estaban vivos.

Pero esta maniobra propagandística no desmerece la realidad de que el
estado chileno asumió el repliegue de los dueños de la mina en el empeño
por encontrar a las víctimas del incidente. Aunque sus verdaderos
impulsores fueron los compañeros de los sepultados y los familiares que
decidieron acampar en el lugar hasta que hubiera noticias. Ellos fueron
el anillo que completó ese empeño solidario. Ahora los improvisados
carteles iniciales fueron reemplazados por otros de gran tamaño donde se
lee el nombre que pusieron al emplazamiento: “Campamento Esperanza ¡
Fuerza Mineros ! “ Y otra pancarta expresa: “Vamos carajo. Un montón de
tierra y piedras NO pueden con este puñado de atacameños. ¡ Fuerza y
corazón de mineros !. “

En el interior de los túneles, a 700 metros de profundidad, los 33
mineros son otro puntal de esta renacida esperanza. Su expresivo primer
mensaje de solo siete letras y en rojos caracteres  – “Estamos bien en
el refugio somos 33” – se ha convertido en un emblema. Hasta se han
impreso camisetas con la histórica frase.

Esa interminable noche comenzó con 17 jornadas sin comunicación alguna
con la superficie, sin saber siquiera si les buscaban. Pero ellos no
solo no se desesperaron, sino que se organizaron, racionando alimentos y
aplicando una lógica de resistencia. Como sucede en estos casos, surgió
un líder natural en el grupo. Mario Sepúlveda, minero electricista con
experiencia sindical, es quien parece encabezar los esfuerzos por
organizar lo que se presume será una larga espera en difíciles
condiciones ambientales: temperatura que oscila entre los 35 y 38
grados, una humedad superior al noventa por ciento, y polvo y partículas
en suspensión. Por eso, además de proveer bebidas tonificantes,
alimentos y material sanitario, desde la superficie se trata de
fortalecer el ánimo de los mineros. Tienen que tratar de preservar su
estado sicológico y evitar unas previsibles depresiones causadas por su
situación y por la incertidumbre.

Objetivo: una “chimenea” de salida
El entubado del agujero inicial, ha sido la vía para los primeros
envíos, y para comunicaciones. Luego se hicieron otros sondajes
auxiliares,  pero ahora la expectativa es el trabajo de perforación de
la “chimenea” vertical por donde se intentará –uno por uno – el rescate
de los mineros. Primero se practicará con una sonda un agujero “piloto”
de 38 cms. por el que se confía en hacer descender una cabeza de
perforación de mayor tamaño. Allí, los mineros sepultados tendrán que
ser quienes armen la pieza, para que la maquinaria pueda iniciar una
perforación en sentido inverso, desde abajo hacia arriba, hasta los
equipos de rescate. Confían así, en abrir un tubo de  aproximadamente 66
cms de ancho por el cual puedan subir en una especie de cesta cada uno
de los mineros. El ritmo estimado de trabajo, puede ser de apenas unos
15 a 20 metros diarios, depende de la resistencia de la roca y de las
precauciones para evitar derrumbes. Pero esta es la técnica más
aconsejada por los técnicos, porque es la más rápida y con menores
riesgos. Así todo, no esperan poder llegar antes de fines noviembre a la
cota 700 donde se encuentran refugiados los sobrevivientes de la
tragedia. Por eso, uno de los elementos más preocupantes es la situación
anímica y sicológica de los mineros sepultados en las entrañas del
cerro que tienen por delante semanas de interminable espera.

