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La Iglesia Católica y los abusos sexuales

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El Papa ha reprochado con severidad a los obispos irlandeses por su desidia ante los abusos sexuales de muchos sacerdotes, a lo largo de décadas.  Los Legionarios de Cristo han pedido perdón por la conducta de su fundador,  Marcel Maciel.

¿Un completo reconocimiento, aunque tardío? Tardío, sí;  completo, no. En verdad, la Iglesia todavía se halla en estado de negación.  Aclaremos: La negación es una actitud sicológica que consiste en no aceptar un hecho perturbador, o bien en minimizarlo o no asumir responsabilidad por él. Es una conducta en que incurren frecuentemente individuos, grupos y hasta naciones.   

Antes de seguir, declaro, en aras a la transparencia,  que no soy creyente.  Respeto el derecho de todos a sostener sus creencias. Pienso que no es posible un debate racional sobre cosas de fe,  pero que las facetas humanas de las religiones pueden escrutarse a la luz de la razón.   De hecho, la Iglesia misma se declara “experta en humanidad” (lo cito sin ironía) y a sus miembros se debe aplicar el dicho de que “nada de lo humano les es extraño”,  ni abnegaciones ni perversiones.

Frente a las denuncias de abuso sexual, las autoridades de la Iglesia han tendido a proteger a los suyos y a la negación. Esta última toma varias formas. Primero, no reconocer los hechos hasta que no queda más remedio y, aún entonces, insuficientemente. Los abusos sexuales de sacerdotes en contra de niños a su cuidado, es asunto de siglos. Sin embargo, sólo en las últimas tres décadas comenzaron las denuncias sistemáticas,  lo que se explica por  un cambio social: los que fueron abusados, primero en los Estados Unidos y  luego en muchos otros países,  llegaron a superar el temor de ser estigmatizados si admitían que habían sido ultrajados. Una vez que se rompió el dique de las reticencias,  las denuncias fundadas terminaron implicando a muchísimos sacerdotes y sumando miles de víctimas.  

La segunda forma de negación consiste en disminuir la gravedad de los hechos. En ese sentido, voceros de la Iglesia han hecho referencia a situaciones de contexto (“en esos años, se creía que se podía tratar la pedofilia”). Asimismo, han relativizado la incidencia de los crímenes sosteniendo que se trata de una ínfima minoría de culpables (nadie dice que la mayoría del clero abuse, pero sí que el problema se encuentra en todos los países e involucra, en cada uno de ellos, a muchos sacerdotes). Una tercera vía de negación consiste en suavizar o esquivar las responsabilidades: el encubrimiento de los obispos es llamado “silencio” o “inacción”;  se insinúa también que hay quienes estarían montando “ataques mediáticos” contra la Iglesia.  

Sin embargo, la negación más obstinada es aquella que rehúsa aceptar que, más allá de conductas reprobables de algunos sacerdotes,  pueda haber alguna falla con el sistema del celibato. Esta institución, que no es una “doctrina” sino una “regla o disciplina”, tiene cerca de nueve siglos de antigüedad y se basa en una antigua línea de pensamiento teológico que sostiene la superioridad del estado célibe. Hoy sería posible emprender estudios serios acerca de la incidencia de la regla del celibato en la opción de las personas por el sacerdocio y en la conducta de los sacerdotes.    

Sin embargo, aunque la Iglesia misma enseña que en sus orígenes fue tremendamente innovadora, es claro que desde hace muchos siglos no re-examina sus propias reglas ancestrales, a menos que la marejada de la historia la fuerce a ajustarse un tanto, siempre tardía y parcialmente…,  hasta la próxima marejada.
Mar. 29 , 2010

* Fuente: Blog La Tercera

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