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La estrategia mediática y comunicacional del Gobierno de Piñera

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¿Es posible después de algunos meses entrever las líneas fuerza de la estrategia comunicacional y mediática del gobierno de Piñera? Sin lugar a dudas. Algunas decisiones, actos y movimientos de su equipo dejan ver con cierta nitidez los contornos de una estrategia política comunicacional cuyo objetivo es el reforzamiento del dispositivo mediático hegemónico para acompañar al gobierno y, al mismo tiempo, acentuar la primacía de los criterios mercantiles en la producción de la información. ¿Y cuáles son los elementos que traslucen esa estrategia?

En lo que respecta a los medios impresos del duopolio (El Mercurio S.A.P y el Consorcio Periodístico S.A. Copesa) resalta el trabajo de construcción de imagen de estadista, de programación de una opinión pública favorable al gobierno y el de caja de resonancia de políticas presentadas como serias porque viniendo de “expertos”.

Basta con ver las portadas y su puesta en orden. Ellas son un buen índice de la jerarquía de la información (la función de agenda setting: de lo que impone y omite), de la concurrencia entre los titulares, de los valores subyacentes a la línea editorial, de los códigos expresivos, etc. Si bien las portadas son las vitrinas de una estrategia comercial orientada por y para el referencial mercado (del publicitario y de lectores) que define “ganchos” y determina opciones y objetivos, se aprecia en general un tratamiento favorable y condescendiente hacia el gobierno de Piñera. 

La pautas seguidas por el poder mediático en estos meses navegaron en un contexto de temores y riesgos sociales donde era necesario por parte del Ejecutivo una línea clara de solidaridad con los afectados por el terremoto y donde toda decisión y actitud ambigua y contradictoria con la imagen de buen gobierno contribuía a aumentar la incertidumbre y la depreciación del Ejecutivo ante la opinión pública.    

Pero en ese marco, el tratamiento mediático favorable a la gestión de La Moneda no fue suficiente para impedir que se instalara en la opinión pública la percepción de un gobierno errático y poco eficiente; peleándose en las cuerdas con la ética y magullado por los conflictos de interés. La señal de alarma fue dada por la última encuesta Adimark. 

La Moneda está preocupada por la merma de aprobación del Presidente empresario (baja de 2% en relación al mes anterior)  y un aumento impresionante del rechazo repentino del gobierno (pasa de 17% a 31%). 

Por lo que el gobierno de Piñera puede estar tentado de exigir más lealtad a la prensa tradicional y ésta, a complacerlo, morigerando las críticas. Esto se hace sin alarde ni aspavientos; más bien por canales opacos. Allí es donde la razón política, la lógica de poder y los intereses de clase priman por sobre las distancias prudenciales que un medio debe tomar para salvar las apariencias de la llamada objetividad o la necesidad de mantener las ilusiones del “pluralismo informativo”. Aún más cuando esos medios expresan una cartografía social burguesa y una visión del mundo marcada por las angustias propias de la oligarquía. Aunque cabe agregar que los medios del duopolio están por debajo de los estándares periodísticos que se le aplican a un diario para entregarle la credencial de “gran prensa de referencia”.  

La ausencia de competencia con otros medios de calidad que cuenten con un equipo de profesionales de la información capaces de rivalizar con el duopolio, no en el mercado de la información, sino en el de los niveles y criterios periodísticos de calidad,  contribuye a bajar los estándares informativos de una sociedad y a acentuar el proceso de crisis de confianza en las instituciones y en las elites. De ahí que para ennoblecer la actividad política se requieran medios públicos de alto nivel profesional con un equipo de periodistas y de consejeros y administradores con vocación pública que representen los  auténticos intereses ciudadanos y populares. 

Sin embargo, lo que oculta la retórica de la “libertad de la prensa” es precisamente el hecho que la sumisión a criterios mercantiles y a los imperativos políticos de los gobiernos de turno es la responsable del deterioro de la calidad de la información y de la proliferación de la “información chatarra”.

El otro hecho significativo fue la decisión de conservar La Nación bajo la tutela del Estado empresarial lo que implica buscar para la dirección del diario a un hombre de entera confianza del gobierno con el fin de reforzar el dispositivo mediático hegemónico. El periodista Mirko Macari no era un peligro. Habría hecho de La Nación un elmostrador.cl impreso; es decir, un medio que se sitúa en los márgenes del dispositivo dominante y que permite, eso sí de, manera dosificada, la expresión de posiciones críticas. Pero que de igual manera contribuye al reforzamiento de la política sistémica y del consenso en torno a las políticas binominales así como a la legitimación de las estructuras de dominación. 

Todo indica que en el contexto actual de baja de popularidad del gobierno no se puede correr el riesgo de parecer algo pluralista. El pretexto invocado para excluir a Macari fue el veto de la UDI. La Nación será otra pieza más del dispositivo mediático dominante. Sin embargo, y pese a la campaña en su contra, La Nación contó en su seno con un equipo de profesionales que produjo periodismo de investigación de calidad.  