¿ Y mientras, que hacen los empresarios ?
La Comisión Investigadora constituída por la Cámara de Diputados
chilena, insistió en convocar a los empresarios Bohn y Kemeny,
propietarios de la minera San Esteban para que entreguen su versión del
accidente. Hasta entonces no habían cumplido esa solicitud. Por su parte
la magistrada Mirta Lagos Pino, dispuso retener un pago de 900 millones
de pesos de la Empresa Nacional de Minería ( ENAMI ) a la compañía
privada por producción de mineral. Accede así a la medida precautoria
solicitada por el abogado que lleva la querella de familiares de los
mineros. Esta decisión se adoptó luego que los dueños de la mina
manifestaran la posibilidad de declararse en quiebra, con lo cual
intentarían evadir sus responsabilidades económicas.  Algunas fuentes
señalaron que los dos principales empresarios tienen propiedades y
sociedades de inversión, pero dudan de que en algunos casos se puedan
demostrar jurídicamente esas pertenencias.

Serenados los ánimos tras el júbilo del contacto inicial con los
mineros, la operación de rescate y el tema de las responsabilidades por
lo sucedido centran la información. La mayoría de la prensa chilena
ignoró o minimizó desde un comienzo las denuncias de familiares y
compañeros de los sepultados, y las denuncias de los dirigentes
sindicales y de la propia CUT, la Central Unitaria de Trabajadores. 
Rodolfo, un minero de 58 años que pertenece a otro turno de San José,
expresó que siempre han vivido y trabajado con la presión de conocer los
riesgos, pero también con la imperiosa necesidad de llevar el sustento a
sus familias. Lilian Ramírez, esposa de Mario Gómez, de 63 años, autor
de la primera carta que llegó desde el fondo de la mina, dijo
emocionada: “que Dios perdone a los dueños de la mina por no acercarse a
sus familias, por no avisar a tiempo, por no pedir ayuda”. La mujer del
más veterano de los mineros fue quien anticipó la decisión de los
familiares de iniciar una querella contra los empresarios.

Invocaciones divinas y publicidades encubiertas
Mientras tanto el presidente chileno Sebastián Piñera , intenta
convertir la tragedia en un acontecimiento de provecho para la imagen de
su gobierno. Formula declaraciones, destituye funcionarios, promueve
rezos y auxilios divinos, convoca a la NASA, y no deja rendija mediática
sin ocupar con promesas y compromisos. Incluso, enfrenta las
acusaciones de que los organismos gubernamentales y hasta la justicia
han tolerado las constantes irregularidades de la minería, derivando su
responsabilidad a los anteriores gobiernos ( que fueron de la
concertación de centro izquierda ). Seguramente tiene parte de razón,
como incluso aquellos que señalan complicidades de algunos dirigentes
del sindicato minero. Pero eso no quita las que le incumben, ya que
fueron sus ministros los que también desoyeron las denuncias y
advertencias. Pero las noticias sobre el operativo de rescate, desplazan
y encubren otras realidades que incomodan al gobierno. Estos dias han
pasado a un segundo plano los reclamos de los afectados por el reciente
terremoto que afirman que “las autoridades se han olvidado de nosotros”,
o la brutal represión de carabineros contra los estudiantes de la
Universidad de Chile, condenada incluso por el rector de ese centro de
estudios, o el regreso a la cárcel de los mapuches que se encuentran en
huelga de hambre reclamando por sus derechos. O los índices de pobreza y
marginación en las poblaciones periféricas de las principales ciudades
chilenas.

Dos inspectores para un millar de instalaciones

Las cifras señalan 363 muertes en la minería chilena en la última
década. Treinta y una en lo que va del año 2010. Y una realidad
fácilmente demostrable: a muchas empresas les resulta más económico
pagar una multa por incumplir una norma de seguridad ( cuando
ocasionalmente se la aplican ) que invertir para mejorar las condiciones
de trabajo de los mineros. Otra realidad es que el organismo estatal
encargado de fiscalizar el cumplimiento de las normas, no tiene recursos
humanos ni técnicos suficientes para cumplir adecuadamente su labor.
Para vigilar la seguridad de un millar de instalaciones mineras en la
región de Atacama, donde se encuentra la mina de San José, el
Sernageomin ( Servicio Nacional de Geología y Minería ) cuenta con solo
dos inspectores. Pero eso no es todo. También hay una larga tradición de
permisividad en el control de las exportaciones de las grandes empresas
mineras. Allí también hay un inconcebible déficit de inspectores en una
de las más rentables actividades productivas de Chile. Pero Piñera
anuncia ahora cambios sustanciales, y promete severidad con los que no
cumplan la ley. El tiempo será el encargado de validar si las promesas
se convierten en realidades.

