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La izquierda siglo XXI (en Chile): una propuesta de estrategia espectacular y especular.

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Segunda parte: Espectacular y especular
Bueno es recordar que las palabras tienen el fatalismo de ser una intención, una aproximación, nunca una cosa material ni tienen poder otro que no sea la intensión de transmitir una visión, un sentir, una idea que a su vez es también una aproximación a la visión de alguien y a su sentir. La idea expresada nunca será la reproducción exacta de la esbozada en el cerebro del pensante. A esta cierta inseguridad le agregamos que la carga ideológica puede tener una intención o no y su lectura puede ser “ingenua” o analítica. El resultado es que no entendemos lo mismo que entiende el que intenta transmitir un pensamiento. De quien y como usa las palabras depende la intencionalidad, de quien y como las descodifica depende la receptividad de las mismas.

Mirado el mundo según el lugar que ocupemos en la escala social, puede ser de izquierda alguien con recursos y alguien sin ellos, para ambos es muy distinto el grado de acoso de la situación social y por lo mismo el grado de rapidez que se requiere para implementar las soluciones, los problemas les tocan de distinta manera. Unos tienen toda la vida para luchar por un cambio sin que les urja la solución, para otros las soluciones son asunto de máxima urgencia y cuentan tan sólo con el presente para lograr un cambio en su “calidad de vida”. Lo que para unos puede ser un asunto ético-moral, para otros es asunto de vida o muerte. Para los primeros hay un cierto grado de conciencia, para los segundos una urgencia que les impide cualquier consideración ético-moral. Con este hecho enfrentamos la paradoja de que quienes más necesitan que la vida cambie para el bien de ellos mismos, no tienen las herramientas del lenguaje ni del entendimiento ni el tiempo para ocuparse de su bienestar en forma colectiva, luchando social y políticamente por los cambios sociales.

Lo que hace distinto este dilema y su forma de enfrentarlo, es que cada día que pasa es tiempo en contra de las soluciones que la humanidad toda requiere.

El calentamiento general de la atmósfera ha producido un inicio, que puede ser irreversible, de cambios climáticos. Su resultado final se decía que sería desastroso si fuera de dos grados, hoy se sabe que será de seis grados y que en los polos el promedio será mayor y en otros puntos menor. Esto significa un cambio a escala global que produciría el derretimiento de los hielos de ambos polos con el aumento del nivel del mar, de uno a tres metros, el aumento de las lluvias, inundaciones y, paradójicamente, sequías en determinados lugares. En definitiva nada será como es actualmente. Esto también significa que el agua dulce, alrededor de tres por ciento del agua total del planeta, será un elemento escaso, con su significado de guerras por ella, sequías, hambre y muerte, pues la agricultura no podrá producir lo misma que hasta hoy.

Nada indica que los causantes de este problema, que ya es una realidad en curso, hayan asumido la gravedad del momento. Desde los individuos se implementan soluciones, pero estas se vuelven nada sin cambios en la industria y en el modo de vida, que son los que generan este desastre climático. Lo cual nos remonta a un fatalismo humano. No se puede detener el sistema que crea el problema, hay que cambiarlo y el cambio no se asumirá como una verdadera solución hasta que nos encontremos en el punto del no retorno de la tragedia, tragedia que puede ser mortal para la vida.

Cada ser humano está en lo suyo, sin darse cuenta cabal de la gravedad de los problemas que nos aquejan como sociedad y de lo urgente que es implementar cambios. Percibimos la realidad como algo cambiante, en cuadros separados, y pasajero, no vemos que todo es movimiento plural, circular y ascendente ni vemos las vinculaciones de unos hechos con otros: lo que fue ayer se repite, a un nivel más alto. Todo lo que hoy se percibe como cambios clímáticos se han vivido antes, a escala inferior y con intervalos mayores. Hoy son más rápidos y a un nivel superior, la naturaleza no podrá reponerse por si sola. Haití es un ejemplo claro, sumido en la pobreza por el capital, los pobres cocinan con leña o carbón. El 90% de los árboles han sido cortados, ayudaría a frenar los efectos posteriores del terremoto, contar con una capa boscosa, estos no están, las lluvias producen un daño tremendo en erosión de los suelos, baja productividad de los sembrados, mayor emigración a las ciudades, más pobres hoy, más muertos mañana.

El clima tiene la facultad de percibirse como pasajero, el calor pasa, el frío pasa, la sequía pasa y nosotros seguimos en la sobre-vivencia, en la lucha diaria por existir. Luego vienen los problemas de un conjunto social, ya sea la lucha por el trabajo, el salario, la comunidad y en escala más amplia, el país con su drama de ser, a su vez, como una hoja al viento ante los designios globales de los poderes globales. En los apuros del diario vivir, los golpes del sistema son vistos como algo de efecto personal debido a nuestra mala suerte o incompetencia para aprovechar oportunidades, para colmo, en las “democracias votantes” los de abajo no vinculamos las dificultades actuales a decisiones tomadas en pasadas elecciones ni a las decisiones que los elegidos por nosotros toman a nuestras espaldas.