En la misma lógica de reforzamiento de la red de medios de sesgo derechista sometidos al referencial mercado se puede incluir la demora de Piñera en desprenderse de la propiedad de su canal de televisión. Si éste decide a venderlo, lo hará a quién le dé garantías de fidelidad al proyecto que Piñera representa. Es decir, consolidar las fuerzas del mercado como regulador no sólo de la actividad económica sino de ese bien público fundamental que es la información y por ende, de la vida social y de las formas y modos de pensar. Es una tarea fácil. La televisión informa mal haciendo creer que lo hace bien. Ella distrae … de lo esencial. Además promueve y refuerza actitudes individualistas de hombre masa, políticamente impotente y maleable (1).

Sin embargo, la influencia de la televisión es perceptible en las formas actuales de hacer política; en su espectacularización. La instalación de podios y escenarios para conferencias de prensa enmarcadas bajo los símbolos del poder para significar complacencia y adhesión han sido implementados por La Moneda.  El objetivo es recalcar el mensaje: “aquí se dialoga con Piñera y el poder” (2). 

Las elites ilustradas chilenas no conciben que la información es un bien fundamental y necesario al buen funcionamiento de las sociedades democráticas. Los concertacionistas la concibieron como una mercancía y se la entregaron al mercado existente. El avisaje les sirvió como moneda de cambio del apoyo tácito del poder mediático. Tal pragmatismo convirtió el  derecho a la información en letra muerta. Y no hay día en que editorialistas y columnistas adictos al poder mediático lo reafirmen. Que es el mercado el que manda y ordena en este país y que la información es una mercancía más. Y lo hacen en nombre de “la libre circulación de las ideas” y de la libertad de expresión … en manos de la empresa privada. Por lo mismo, si La Nación es puesta en venta, caerá ineluctablemente en manos de la implacable lógica del mercado.

En esta dirección apuntó, para rematar, el fallo del Tribunal de la Libre Competencia (TLDC) ante la demanda interpuesta por la Revista Punto Final en contra de los Ministerios de Hacienda, de Justicia y de Planificación y Cooperación (Mideplan) por favorecer con el avisaje estatal El Mercurio S.A.P y al Consorcio Periodístico S.A. (Copesa), en desmedro la prensa crítica e independiente. El TLDC sostuvo que el avisaje estatal debe considerar criterios de mercado para distribuir el dinero de todos los chilenos sin importar los valores pluralistas y democráticos que exigen contribuir al apoyo de la prensa autónoma e independiente de los poderes económicos.

El sistema mediático produce ideología de manera casi “natural”. Ella sirve de pegamento a sociedades donde las desigualdad social genera conflictos que el Estado en su forma empresarial no resuelve atacando de frente las causas sino aplastando sus efectos y manifestaciones con más fuerza policial, endurecimiento legal y represión. Bajo el pretexto que la población quiere más seguridad pública. Así se impone la agenda de la derecha neoliberal y se justifica su demanda de un Ministerio del Interior y Seguridad.  ¿No se caracterizaron en un momento La Tercera y El Mercurio por sus llamados a militarizar y a aterrorizar el pueblo mapuche? No cabe establecer un vínculo causal entre éstas campañas mediáticas alarmistas de la prensa dominante  durante el período bacheletista con las ejecuciones de jóvenes mapuche y la agenda del “orden” neoliberal?

El filósofo francés Jacques Bouveresse afirmaba en una entrevista: “La independencia (de los medios)  frente al poder económico y político es una condición sine qua non de la existencia de una prensa capaz de cumplir con la tarea para la cual fue concebida. La cuestión es saber hasta que punto es aún posible. Hay razones para ser pesimista. También está el problema de la independencia del poder político con respecto al poder mediático y el de saber si los imperios económicos de mañana serán imperios mediáticos.”

Pero el primer paso para resolver un problema es la toma de consciencia del mismo y, en este caso, el segundo es darse una estrategia ciudadana para reconquistar el derecho a la información y consolidar los medios críticos, con financiamiento público estatal, para poder afirmar el pluralismo informativo.

El autor, Leopoldo Lavín Mujica, B.A en Journalisme et philosophie et M.A. en Communication publique de l’Université Laval, Québec, Canadá. Miembro de la Association canadienne de communication (ACC) et de la Société de philosophie du Québec.  

Notas
(1) El hombre culto mirando la televisión chatarra y farandulera se dice para sus adentros: “estoy solo con mi deliciosa vergüenza pero siento que millones experimentan simultáneamente el mismo sentimiento”, Michel Eltchaninoff, La naissance de l’homme-foule.

(2) A la salida del encuentro (de los diputados comunistas con el Presidente), los invitados se vieron sorprendidos por las instalaciones -un micrófono en un pedestal y equipos de audio-, que asesores de la Presidencia les dispusieron para que hablaran con la prensa. "¿Esta es la nueva modalidad?", dijo Teillier, asombrado con la puesta en escena”. La Nacion, 28 de abril. 

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