Renuncia el funcionario que autorizó en julio la reapertura de la mina

Veintisiete dias después del accidente en la mina San José,  presentó su
renuncia el secretario del ministerio de salud en la región de Atacama.
Raúl Martínez Guzmán fue el funcionario gubernamental que firmó el
pasado 28 de julio la resolución que permitió la reapertura de la mina
San José, tras la clausura ordenada a raíz del accidente en el que
perdió una pierna el minero Gino Cortés por un derrumbe menor en el
yacimiento. Los sindicatos entienden que no se daban las condiciones de
seguridad para autorizar la reapertura. Es posible que esta cuestión sea
tratada en la comisión investigadora de Diputados.

“Sonrisas Colgate”

Mientras tanto, no solo el gobierno sino algunas empresas privadas
aprovechan la posibilidad de publicidades encubiertas. La multinacional
de origen norteamericano Colgate-Palmolive que se radicó en Chile en las
postrimerías de la dictadura del Gral. Pinochet , aprovechó para
realizar una publicitada entrega de  cajas de cepillos de dientes y
pasta dentífrica para los mineros, que fueron puntualmente difundidas
por canales y diarios privados con profusión de imágenes e impecables
sonrisas.

El publicista, profesor y antropólogo chileno Cristián Leporati,  afirma
en un medio chileno que “una vez que pasa la emoción, y se asienta la
razón, cabe comenzar a mirar este fenómeno desde una perspectiva crítica
o a lo menos reflexiva en lo comunicacional, con el objeto de saber
discriminar el relato mediático que nos entregan los medios de
comunicación de esta dramática situación que viven 33 ciudadanos. Y
concluye su reflexión : “Estamos frente a una sociedad del espectáculo,
la mina San José y su “elenco” pasó a ser un espectáculo, con buenos y
malos, víctimas y victimarios. Por favor, un poco más de seriedad y
racionalidad, no denigremos la realidad infernal que están viviendo los
mineros y sus familias, esto es real.”  El remate lo escribe a
continuación uno de sus lectores, cuando expresa: “Nuestros mineros
nacieron atrapados. Atrapados por la necesidad, la misma que les impulsó
a caer en manos de inescrupulosos. Hoy no sólo los medios se aprovechan
de ellos, también marcas de ropa, tipos de alimentos, políticos,
religiones… Mañana les aguardan otros, y otros… El dolor ajeno
vende. En fin, quizá todos estemos atrapados: el débil por el puño del
poderoso, y el poderoso por su propio puño. No se queme las pestañas y
qué siga la función.”

Compartiendo la espera

Pero gran parte del pueblo chileno encaja el momento de una manera más
sencilla y solidaria. Unos rezan, otros se preocupan, otros envían ayuda
a las familias y casi todos piensan en esos mineros a los que la vida
les llevó a descender a cientos de metros desafiando los riesgos para
conseguir el sustento de los suyos. Los imaginan allí abajo, esperando,
pensando en los cientos de miles de toneladas que bloquearon los
túneles.

En alguna medida asumen como propia esta larga noche de los 33 mineros y
sus familias, y esperan que llegue el día de sol y reencuentro en la
superficie de Atacama.

Y sueñan con días mejores para su patria, donde como quería Allende, “el
trabajo no sea para el enriquecimiento de unos pocos y la inseguridad y
el sufrimiento de muchos, sino una herramienta de progreso y de
justicia social para todos los chilenos.”

31  de agosto de 2010

* El autor del artículo, Carlos Iaquinandi Castro, es miembro de la Redacción de SERPAL.

Nuestra  Página:  www.serpal.info

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