En situaciones de crisis se da la paradoja de que de una parte son las ideas las que pueden hacernos salir de ella, fortalecidos, y de otra estas no se remozan para hacerlas movilizadoras. Puede más un discurso efectista a pasar un momento “agradable”, a hacer un “buen negocio”, que una llamada a luchar por nuestros derechos. Las izquierdas hoy han perdido la magia esclarecedora, renovadora y movilizadora y tampoco se reponen con la rapidez requerida para revertir los acontecimientos y salir fortalecidas. Vamos de tumbo en tumbo, esto es lo general, pero también hay los ejemplos de quienes continúan difundiendo sus ideas, organizando las luchas sociales y esgrimiendo razones. Hoy son los derrotados, mañana serán los triunfadores. La historia demuestra que son los ejemplos éticos, las batallas perdidas por los que han defendido una moral, una forma de actuar hasta el último sacrificio por las ideas de cambio social, los que a la larga encuentran un lugar en el espíritu de los pueblos. Hoy pudiera ser ese momento. Hace falta que lo veamos en proyección de futuro y que aceleremos el paso desde la gente y sus batallas, hace falta entender que la liberación del pueblo es obra del propio pueblo en una constante lucha y superación de ideas.

A escala global la izquierda no logra remontarse a su lugar y asumir el dinamismo de pre-ver los problemas proponiendo soluciones movilizadoras. En otras palabras, se nos incendia la casa y nosotros seguimos actuando como si nada pasara. El drama es que ellos (la derecha) usan el espectáculo para alejarnos de nuestro drama. Usan espejos para que veamos imágenes que no corresponden a la realidad. De poco, casi nada, sirve una estrategia, sea cual sea, si no logra movilizar a los que debieran beneficiarse de la misma. Lo que se requiere es una estrategia de lucha por los cambios que abarque la totalidad de las manifestaciones humanas y que esta estrategia sea espectacular y a la vez especular, que se vea en grande y que proyecte su grandeza, que enseñe y entretenga, que sea vista y vuelta a ser vista, que sea no solamente aglutinadora de gente sino, y sobre todo, que corresponda a las necesidades de la gente y, en consecuencia, la movilice.

Para que la democracia sea tal se requiere que todos participemos, desterrando las prácticas, heredadas del sistema a cambiar: de verdades inmutables, de sigánme, de somos vanguardia, de estas son las soluciones, de resoluciones entre pocos, de nominaciones de candidatos en reunión de las altas esferas, de menos-precio por las opiniones del otro, de amistades de compromiso y negociaciones a espaldas de la gente. Prácticas que están lejos de haber servido a la izquierda.

Una estrategia de cambio es espectacular cuando logra ser vista y apreciada por mucha gente, cuando se propone y logra movilizar a los espectadores y convertirlos en actores de su destino, cuando cuida sus formas haciéndose atrayente y genera múltiples formas de participación. En tanto nos proponemos una sociedad distinta, nuestra práctica debe ser distinta, de ruptura total con lo que el sistema entrega como “valores y prácticas sociales”. Una estrategia espectacular desde la izquierda pasa por convertir a los espectadores en actores, por desarrollar los modos y los medios de participación de las mayorías. Nuestra estrategia debe ser, como decía Mariátegui: “creación heroica”.

Una estrategia de cambio es especularcuando logra multiplicar su imagen y el mensaje es enriquecido por la participación de miles y miles de personas, cuando las palabras y las acciones corresponden a los auténticos valores que se quieren alcanzar para la sociedad. Nada sacamos con análisis esmerados de la realidad si no logramos influir en ella con la participación creadora de los potenciales actores. Se trata que el pensamiento y la acción por los cambios sociales de la izquierda logren un impacto en la sociedad y que el mismo se prolongue en el ánimo de la gente, en un efecto de espejo.

En una sociedad cualquiera, la ideología dominante es la ideología del modelo económico social dominante y este es dominado por un grupo más o menos homogéneo, son los que en su accionar diario justifican y reproducen el sistema. Esta ideología dominante muchas veces ejerce su influencia en las capas más dinámicas y en quienes actúan contra el sistema. En otras palabras, hay en nosotros algo, mucho o poco, que corresponde a la ideología de los dominadores. Lo más grave es que muchas veces nada hacemos por combatir en nosotros, en nuestras prácticas, en nuestras justificaciones, la ideología dominante y peor sí está se asume como un valor a ser defendido.

Cientos de veces chocamos con el problema de que no contamos con los medios necesarios para producir un impacto y peor aún, nos escudamos en esta falencia. Entonces vemos que no tenemos medios, no tenemos “llegada”, no tenemos impacto. El problema mayor es que estamos viendo la lucha como un problema cuando debemos verla como una solución. Tenemos necesidades, tenemos capacidad de imaginar, pongamos estos dos elementos en juego y encontremos la forma de movilizarnos, movilizando la sociedad como actores, desde las soluciones que la sociedad necesita.

No hacemos lo que hacemos por que exista la posibilidad de que lo hagamos, lo hacemos porque existe la necesidad de que lo hagamos. Cuando todo falta, lo único que debe sobrarnos es la capacidad de imaginar soluciones. Terminemos con el sin sentido de luchar por luchar, aunque la lucha tome cien años, luchemos por soluciones, ahora, con la urgencia de nuestras necesidades, con la importancia de nuestros sueños. La vida no tiene tanto tiempo por delante y los valores de la vida nada tienen que ver con los valores del mercado ni la ideología dominante. No son los dueños del poder los que aportaran las soluciones, las aportaremos nosotros, los necesitados, desde cada uno de nuestros lugares en la sociedad.

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